miércoles, 6 de septiembre de 2023

DE TORRES DEL ABAD DE SAN VICTORIÁN A TORRES DEL OBISPO

Panorámica de Torres del Obispo
El Campanal, o campanario, de Torres del Obispo
Iglesia parroquial y plaza Mayor de Torres del Obispo

Torres del Obispo, localidad hoy incluida en el municipio de Graus, no ha tenido siempre la denominación toponímica con que se la designa en la actualidad. El sustantivo Torres, derivado del latín “turris” (con el significado de “torre, castillo o población fortificada”), utilizado coloquialmente a secas por sus habitantes, se ha visto casi siempre acompañado en sus denominaciones oficiales por un complemento encabezado por la preposición “de” con el significado general de “perteneciente a”. Aunque ha habido otras denominaciones más efímeras, dos han sido las principales para referirse a la población: Torres del Abad de San Victorián y Torres del Obispo. Vamos a ver en este artículo en qué momentos cronológicos se han utilizado ambas denominaciones y cuáles fueron las causas del paso de una a otra y en qué circunstancias históricas y sociales se produjo esta transformación nominal.

Como a finales del siglo XIX afirmaba el cronista local Ramón Burrel (1), es muy probable que el rey aragonés Ramiro I conquistara a los árabes la plaza ribagorzana de Torres del Obispo en el año 1063, después de la toma de Benabarre y justo antes de que el propio monarca encontrara la muerte ese mismo año en su fallido intento de ganar Graus. Pero esta fecha no está documentada y la conquista bien podría haberse producido unos años más tarde y ser un eslabón más en la asfixia a la que el nuevo rey, Sancho Ramírez, que no deseaba repetir los errores de precipitación de su padre, estaba sometiendo al castillo grausino. Al parecer, el lugar fue repoblado y organizado hacia el 1078; por lo tanto, ya estaría conquistado en esta fecha, cuando el citado Sancho Ramírez concedió a Gombau Ramón de Capella el vecino pueyo o cerro de Castarlenas. En las afrontaciones son consignadas la Torre de Asner Moret y la Mata de Torres. Poco después, este mismo rey dio a Sancho Tomás de Torre de Ésera y a Baró Mir un capmás al Pueio de Sus (tal vez el nombre anterior de Pueyo de Marguillén)  y tres más al castillo de Turino, tal vez Torres, con diezmos, primicias y oblaciones (2).

Cuando Graus fue por fin conquistado en 1083, la villa fue otorgada por Sancho Ramírez al monasterio de San Victorián de Asán, en Sobrarbe, del que pasó a depender. Según se deduce de un documento de unos años más tarde, también Torres se convirtió en pertenencia del monasterio asanense y, por ello, comenzó a denominarse Torres del Abad de San Victorián. Este documento está fechado en Monclús en noviembre de 1094 y en él se dice que Pedro I de Aragón y Ribagorza donó a Santa María de Obarra y al monasterio de San Victorián de Asán la "ecclesiam Sancta Maria cum ipsa sua parrochia et illa que dicitur Turris ab integro". Es decir, la iglesia de Santa María y la parroquia llamada Torres íntegra, con los diezmos, las primicias, las oblaciones y los derechos de defunción. También le dona toda la villa, con las tierras, viñas, edificios, árboles, aguas, acequias, molinos, prados, y muchos otros bienes inmuebles que tenía y que en el futuro pudiera adquirir. Además de eso, concedió que todos los rebaños pudieran pastar libremente en los dominios reales, sin pagar herbaje ni carnelaje (impuestos por la hierba y por la carne) y, asimismo, que los hombres pudieran aprovechar la madera del bosque. Finalmente, hay que subrayar que este documento confirma la donación "sicut olim jam antecesores mei dederant predictam ecclesiam et villam de Torres de Sancta María de Obarra" (3). En este documento se observa que el pueblo es llamado Torres de Santa María de Obarra; a partir de este momento, y para dejar clara su nueva dependencia, adquiere la denominación de Torres del Abad de San Victorián.

