Ya he escrito en otras ocasiones en estas mismas páginas sobre el GR-1 o Sendero Histórico. Se trata de un largo itinerario que atraviesa la península ibérica por el norte desde el Mediterráneo hasta el Atlántico. El GR-1 recorre también la provincia de Huesca de este a oeste, o viceversa, por la zona prepirenaica. Voy a describir aquí el tramo más oriental de este histórico sendero en nuestra provincia, el que une las poblaciones ribagorzanas de Castigaleu y Montañana, en este caso en dirección al este, hasta llegar prácticamente al límite entre las comunidades de Aragón y Cataluña.
Castigaleu es un pequeño pueblo casi equidistante de Graus y Benabarre, las dos principales poblaciones ribagorzanas. Desde Graus se accede por carretera pasando por Lascuarre; desde Benabarre se puede llegar por Tolva y Luzás. El elemento arquitectónico más destacado de Castigaleu es su iglesia parroquial dedicada a San Martín. Es un edificio de estilo gótico-renacentista, muy parecido a las iglesias vecinas de Lascuarre y Laguarres. Castigaleu tiene también varias ermitas repartidas por su extenso término municipal. Destacan la de San Isidro, a las afueras del pueblo en un lugar de vistas excelentes; la de San Andrés, no lejos de la población; y la de San Miguel, en la misma localidad, en un rincón de gran encanto al que se accede por una bonita calle empedrada.
Nuestra excursión comienza en la plaza de Castigaleu, junto a un panel informativo sobre los senderos de la zona. Por unas escaleras abiertas en un muro bajamos a la carretera que deberemos atravesar. Enseguida se inicia un camino que desciende hasta el río Cajigar, Quixigá en el habla de la zona. En su margen derecha confluyen dos senderos importantes: el GR-18 y el GR-1 que nosotros vamos a seguir. Para ello debemos cruzar el río, normalmente con poco caudal, e iniciar un camino de subida que lleva hacia una aldea abandonada conocida como La Menlla o La Anmella. El sendero asciende entre paredes de piedras -ésta y los bosques de quejigos serán dos constantes en nuestra excursión- hasta desembocar en una pista que, por la izquierda, se dirige a las casas de La Menlla. Antes de llegar a ellas, en un punto en que las marcas están borradas y puede haber confusión, hay que tomar, a la derecha, otro camino murado que asciende hacia una pequeña collada para descender después al barranco de Subirana. Tras cruzar éste, subimos de nuevo hasta un campo de labor. Aquí desaparecen momentáneamente las marcas y hay que bordear el citado campo por su linde norte, a nuestra izquierda. Enseguida llegaremos a la ermita de San Antonio, aquí de Sant Antoni. que pertenece ya a Monesma. Fue restaurada en 2005, tiene un amplio porche con varias arcadas sobre la puerta de acceso y se encuentra en un lugar muy acogedor, propicio para hacer una relajante parada en nuestra caminata.
Dejando atrás San Antonio, el camino desciende hasta llegar a la carretera que va de Castigaleu a Monesma y Cajigar. La atravesamos y seguimos bajando unos metros hasta el barranco de San Antonio, que cruzamos junto a una pequeña cascada. El camino vuelve a subir y, siempre atentos a las marcas, nos lleva en una media hora hasta el núcleo despoblado de Las Badías. Las Badías fue la capital administrativa del disperso municipio de Monesma, un conjunto de mases y pequeñas aldeas diseminadas por un extenso y hoy despoblado territorio. Pascual Madoz, en su famoso Diccionario Geográfico de 1850, cifra en 32 su número de casas en aquel tiempo. Las Badías, además de tres casas de vecinos, albergaba el ayuntamiento o concejo, la escuela -edificio más moderno todavía bien conservado-, la iglesia parroquial del siglo XVIII y el cementerio, hoy arreglado y todavía en uso. El conjunto de edificios forma una bonita plaza que conserva algunos viejos bancos de piedra, testigos en otros tiempos de animadas tertulias.
