sábado, 23 de febrero de 2008

LUMBIERRE













Cuando bajamos a Barbastro desde Graus, a la entrada del congosto de Olvena, sobre la presa del pantano de Barasona, vemos, a ambos lados de la carretera, dos ermitas de estilo románico que vigilan desde lo alto el paso por el estratégico desfiladero. Ambas han tenido distinta suerte con el paso del tiempo: a la derecha, bien conservada, hoy patrimonio mundial por las pinturas mudéjares de su coro, la ermita de San Román de Castro, junto al pueblo abandonado de ese nombre; a la izquierda, en ruinas, pero en lucha tenaz y resistente contra el tiempo, la ermita de San Martín de Lumbierre. A esta segunda vamos a referirnos en este artículo.

Hay que decir, en primer lugar, que la forma del topónimo es insegura; vacilante y variable en sus denominaciones escritas y aún más en las habladas. Se trata, casi con total seguridad, de un topónimo de origen vasco que procede posiblemente de los términos "ilun" -con un significado relativo a "población o lugar"- y "berri" -cuyo significado es "nuevo"- (1). Mi amigo Francisco Martí Fornés sugiere, con buen criterio, que la procedencia geográfica del topónimo ribagorzano puede tener que ver con el lugar navarro de Lumbier, localidad no muy alejada de Aibar, donde había nacido Doña Sancha, madre del rey Ramiro I.

De la forma Lomberres con que aparece en los documentos latinos ha pasado a la formas actuales Lumbierre, Lumberri, Lumbierri, Llumbierri o, en algunos pueblos de la zona -así recuerdo haberlo oído en Torres del Obispo-, San Lumbierri. Aunque la iglesia que nos ha llegado esté dedicada, como tantas otras en la comarca, a San Martín, es ésta una denominación inusual, siendo la más utilizada en los libros recientes la de Lumbierre, que haría referencia a un castillo y probablemente a un pueblo anteriores a la actual y arruinada construcción religiosa.

Acceder a ella no es del todo fácil en la actualidad. Desde Graus y en coche, la forma más rápida de llegar es tomando la mencionada carretera a Barbastro y, alcanzado el cruce con la actual y reciente carretera que lleva de la ciudad del Vero al Valle de Arán por Benabarre, tomar ésta y casi de inmediato, tras pasar la presa de Barasona, dejar el vehículo e iniciar, andando y campo a través, la ascensión hasta la ermita que siempre divisamos en lo alto guiando nuestros pasos. También puede llegarse a este punto, yo así lo hice en bicicleta hace unos días, tomando la carretera de Graus a Benabarre y, antes de llegar a Pueyo de Marguillén, seguir la carretera que lleva a Aguinalíu y que enlaza con la citada del Valle de Arán que ahora seguiremos en sentido contrario al indicado anteriormente. La ascensión a la ermita ha de hacerse, como he dicho, a pie y sin que exista ningún camino marcado que pueda seguirse con facilidad.

Casi en el arranque, tras saltar la valla protectora de la carretera y cruzar la cuneta, hay algunos mojones o hitos con montoncitos de piedras que nos permiten no errar en el inicio. Como podamos, y viendo siempre arriba nuestro objetivo, en algo más de media hora de empinada cuesta, llegaremos a la ermita. Si la excursión se realiza en verano -si no, ya casi se da por descontado- es recomendable llevar pantalón largo y camisa de manga larga. Yo no tuve en cuenta esta  recomendación y cuando subí a la ermita una muy calurosa mañana del pasado mes de junio, además de empapado en sudor, llegué a mi objetivo con los brazos llenos de arañazos, producidos por las múltiples caricias del amplio surtido de "aliagas", "barzas" y demás plantas de cariñoso roce a las que hube de enfrentarme.

