No hace mucho tiempo que realicé con el Centro Excursionista de la Ribagorza una magnífica excursión por el imponente congosto de Montrebei. Desde las proximidades de Pont de Montañana hasta la ermita románica de la Pertusa, recorrimos un itinerario que discurre en su totalidad por la orilla izquierda del río Noguera Ribagorzana, por las tierras catalanas colindantes con Aragón, dentro de la sierra común del Montsec.
El Montsec es una amplia zona despoblada y rica en paisajes que se reparte a ambos lados del río Noguera Ribagorzana, cuyas aguas fueron represadas aquí hace años en el embalse de Canelles. El Montsec de l´Estall corresponde a la zona aragonesa; el Montsec d´Ares, a la catalana. Un consorcio entre ambas comunidades intenta dar a conocer las bellezas naturales de la zona y potenciar y explotar sus posibilidades turísticas.
El atractivo natural más espectacular y conocido de esta región es, sin duda, el congosto de Montrebei. Desde el lado aragonés se llega a él por Pont de Montañana, cruzando el río Noguera Ribagorzana y accediendo a un pequeño aparcamiento por una estrecha carretera de algo más de un kilómetro.
Nada más iniciar nuestro camino vemos a nuestra derecha, en la orilla aragonesa del río compartido, la torre de Chiriveta, también llamada de Montgai, que vigila desde lo alto la entrada al congosto. Es una de las varias torres defensivas que pueblan la zona, que fue frontera entre cristianos y musulmanes hace aproximadamente mil años. La de Chiriveta o Montgai es cilíndrica, como las vecinas de Viacamp, recientemente restaurada, Fals, junto a Tolva, o las dos de Montañana, de las que poco queda y para las que la restauración del núcleo medieval ha llegado demasiado tarde. Es sin embargo pentagonal la de Luzás, también cercana y en fase de restauración desde hace algunos años.
Próxima a la torre de Chiriveta, en un escarpe que se eleva sobre el cauce del río Noguera Ribagorzana, puede verse la también restaurada ermita homónima o de Nuestra Señora del Congost. Es románica, con dos etapas de construcción, en los siglos XI y XIII. Más hacia el sur, y con difícil acceso si está el pantano lleno, quedan las ruinas de otra ermita conocida como de Nuestra Señora del Congost, “la vella” (la vieja), que sería algo más antigua que la anterior. En su magnífico libro “El románico en Aragón. Cuencas del Noguera Ribagorzana e Isábena”, José Luis Aramendía recoge una leyenda que la única familia que vive en el pueblo de Chiriveta le contó cuando visitó la zona. La imagen de la Virgen que había en la ermita antigua aparecía cada día fuera del templo, a cierta distancia de éste. La depositaban de nuevo en su interior pero al día siguiente otra vez la encontraban fuera, siempre en el mismo paraje. Entendieron los vecinos que la Virgen pedía de esa manera una ermita nueva en el lugar al que con persistencia se desplazaba su imagen. Y así se levantó una segunda construcción, que es la que hoy vemos restaurada a la entrada del congosto. Se supo más tarde que no hubo prodigio alguno ni milagro en el suceso, sino que el cura del lugar, harto de tener que ir por malos caminos a la vieja ermita, urdió esa artimaña para tener una nueva más cercana y con un mejor acceso.
Antes de seguir con el recorrido de la excursión, y ya que he citado el libro de Aramendía, es necesario referirse, para quien quiera conocer mejor el románico de estas regiones fronterizas, y de cualquier otro lugar de Aragón, a la magnífica y completísima página web de Juan José Omedes http://www.romanicoaragones.com/. En cuanto a otros libros, sin espacio en estas líneas para hacer más amplia la lista, es ineludible citar el ya clásico “Arte Religioso del Alto Aragón Oriental. Arquitectura románica de los siglos X, XI, XII y XIII”, del canónigo ribagorzano Manuel Iglesias Costa.
Siguiendo con nuestra excursión, tras descender del aparcamiento hacia el cauce del río, hay que cruzar el barranco de la Mesana por un impresionante -en el sentido más literal del término- puente colgante, que nos lleva a un sendero por el que, en pocos minutos, nos adentramos en las vertiginosas paredes verticales del congosto de Montrebei. Es un hermoso camino excavado en la roca que discurre por la pared izquierda del extraordinario desfiladero. Para aumentar la seguridad y vencer el probable vértigo de muchos, una sirga enganchada a la pared interior permite agarrarse al caminante más temeroso. El camino está bien acondicionado e incluso se han habilitado algunos bancos para poder sentarse y contemplar el sobrecogedor paisaje que nos envuelve.
No conozco ningún otro congosto que pueda recorrerse andando que tenga la espectacularidad de éste. Y eso que Ribagorza es tierra con abundancia de desfiladeros, muchos de ellos surcados en la actualidad por carreteras. Así ocurre, por ejemplo, en los de Sopeira, Obarra, Olvena y Ventamillo. En este último, se recuperó no hace mucho un viejo camino que discurre por encima de la calzada, pero que no llega a alcanzar la imponente espectacularidad del de Montrebei.