Salimos de Las Badías por la carretera que hasta allí accede y de inmediato, a la derecha, tomamos una pista agrícola en cuyo arranque veremos un panel informativo. No tardamos en dejar la pista para seguir a nuestra izquierda por un sendero que va subiendo por la ladera occidental del desnudo tozal de Monesma. El sendero nos lleva a El Puyol (1140 m.), aldea de cinco casas, una de las cuales, casa Sarroca, permanece habitada. El actual trazado del GR-1 no pasa por el castillo de Monesma, sin embargo desde El Puyol sale una pista a la izquierda que en un escaso cuarto de hora conduce hasta lo alto del tozal en que se encuentran sus restos. Subir hasta allí merece sin duda la pena.
En lo alto del tozal, a 1232 metros, encontramos lo poco que se conserva de lo que fue un recinto amurallado con forma ovalada y orientación norte-sur. De las paredes que rodeaban la fortaleza, posiblemente levantada en el siglo XI, sólo quedan algunas piedras caídas. En el extremo sur del recinto pueden verse los escasos restos de la base de la torre de vigilancia del castillo. En el extremo norte queda una parte del ábside románico de la que sería la antigua iglesia castrense, que probablemente se integraría en el perímetro de la muralla. El ábside conserva una bonita ventana en su centro. Cerca de los restos de esta vieja iglesia se levanta la ermita de Santa Valdesca, de construcción muy posterior. Es un pequeño edificio rectangular bien conservado, con la cabecera orientada al norte y una puerta meridional de arco de medio punto.
Desde el castillo de Monesma pueden contemplarse unas vistas verdaderamente excepcionales. De los numerosos castillos y torres defensivas que hay en Ribagorza, es éste el que abarca visualmente una mayor extensión de terreno. Se entiende por ello la gran importancia estratégica que el lugar tuvo en tiempos pasados.
Para continuar nuestra excursión debemos retornar a El Puyol y desde allí iniciar nuestro descenso hacia un cruce de caminos donde hay un pilaret o peirón. Desde aquí tomaremos una pista que cruza entre las sierras de La Pallaroa y Chiró. Tras un rato de bajada llegaremos al antiguo santuario de Nuestra Señora de la Pallaroa. Se trata de un conjunto de edificios entre los que destaca la iglesia, probablemente del siglo XVII, que tiene un atrio con tres arcos que servía de esconjuradero para la protección de los campos. Junto a la iglesia se conserva la casa del ermitaño y algunas otras dependencias. La Pallaroa fue sin duda un importante lugar de paso en otros tiempos.
Desde La Pallaroa el camino desciende y bordea por el lado izquierdo un extenso campo de labor. Siguiendo en dirección este, veremos sobre un cerro la aldea despoblada de La Mora de Montañana. Hasta hace poco el GR-1 pasaba junto a su caserío en ruinas. En la actualidad, el sendero ya no asciende hacia el poblado, una de cuyas casas ha sido restaurada, sino que bordea por poniente el cerro sobre el que se levanta. Atentos a las marcas, llegaremos a un bonito camino enmarcado por muros de piedras. Encontraremos sucesivos bosques de quejigos y pasaremos por varias parideras para el ganado. A nuestra izquierda veremos el profundo tajo que abre el barranco de San Juan y muy pronto asomará a lo lejos la magnífica torre de la iglesia románica de Santa María de Baldós de Montañana.
Después de muchos años de olvido absoluto, Montañana es hoy uno de los lugares más conocidos y admirados de nuestra provincia. Se trata sin duda de un extraordinario conjunto medieval, bien restaurado en fechas recientes y todavía pendiente de nuevas actuaciones. No voy a detallar aquí, ya lo he hecho otras veces, los diversos elementos arquitectónicos de gran valor que el lugar alberga. Nuestra excursión entra en el pueblo por la iglesia de Nuestra Señora de Baldós y va descendiendo hasta visitar finalmente la ermita de San Juan, al otro lado del barranco homónimo.
Un detenido paseo por el núcleo medieval de Montañana es un broche de oro para la excursión que acabamos de proponer.
