domingo, 30 de diciembre de 2012

CAPELLA A MEDIADOS DEL SIGLO XVI





Sobre la población ribagorzana de Capella y algunos de sus lugares de interés ya he escrito varias veces en este suplemento. Situada a unos cinco kilómetros de Graus, su caserío se apiña sobre un pequeño montículo en la margen derecha del río Isábena, sobre cuyas aguas se levanta un magnífico puente medieval de ocho ojos que constituye el monumento más importante de la localidad. En la parte alta de la misma, se encuentra la iglesia parroquial dedicada a San Martín de Tours, una construcción románica de una sola nave que conserva su ábside semicircular orientado al este y que alberga un espléndido retablo gótico del pintor Pedro Nunes, fechado en el primer tercio del siglo XVI. Precisamente sobre la situación de Capella a mediados de esta centuria va a tratar el contenido de este artículo.

En 1549, el entonces conde de Ribagorza don Alonso Felipe de Gurrea y Aragón mandó a su hijo mayor don Martín, en calidad de lugarteniente suyo, a recorrer las poblaciones del condado del que era titular. Al año siguiente, tras la muerte de su padre, don Martín de Gurrea fue proclamado nuevo conde de los dominios que había visitado unos meses antes. El viaje, que llevó a don Martín por la mayor parte de los pueblos ribagorzanos, comenzó el día 7 de julio en Benabarre, entonces capital del condado. Dos eran los objetivos de la visita: el primero, hacer recuento de los lugares que pertenecían al conde y de los derechos que éste tenía sobre ellos para evitar que parte de esos derechos se "ocultaran y perdieran"; el segundo —noble en su formulación pero quizás no demasiado sincero en la realidad—, corregir algunas injusticias y situaciones de pobreza que se dieran en algunos rincones del condado. El primer objetivo se cumplió claramente, pues en cada uno de los pueblos se recuerda a sus habitantes los tributos que cada año deben pagar al conde. El segundo parece que cayó en saco roto, pues nadie debió de atreverse a denunciar abusos por temor a ser objeto de posibles represalias posteriores.

Don Martín de Gurrea realizó un exhaustivo informe de su viaje en el que se recogen interesantes datos sobre las diferentes poblaciones visitadas. Existen dos copias de este documento: una en el monasterio de Montserrat en Barcelona y otra en Madrid, en la colección Salazar de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia. Fue esta última la que transcribió en parte don Manuel Iglesias Costa en su libro "Historia del Condado de Ribagorza", publicado en Huesca en el año 2001.

Comentaré aquí algunas cuestiones que aparecen en el apartado del informe referido a la localidad ribagorzana de Capella. Tomo los datos del citado libro de Iglesias Costa, quien transcribe el documento tal cual, casi sin hacer uso de las mayúsculas y de los signos de puntuación. Por ello, he separado e individualizado los antropónimos que aparecen allí enumerados sin solución de continuidad y he modificado algo la ortografía arcaica del documento, aunque la mantengo en los nombres de personas que luego intento actualizar en parte.

Don Martín de Gurrea se reunía en cada pueblo con las autoridades y con los prohombres o consejeros del lugar elegidos para la ocasión. Las autoridades de Capella eran en aquel tiempo un bayle o alcalde, nombrado directamente por el conde o por el bayle general del condado, y dos jurados elegidos por el propio pueblo, que también había elegido a quienes debían asistir a la entrevista con el futuro conde. Los nombres de estas personas, que aparecen al inicio del informe, son: Pedro Labaçuy, bayle; Anthoni Aguilar y Joan de Mira el Pex, jurados; y los consejeros Pere Sanz de Naya, Anthoni Casas Nonas, Pere de Mira el Pex, Anthoni Angusto, Joan de Vinalla, Joan de Angusto, Joan Coronas y Joan Pahul. A todos ellos se les somete a un cuestionario tras tomarles juramento.

De las respuestas que se anotan en el informe se extraen algunos datos de interés que comentaré brevemente. Se dice que Capella tenía en aquel tiempo unos ochenta vecinos. Quiere eso decir casas o fuegos, por lo que habría que multiplicar al menos por cinco esa cifra para saber el número total de habitantes, entre quienes se incluirían los de las diversas aldeas de los alrededores. También se dice lo que el conjunto del pueblo debe tributar al conde cada año por San Miguel de septiembre: once cahíces y dos fanegas de trigo, otros tantos de ordio y de cebada, once nitros y cinco cántaros de vino y, creo entender, el equivalente en dinero a sesenta y cinco cántaros de vino por los carnerajes —tributo por los carneros o ganado lanar—  de cada periodo anual. Además, debe también el pueblo pagar a dos carlanes, señores con jurisdicción y derecho a cobrar tributos sobre determinados lugares. Uno de ellos es el propio conde, que ya recibe lo estipulado; el otro es Bernad Bellet de Benabarre, a quien se tiene que abonar, para la festividad de San Luis, dos cahíces de trigo, dos de ordio y dos de avena, más dos nitros de vino y una cantidad de dinero. A todo ello hay que añadir diez sueldos más para el pago del sobrejuntero del condado.

Los representantes de Capella informan al futuro conde de la existencia en la localidad de  un castillo en ruinas y le manifiestan que han oído decir que son los carlanes los encargados de mantenerlo. Tal vez fuera una manera diplomática de decirle al conde que era él, o Bernad Bellet de Benabarre, y no ellos, quien debía evitar la ruina del mencionado castillo. También le dicen que hay en la villa —como se denomina a Capella en el documento—  dos molinos: uno propiedad del pueblo y otro de Pere Sanz de Naya.

Casi al final del informe se enumeran los nombres de los infanzones de la localidad: Pere Sanz de Naya, Pere Labaçuy, Joan Almoçara, Francisco Labaçuy, Pedro Lança, Pedro Franco, Martín de Abellana, Anthoni Nabal y Miguel Hortiz. He copiado aquí todos los nombres de personas tal y como aparecen transcritos por don Manuel Iglesias Costa. Algunos apellidos podrían actualizarse probablemente en Miralpeix, Paúl, Almuzara, Lançá, Naval u Ortiz. La actualización ortográfica de los nombres de pila es obvia, aunque llama la atención que aparezcan indistintamente Pere y Pedro como formas antroponímicas equivalentes.

Sobre lo escrito en el preámbulo del informe general respecto a los casos de abuso y de pobreza, sólo aparecen unas líneas finales en las que se dice que, si se producen casos de agravio, los habitantes del lugar, sin protesta, los consultarán entre ellos y suplicarán a su señoría desagravio.

Esto es lo que puede extraerse del citado documento sobre la vida de los habitantes de Capella a mediados del siglo XVI. Parece evidente que al conde ribagorzano le interesaba mucho más que sus vasallos tuvieran bien claro lo que tenían que pagarle que enmendar o corregir cualquier posible injusticia o abuso que pudiera cometerse en el lugar.

Carlos Bravo Suárez

Artículo publicado hoy en el suplemento Domingo de Diario del Alto Aragón.

Fotos: Puente medieval de Capella sobre el río Isábena, vista panorámica de Capella con Cotiella al fondo e iglesia parroquial de Capella dedicada a San Martín de Tours.

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