jueves, 25 de diciembre de 2008

LA ENTRADA DE LOS "PASTORES" FRANCESES EN EL REINO DE ARAGÓN EN JULIO DE 1320

En la segunda mitad del siglo XIII y la primera del XIV, dentro de un clima de exaltación religiosa y en una situación de hambre y crisis económica, se produjo en Francia la llamada "cruzada de los pastores". Sus integrantes se denominaban a sí mismos con el diminutivo "pastorells", convertido en "pasteraux" en francés moderno. Toman el nombre por identificación con aquellos que, según el Evangelio, fueron elegidos para adorar a Cristo en su cuna de Belén; pero ni eran pastores de profesión ni eran todos jóvenes. Se trataba en su mayoría de gentes humildes, aunque los hubiera pertenecientes a la baja nobleza e incluso algunos clérigos. En España se conocen como "pastores" o "pastorcillos" y en los documentos de la época se les denomina "pastorellos". Se trata de un movimiento que, tras el fracaso de la séptima cruzada, congregó a miles de personas en el país vecino. Su primera aparición se produjo en 1251 tras el encarcelamiento en Tierra Santa del rey Luis IX. Una masa de gentes sencillas, imbuidas de un religiosidad primaria y convencidas de que están predestinadas para liberar al rey, exige al Papa ser protagonista de una nueva cruzada. El movimiento, visto al principio con simpatía por buena parte de la población, deriva hacia formas extremas de renovación religiosa y social que no son aceptadas por el poder. La cruzada es reprimida brutalmente y muchos de sus integrantes son colgados en los caminos.

Unos años después, en 1320, con la llegada del buen tiempo, entre los meses de mayo y septiembre, se produce un rebrote del movimiento. Para los "pastores" era el momento de instaurar el reino de Dios en la tierra y ello debía hacerse sobre tres pilares básicos: la eliminación de los infieles, la redistribución de la riqueza y la conquista de Tierra Santa. Las principales víctimas de su primer objetivo fueron los judíos, sobre los que se realizaron matanzas en diversas poblaciones; el segundo consistía en expoliar a los ricos y eliminar a los clérigos que se habían aposentado en exceso; el tercero, en exigir al Papa y a las autoridades políticas que organizaran su viaje a los lugares santos en manos de los infieles. Tras unos momentos de vacilación, el movimiento fue de nuevo reprimido y aplastado. Sin embargo, durante el mes julio, un grupo de "pastores" franceses efectuó una inesperada entrada en España.

Cuando muchos de ellos vagaban por el sur de Francia en busca de su objetivo, les llegó la noticia de que el rey de Aragón, Jaime II, estaba organizando una expedición -capitaneada por su hijo y heredero al trono, el infante Alfonso- para hacer frente a los moros del reino de Granada que, al parecer, pretendían adentrarse en tierras de Valencia. Los "pastores" encuentran un motivo para ver cumplidos sus deseos de luchar contra el infiel y, en número de unos cinco mil, atraviesan los Pirineos y penetran en el reino de Aragón para participar en la cruzada contra los sarracenos.

A esta incursión de los "pastores" franceses en España, hasta ahora muy poco estudiada, ha dedicado recientemente un libro -"Fam i fe" ("Hambre y fe") (1)- el historiador catalán Jaume Riera i Sans. Se trata de la primera monografía que estudia este episodio en nuestro país y, aunque ha sido publicada en lengua catalana, narra unos sucesos que se produjeron en su integridad en tierras aragonesas. Jaume Riera es licenciado en filología semítica y desde hace más de veinte años trabaja en el Archivo de la Corona de Aragón en Barcelona. Ha estudiado a fondo los documentos de la época que hacen referencia a la entrada de estos "cruzados" en el reino de Aragón -reproducidos en un apéndice al final del libro- y, a partir del contenido de los mismos, reconstruye su periplo por estas tierras.