Castigaleu es un pequeño pueblo casi equidistante de Graus y Benabarre, las dos principales poblaciones ribagorzanas. Desde Graus se accede por carretera pasando por Lascuarre; desde Benabarre se puede llegar por Tolva y Luzás. El elemento arquitectónico más destacado de Castigaleu es su iglesia parroquial dedicada a San Martín. Es un edificio de estilo gótico-renacentista, muy parecido a las iglesias vecinas de Lascuarre y Laguarres. Castigaleu tiene también varias ermitas repartidas por su extenso término municipal. Destacan la de San Isidro, a las afueras del pueblo en un lugar de vistas excelentes; la de San Andrés, no lejos de la población; y la de San Miguel, en la misma localidad, en un rincón de gran encanto al que se accede por una bonita calle empedrada.
Nuestra excursión comienza en la plaza de Castigaleu, junto a un panel informativo sobre los senderos de la zona. Por unas escaleras abiertas en un muro bajamos a la carretera que deberemos atravesar. Enseguida se inicia un camino que desciende hasta el río Cajigar, Quixigá en el habla de la zona. En su margen derecha confluyen dos senderos importantes: el GR-18 y el GR-1 que nosotros vamos a seguir. Para ello debemos cruzar el río, normalmente con poco caudal, e iniciar un camino de subida que lleva hacia una aldea abandonada conocida como La Menlla o La Anmella. El sendero asciende entre paredes de piedras -ésta y los bosques de quejigos serán dos constantes en nuestra excursión- hasta desembocar en una pista que, por la izquierda, se dirige a las casas de La Menlla. Antes de llegar a ellas, en un punto en que las marcas están borradas y puede haber confusión, hay que tomar, a la derecha, otro camino murado que asciende hacia una pequeña collada para descender después al barranco de Subirana. Tras cruzar éste, subimos de nuevo hasta un campo de labor. Aquí desaparecen momentáneamente las marcas y hay que bordear el citado campo por su linde norte, a nuestra izquierda. Enseguida llegaremos a la ermita de San Antonio, aquí de Sant Antoni. que pertenece ya a Monesma. Fue restaurada en 2005, tiene un amplio porche con varias arcadas sobre la puerta de acceso y se encuentra en un lugar muy acogedor, propicio para hacer una relajante parada en nuestra caminata.
Dejando atrás San Antonio, el camino desciende hasta llegar a la carretera que va de Castigaleu a Monesma y Cajigar. La atravesamos y seguimos bajando unos metros hasta el barranco de San Antonio, que cruzamos junto a una pequeña cascada. El camino vuelve a subir y, siempre atentos a las marcas, nos lleva en una media hora hasta el núcleo despoblado de Las Badías. Las Badías fue la capital administrativa del disperso municipio de Monesma, un conjunto de mases y pequeñas aldeas diseminadas por un extenso y hoy despoblado territorio. Pascual Madoz, en su famoso Diccionario Geográfico de 1850, cifra en 32 su número de casas en aquel tiempo. Las Badías, además de tres casas de vecinos, albergaba el ayuntamiento o concejo, la escuela -edificio más moderno todavía bien conservado-, la iglesia parroquial del siglo XVIII y el cementerio, hoy arreglado y todavía en uso. El conjunto de edificios forma una bonita plaza que conserva algunos viejos bancos de piedra, testigos en otros tiempos de animadas tertulias.
Salimos de Las Badías por la carretera que hasta allí accede y de inmediato, a la derecha, tomamos una pista agrícola en cuyo arranque veremos un panel informativo. No tardamos en dejar la pista para seguir a nuestra izquierda por un sendero que va subiendo por la ladera occidental del desnudo tozal de Monesma. El sendero nos lleva a El Puyol (1140 m.), aldea de cinco casas, una de las cuales, casa Sarroca, permanece habitada. El actual trazado del GR-1 no pasa por el castillo de Monesma, sin embargo desde El Puyol sale una pista a la izquierda que en un escaso cuarto de hora conduce hasta lo alto del tozal en que se encuentran sus restos. Subir hasta allí merece sin duda la pena.
En lo alto del tozal, a 1232 metros, encontramos lo poco que se conserva de lo que fue un recinto amurallado con forma ovalada y orientación norte-sur. De las paredes que rodeaban la fortaleza, posiblemente levantada en el siglo XI, sólo quedan algunas piedras caídas. En el extremo sur del recinto pueden verse los escasos restos de la base de la torre de vigilancia del castillo. En el extremo norte queda una parte del ábside románico de la que sería la antigua iglesia castrense, que probablemente se integraría en el perímetro de la muralla. El ábside conserva una bonita ventana en su centro. Cerca de los restos de esta vieja iglesia se levanta la ermita de Santa Valdesca, de construcción muy posterior. Es un pequeño edificio rectangular bien conservado, con la cabecera orientada al norte y una puerta meridional de arco de medio punto.