La contemplación del lugar y las maravillosas vistas que desde él se divisan compensan el esfuerzo y las incomodidades del camino o, por mejor decir, de la falta de camino. Nos encontramos con una iglesia en ruinas que, sin embargo, mantiene en pie su perímetro de planta rectangular con ábside canónicamente orientado al este. La techumbre hace tiempo que se derrumbó, pero resisten por su solidez las tres paredes y el ábside. La mejor conservada es la que mira al norte, que se mantiene casi íntegra -incluso puede verse en ella el arranque de la bóveda-, y cuya silueta, aún majestuosa, vemos en lo alto desde la carretera al pasar. En un lado, cerca del ábside, conserva una espadaña, en medio de la cual, sustituyendo a la campana, se levantó una columna que no llega a conectar con el centro de su arco. Casi bajo la espadaña, en este muro norte y con caída en la escarpada roca, se abre una pequeña puerta de arco de medio punto. La puerta principal, también de arco de medio punto, se encuentra, sin embargo, en la pared occidental, que, como la septentrional, permanece en buen estado de conservación. También el ábside en hemiciclo se mantiene prácticamente entero con una estrecha ventana de doble hendidura en su centro. El muro sur es el peor conservado, con buena parte del mismo ya desaparecida. La obra es de buena cantería, con piedras regulares no excesivamente grandes y bien alineadas. La vegetación, incluso algunos pinos y carrascas, se ha ido adueñando del interior del templo y también de su contorno externo. Según los pocos especialistas que la citan en sus libros, estamos ante una iglesia románica construida en los siglos XII o XIII. Si bien, al parecer, existe un documento de 1150, redactado por un tal Juan "sacerdos de Lomberres", que permite suponer, precisando más su datación, que la iglesia ya existía a mediados del siglo XII.

Las vistas desde el lugar son extraordinarias. Hacia el sur, el inicio del impresionante congosto de Olvena, con sus estratos geológicos bien delimitados. En dirección al norte, como un lago natural, con su capacidad colmada, las aguas azules del pantano de Barasona en toda su integridad. Hacia el oeste, al otro lado del desfiladero, el despoblado Castro y la ermita de San Román, que desde el interior de Lumbierre se divisa enmarcada en su puerta de entrada en una foto de postal. Algo más al norte, siguiendo la línea de occidente, La Puebla de Castro y su urbanización deslizando sus casas hacia la orilla del pantano. Aún más al noroeste, la Peña del Morral, bajo la que adivinamos Graus. Completamente al norte, el valle del Ésera y el magnífico telón de fondo de la majestuosa cordillera pirenaica. Hacia el este, los campos cultivados -el pasado mes de junio, como un lienzo amarillo de ordio y trigo- del valle del Sarrón y los pueblos de Pueyo de Marguillén y Torres del Obispo. Abajo, casi enfrente, en un saliente que penetra en las aguas del pantano y confundidas sus arruinadas casas con el color de la tierra, el antiguo pueblo de Cancer. Y debajo de las aguas, sumergido pero presente en la toponimia popular y en la memoria de la comarca, el viejo Barasona.

Está documentada la existencia de un castillo en Lomberres o Lumbierre, ubicado tal vez en el mismo lugar donde hoy se halla la iglesia. Por su importancia estratégica, la fortaleza -posiblemente, como en la mayoría de los casos, una simple torre defensiva- desempeñó un papel fundamental en la definitiva conquista de Graus en 1083. El rey Sancho Ramírez no quiso caer en lo que consideraba un error de precipitación de su padre Ramiro I, que encontró la muerte en su intento de conquistar Graus en 1063 (2). Por ello, recurrió a la estrategia de someter a un cerco asfixiante a la plaza grausina, conquistando antes los diferentes castillos que la circundaban y cerrando así los caminos que pudieran traer refuerzos desde el sur hasta la capital ribagorzana como le había ocurrido, unos años antes y para su desgracia, a su progenitor. En esa táctica era fundamental la conquista de las fortalezas de Muñones -cerca de Secastilla- y de Lumbierre y Castro, que aislaban Graus del acceso desde las importantes plazas árabes más meridionales. Al parecer, el nuevo monarca aragonés recurrió también a la compra de traidores para apoderarse de los citados castillos. Al menos así ocurrió en los de Muñones y Lumbierre, donde algunos moros convertidos al cristianismos facilitaron la labor de Sancho Ramírez que los recompensó por su colaboración. Así se desprende del documento de donación por parte del rey del "castrum quod vocitant Lomberres" a Gombaldo Giménez, en el que se señala que "de los hombres que hay poblados allí y en lo sucesivo pueblen, tú tendrás la mitad a tu propio alodio, y yo la otra mitad a mi señorío, exceptuados esos que nos sirvieron del castillo de Muñones y de Lumberres, que los volvieron al cristianismo, los llamados Banzo y Juan y Abieza y Pascual y María, mujer de Abieza, que sean ellos y toda su posteridad francos y libres e ingenuos, con todo su alodio o heredad que hoy tienen o en lo sucesivo pudieren coger, roturar, escalidar y comprar pudiesen en todos los términos del castro de Muñones y de Lumberres y de Capella" (3). Como vemos, gracias a estos infiltrados, citados por su nombre en el documento, los castillos de Muñones y de Lumbierre pasaron a manos del rey aragonés en 1079 y 1081, respectivamente. Poco después lo hizo el de Castro, y, en 1083, como fruta madura que cae del árbol, cercada, aislada y sin poder recibir refuerzos por ningun lado, la anhelada plaza de Graus pasó definitivamente a los dominios del rey Sancho Ramírez, que, sin apenas derramar una gota de sangre, terminaba la empresa en la que su padre había dejado la suya.

