“Caminar”.
William Hazlitt y Robert Louis Stevenson. Nórdica Libros. 2015. 96
páginas.
Dos textos del
siglo XIX que unen las pasiones de pasear y leer
Leer
y caminar son dos de mis principales aficiones. Por eso, me llamó la
atención este librito, publicado el pasado año por la editorial
Nórdica, que reúne dos breves textos de dos destacados escritores
británicos del siglo XIX: “De las excursiones a pie”, de William
Hazlitt, y “Caminatas”, de Robert Louis Stevenson, traducidos del
inglés por Enrique Maldonado Roldán. Tratan ambos sobre la devoción
que estos dos autores tenían por la práctica de las caminatas,
preferentemente en solitario. El opúsculo se completa con un
estupendo prólogo de Juan Marqués.
William Hazlitt (1778 – 1830) fue
un célebre escritor inglés, autor de ensayos humanísticos y
críticas literarias. Ha sido considerado como el mejor crítico
literario británico después de Samuel Johnson, sobre todo en lo que
al análisis y estudio de las obras de Shakespeare se refiere. Robert
Louis Stevenson (Edimburgo, 1850 – Samoa Occidental, 1894) es uno
de los más grandes escritores de todos los tiempos. Autor de novelas
excepcionales como “La isla del tesoro” o “El extraño caso del
doctor Jekyll y el señor Hyde”, sus restos mortales reposan en la
isla de Samoa, donde terminó sus días y era conocido como Tusitala
(“el contador de historias”) por los nativos del lugar.
En el prólogo del libro, Juan
Marqués establece una interesante diferencia entre pasear y caminar:
“Pasear es un entretenimiento distinguido, burgués, ocioso,
elegante...; caminar es más bien algo instintivo, natural, salvaje.
Pasear es un rito civil, y caminar es un acto animal. Pasear es algo
social, y caminar algo más bien selvático, aunque sea por las
calles de una ciudad. El que pasea se imagina paseando, o gusta de
observarse según la perspectiva de los otros; el que camina es, en
ese sentido, extrovertido, solo le importa el afuera. El que pasea
coquetea diciendo que sale a buscarse a sí mismo, a conversar
machadianamente con uno mismo, a reencontrarse o reconstruirse...; el
que camina tampoco sabe nada pero por lo menos ya ha alcanzado a
darse cuenta de que hay poco que escarbar dentro de sí, y rastrea
vorazmente el exterior, las calles, los campos, los cielos. […]
Caminar es algo que está decisivamente relacionado con la
independencia y con la libertad”. Marqués establece también la
estrecha relación entre las caminatas y la lectura y escribe que es
“incomprensible no llevarse libros a los viajes”. Los dos autores
de los textos, sobre todo Hazlitt, coinciden en que uno de los
mayores placeres tras una solitaria caminata es, además de la cena,
la lectura de un buen libro en la posada.
El texto de Hazlitt es anterior al de
Stevenson y este glosa a aquel en buena parte de su escrito. Ambos
son partidarios de caminar en soledad, pues cualquier conversación
puede estropear, salvo en algún caso excepcional, el disfrute del
camino. “Una de las experiencias más placenteras de la vida es una
excursión a pie. Eso sí, prefiero hacerlas a solas. Puedo disfrutar
de la compañía en un salón, pero al aire libre la naturaleza es
compañía suficiente para mí. Nunca me hallo en estos momentos
menos solo que cuando me encuentro a solas”.“No es posible leer
el libro de la naturaleza con la continua molestia de traducirlo para
beneficio de otros”.Sólo de una temática le resultaría agradable
a Hazlitt conversar en una excursión: de lo que uno tomará de cena
al llegar por la noche a la posada. El anonimato en la posada o el
alejamiento de la ciudad proporciona una plenitud de los sentidos y
una intensa sensación de libertad. El caminante busca la calma y la
tranquilidad de la naturaleza frente a las prisas y urgencias del
mundo moderno.
Como se ha dicho, Stevenson ratifica
en su texto “Caminatas” las afirmaciones de Hazlitt, añadiendo
algunas sensaciones placenteras, como las de perder la noción del
tiempo y abandonar cualquier consulta al reloj cuando se camina o disfrutar de las paradas, incluso fumándose una buena pipa. En lo
único que discrepa del ensayista y crítico es en saltar o correr
durante las excursiones, pues las alteraciones en el paso aceleran la
respiración, rompen el ritmo, no son agradables para el cuerpo y
“distraen e irritan la mente”.
“Caminar” es un librito ameno,
entretenido y jugoso, que hay que situar en su contexto del siglo
XIX. Lástima que su excesiva brevedad haga que su lectura sepa a
poco.
Carlos
Bravo Suárez