domingo, 5 de febrero de 2012

EL PUNDONOR, LA QUEJA Y EL AMOR FRUSTRADO

Memorias. Joaquín Costa. Edición de Juan Carlos Ara. Larumbe. 570 páginas.

La conmemoración del primer centenario de su muerte ha sido bastante fructífera en lo que respecta a la edición de libros sobre Joaquín Costa. Hace unos meses nos congratulábamos aquí de la reedición del libro Joaquín Costa, el gran desconocido, del hispanista inglés George G. J. Cheyne. Ahora lo hacemos por la publicación, a finales del pasado año, de las Memorias del gran polígrafo altoaragonés en una magnífica edición del profesor Juan Carlos Ara Torralba.

Las Memorias de Costa comprenden las anotaciones manuscritas que, a modo de diario, el León de Graus agrupó en cuatro cuadernillos entre los años 1864 y 1878. A ellos se suman unas pocas hojas sueltas que recogen algunas notas escritas por Costa entre agosto de 1878 y febrero de 1880. Abarcan por tanto y principalmente las vivencias del Costa joven, desde los 18 hasta los 34 años. Se inician con su llegada a Huesca procedente de Graus y terminan con el final de su intensa, turbulenta y a la postre tremendamente frustrante relación con la joven oscense Concepción Casas. En el intervalo conocemos de primera mano los años en la capital altoaragonesa en casa de su tío Hilarión Rubio, la experiencia parisina en la Exposición Universal de 1867, o el periodo como estudiante universitario en Madrid acuciado por la soledad y los apuros económicos.

El tono quejumbroso y fatalista que impregna todas las Memorias queda definido apenas Costa inicia su escritura el 15 de junio de 1864: “Mi vida entera ha sido un tejido de pesares y lágrimas porque el maldito pundonor que sin duda alguna ha puesto la naturaleza en mí en abundancia ha sido la única causa que me ha atraído, atrae y atraerá constantemente desgracias de todo género”. Sin duda ese pundonor a flor de piel hará sufrir enormemente a Costa, pero no es menos cierto que gracias a él consigue superar como un titán con voluntad de hierro los múltiples obstáculos que su humilde origen y su pobreza le van poniendo en el camino.

Destaca como honda vivencia amorosa en primera persona el contenido del cuarto cuadernillo de estas Memorias, donde se describen de manera detallada el torrente de sentimientos y la pasión extenuante que desata en Costa la relación con la joven Concepción Casas entre los veranos de 1877 y 1878. Esas páginas constituyen la impresionante y desnuda confesión íntima de un hombre que vive a los treinta años la pasión desbordante de un primer amor que le hace sufrir hasta lo indecible. Este fracaso amoroso supone el final de una etapa de la vida de Costa y, desgraciadamente para sus posteriores lectores, significa también el abandono definitivo de la redacción de sus memorias.

Carlos Bravo Suárez

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