A principios del siglo XII, aparece un tal Ximeno Garcés de Grustán como señor del castillo de Lumbierre, que, en 1177, el rey Alfonso el Batallador concede a Berenguer de Montañana, a su esposa Felicia y a sus sucesores, a cambio de su homenaje y de su juramento de fidelidad. En algunos documentos del siglo XIV, hay referencias al señor Pedro Ximeno de Lomberres, pero a partir de ese momento se pierde toda pista documentada del lugar, que tal vez quedara pronto despoblado. Una leyenda, citada en una nota por Jorge Mur en su libro "Septembris", vincula la despoblación de Lumbierre con el vecino pueblo de Pueyo de Marguillén: al parecer una influyente dama de este lugar, llamada María Guillén -cuyo nombre permanecería en el topónimo-, se habría llevado a Pueyo al cura de Lumbierre, y este hecho habría acarreado que al citado sacerdote le siguiera toda la población de este último lugar que, por ese motivo, quedaría abandonado para siempre. Mi sorpresa fue grande cuando, al buscar información para escribir este artículo, algunas personas originarias de Pueyo me dijeron que habían oído a sus padres referirse a la ermita de Lumbierre como la iglesieta de Pueyo y que recordaban que de niños, señalando a este lugar, los mayores les decían: "mirad, allí estaba antes Pueyo" (4).

La ermita de San Martín de Lumbierre pertenece hoy al extenso municipio de Graus (5) y representa otro ejemplo, tal vez más olvidado que otros, de la riqueza patrimonial de nuestra comarca. Y un recuerdo, que asoma cada día sus ruinas al trasiego del presente, de algunos de los momentos importantes de nuestra Historia pasada. Sería lamentable que la olvidáramos del todo dejando que se borraran por completo algunas de sus huellas aún visibles.

NOTAS:
(1) Hago esta interpretación tras consulta amablemente atendida por la Euskaltzaindia o Academia de la Lengua vasca.
(2) Los importantes historiadores aragoneses Antonio Durán Gudiol y Antonio Ubieto Arteta retrasan este hecho en varios años.
(3) Tomo la cita del libro de Antonio Ubieto Arteta, "Historia de Aragón. La formación territorial ", página 83.
(4) Recuerdo que hace años, mucho antes de construirse la actual carretera de Barbastro a Benabarre, llegamos un grupo de amigos a la ermita por un camino que pasaba por los llamados Corrales de Pueyo. En mi reciente excursión a Lumbierre, encontré restos de esos edificios, algo visibles aún desde la carretera, y algún tramo del que supongo era el antiguo camino.
(5) Y no al de La Puebla de Castro como erróneamente escriben algunos autores.


BIBLIOGRAFÍA CON REFERENCIAS A LUMBIERRI

- ARAMENDÍA, José Luis. "El Románico en Aragón. Cuencas del Ésera y Cinca", Librería General, Zaragoza, 2001, pags. 30 y 31.
- BOIX POCIELLO, Jordi. ADELL GISBERT, Joan Albert. RAMOS MARTÍNEZ, Maria Lluïsa. "Ribagorça. Catalunya Romanica" .Barcelona,
1998, pags. 69 y 535. En Jordi Boix encuentro la única referencia al documento de 1150 redactado por Juan "sacerdos de Lomberres".
- GARCÍA GUATAS, Manuel. "El arte románico en el Alto Aragón", Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 1997, pag. 27.
- IGLESIAS COSTA, Manuel. "Arquitectura románica de los siglos X, XI, XII y XIII. Arte religioso del Alto Aragón oriental", Tomo 3, Akribos Ediciones, Barcelona,1985. Apéndice, pags. 296 y 297. Recientemente reeditado.
- MUR LAENCUENTRA, Jorge. "Septembris", Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 2003, pags. 36 y 37 y pags. 310 y 311 (Nota15).
- SALAMERO REYMUNDO, Francisco. "El valle del Sarrón", La Val de Onsera, Huesca, 1997, pags. 115 a 117.
- UBIETO ARTETA, Antonio. "Historia de Aragón. La formación territorial", Anúbar Ediciones, Zaragoza, 1981, pags. 83 y 84.



Carlos Bravo Suárez

Artículo, con algún breve añadido, publicado en El Llibré de las Fiestas de Graus de 2004 y en Diario del Alto Aragón.

Fotos  actualizadas en octubre de 2013.


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