En octubre del pasado año, con motivo del 60 aniversario de la invasión del valle de Arán por los maquis, publiqué en estas mismas páginas un artículo ("Octubre de 1944: una partida de maquis en Ribagorza") sobre el itinerario de la Brigada 468 por tierras ribagorzanas. Se decía en el inicio de aquella colaboración que en el otoño de 1944, además de la citada, otras brigadas de guerrilleros penetraron en España a lo largo de todo el Pirineo, y remitía, para conocer más sobre el asunto, a una serie de libros, aparecidos en los últimos años, que estudian la presencia del maquis en la geografía aragonesa. En esa breve reseña bibliográfica no se incluía "Maquis y Pirineos", del historiador catalán Ferran Sánchez Agustí, publicado en la Biblioteca de los Pirineos por la editorial Milenio (Lérida, 2001). La obra, subtitulada "La gran invasión (1944-1945)", estudia la entrada en esos años de grupos de maquis por toda la cordillera, desde Navarra hasta Cataluña, y dedica uno de sus capítulos al territorio aragonés. Con casi todos los datos extraídos de esta obra, pero también de las citadas hace unos meses y de conversaciones con gentes de la zona, voy a referirme en este artículo a algunos episodios vividos por los maquis de la Brigada 21 en el otoño de 1944 en la comarca aragonesa de la Ribagorza.
Estaba esta brigada dividida en cuatro batallones procedentes de la 3ª División mandada por Cristino García. Su comandante en jefe era Gabriel Pérez. Ambos, pese a las protestas del gobierno francés, fueron fusilados en España en 1946. Muchos de sus hombres habían formado parte de las F.F.I. (Fuerzas Francesas del Interior) y habían participado en importantes operaciones del ejército galo durante la Segunda Guerra Mundial. En su Estado Mayor, como comisario general, figuraba el fuevano Joaquín Arasanz, "Villacampa", detenido en Huerta de Vero en 1947, encarcelado hasta 1963 (se salvó de la pena de muerte por influencias familiares) y muerto en 1995. En su estructura guerrillera, cada batallón se dividía en cuatro compañías de 50 hombres, distribuidos en diez escuadras de cinco individuos cada una. La Brigada 21 entró en España en el otoño de 1944 por diversos pasos pirenaicos. Sus cuatro batallones se movieron por diversas zonas de la mitad oriental de la provincia de Huesca y también por el occidente de Lérida. El 1º Batallón, al mando del comandante Castillo, se desplazaba desde Benasque, Campo y Aínsa hasta Alquézar, la Sierra de Guara y la zona de Arguis. El 2º Batallón, a las órdenes del comandante Martínez, se movía más hacia el sur, hasta Fonz, Estadilla, Barbastro, Monzón, Binéfar o Ballobar. El 3º Batallón, cuyo jefe era Antonio Cobos, ocupaba el espacio entre Benabarre y Graus y llegaba hasta la zona de El Grado. El 4º Batallón se movió por el oeste de Lérida, entre el Noguera Pallaresa y el Noguera Ribagorzana, sobre todo en la Sierra de Sant Gervàs. Las dos primeras se replegaron hacia el norte y muchos de sus integrantes volvieron a Francia por el valle de Gistaín y el puerto de Plan, aunque algunos, como "Villacampa", regresaron más tarde a España. Tuvieron gran presencia por la comarca de La Fueva y, al abrigo de la Sierra Ferrera y la Peña Montañesa, permanecieron más tiempo en la zona. Fueron muchos los pueblos visitados por estas partidas de maquis. Entraban en ellos, celebraban mítines y pedían alimento; en ocasiones se repartían por las casas para cenar o dormir. Mientras ellos estaban en el lugar, no permitían que nadie saliera de él. Muchas veces a su presencia sucedía casi de inmediato la del ejército o la guardia civil, a quienes también se debía alojar y dar comida. Esto ponía a los vecinos en situaciones de gran compromiso, y contribuía a debilitar aún más sus maltrechas economías.