Los "pastorellos" conocerían la noticia de la organización de la campaña contra los moros de Granada a finales de junio de 1320. Su entrada en Aragón se produjo por los puertos de la cabecera del río Cinca, por los valles de Bielsa y Broto. Debió de tener lugar entre los días 29 de junio y 1 de julio. El día 2 se concentraron en Aínsa, donde pernoctaron. Su irrupción, no anunciada, cogió por sorpresa a la corte real aragonesa. Jaime II se encontraba en Calatayud. Desde allí siguió la crisis y delegó en el infante Alfonso su resolución directa.

Los "pastores" fueron bien acogidos en Aínsa, según se deduce de los procesos judiciales posteriores contra algunos de sus habitantes. En la villa no había judíos ni moros y los "cruzados" no permanecieron en ella. Quizás algunos regresaron a Francia al conocer la casi segura desconvocatoria de la expedición contra los musulmanes de Granada. Sin embargo, la mañana del día 3, un numeroso grupo se dirigió hacia Monclús, localidad situada a 10 Km descendiendo por el Cinca. En esta población -importante paso fluvial en la época y siglos después abandonada y desaparecida- había una aljama judía, cuyos habitantes se dedicaban sobre todo al préstamo de dinero (2). Los "pastorellos" sitiaron el pueblo y el castillo donde se habían refugiado los judíos y, ante la pasividad o impotencia de las autoridades locales y con la participación de gentes de los alrededores, degollaron a todos los adultos que no quisieron bautizarse, saquearon sus casas y robaron sus pertenencias. Según un documento real, en Monclús fueron asesinados 337 judíos. A Riera le parece una cifra inflada por motivos económicos, y cree que son demasiados si tenemos en cuenta que los judíos solían ser un pequeño porcentaje de las poblaciones en que vivían. Pero algunos historiadores piensan que en Monclús podían ser mayoría y, además, es muy probable que allí se refugiaran algunos que habían sido expulsados o que escapaban de los pogromos del país vecino. No todos los judíos de Monclús fueron degollados: unos pocos aceptaron bautizarse y lo fueron por la fuerza los niños, a los que después, por orden real, se permitió vivir entre cristianos.

Tras la sangrienta matanza, camino de Barbastro, grupos de "pastores" pasaron por Naval donde residía una pequeña y empobrecida comunidad morisca. Al parecer, los sarracenos se refugiaron en el viejo castillo; no se les persiguió y no se produjeron muertos. La morería del lugar fue saqueada por los franceses y por las gentes del país que los acompañaban. Todas las autoridades del pueblo fueron luego encausadas en los hechos, aunque al final todo quedó -como en la mayoría de los casos- en el pago de una cantidad de dinero para evitar la condena.

Cuando el día 4 de julio los "pastores" -entre dos y tres mil según las declaraciones de los testigos- llegaron a Barbastro, las autoridades ya estaban advertidas y tomaron medidas para proteger a la población judía e impedir su entrada en la ciudad. Permanecieron en las afueras, en las proximidades del convento de los franciscanos. Se toleró que la población les llevara alimentos y muchos aprovecharon para comprarles a bajo precio los bienes saqueados en Monclús. También parece que se produjo el soborno por parte de algunos judíos a varias autoridades locales para que les otorgaran protección. Aquí, los "pastores" se enteraron de que la campaña contra los moros de Granada había quedado definitivamente cancelada. Ahora, la estrategia del poder real era procurar que abandonaran el país, para lo que se les puso como límite el final de ese mismo mes. Puede decirse que en Barbastro quedó desactivado el grave peligro que suponía la entrada en el reino de estos grupos de exaltados religiosos, aunque el problema no desaparecería hasta que cruzaran de nuevo la frontera.

