He dedicado mis dos últimos artículos en esta sección a las ermitas de San Gregorio y San Pedro de Sarrau, dos de las tres construcciones románicas de características similares que se encuentran en las proximidades del castillo ribagorzano de Fantova. Hoy voy a referirme a la tercera de estas construcciones: la ermita de San Clemente de la Tobeña.
La Tobeña pertenece al término de La Puebla de Fantova y, por lo tanto, al municipio de Graus. Es una antigua casa solariega que, pese a la importancia que sin duda tuvo en otro tiempo, hoy se utiliza como almacén agrícola. El edificio, situado en medio de unos campos de labor, conserva en relativo buen estado una llamativa torre de planta casi cuadrangular que data probablemente del siglo XVI. A unos quinientos metros de la casa, en una zona más boscosa, se encuentra la solitaria y pequeña ermita de San Clemente.
Hay ya referencias a los señores de la Tobeña en documentos medievales del siglo XIV. En el fogaje condal de 1385 aparecen citados Arsén, Ramón y Guillem de la Tobeña, este último como hijo del anterior. Como en tantos otros casos en la comarca, la casa disponía de su propia ermita, utilizada como oratorio privado y situada a poca distancia de la vivienda familiar.
La ermita de San Clemente de la Tobeña se encuentra a unos quince kilómetros de Graus. Aunque se puede acceder también desde el castillo de Fantova, la manera más fácil de llegar hasta ella en la actualidad es pasando por las pequeñas localidades de Bellestar y Colloliva. Desde Graus, hay que tomar la carretera A-139 en dirección al norte. A unos cinco kilómetros, en Las Ventas de Santa Lucía, es preciso desviarse a la derecha y, a escasos metros, seguir la pequeña carretera que lleva a Bellestar. Desde aquí, y también por carretera asfaltada, se llega a Colloliva. Al final de esta pequeña aldea en la que viven dos familias, arranca una pista de tierra que después de tres kilómetros nos deja en la ermita de San Clemente, situada a la derecha del camino. A escasamente medio kilómetro, se encuentra la casa de la Tobeña, de la que destaca, como se ha dicho, una airosa torre señorial de cuatro plantas.
La ermita de San Clemente ha sido recientemente objeto de algunos necesarios arreglos que embellecen su aspecto y consolidan la construcción. Tanto su contorno exterior como su espacio interior han sido cuidadosamente limpiados, se ha reforzado la techumbre y se ha reconstruido el arco de la espadaña que hacía tiempo se había desprendido. La ermita, de propiedad particular, resulta así bastante más acogedora y atractiva. Es una construcción de una sola nave de planta rectangular, con bóveda de cañón y ábside semicircular orientado canónicamente al este. El perfil semicircular de la bóveda y de los arcos absidal y presbiteral se muestra aquí ligeramente más apuntado que en las ermitas de San Gregorio y San Pedro de Sarrau, aunque en esta última se observa también un muy ligero apuntamiento.
Los sillares que forman sus muros son de bastante tamaño y aparecen alineados regularmente. La puerta es de arco de medio punto con gruesas dovelas de piedra toba y se abre en el extremo de poniente del muro meridional. La luz entra en la ermita a través de tres pequeñas ventanas: dos en el ábside -en el centro y en el lado sur- y otra en la pared oeste. Sobre esta última abertura se levanta una espadaña de un solo ojo cuyo arco de medio punto ha sido, como se ha dicho, reconstruido recientemente y protegido por un pequeño tejado a doble caída. Igual que en el caso de San Gregorio, donde esto se aprecia más claramente, esta parte occidental de la ermita parece ser algo posterior al resto. Probablemente, como ocurre en San Pedro de Sarrau, no hubiera espadaña en la construcción original de estas ermitas, que serían todavía más sencillas y rústicas en su forma primigenia.
Las paredes interiores de San Clemente de la Tobeña se observan hoy algo ennegrecidas. Al parecer, los carboneros que hacían carbón vegetal por la zona se refugiaban en la ermita y encendían fuego en ella para protegerse del frío. En algunas partes de su interior quedan algunos restos de pinturas en tonos rojizos, de época difícil de determinar. El suelo del templo ha quedado en tierra viva salvo la zona correspondiente al ábside que ha conservado sus antiguas losas. El tejado de la ermita es de losas de pizarra con caída a dos aguas.
Según los expertos en románico que han escrito sobre ellas, las ermitas de San Gregorio, San Pedro de Sarrau y San Clemente de la Tobeña datan probablemente del siglo XII o, como muy tarde, de principios del siglo XIII. La de San Clemente parece mostrar un mejor acabado y quizás fuera la última de todas ellas en ser edificada. No obstante, su similitud con la de San Gregorio es muy apreciable en casi todos los aspectos. San Pedro de Sarrau presenta algunas diferencias mayores con las otras dos y es, sin duda, la peor conservada y la que tiene mayor riesgo de deterioro en el futuro.
He querido con estos artículos consecutivos contribuir al conocimiento y la divulgación de estas tres pequeñas construcciones románicas situadas en las proximidades del castillo de Fantova. Son tres pequeñas muestras de un arte religioso y popular que tuvo su máxima expresión hace ya casi mil años y que hoy resisten al paso del tiempo, con mejor o peor fortuna, en algunos parajes bastante remotos y siempre solitarios del viejo condado de la Ribagorza.
Carlos Bravo Suárez
(Artículo publicado en Diario del Alto Aragón)
Fotos: Exterior, interior y puerta de la ermita de San Clemente y torre de la casa de la Tobeña