En este artículo, vamos a ocuparnos del 3º Batallón y de la actuación de algunos de sus miembros, a finales de 1944, por la comarca de los actuales municipios de Graus y Secastilla. Sánchez Agustí inicia el episodio que vamos a narrar en el pequeño pueblo de Aguinalíu, en las estribaciones septentrionales de la Sierra de la Carrodilla. Allí llegó un grupo de maquis un anochecer del mes de octubre. Cenaron y durmieron en el pueblo y permanecieron en él todo el siguiente día. Hay que decir que en 1936, al estallar la Guerra Civil, era párroco de este pequeño pueblo ribagorzano mosén Jesús Arnal, que salvó su vida por muy poco, fue luego secretario de Durruti y pasó toda la contienda en filas anarquistas. En 1944, mosén Arnal era cura ecónomo de Lascuarre y tenía a su cargo los pueblos de Laguarres, Mon de Roda y Castigaleu. Parece que fue visitado por los maquis, a los que recibió "por deber cristiano" y probablemente por ello fue trasladado primero a Torresbes y Sarroca, en Lérida, y, a partir de 1947, a la población oscense de Ballobar. Dice Sánchez Agustí que también allí llegaron los guerrilleros para hablarle y buscar su apoyo, y que él intentó convencerlos de la inutilidad de su lucha. El entonces obispo de Lérida, diócesis a la que pertenecían tanto Lascuarre como los pueblo citados, era un defensor acérrimo del régimen de Franco y siempre consideró a Arnal un cura rojo y, como no se fiaba de él, lo mantuvo bajo estrecha vigilancia.
Pero sigamos con los maquis. Abandonaron Aguinalíu por la noche para ir a Calasanz, hoy perteneciente a Peralta de la Sal, pero cercano a aquél por los caminos de la sierra. Parece que allí asustaron al alcalde y al barbero a los que acusaban de practicar estraperlo. Los obligaron a pagar una multa y a repartir entre el pueblo algunos alimentos racionados, sobre todo jamón y tocino. De allí, los maquis se dirigieron a Juseu, lugar con fama de republicano y donde, según Sánchez, al que sigo en todo el episodio, fueron bien recibidos. Se prepararon mesas con tablones y unos calderos con patatas y carne de cordero, y maquis y vecinos comieron en armonía. Incluso se cantó el "Himno de Riego". El cura del pueblo, asustado, intentó huir saltando por una ventana y se torció un tobillo en la caída. Los propios maquis lo curaron y uno de ellos, Françesc Mestre Font , que era creyente e incluso llevaba consigo un rosario y libros religiosos, confraternizó con él. Al parecer, aquel cura, en un sermón posterior, llegó a decir que "los guerrilleros no son bandidos como los presentan, sino hombres con mucha dignidad que merecen todo nuestro respeto". Esas palabras le ocasionaron más tarde algunos problemas. Los maquis, a diferencia de lo ocurrido en la Guerra Civil, no manifestaron odio ni persecución hacia los sacerdotes. Al abandonar Juseu, una joven del pueblo parece que quiso unirse a ellos pero la hicieron desistir de su empeño.