Al salir de la angosta garganta, el camino asciende por un pequeño bosque de pinos que enseguida se convierten en quejigos y carrascas. Llegamos al viejo Mas de Carlets (“mas” es en estas tierras abreviatura de “masía o casa de campo”), así llamado no sé bien si como nombre de persona o en referencia a un tipo de seta de esta denominación que es muy popular en Cataluña. Sirve de refugio de montañeros y excursionistas y tiene unas mesas de madera en su exterior, junto a dos enormes y majestuosas carrascas. El lugar está aproximadamente a mitad de camino entre el puente colgante de la entrada al congosto y la ermita de la Pertusa, por lo que es lugar ideal para realizar un reconfortante descanso. Antes de llegar a él puede el caminante asomarse a la cueva Colomera, la más conocida y profunda de las varias que perforan las paredes del congosto.
Desde aquí, el sendero inicia una pronunciada bajada hasta una vieja casa en ruinas conocida como La Pardina, nombre aragonés en estas tierras ya catalanas. Una rápida subida nos lleva a una pequeña explanada próxima a la ermita de La Pertusa. Sirve de aparcamiento a los vehículos que llegan por pista asfaltada desde el pueblo leridano de Corçá, al que pertenece la pequeña construcción religiosa. Para llegar a ella aún queda un dificultoso sendero que conduce a lo más alto del escarpe en el que, de manera casi inverosímil, está ubicada la ermita. Es ésta, como se ha dicho, de estilo románico; de dimensiones reducidas, con un precioso ábside de buenos sillares y situada en un paraje de ensueño. Su puerta de entrada se abre hacia el norte y en su interior, además de una imagen de Virgen de la Pertusa, hay numerosos exvotos depositados como ofrenda por los fieles. En mayo se va en romería desde Corçá y se oficia misa en su exterior.
Justo frente a la ermita de la Pertusa, en el lado aragonés, en la orilla opuesta del pantano de Canelles, sobre otro escarpe casi simétrico y aún más elevado si cabe, se halla la ermita, también románica y objeto hace unos años de una difícil restauración, de San Bonifacio y Santa Quiteria de Montfalcó, pueblo próximo y deshabitado al que pertenece. La casa Balle (Batlle o Baile) de Monfalcó ha sido rehabilitada para servir como albergue en plena reserva natural del Montsec. Ambas ermitas, la catalana de la Pertusa y la aragonesa de San Bonifacio y Santa Quiteria, son dos lugares de extraordinaria belleza, en los que uno puede sentirse como un pájaro, oteando desde lo alto los maravillosos paisajes circundantes. Recientemente ha surgido un proyecto, respaldado por diversas asociaciones y grupos excursionistas, que pretende construir una pasarela que permita ir de una orilla a otra del pantano y enlazar ambas ermitas, favoreciendo las excursiones por las dos riberas del Noguera Ribagorzana y aumentando así las posibilidades turísticas de la zona.
En el lado aragonés del Montsec hay algunos pueblos atractivos y pintorescos, casi todos ellos deshabitados. Los he recorrido en diversas excursiones con el Centro Excursionista de la Ribagorza. Pueden destacarse L’Estall, Montfalcó, Fet y, sobre todo, Finestras, pueblo situado junto a unas espectaculares “rallas” o láminas rocosas verticales en las orillas del pantano de Canelles. Forman una muralla natural, conocida popularmente en la zona como “la muralla china”. Cerca de Finestras, entre dos líneas paralelas de “rallas” próximas, se encuentra la pequeña ermita de San Vicente, románica y también restaurada no hace mucho.
Las poblaciones habitadas más importantes cercanas a la zona son, además de Benabarre, Estopinán del Castillo, al sur, y Tolva y Pont de Montañana, al norte. De Tolva destaca la singular portada de la iglesia parroquial, transportada hace un siglo desde la iglesia de Fals, o Falces, junto al torreón ya citado. También es de gran interés el pequeño pueblo de Viacamp, con su magnífica torre medieval y un ilustrativo Centro de Interpretación del Montsec, complemento a cualquier visita a estos parajes. Viacamp y Litera constituyen un municipio con escasa población pero muy extenso, a él pertenecen la mayoría de los lugares despoblados del Montsec aragonés.No muy lejos de Estopiñán, aunque dentro del municipio de Benabarre, se encuentran las sorprendentes lagunas de Estaña: tres lagos de origen kárstico, el mayor de los cuales tiene 800 metros de longitud y 340 de anchura máxima.
Pero, sin duda, el lugar más interesante del contorno es Montañana, probablemente el núcleo medieval más atractivo de toda la provincia. Sus empinadas calles, su puente románico, los restos de sus dos torres cilíndricas, la cuadrangular conocida como la cárcel y, sobre todo, la ermita de San Juan y la iglesia parroquial de Santa María de Baldós, constituyen un conjunto incomparable que tras sucesivas restauraciones va recuperando parte de su pasado esplendor y de su antigua forma medieval. Mención especial merecen los catorce capiteles de la portada de Santa María de Baldós y los de la ermita de San Juan, verdadera sucesión de escenas de Historia Sagrada esculpidas en piedra. Montañana es el colofón ideal para cualquier excursión realizada por las hermosas tierras fronterizas del Montsec.
El macizo del Montsec es, lo hemos visto, una zona de grandes atractivos naturales, a los que se añaden diversos ingredientes culturales y artísticos, que merece ser visitado sin prisas, disfrutando de la paz y el sosiego que transmiten sus solitarios y silenciosos paisajes.
Carlos Bravo Suárez
(Artículo publicado en Diario del Alto Aragón)
(Fotos: Congosto desde el sur, torre de Chiriveta, ermita vieja de Chiriveta, puente colgante, camino por el congosto -dos fotos-, Mas de Carlet y ermita de la Pertusa y su emplazamiento en lo alto de un roquedo)