Según el ya citado Ramón Burrel, quien se basa sobre todo en que así lo ha transmitido la tradición local a lo largo de generaciones, el pueblo habría sido una importante plaza de la orden religioso-militar de los templarios. Este hecho no puede afirmarse con rotundidad ni documentarse, y el mencionado cronista local no aporta argumentos demasiado sólidos; pero la tradición lo ha transmitido con empeño y también en la Historia de Barbastro de López Novoa, escrita en 1861, al referirse a Torres del Obispo, entre otras cosas, se dice que "su iglesia parroquial, antes colegial, fue convento de templarios" (4).

Tras ese posible periodo de presencia de la Orden del Temple, el lugar sería restituido al abadiado de San Victorián de Asán. Torres del Obispo era la posesión situada más al sur y la más alejada del propio monasterio de las muchas que dependían de la abadía sobrarbense. En un documento fechado en agosto de 1307 y recogido en el libro Los monasterios medievales de Aragón, de Agustín Ubieto, al establecer el rey Jaime II lo que el monasterio de San Victorián debía cobrar por sus villas, se hace mención expresa de todas ellas, en su mayoría situadas entre los ríos Cinca y Ésera, y en la relación ya aparece Torres, escrito sin ningún complemento del nombre añadido. Se trata, como hemos referido, del pueblo más alejado del monasterio. De la zona geográfica más próxima al mismo, sólo aparecen citados Torrelabad, Torre de Ésera y Graus (5).

En el interesantísimo libro de Antonio Serrano Montalvo La población de Aragón según el fogaje de 1495, Torres, que consta como perteneciente al monasterio de San Victorián, tenía en ese año dieciocho fuegos, es decir, dieciocho casas, que a una media de unas cinco personas por casa daría un total de unos noventa habitantes. Lo más interesante de este documento es que se citan los nombres de esos dieciocho vecinos (cabezas de familia) del lugar, por este orden: Primo mossen Johan Garriz (rector), Johan de Santa Olalia (bayle), Miguel de la Clusa, Domingo Cepiello, Betrán de la Portella, Sancho Naval, Jaume Piquer, Ramón lo Mujerrez, Johan de Terlión, Johan Bonet, Jaume Frago, Pedro Xristoval, Tristán Moncal o Montal (miserable), Antoni Ferrer (miserable), Ramón de Font (miserable), La de Miranda (miserable), Arnau Guillem (miserable) y Martín el Vizcayno, (miserable). En una nota se dice que, en un principio, se les olvidó nombrar a tres miserables que no tenían qué comer, y que eran Tristán Montal, Antoni Ferrer y Ramón de Font. Esta expresión "miserable" se utiliza para referirse a su condición de pobres de solemnidad y vemos que de las 18 casas del pueblo, 17 si descontamos la del cura, seis eran muy pobres y tres de ellas tanto que no tenían ni para su sustento. Algunos de los nombres como Clusa (Cllusa, en el habla local), Frago, Naval o Portella son denominaciones de casas del pueblo que han llegado hasta la actualidad, o al menos hasta hace muy pocos años, y de las que los citados serían posiblemente antepasados hace ya más de quinientos años (6).

Entre los muchos informes que se redactaron en el siglo XVI, Ubieto, en su ya mencionado libro, cita uno del canónigo Pérez de Artieda que dice, entre otras cosas, que "San Victorián es el monasterio más antiguo deste reyno y que tiene su distrito que llaman el Abadiado de San Victorián, el cual tiene de largo seis leguas, contando desde Gia hasta Torres más abaxo de Graus, y en ancho otras tantas dende La Espuña hasta Obarra, dentro del cual el abad exercita jurisdicción espiritual y en sus lugares propios de vasallos la temporal, excepto en los lugares de Rivagorza (escrito así con v), y para el exercicio del espiritual tiene su oficial en la villa de Graus, puesto que dentro del dicho distrito tiene el obispado de Lérida algunos lugares de su jurisdicción estando entremezclados unos con otros y en muchos que son del abadiado tiene también jurisdicción espiritual y colación de beneficios el dicho obispo y asimesmo hay entremezclados algunos del priorato de Roda" (7). Sabemos que en Graus las disputas por el poder temporal sobre la villa (la dependencia religiosa se mantuvo hasta mucho más tarde) culminaron con un importante pleito entre la abadía asanense y el conde ribagorzano, que un arbitraje resolvió a favor del segundo en el año 1480 (8). En el siglo XVI, los litigios son entre el conde de Ribagorza y el propio monarca Felipe II, y esta disputa por la jurisdicción de Ribagorza dio lugar a las cruentas guerras civiles que ensangrentaron el condado durante parte de dicha centuria.