Tomaron dirección a Graus y en un punto indeterminado del camino apresaron a varios soldados que dijeron estar esperándolos para unirse a ellos. Sin fiarse mucho, decidieron aceptarlos finalmente, aunque desarmados y repartidos entre sus grupos. También hubieron de buscarles ropas de paisano. La situación había sido bastante tranquila hasta ese momento, pero las cosas enseguida iban a cambiar. Era cada vez mayor la presencia de fuerzas armadas en la zona: ejército, legionarios, regulares con los temidos moros y guardias civiles. Los maquis se vieron continuamente hostigados y empezaron a sufrir bajas y prisioneros. El grupo al que seguimos tuvo cinco o seis muertos en un enfrentamiento en el término de Secastilla. Perdieron la vida un sanitario, el dinamitero del batallón, conocido como "el asturiano" -que voló con la carga de explosivos que llevaba y uno de cuyos brazos fue a parar a las ramas de un árbol- y otros tres maquis llamados Antonio Alajarín, Esteban Torres y Enrique Aguado. Hubo, además, tres heridos graves -Francisco Ros, Víctor Rico y Antonio Pérez- y catorce heridos leves. Todos ellos fueron llevados a la casa Peralta, cercana a Secastilla. Esta masía, propiedad de la casa Linés de Graus, era uno de los refugios de los maquis en la zona. Hasta ella llegaban los grupos que se movían por la sierra de Torón (llamada también de San Martín o de Panillo) y la zona de Puy de Cinca; algo más arriba de este pueblo, en la casa Olivera, había una "palanca" que permitía cruzar el río, enseguida muy vigilada por el ejército. Según algunos testimonios que he recogido, en la cercana casa Figuera tenían los maquis otro de sus escondites preferidos. Sánchez Agustí nombra tres de sus bases en la zona: un mas en las proximidades de Juseu, la casa Peralta y la ermita de Torreciudad. En esta última, muy cerca de donde años más tarde el Opus Dei construyó el actual gran templo mariano, eran ayudados por el santero del lugar. Según testimonios de antiguos maquis, éstos lo llamaban Padre Juan y vestía un hábito blanco.
Para visitar a los heridos y enterarse de la situación, el guerrillero Pedro Galindo, al frente de una escuadra de cinco hombres, se dirigió a la casa Peralta. La vigilaron todo el día y en la medianoche del 21 de noviembre de 1944 se dispusieron a entrar en ella. Fueron recibidos por una lluvia de disparos de legionarios que salían de todas partes. Un pastor, tras ser sometido a torturas, había denunciado al ejército la presencia de los maquis en la casa. Los militares habían esperado escondidos para hacer el mayor número posible de prisioneros. La casa Peralta sufrió un incendio a consecuencia del enfrentamiento. Parece que el fuego fue provocado por los legionarios, aunque éstos acusaron a los maquis del suceso. También circuló el rumor de que las llamas fueron ocasionadas por la falta de coordinación entre las tropas y las fuerzas del tercio que se habrían tiroteado entre sí. Como escarmiento, los prisioneros fueron paseados en un camión por los pueblos de los alrededores.
El Consejo de Guerra "ordinario" contra los detenidos se celebró en Zaragoza el 7 de mayo de 1945. Los reos fueron acusados de rebelión militar. Al parecer, la diplomacia francesa se interesó por los que procedían de ese país y no habían participado en la Guerra Civil española. Las condenas fueron de entre doce y treinta años de cárcel, aunque algunos lograron la libertad condicional antes de cumplir la pena íntegra. En el texto judicial se dice que "todos ellos estaban encuadrados en la Unión del 14 Cuerpo de Guerrilleros Españoles formando parte de la 21 Brigada con la que atravesaron las fronteras yendo potentemente armados el día 12 de octubre último, sosteniendo encuentros con las fuerzas españolas con bajas por ambas partes, siendo sus propósitos los de derrocar al actual Régimen español e implantar un gobierno de Unión Nacional".
Los maquis, tras su participación en la liberación de Francia de los nazis, creían que era el momento de derrocar al régimen de Franco. Pensaban que iban a contar con el apoyo de De Gaulle y de las potencias aliadas. Esperaban que en España muchos se unirían a su causa y engrosarían sus filas. Nada de eso ocurrió. Los aliados no les prestaron la ayuda esperada y el pueblo español estaba en su mayor parte hambriento y aterrorizado. Su presencia en los pueblos ponía a sus habitantes en una dramática situación entre dos fuegos. Franco reaccionó enseguida y envió numerosas fuerzas militares que superaban en todo a los guerrilleros. Desde Francia los responsables de la llamada "Operación Reconquista" constataron el fracaso y cambiaron de estrategia. Se trataba de tranquilizar la frontera para facilitar el paso de los elementos clandestinos. Después del 45 aún quedaron maquis en los Pirineos. En Ribagorza, y sobre todo en Sobrarbe, se reavivó su actividad con la vuelta de "Villacampa" desde Francia en 1946. Su detención a principios del 47 supuso el inicio de su ya irreversible declive.
