lunes, 6 de junio de 2016

PARIS-AUSTERLITZ

    “Paris-Austerlitz”. Rafael Chirbes. Anagrama. 2016. 160 páginas.

“Paris-Austerlitz” es la novela póstuma de Rafael Chirbes (Tabernes de Valldigna, Valencia, 1949 – 2015). Durante casi veinte años, desde octubre de 1996 hasta mayo de 2015, Chirbes estuvo trabajando en la redacción de este libro, que dio por acabado tan solo tres meses antes de su muerte. Durante este largo periodo de gestación, el escritor valenciano fue publicando otras novelas que lo consagraron como uno de los grandes autores de la literatura española contemporánea. Sobre todo, sus dos últimas obras editadas en vida: “Crematorio” (2007) y “En la orilla” (2013), dos novelas en las que se mostraba, con enorme maestría literaria, la corrupción política y económica y el vergonzoso desierto moral que han imperado en las últimas décadas en nuestro país. Sin embargo, “Paris-Austerlitz” poco tiene que ver con esos libros y sus contenidos. Para encontrar parecidos temáticos y conexiones literarias es necesario remontarse más bien a sus primeras obras, principalmente a “Mimoun”, una nouvelle, o novela corta, ambientada en Marruecos con la que inició su carrera como escritor en 1988. De esta manera, la dilatada obra narrativa del escritor valenciano puede enmarcarse en una sugerente trayectoria literaria de estructura circular.

“Paris-Austerlitz” cuenta una intensa y profunda historia de amor, una pasión abrasiva y voraz, portadora de emociones contradictorias y extremas, que tanto iluminan como extenúan a los dos personajes que la viven por un tiempo sin concesión ni tregua. El narrador es un joven pintor español que escapa de su adinerada familia en Madrid para instalarse en la bohemia parisina y abrirse allí camino como artista. Tras ser echado del piso que compartía por no poder pagar su parte, es acogido por Michel, un trabajador francés que le lleva más de treinta años y vive en un pequeño y oscuro piso en un barrio obrero de la periferia de París. Ambos viven un rápido y apasionado enamoramiento, con euforias de alcohol y sexo y dependencias afectivas crecientes. Tras la inicial pasión devoradora, pronto se manifestarán las divergencias: las diferencias de edad y de procedencia social y cultural, la posesividad casi asfixiante frente a los deseos más individuales y egoístas, la intemperie y el desamparo frente a las espaldas cubiertas en la retaguardia, la bohemia negra y proletaria frente a la dorada y pasajera, el camino sin retorno frente a la garantizada vuelta al lugar de origen. Paris y la estación de Austerlitz. La espera de la muerte y casi toda la vida por delante.

La novela comienza con una visita del narrador a Michel que está ingresado en un hospital parisino, aquejado de una enfermedad que siempre es nombrada como “la plaga”, aunque todos sabemos que se refiere al SIDA. El joven español irá alternando en su narración sucesivas visitas al hospital con momentos revividos de su intensa relación con el obrero francés. Los demás personajes de la obra son muy secundarios: las ex parejas de Michel (Jeanine, Ahmed y Antonio), su nuevo amigo (Jaime), la madre del narrador cuando visita París, la anterior pareja del joven (Bernardo) o el dueño del cutre bar parisino donde Michel se emborracha muchas noches. No hace falta más para construir una novela corta redonda, llena de autenticidad y fuerza, en la que nada sobra ni nada falta, ni siquiera en ese final que algunos han considerado abrupto y no lo es. Una novela escrita con una prosa que se ajusta a cada necesidad del relato, que combina la sintaxis larga e impecable con los diálogos pertinentes y las necesarias intervenciones de Michel en lengua francesa, que alterna la crudeza y turbiedad de las descripciones de las escenas de sexo con las alusiones a la pasión amorosa en su vertiente más profunda y literaria: “Sin el fuego del amor, cielos vacíos, mares muertos, naturaleza sin flores. Esa idea que yo creo que nos contagiaron románticos y surrealistas”.

Un amor, de reminiscencias cernudianas, que contrapone la realidad y el deseo, la literatura y la vida: “El loco amor de los poetas surrealistas y la realidad miserable de cualquier pareja con su egoísta estrechez de miras”. O tal vez, como dice el personaje Bernardo, “el amor es un feliz engaño al que uno se somete de buena gana. Incluso alientas el engaño, echas leña a la hoguera si ves que decrece, puro trampantojo, reino de la arbitrariedad, y, desde luego, reñido con la lucidez de cualquier análisis, te entregas o no te entregas: fuego que se enciende porque sí y se extingue no se sabe por qué”.

Después de dos grandes novelas de aliento social y colectivo, Chirbes ha cerrado su brillante carrera literaria con una novela intima, individual, en gran medida confesional e introspectiva, pero de una intensidad y una fuerza literarias que no la hacen desmerecer en absoluto frente a las que le dieron la fama y el merecido reconocimiento antes de que todo lo truncara su precipitada muerte.

Carlos Bravo Suárez

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