En un informe de 1549, citado por Manuel Iglesias Costa en su Historia del Condado de Ribagorza, y realizado con motivo de la visita al condado del propio conde titular don Martín Gurrea y Aragón, se alude al pueblo como Torres de San Victorián y se dice lo siguiente, que intento transcribir con comas, que no aparecen en el documento citado por Iglesias, y donde suprimo algunas referencias poco claras: "Comparecieron Sebastián Santolaria, bayle del lugar de Torres de San Vitorián, [parece probable que este Sebastián Santolaria fuera descendiente del Johan Santolaria que aparece también como bayle del lugar en el informe de 1495]; Pedro Frago, [descendiente del Jaume Frago de 1495], jurado; Juan Bidal, prohombre; y consejeros, personas elegidas por el concejo general del dicho lugar. Respondieron que el lugar es del abadiado de San Victorián y son veinte y nueve vecinos y que la jurisdicción criminal es del señor conde y que ésta han visto ejercitar y que la apelación en lo civil han oído decir que también es del señor conde. Tiene en dicho lugar su señoría hueste y cabalgada y junta de homicidios y otras calonías. Hay bayle, justicia y dos jurados y el bayle pone el abad y jurados y el bayle pone el justicia. Hay tres infanzones llamados Sebastián Santolaria, Francisco Navarro y Juan Miguel Montart". (9). De este documento, que no olvidemos se hace para que el conde reivindique su poder y su autoridad sobre los diversos lugares del condado, observamos que se dice que éste, el conde, tiene cierta jurisdicción sobre el lugar, pero que el bayle (el alcalde) del pueblo, según parece entenderse, es nombrado por el abad; por lo tanto, en algunos aspectos, el conde tiene jurisdicción sobre la población, pero en otros la mantiene todavía el prelado asanense.

Pero hay más. En 1554 se realiza un censo a raíz de una sentencia dictada por la audiencia de Zaragoza a favor del conde don Martín de Gurrea y Aragón en respuesta al recurso presentado contra la pretensión real de Felipe II de incorporar el condado a la Corona. Como hemos dicho, este pleito será el origen de las sangrientas guerras civiles ribagorzanas. Este censo, también citado en su ya referido libro por Manuel Iglesias (10), y considerado por éste como muy fiable, se realiza tras recorrer don Martín, pueblo a pueblo, todo su condado y es, como dice Iglesias, el censo de la época conocido de mayor precisión. En él, aparece Torres del Abad entre los lugares del condado que son “de Señores de Iglesia”, lo que quiere decir que Torres pertenecía al abadiado de San Victorián, pero donde el conde tiene jurisdicción criminal y cierta pretensión en apelación de la civil y otros derechos, con una población de cincuenta fuegos (unos 250 habitantes). El incremento de vecinos es muy notable respecto al informe de sólo cinco años antes; por lo tanto, alguno de los dos podría ser erróneo. Sabemos que muchos censos no se ajustaban a la realidad porque, cuando se realizaban para recaudar impuestos, había vecinos que se ocultaban o incluso huían de la población. Sin pretender enredarnos en la fiabilidad de estos censos e informes, constatamos sus diferencias y observamos la situación de Torres que, como la de Graus, es de pertenencia todavía al monasterio de San Victorián, aunque sometido cada vez en más aspectos a la jurisdicción del conde de Ribagorza.

