En la segunda mitad del siglo XIII y la primera del XIV, dentro de un clima de exaltación religiosa y en una situación de hambre y crisis económica, se produjo en Francia la llamada "cruzada de los pastores". Sus integrantes se denominaban a sí mismos con el diminutivo "pastorells", convertido en "pasteraux" en francés moderno. Toman el nombre por identificación con aquellos que, según el Evangelio, fueron elegidos para adorar a Cristo en su cuna de Belén. Sin embargo, estos “pastorells” medievales ni eran pastores de profesión ni eran todos jóvenes como su nombre puede hacer pensar. Se trataba en su mayoría de gentes humildes, aunque los hubiera también pertenecientes a la baja nobleza e incluso algunos clérigos. En España, donde su breve presencia ha sido muy poco estudiada, se conocen como "pastores" o "pastorcillos" y en los documentos de la época son denominados "pastorellos".
Se trata de un movimiento que, tras el fracaso de la séptima cruzada, congregó a miles de personas en el país vecino. Su primera aparición se produjo en 1251 tras el encarcelamiento en Tierra Santa del rey Luis IX. Verdaderas turbas de gentes sencillas, imbuidas de una religiosidad primaria y convencidas de estar predestinadas para liberar al rey, exigen al Papa ser protagonistas de una nueva cruzada. El movimiento, visto al principio con simpatía por buena parte de la población, derivó más tarde hacia formas extremas de renovación religiosa y social que no fueron aceptadas por el poder. La cruzada fue reprimida brutalmente y muchos de sus integrantes fueron colgados y sus cadáveres expuestos públicamente en los caminos.
Unos años después, en 1320, con la llegada del buen tiempo, entre los meses de mayo y septiembre, se produjo un rebrote del movimiento. Para los "pastores" era el momento de instaurar el reino de Dios en la tierra y ello debía hacerse sobre tres pilares básicos: la eliminación de los infieles, la redistribución de la riqueza y la conquista de Tierra Santa. Las principales víctimas de su primer objetivo fueron los judíos, sobre los que se realizaron matanzas en diversas poblaciones; el segundo consistía en expoliar a los ricos y eliminar a los clérigos que se habían aposentado en exceso y no daban ejemplo de pobreza; el tercero, en exigir al Papa y a las autoridades políticas que les organizaran una cruzada para recuperar los lugares santos en manos de los infieles. Tras unos momentos de vacilación, el movimiento fue de nuevo reprimido y aplastado. Sin embargo, durante el mes julio, un grupo de "pastores" franceses efectuó una inesperada entrada en España
Cuando muchos de ellos vagaban por el sur de Francia en busca de su objetivo, les llegó la noticia de que el rey de Aragón, Jaime II, estaba organizando una expedición, capitaneada por su hijo y heredero al trono, el infante Alfonso, para hacer frente a los moros del reino de Granada que, al parecer, pretendían adentrarse en tierras de Valencia. Los "pastores" encontraron en ello un motivo para ver cumplidos sus deseos de luchar contra el infiel y, en número de unos cinco mil, atravesaron los Pirineos y penetraron en el reino de Aragón para participar en la cruzada contra los sarracenos.
Los "pastorellos" conocerían la noticia de la organización de la campaña contra los moros de Granada a finales de junio de 1320. Su entrada en Aragón se produjo por los puertos de la cabecera del río Cinca, por los valles de Bielsa y Broto. Debió de tener lugar entre los días 29 de junio y 1 de julio. El día 2 se concentraron en Aínsa, donde pernoctaron. Su irrupción, no anunciada, cogió por sorpresa a la corte real aragonesa. Jaime II se encontraba en Calatayud. Desde allí siguió la crisis y delegó en el infante Alfonso su resolución directa.
Los "pastores" fueron bien acogidos en Aínsa, según se deduce de los procesos judiciales posteriores contra algunos de sus habitantes. En la villa no había judíos ni moros y los "cruzados" apenas permanecieron en ella. Quizás algunos regresaron a Francia al conocer la casi segura desconvocatoria de la expedición contra los musulmanes de Granada. Sin embargo, la mañana del día 3, un numeroso grupo se dirigió hacia Monclús, localidad situada a unos diez kilómetros descendiendo por el curso del río Cinca. En esta población, importante paso fluvial en la época y siglos después abandonada y desaparecida, había una aljama judía cuyos habitantes se dedicaban sobre todo al préstamo de dinero. Los "pastorellos" sitiaron el pueblo y el castillo donde se habían refugiado los judíos y, ante la pasividad o impotencia de las autoridades locales y con la participación de gentes de los alrededores, degollaron a todos los adultos que no quisieron bautizarse, saquearon sus casas y robaron sus pertenencias.
Según un documento real, en Monclús fueron asesinados 337 judíos. Tal vez la cifra de muertos fuera inflada por motivos económicos y, si tenemos en cuenta que solían ser un pequeño porcentaje de las poblaciones en las que vivían, no hubiera tantos judíos en Monclús. Aunque también podría ser que en esta población fueran mayoría y, además, es muy probable que allí se refugiaran algunos hebreos que habían sido expulsados de otros lugares o que escapaban de los pogromos del país vecino. En todo caso, no todos los judíos de Monclús fueron degollados: unos pocos aceptaron bautizarse y lo fueron por la fuerza todos los niños, a los que después, por orden real, se permitió vivir entre cristianos.