Desde el castillo de Monesma pueden contemplarse unas vistas verdaderamente excepcionales. De los numerosos castillos y torres defensivas que hay en Ribagorza, es éste el que abarca visualmente una mayor extensión de terreno. Se entiende por ello la gran importancia estratégica que el lugar tuvo en tiempos pasados.
Para continuar nuestra excursión debemos retornar a El Puyol y desde allí iniciar nuestro descenso hacia un cruce de caminos donde hay un pilaret o peirón. Desde aquí tomaremos una pista que cruza entre las sierras de La Pallaroa y Chiró. Tras un rato de bajada llegaremos al antiguo santuario de Nuestra Señora de la Pallaroa. Se trata de un conjunto de edificios entre los que destaca la iglesia, probablemente del siglo XVII, que tiene un atrio con tres arcos que servía de esconjuradero para la protección de los campos. Junto a la iglesia se conserva la casa del ermitaño y algunas otras dependencias. La Pallaroa fue sin duda un importante lugar de paso en otros tiempos.
Desde La Pallaroa el camino desciende y bordea por el lado izquierdo un extenso campo de labor. Siguiendo en dirección este, veremos sobre un cerro la aldea despoblada de La Mora de Montañana. Hasta hace poco el GR-1 pasaba junto a su caserío en ruinas. En la actualidad, el sendero ya no asciende hacia el poblado, una de cuyas casas ha sido restaurada, sino que bordea por poniente el cerro sobre el que se levanta. Atentos a las marcas, llegaremos a un bonito camino enmarcado por muros de piedras. Encontraremos sucesivos bosques de quejigos y pasaremos por varias parideras para el ganado. A nuestra izquierda veremos el profundo tajo que abre el barranco de San Juan y muy pronto asomará a lo lejos la magnífica torre de la iglesia románica de Santa María de Baldós de Montañana.
Después de muchos años de olvido absoluto, Montañana es hoy uno de los lugares más conocidos y admirados de nuestra provincia. Se trata sin duda de un extraordinario conjunto medieval, bien restaurado en fechas recientes y todavía pendiente de nuevas actuaciones. No voy a detallar aquí, ya lo he hecho otras veces, los diversos elementos arquitectónicos de gran valor que el lugar alberga. Nuestra excursión entra en el pueblo por la iglesia de Nuestra Señora de Baldós y va descendiendo hasta visitar finalmente la ermita de San Juan, al otro lado del barranco homónimo.
Un detenido paseo por el núcleo medieval de Montañana es un broche de oro para la excursión que acabamos de proponer.
Carlos Bravo Suárez
(Fotos: Castigaleu, ermita de San Antonio, Las Badias de Monesma, castillo de Monesma y ermita de Santa Valdesca,El Puyol, santuario de la Pallaroa, puerta de la Pallaroa, iglesia de Nuestra Señora de Baldós al llegar desde el GR-1, capitel sobre la lujuria de Santa María de Baldó,Santa María de Baldós, torre de la cárcel y arco medieval, ermita de San Juan de Montañana, puente medieval y pueblo, puente medieval y Montañana desde abajo).
(Artículo publicado en Diario del Alto Aragón)
Montañana es un sitio excepcional. El camino que citas es poco conocido y poco transitado y creo que no aparece muy bien marcado.
ResponderEliminarTienes razón: Montañana es un lugar excepcional y el itinerario que describo no está muy bien marcado, hay que estar muy atento a las líneas rojiblancas y procurar no perderlas.
ResponderEliminarHola Carlos, estoy recopilando fotos de Monesma de Benabarre para enseñárselas a mi madre que se jubila este año y fue profesora allí y veo que tienes algunas pero no distingo bien cuales son. ¿podrías enviárme las que tengas? Muchísimas gracias con antelación
ResponderEliminarsoniacka@gmail.com