El censo anterior queda confirmado en otro informe de 1566, y en la posterior bula pontificia de 1571, citados por Ubieto en su libro sobre los monasterios de Aragón (11),  donde se detallan los cincuenta y cuatro lugares del señorío monástico de San Victorián y los tres monasterios-prioratos (además del propio de San Victorián, los de San Pedro de Tabernas y Santa María de Obarra), que alcanzaban hasta 925 vecinos, es decir, fuegos o casas, destacando el conjunto de Graus, con 300, al que sigue Torres con 50. Esta cifra, como decimos, coincide con el censo de 1554 citado por Iglesias Costa. El abadiado ejercería en ese momento su potestad sobre una población de entre 4000 y 5000 habitantes.

En el año de 1571, mediante una bula pontificia firmada por Pío V, el día 28 de junio se creaba la nueva diócesis de Barbastro y el abadiado de San Victorián perdió la jurisdicción sobre casi todos los lugares citados. Por consiguiente, Torres dejó de pertenecer a dicho monasterio para pasar a formar parte del obispado de Barbastro y, por ello, ya en 1575, adquiere su nombre moderno de Torres del Obispo.

En resumen, durante un largo periodo de unos cinco siglos (con el referido posible paréntesis templario), el lugar actualmente denominado Torres del Obispo se llamó Torres del Abad de San Victorián, por ser pertenencia, la más alejada geográficamente del centro monástico, de un extenso y poderoso abadiado. Hemos visto cómo, en ese largo periodo de tiempo, se hace necesario aclarar en ocasiones las competencias que sobre el lugar tienen el abad asanense, el conde ribagorzano o el propio monarca, y cómo ello generó una serie de conflictos que a buen seguro alterarían en muchos momentos la tranquilidad de esta población ribagorzana.


NOTAS:

(1) Ramón Burrel, Relación histórica y monografía del lugar de Torres del Obispo, Imprenta de José Perales, Madrid, 1899.

(2) VV. AA, Ribagorça. Catalunya Romanica,  Barcelona, 1998, pp. 540 y 541. Las líneas referidas a Torres del Obispo son obra de Joan Albert Adell Gisbert. Encontramos en ellas mención a una primera noticia de Torres que dataría de finales del primer milenio, cuando "el presbítero Baró fundó San Julián de Capella y de inmediato, con la citada iglesia, él mismo, se entrega al monasterio de Santa María de Torres y al abad Adroer para seguir la vida. monacal; de esta comunidad mozárabe, no se ha localizado ninguna otra noticia" Hasta aquí la cita que, unida a la presencia de un árbitro mozárabe en la resolución del litigio entre Juseu y Aguinalíu por la posesión de un pozo salinar, permite, con todas las reservas, pensar en la existencia de una importante comunidad mozárabe en la zona e incluso en un monasterio cristiano como pudiera ser el de Santa María en Torres.

(3) Adell Gisbert: op. cit. p. 541.

(4) Saturnino López Novoa, Historia de Barbastro, Sociedad Mercantil y Artesana y Heraldo de Aragón, Zaragoza, 1981, Tomo II, pp. 376 y 377.

(5) Agustín Ubieto Arteta, Los monasterios medievales de Aragón. Función histórica, Caja de Ahorros de la Inmaculada de Aragón, Zaragoza, 1999, pp. 84 a 90.

(6) Antonio Serrano Montalvo, La población de Aragón según el fogaje de 1495, II, Sobrecullidas, IFC et alii, Zaragoza, p. 378.

(7) Ubieto Arteta, Agustín: op.cit. pp. 86-88.

(8) José Mª Ariño, Sentencia arbitral en la villa de Graus. 1480 Diario del Alto Aragón, Suplemento Domingo, 6 de mayo de 2001.

(9) Manuel Iglesias Costa, "Historia del Condado de Ribagorza", Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 2001, p. 382.

(10) Iglesias Costa: op. cit, p. 430.

(11) Ubieto Arteta, Agustín: op.cit., p. 88.

(Artículo publicado en El Llibré de las Fiestas de Graus de 2023)


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