domingo, 1 de febrero de 2015

EL LIBRO DE LOS VICIOS


“El libro de los vicios”. Adam Soboczynsky. Anagrama. 2013.168 páginas.

Adam Soboczynski (1975) es un escritor y analista cultural polaco afincado en Alemania que, además de numerosos artículos, ha publicado tres libros de gran éxito en el país germánico. Dos de ellos han sido traducidos en los últimos años al español: “El arte de no decir la verdad” y “El libro de los vicios”, cuyo título original en alemán equivaldría a “Tiempos brillantes. Casi una novela”.

“El libro de los vicios” es una mezcla de ensayo y narración donde el autor, siempre en primera persona, critica con acidez e ironía algunos aspectos de las actuales sociedades modernas europeas. El libro se  estructura de una manera original en 29 capítulos breves, en los que se combinan la reflexión crítica con algunos elementos narrativos de menor extensión. En las anécdotas y pequeñas historias contadas, se incluyen varios personajes que reaparecen a lo largo de los capítulos y casi nunca son designados con su nombre de pila, sino por expresiones como “un amigo que se dedica con éxito a algo relacionado con la cultura” u otras de ese estilo.

Centro de las críticas de Soboczynski son los nuevos convencionalismos sociales que hacen, por ejemplo, que las ciudades europeas sean hoy como clones, en los que todo es previsible, repetido y monótono, y donde el encuentro con lo inesperado resulte más que improbable. Así, en el segundo capítulo, “Amabilidad”, el autor cuenta que en una reciente visita a Barcelona, donde años atrás vivió una experiencia sorprendente, “si no hubiera sido por el calor y las impertinencias arquitectónicas de Antonio Gaudí, habríamos podido creer que no habíamos viajado”. “Los tranvías tenían la misma línea elegante que en nuestra ciudad, en las cafeterías proliferaban los profesionales autónomos con gafas de pasta gruesa sentados frente a portátiles y lectores electrónicos, recorriendo las pantallas con el dedo índice con aire misterioso y mágico. Desde el taxi que tomamos en el aeropuerto divisamos el logotipo de una tienda de muebles que nos resultó de lo más familiar. Las pequeñas tarjetas de plástico blancas que han reemplazado a las llaves de los hoteles eran exactamente iguales a las de Frankfurt, incluso las tazas de váter y los cuadros de mando del baño eran de la misma marca que los de mi casa”.

En todas partes impera la misma amabilidad impostada y falsa que identifica al viajero con el cliente. Todos los lugares se muestran abundantemente iluminados, con fachadas acristaladas que exponen a todo el mundo a la vista, sin dejar espacio a las viejas oscuridades más sugerentes y encubridoras de defectos. Si antes era fácil conocer la marca de los coches, hoy, la dictadura de la moda aerodinámica hace que todos los modelos parezcan iguales. En todas partes encontramos gentes de cualquier edad y condición que corren o hacen jogging por las aceras exponiendo impúdicos sus sudorosas carnes. Víctimas de los cánones estéticos y esclavos de una férrea autodisciplina ascética, los europeos de hoy deben controlar desde la borrachera, la alimentación y el tabaco hasta la manifestación en público del enfado o la cólera. Si el libro se titula “de los vicios” es porque, según Soboczynski, estos están siendo desterrados de la modernidad en aras de un ascetismo tiránico y absurdo.

Así vemos a ese pobre amigo del autor acomplejado por ser un hombre peludo en una época en que los varones se depilan. O a esa otra amiga que en su paroxismo antitabaco agrede a un invitado a la inauguración de su piso porque osa encender en él un cigarrillo. Una sociedad en la que, en términos metafóricos, lo pornográfico predomina sobre lo erótico. Dice el autor que “hoy en día tenemos libertades de forma superficial, ya que nunca en la historia habían existido tantas normas y tantas leyes" que todo lo regulasen.

Se podrá estar más o menos de acuerdo con las muchas críticas que vierte Soboczynski en este “Libro de los vicios”, pero desde luego las formula con elegante ironía, exquisito ingenio y un impecable y brillante estilo literario.

Carlos Bravo Suárez

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