Carlos Bravo Suárez
Artículo publicado en Diario del Alto Aragón y El Ribagorzano.
Estaba esta brigada dividida en cuatro batallones procedentes de la 3ª División mandada por Cristino García. Su comandante en jefe era Gabriel Pérez. Ambos, pese a las protestas del gobierno francés, fueron fusilados en España en 1946. Muchos de sus hombres habían formado parte de las F.F.I. (Fuerzas Francesas del Interior) y habían participado en importantes operaciones del ejército galo durante la Segunda Guerra Mundial. En su Estado Mayor, como comisario general, figuraba el fuevano Joaquín Arasanz, "Villacampa", detenido en Huerta de Vero en 1947, encarcelado hasta 1963 (se salvó de la pena de muerte por influencias familiares) y muerto en 1995. En su estructura guerrillera, cada batallón se dividía en cuatro compañías de 50 hombres, distribuidos en diez escuadras de cinco individuos cada una. La Brigada 21 entró en España en el otoño de 1944 por diversos pasos pirenaicos. Sus cuatro batallones se movieron por diversas zonas de la mitad oriental de la provincia de Huesca y también por el occidente de Lérida. El 1º Batallón, al mando del comandante Castillo, se desplazaba desde Benasque, Campo y Aínsa hasta Alquézar, la Sierra de Guara y la zona de Arguis. El 2º Batallón, a las órdenes del comandante Martínez, se movía más hacia el sur, hasta Fonz, Estadilla, Barbastro, Monzón, Binéfar o Ballobar. El 3º Batallón, cuyo jefe era Antonio Cobos, ocupaba el espacio entre Benabarre y Graus y llegaba hasta la zona de El Grado. El 4º Batallón se movió por el oeste de Lérida, entre el Noguera Pallaresa y el Noguera Ribagorzana, sobre todo en la Sierra de Sant Gervàs. Las dos primeras se replegaron hacia el norte y muchos de sus integrantes volvieron a Francia por el valle de Gistaín y el puerto de Plan, aunque algunos, como "Villacampa", regresaron más tarde a España. Tuvieron gran presencia por la comarca de La Fueva y, al abrigo de la Sierra Ferrera y la Peña Montañesa, permanecieron más tiempo en la zona. Fueron muchos los pueblos visitados por estas partidas de maquis. Entraban en ellos, celebraban mítines y pedían alimento; en ocasiones se repartían por las casas para cenar o dormir. Mientras ellos estaban en el lugar, no permitían que nadie saliera de él. Muchas veces a su presencia sucedía casi de inmediato la del ejército o la guardia civil, a quienes también se debía alojar y dar comida. Esto ponía a los vecinos en situaciones de gran compromiso, y contribuía a debilitar aún más sus maltrechas economías.