Tras la sangrienta matanza, camino de Barbastro, grupos de "pastores" pasaron por Naval, donde residía una pequeña y empobrecida comunidad morisca. Al parecer, a los musulmanes, que se habían refugiado en el viejo castillo, no se les persiguió y no se produjeron muertos en la villa, aunque su morería fue saqueada por los franceses y por las gentes del país que los acompañaban. Todas las autoridades del pueblo fueron luego encausadas en los hechos, si bien al final todo quedó, como en la mayoría de los casos, en el pago de una cantidad de dinero para evitar la condena efectiva.
Cuando el día 4 de julio los "pastores" -entre dos y tres mil según las declaraciones de los testigos- llegaron a Barbastro, las autoridades ya estaban advertidas y tomaron medidas para proteger a la población judía e impedir su entrada en la ciudad. Los “pastorellos” permanecieron en las afueras de la localidad, en las proximidades del convento de los franciscanos. Se toleró que la población les llevara alimentos y muchos aprovecharon para comprarles a bajo precio los bienes saqueados en Monclús y Naval. También parece que se produjo el soborno de algunos judíos a varias autoridades locales para que les otorgaran una mayor protección.
Aquí los "pastores" se enteraron de que la campaña contra los moros de Granada había quedado definitivamente cancelada. Ahora, la estrategia del poder real era procurar que abandonaran el país, para lo que se les puso como límite el final de ese mismo mes de julio. Puede decirse que en Barbastro quedó desactivado el grave peligro que suponía la entrada en el reino de estos grupos de exaltados religiosos, aunque el problema no desaparecería del todo hasta que cruzaran de nuevo la frontera.
Parece ser que, desde Barbastro, el grupo más numeroso se dirigió, bajo cierto control, a Huesca y luego a Jaca, ya de regreso a Francia. No hay noticias exactas de lo ocurrido en la capital de la provincia, pero tampoco hubo desmanes y los "pastores" no llegaron a entrar en la ciudad. Aunque en Jaca pudo haber algunos incidentes, no parece probable que su judería fuera atacada. El último lugar de la provincia del que se tiene constancia de algún suceso violento es Ruesta, ya en los límites de Aragón con Navarra. Allí algunos lugareños habrían participado junto a exaltados franceses en un ataque contra los judíos locales. Tampoco hubo muertes porque los judíos habían huido del lugar, y todo quedó en el saqueo de sus casas. Es muy posible que los "pastorellos" que atacaron las juderías de Ruesta y, tal vez, de Jaca pertenecieran a otros grupos entrados desde Francia por Somport, Con la noticia documentada del suceso de Ruesta se cierra el capítulo conocido de las estaciones de los "pastores" por territorio aragonés. Es de suponer que antes del final del mes, y atendiendo al ultimátum real, habían regresado a Francia.
Es justamente el 30 de julio cuando se dictan las primeras sentencias de muerte contra algunos de ellos, hechos prisioneros en los sucesos que se han relatado. El infante Alfonso mandó colgar a cuarenta en Barbastro, ordenando que varios fueran llevados a Huesca y Jaca para que sus cadáveres fueran expuestos públicamente y sirvieran de escarmiento. En un documento aparecen los nombres de 32 "pastores" declarados inocentes. Casi todos ellos tienen apellidos gascones. También fue condenado a muerte un hombre del país: Pedro Sánchez Lazcano, que les había servido de guía en los primeros días de sus andanzas. El rey ordenó que fuera colgado, pero, a petición del infante y por su condición de hijo de militar, aceptó que, para menor deshonra, fuera decapitado.
Los inculpados aragoneses por los sucesos ocurridos superaron en poco el centenar. En todo el proceso se observa la voracidad recaudatoria del poder real, la existencia de recomendaciones y de personajes "intocables", así como el intento de unos y de otros de aprovecharse de la situación creada. Los pastores se nos presentan movidos, sobre todo, por unos motivos religiosos que los llevan al fanatismo y a la eliminación física de los infieles -en consonancia con el espíritu de cruzada de la época-, pero a los que se teme, sobre todo, por sus proclamas sociales contra el poder establecido.
Aunque quedan muchas incógnitas por resolver, he intentado resumir en las líneas precedentes lo que se conoce de unos hechos que alteraron gravemente las tierras septentrionales del Reino de Aragón durante el mes de julio de 1320.
Bibliografía:
- El único libro monográfico sobre el tema, del que extraigo la mayor parte de los datos de este artículo, está escrito en catalán. Se trata de "Fam i fe. L'entrada dels pastorells. (Juliol de 1320)", del historiador Jaume Riera i Sans, editado por Pagès Editors en Lérida en 2004. Riera, en su magnífico libro, no hace referencia a la intervención de eclesiásticos y militares en los ataques de los "pastores" porque, al pertenecer a jurisdicciones especiales, no aparecen en los documentos que él tan a fondo ha estudiado.
- Hay algunas referencias a los "pastores" en el libro "Comunidades de violencia. La persecución de las minorías en la Edad Media", de David Nirenberg. (Península, Barcelona, 2001).
- Sobre la aljama judía de Monclús hay algunos datos interesantes en "La judería de Huesca", de Antonio Durán Gudiol, (Guara Editorial, Zaragoza, 1984, pág. 23-26).
- Sobre la ubicación y los restos del antiguo castillo de Monclús, puede consultarse "Torres y castillos del Alto Aragón", de Adolfo Castán. (Huesca, 2004, págs.344 -346).
Carlos Bravo Suárez
(Artículo publicado "El Cruzado aragonés", en el número especial de las fiestas de Barbastro 2010)