Hasta el despoblado Finestras se llega por una pista de tierra que puede tomarse a la entrada de la localidad de Estopiñán del Castillo y que atraviesa uno de los brazos del pantano de Canelles por el estilizado puente de Penavera. La primera parte de ese camino coincide con el PR-HU116 que, unos tres kilómetros antes de llegar al citado puente, desemboca en el PR-HU45 que proviene de Estaña y Caserras del Castillo. Tras Finestras, el sendero continúa su recorrido por la extensa y despoblada sierra del Montsec.
La última vez que estuve en Finestras fue el pasado mes de febrero en una larga excursión con el Centro Excursionista de la Ribagorza, siguiendo el PR-HU45 desde el pueblecito de Estaña. Para quienes no quieran andar tanto pero tampoco deseen usar demasiado el coche, yo recomendaría dejar éste en el puente de Penavera y seguir durante seis kilómetros las marcas del PR hasta llegar a Finestras, en una caminata de algo menos de dos horas. Y, por supuesto, desde aquí continuar la excursión hasta el hermosísimo paraje en que se encuentra la ermita románica de San Vicente.
Finestras quedó despoblado en los años cincuenta del pasado siglo XX, tras la construcción del embalse de Canellas que anegó buena parte de sus tierras de cultivo. Su principal fuente de riqueza era el aceite que proporcionaban sus abundantes olivares. Las casas del pueblo, hoy arruinado en su mayor parte, se distribuyen en torno a una amplia plaza, en cuyo lado oriental se hallan las ruinas de la iglesia parroquial de Santa María. Una de las casas, llamada casa “El Coix” (El Cojo), se encuentra arreglada y sus propietarios visitan el pueblo con bastante frecuencia. La última vez que estuve allí pude adquirir un pequeño libro, titulado “Mi querido Finestres…”, escrito por la señora Patrocinio Pena Pociello. En él se recrean algunos aspectos de la vida en el lugar antes de su despoblación definitiva. De allí extraigo los nombres de las diez casas que constituían la pequeña localidad en aquel momento: Soque, Agustí, Pociello, Coix, Salduga, Figuerol, Benedet, Gabriel, Tarrone y Portomeu.
Del extremo de la plaza en que se halla la iglesia, arranca el camino que lleva a la “muralla china” y a la ermita de San Vicente. A los pocos metros encontraremos los restos de la llamada Casa del Señor, con una puerta de piedra en arco de medio punto en su fachada occidental. El nombre del edificio parece hacer referencia a un pasado de economía feudal. Un sendero que sale a nuestra izquierda nos llevaría al despoblado lugar de Fet y nos permitiría continuar por las bellas tierras del Montsec. Otro más corto a nuestra derecha nos lleva a la más moderna ermita de San Marcos, donde hay un mirador excepcional del pantano de Canellas y de la “muralla china”, a cuyas entrañas dirigimos nosotros nuestros pasos.
Para ello debemos seguir, con cierto cuidado y atención, un camino señalizado con hitos de piedras y claramente apreciable que primero desciende de manera muy pronunciada para luego ascender por una ladera algo más húmeda y boscosa. Un poco antes de llegar a la ermita, debemos superar un pequeño paso con una sirga que permite agarrar las manos y cuatro escalones de hierro que exigen algo de precaución pero que apenas entrañan peligro. Una vez salvado este pequeño escollo, llegamos al recinto medieval donde se hallan los restos de la ermita de San Vicente. Se trata de una pequeña construcción religiosa de tipo castrense que fue consolidada y restaurada en el año 1999, dentro de un programa de restauración de lugares históricos de difícil acceso llevado a cabo por la empresa Prames. Con motivo de aquellas actuaciones fue editada una serie de libritos muy interesantes, uno de los cuales, escrito por José Luis Acín Fanlo, está dedicado a esta ermita de San Vicente. Allí encontrará el lector una precisa y detallada descripción de las características arquitectónicas del lugar y una breve explicación de los trabajos de restauración en él realizados.
Sin entrar en demasiados detalles, puede decirse que la ermita es de una planta rectangular sorprendentemente estrecha, terminada en un ábside semicircular canónicamente orientado al este. Adaptado a las características del terreno, el edificio aprovecha unas rocas del mismo como parte de su pared septentrional. De la bóveda de cañón de su techumbre sólo queda el tramo más próximo al ábside. El templo se iluminaba por una larga ventana en el centro del ábside y una más pequeña doblemente abocinada en su muro meridional. Las piedras de la puerta principal, abierta hacia poniente, fueron expoliadas hace tiempo y no han sido restauradas. En el interior del templo quedan varios arcos laterales ciegos, como diminutas capillas laterales proporcionadas a la estrechez de la nave. En el ábside hay algunos motivos decorativos en la piedra con zig-zags y algunas formas vegetales.
La parte más antigua de la ermita de San Vicente dataría del siglo XI, época en que el castillo musulmán ubicado en el lugar fue conquistado por Arnau Mir de Tost, vizconde de Àger y famoso y respetado caballero que actuaba en ese momento al servicio de los condes de Urgel. Según algunos documentos, este hecho habría tenido lugar el 10 de enero del año 1057. Mir de Tost conquistó otros muchos castillos próximos a Finestras. Entre otros, los de Caserras, Fet, Pilzán, Purroy, Viacamp, Falces o Estopiñán. En una zona fronteriza donde en la conquista de las tierras musulmanas confluyeron, con riesgo de choque entre sí, los intereses de los condados de Ribagorza, Pallars, Urgel y Barcelona, Arnau Mir de Tost, al servicio de todos ellos en algún momento de sus continuas correrías conquistadoras, actuó como verdadero nexo de unión y como un elemento conciliador entre las fuerzas cristianas.
Además de por el pasado medieval que evocan los restos de la ermita de San Vicente y del antiguo castillo de Finestras, estos escarpados parajes constituyen sin ninguna duda uno de los rincones más hermosos de nuestra provincia. Carlos Bravo Suárez
Artículo publicado en Diario del Alto Aragón
Fotos: Ermita de San Vicente de Finestras en la muralla china, exterior e interior de la ermita.
Completisimo y detallado reportaje sobre Finestras y la ermita de San Vicente. Enhorabuena.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias, Faustino, por su amable comentario y por leer mi blog.
ResponderEliminarHola Carlos,
ResponderEliminarDesde luego, Finestras es un paraje impresionante; una visita muy recomendable para quien no haya estado todavía.
Por cierto, fue un placer formar parte de esa excursión; igual que de todas las demás del CER.
Hasta la próxima,
Marta
Gracias Marta, también para nosotros es un placer disfrutar de tu compañía en las excursiones. Hasta la próxima.
ResponderEliminarFINESTRES
ResponderEliminarMagnífica descripción. Estuve allí una heladora mañana esta semana y quedé impresionado y prendado de toda la zona. Imaginar la vida allí hace sesenta o setenta años produce una mezcla de alegría y melancolía. Qué lugar tan hermoso.
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