En este artículo, vamos a ocuparnos del 3º Batallón y de la actuación de algunos de sus miembros, a finales de 1944, por la comarca de los actuales municipios de Graus y Secastilla. Sánchez Agustí inicia el episodio que vamos a narrar en el pequeño pueblo de Aguinalíu, en las estribaciones septentrionales de la Sierra de la Carrodilla. Allí llegó un grupo de maquis un anochecer del mes de octubre. Cenaron y durmieron en el pueblo y permanecieron en él todo el siguiente día. Hay que decir que en 1936, al estallar la Guerra Civil, era párroco de este pequeño pueblo ribagorzano mosén Jesús Arnal, que salvó su vida por muy poco, fue luego secretario de Durruti y pasó toda la contienda en filas anarquistas. En 1944, mosén Arnal era cura ecónomo de Lascuarre y tenía a su cargo los pueblos de Laguarres, Mon de Roda y Castigaleu. Parece que fue visitado por los maquis, a los que recibió "por deber cristiano" y probablemente por ello fue trasladado primero a Torresbes y Sarroca, en Lérida, y, a partir de 1947, a la población oscense de Ballobar. Dice Sánchez Agustí que también allí llegaron los guerrilleros para hablarle y buscar su apoyo, y que él intentó convencerlos de la inutilidad de su lucha. El entonces obispo de Lérida, diócesis a la que pertenecían tanto Lascuarre como los pueblo citados, era un defensor acérrimo del régimen de Franco y siempre consideró a Arnal un cura rojo y, como no se fiaba de él, lo mantuvo bajo estrecha vigilancia.
Pero sigamos con los maquis. Abandonaron Aguinalíu por la noche para ir a Calasanz, hoy perteneciente a Peralta de la Sal, pero cercano a aquél por los caminos de la sierra. Parece que allí asustaron al alcalde y al barbero a los que acusaban de practicar estraperlo. Los obligaron a pagar una multa y a repartir entre el pueblo algunos alimentos racionados, sobre todo jamón y tocino. De allí, los maquis se dirigieron a Juseu, lugar con fama de republicano y donde, según Sánchez, al que sigo en todo el episodio, fueron bien recibidos. Se prepararon mesas con tablones y unos calderos con patatas y carne de cordero, y maquis y vecinos comieron en armonía. Incluso se cantó el "Himno de Riego". El cura del pueblo, asustado, intentó huir saltando por una ventana y se torció un tobillo en la caída. Los propios maquis lo curaron y uno de ellos, Françesc Mestre Font , que era creyente e incluso llevaba consigo un rosario y libros religiosos, confraternizó con él. Al parecer, aquel cura, en un sermón posterior, llegó a decir que "los guerrilleros no son bandidos como los presentan, sino hombres con mucha dignidad que merecen todo nuestro respeto". Esas palabras le ocasionaron más tarde algunos problemas. Los maquis, a diferencia de lo ocurrido en la Guerra Civil, no manifestaron odio ni persecución hacia los sacerdotes. Al abandonar Juseu, una joven del pueblo parece que quiso unirse a ellos pero la hicieron desistir de su empeño.
Tomaron dirección a Graus y en un punto indeterminado del camino apresaron a varios soldados que dijeron estar esperándolos para unirse a ellos. Sin fiarse mucho, decidieron aceptarlos finalmente, aunque desarmados y repartidos entre sus grupos. También hubieron de buscarles ropas de paisano. La situación había sido bastante tranquila hasta ese momento, pero las cosas enseguida iban a cambiar. Era cada vez mayor la presencia de fuerzas armadas en la zona: ejército, legionarios, regulares con los temidos moros y guardias civiles. Los maquis se vieron continuamente hostigados y empezaron a sufrir bajas y prisioneros. El grupo al que seguimos tuvo cinco o seis muertos en un enfrentamiento en el término de Secastilla. Perdieron la vida un sanitario, el dinamitero del batallón, conocido como "el asturiano" -que voló con la carga de explosivos que llevaba y uno de cuyos brazos fue a parar a las ramas de un árbol- y otros tres maquis llamados Antonio Alajarín, Esteban Torres y Enrique Aguado. Hubo, además, tres heridos graves -Francisco Ros, Víctor Rico y Antonio Pérez- y catorce heridos leves. Todos ellos fueron llevados a la casa Peralta, cercana a Secastilla. Esta masía, propiedad de la casa Linés de Graus, era uno de los refugios de los maquis en la zona. Hasta ella llegaban los grupos que se movían por la sierra de Torón (llamada también de San Martín o de Panillo) y la zona de Puy de Cinca; algo más arriba de este pueblo, en la casa Olivera, había una "palanca" que permitía cruzar el río, enseguida muy vigilada por el ejército. Según algunos testimonios que he recogido, en la cercana casa Figuera tenían los maquis otro de sus escondites preferidos. Sánchez Agustí nombra tres de sus bases en la zona: un mas en las proximidades de Juseu, la casa Peralta y la ermita de Torreciudad. En esta última, muy cerca de donde años más tarde el Opus Dei construyó el actual gran templo mariano, eran ayudados por el santero del lugar. Según testimonios de antiguos maquis, éstos lo llamaban Padre Juan y vestía un hábito blanco.