Parece ser que, desde Barbastro, el mayor grupo se dirigió, bajo cierto control, a Huesca y luego a Jaca, ya de regreso a Francia. No hay noticias exactas de lo ocurrido en la capital, pero tampoco hubo desmanes y los "pastores" no entraron en la ciudad. En Jaca, sin embargo, se produjo un hecho destacable y significativo: un grupo de estos "cruzados", prisioneros en la ciudad, fue liberado por la población. Las autoridades fueron inculpadas por no evitarlo. Durán Gudiol apunta la posibilidad -sólo muy de pasada- de que la judería de Jaca fuera atacada por los "pastores". Riera no menciona esa hipótesis, pero cita la existencia de un documento en el que se procede contra algunos vecinos de Ruesta - ya en el límite de Aragón con Navarra - por haber participado junto a los exaltados franceses en un ataque contra los judíos locales. No hubo muertes porque éstos habían huido, y todo quedó en el saqueo de sus casas. Con esta noticia del suceso de Ruesta se cierra el capítulo de las estaciones de los "pastores" por territorio aragonés (3). Suponemos que antes del final del mes, y atendiendo al ultimátum real, habían regresado a Francia.

Es justamente el 30 de julio cuando se dictan las primeras sentencias de muerte contra algunos de ellos, hechos prisioneros en los sucesos que se han relatado. El infante Alfonso mandó colgar a cuarenta en Barbastro, ordenando que varios fueran llevados a Huesca y Jaca para que ser expuestos y servir de escarmiento. En un documento aparecen los nombres de 32 "pastores" declarados inocentes y casi todos tienen apellidos gascones. También fue condenado a muerte un hombre del país: Pedro Sánchez Lazcano, que les había servido de guía en los primeros días de sus andanzas por tierras altoaragonesas. El rey ordenó que fuera colgado, pero, a petición del infante y por su condición de hijo de militar, aceptó su decapitación.

Los inculpados aragoneses por los sucesos ocurridos superan en poco el centenar, citados en el libro por sus nombres. En todo el proceso se observa la voracidad recaudatoria del poder real, la existencia de recomendaciones y de personajes "intocables", así como el intento de unos y de otros de aprovecharse de la situación creada. Los pastores se nos presentan movidos, sobre todo, por unos motivos religiosos que los llevan al fanatismo y a la eliminación de los infieles -en consonancia con el espíritu de cruzada de la época-, pero a los que se teme, principalmente, por sus proclamas sociales contra el poder establecido.

Como hemos visto, y aunque quedan muchas incógnitas por resolver, el libro de Riera es una magnífica aportación al conocimiento de unos hechos que alteraron gravemente las tierras septentrionales del Reino de Aragón durante el mes de julio de 1320.

NOTAS: (1) "Fam i fe. L'entrada dels pastorells. (juliol de 1320)". Jaume Riera i Sans. Pagès editors. Lleida, 2004. Sería recomendable la traducción del libro al castellano, para favorecer la divulgación y el conocimiento de unos hechos que se desarrollan casi por completo en tierras oscenses. Hay referencias a los "pastores" en el libro "Comunidades de violencia. La persecución de las minorías en la Edad Media", de David Nirenberg. (Península, Barcelona, 2001).
(2) Sobre la aljama judía de Monclús ver "La judería de Huesca", A. Durán Gudiol, Guara editorial, Zaragoza, 1984, pág. 23-26.. Sobre la ubicación y los restos del antiguo castillo de Monclús, "Torres y castillos del Alto Aragón", Adolfo Castán, Huesca, 2004, pág..344 -346.
(3) Aunque Riera no lo mencione, es posible que los "pastorellos" que atacaron la juderías de Ruesta y, tal vez, de Jaca pertenecieran a grupos entrados por Somport. En el asalto de Ruesta participaron, al parecer, clérigos locales; Riera no hace referencia a la intervención de eclesiásticos y militares en los ataques de los "pastores" porque, al pertenecer a jurisdicciones especiales, no aparecen en los documentos que ha estudiado.


Carlos Bravo Suárez
(Artículo publicado en Diario del Alto Aragón el 20 de febrero de 2005)

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