miércoles, 20 de abril de 2011

LOS ONCE

Los once. Pierre Michon. Anagrama. 2010. 144 páginas.

Pierre Michon (1945) es uno de los escritores más interesantes y atípicos de la literatura francesa actual. El pasado año se publicaron dos obras suyas en nuestro país: Abades y Los once. La primera había sido publicada en Francia en 2002; la segunda es su último libro, con el que ganó el pasado año el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa.

Los once es un relato extraño y engañoso. Su título es el de un gran cuadro que se encuentra en el Louvre y representa a los once miembros del Comité de Salvación Pública que figuraban al frente del gobierno revolucionario en el año II (1794) de la Revolución Francesa, cuando se instauró en Francia el periodo conocido como el Terror. El autor de ese retrato colectivo es Fançois-Élie Corentin, un pintor de origen humilde, criado, en ausencia del padre, por dos mujeres que lo llenaron de mimos infantiles. Al famoso cuadro de Robespierre, Saint-Just y demás amigos revolucionarios dedicó doce páginas de su Historia de la Revolución Francesa el famoso historiador Jules Michelet.

Sin embargo, todo lo escrito en el párrafo anterior es falso. Ni existe un cuadro titulado “Los once” ni existe un pintor llamado Corentin, ni el historiador Jules Michelet pudo por tanto escribir nada sobre ellos. Todo es un invento, a la manera borgiana, de Pierre Michon. Pero que lo anterior sea falso no significa que nada sea verdad en la novela. Son reales los once personajes que sembraron de terror el país galo tras la revolución de 1789. Once personajes que creyendo encarnar al pueblo no significaron, sin embargo, más que la “vuelta del tirano global que se hace pasar por el pueblo”. No se trata de once apóstoles, sino de once papas.

Hay mucha erudición y muchos conocimientos de historia y de arte en las páginas de este pequeño libro. No se destaca únicamente el terror de los once tiranos del cuadro, también la enorme diferencia de clases en la Francia prerrevolucionaria, la explotación laboral a la que eran sometidos los limusines que construyeron, hundidos en el barro y en la miseria, los canales fluviales del río Loira.

Pierre Michon escribe en una prosa rica y cuidada, de frases muy largas y registro culto, con alusiones directas a un interlocutor que puede ser el propio lector o un destinatario que en ningún momento se explicita.

Un libro que contiene todo un mundo, que recuerda al mejor Borges y que mezcla en un todo indisoluble la realidad y la ficción literaria. Porque Los once es un cuadro que nunca fue pintado, pero el libro puede leerse como si lo hubiera sido y nos halláramos ante el más importante de los lienzos que cuelgan de las paredes parisinas del Louvre.

Carlos Bravo Suárez

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