Para visitar a los heridos y enterarse de la situación, el guerrillero Pedro Galindo, al frente de una escuadra de cinco hombres, se dirigió a la casa Peralta. La vigilaron todo el día y en la medianoche del 21 de noviembre de 1944 se dispusieron a entrar en ella. Fueron recibidos por una lluvia de disparos de legionarios que salían de todas partes. Un pastor, tras ser sometido a torturas, había denunciado al ejército la presencia de los maquis en la casa. Los militares habían esperado escondidos para hacer el mayor número posible de prisioneros. La casa Peralta sufrió un incendio a consecuencia del enfrentamiento. Parece que el fuego fue provocado por los legionarios, aunque éstos acusaron a los maquis del suceso. También circuló el rumor de que las llamas fueron ocasionadas por la falta de coordinación entre las tropas y las fuerzas del tercio que se habrían tiroteado entre sí. Como escarmiento, los prisioneros fueron paseados en un camión por los pueblos de los alrededores.
El Consejo de Guerra "ordinario" contra los detenidos se celebró en Zaragoza el 7 de mayo de 1945. Los reos fueron acusados de rebelión militar. Al parecer, la diplomacia francesa se interesó por los que procedían de ese país y no habían participado en la Guerra Civil española. Las condenas fueron de entre doce y treinta años de cárcel, aunque algunos lograron la libertad condicional antes de cumplir la pena íntegra. En el texto judicial se dice que "todos ellos estaban encuadrados en la Unión del 14 Cuerpo de Guerrilleros Españoles formando parte de la 21 Brigada con la que atravesaron las fronteras yendo potentemente armados el día 12 de octubre último, sosteniendo encuentros con las fuerzas españolas con bajas por ambas partes, siendo sus propósitos los de derrocar al actual Régimen español e implantar un gobierno de Unión Nacional".
Los maquis, tras su participación en la liberación de Francia de los nazis, creían que era el momento de derrocar al régimen de Franco. Pensaban que iban a contar con el apoyo de De Gaulle y de las potencias aliadas. Esperaban que en España muchos se unirían a su causa y engrosarían sus filas. Nada de eso ocurrió. Los aliados no les prestaron la ayuda esperada y el pueblo español estaba en su mayor parte hambriento y aterrorizado. Su presencia en los pueblos ponía a sus habitantes en una dramática situación entre dos fuegos. Franco reaccionó enseguida y envió numerosas fuerzas militares que superaban en todo a los guerrilleros. Desde Francia los responsables de la llamada "Operación Reconquista" constataron el fracaso y cambiaron de estrategia. Se trataba de tranquilizar la frontera para facilitar el paso de los elementos clandestinos. Después del 45 aún quedaron maquis en los Pirineos. En Ribagorza, y sobre todo en Sobrarbe, se reavivó su actividad con la vuelta de "Villacampa" desde Francia en 1946. Su detención a principios del 47 supuso el inicio de su ya irreversible declive.
Carlos Bravo Suárez
Artículo publicado en Diario del Alto Aragón y El Ribagorzano.
(Fotos: La casa Peralta en su estado actual)
Tu blog es magnifico, felicidades.
ResponderEliminarMuchas gracias, Teresa.
ResponderEliminar¡Gracias por tu labor Carlos! Comparto en el blog de Secastilla y en la página de Facebook.
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