Joaquín
Costa vivió en Huesca desde 1863 hasta 1867, entre los diecisiete y los
veintiún años. El sentimiento de humillación nunca le abandona y considera que
tanto la familia de don Hilarión como las visitas de la casa y los mismos
criados lo tratan con desdén. Le avergüenza su pobreza y su dependencia de los
demás. En la casa, trabaja como criado sin sueldo, por la comida y la cama.
Como cae enfermo varias veces y por su dolencia muscular en ocasiones no puede
hacer algunas de sus labores de criado, don Hilarión le reduce su apoyo y tiene
que buscar trabajo fuera para poder pagar los gastos de la comida.
Trabaja
como peón en la reconstrucción del castillo de Montearagón, fabrica jabón de
lavar, hace de albañil y prepara planos para diversas edificaciones. No le
importa realizar trabajos manuales y siempre se exige a sí mismo realizarlos
con la mayor perfección posible. Sin embargo, su máximo deseo sigue siendo
cultivar su mente y poder cursar estudios.
Aprueba
el examen de ingreso en el Instituto General y Técnico de Huesca y a la vez que
estudia se le encarga dar algunas clases de dibujo por enfermedad del profesor
titular. También estudia y enseña francés, idioma que le gusta mucho y que
empieza a dominar con soltura. Es probable que en el Instituto se sintiera
molesto por ser un estudiante de más edad que la mayoría y por ser más pobre
que los demás. Sin embargo, destaca en los estudios y gana premios en francés,
geometría y trigonometría. El joven Joaquín, con una fuerza de voluntad fuera
de lo común, tiene que estudiar sobre
todo de noche, porque durante el día debe realizar diferentes trabajos para
ganar algo de dinero, que utiliza casi siempre para comprar algunos de los
libros que necesita.
De
la estancia en Huesca hay que destacar sobre todo que fue allí donde nació el
Costa escritor. Empezó a escribir un tratado de agricultura, materia por la que
siempre mostró gran interés, y compuso una gramática y un diccionario de la
lengua francesa. Funda con varios amigos el Ateneo Oscense y escribe algunos
artículos en el diario “El Alto Aragón”, desde un escrito sobre una máquina de
segar hasta varios cuentos literarios.
Con
motivo de la
Exposición Universal de París de 1867, el gobierno convoca un
concurso para seleccionar a doce artesanos como observadores españoles en la
citada Exposición. Joaquín Costa se presenta como albañil y, aunque con apuros
y suspense hasta el último momento, consigue con el número 11 la anhelada plaza
de artesano.
Con
veintiún años y prácticamente sin haber salido nunca de la provincia oscense,
Costa viaja a París para asistir a la Exposición Universal.
Durante nueve meses residió en la capital francesa y el contacto directo
con un país que en aquel tiempo estaba
mucho más adelantado que el nuestro le causa un enorme impacto. Este viaje le
reveló sin duda la considerable distancia que en riqueza y en cultura separaba
a España del país vecino y de buena parte del resto de Europa. Costa
constataría sin duda la necesidad urgente de modernización de nuestra patria y,
en sus posteriores proyectos regeneracionistas, casi siempre identificó el
progreso de España con su necesaria europeización.
Una
de las anécdotas más curiosas de la estancia de Costa en París fue su
descubrimiento de la bicicleta que entonces, en sus primeras versiones, se
denominaba velocípedo. No hace mucho que Antón Castro publicó un interesante
artículo titulado Joaquín Costa o el
albañil que descubrió la bicicleta en París (Heraldo de Aragón, 2-2-2011),
y que por su curiosidad reproduzco aquí en buena parte:
“Quizá
uno de sus grandes descubrimientos en su estancia parisina fue que en la Exposición Universal
de 1867 vio las nuevas transformaciones de la bicicleta. Buen dibujante, se
dice que sacó un papel de fumar y que copió el aparato que había creado Ernest
Michaux en 1860, la primera bicicleta a pedales, la “michaulina”. Nada más
regresar, en 1868, en la imprenta Arizón, publicó las ‘Ideas apuntadas en la Exposición Universal
de 1867 para España y para Huesca’.
Agustín
Sánchez Vidal, estudioso de la obra literaria de Costa, dice: «La noticia del
diseño del velocípedo (antecedente de la bicicleta), que Costa envió a unos
amigos oscenses, la recoge Vicente Cajal, en su libro ‘Un oscense’ (publicado
en 1967). Según él, la primera bicicleta de España, con el nombre de
‘velocífero’, la habría construido el mecánico oscense Mariano Catalán,
basándose en el diseño que Costa había hecho sobre un papel de fumar, tomándolo
del natural en la exposición parisina». En este extremo han coincidido diversos
especialistas y estudiosos oscenses: Julio Brioso, Luis Gracia Vicién, Juan
Carlos Ara, Bizén d’o Río… El propio José Antonio Llanas, ex alcalde de la
ciudad de Huesca y erudito local, escribiría en un artículo publicado en ‘Nueva
España’ de Huesca en 1978 que el padre de un costista célebre como ‘Silvio
Costi’, llamado Francisco Bescós, manejó uno de esos velocípedos, con el que
arrolló a un peatón oscense conocido como ‘El Miñón’, en el Paseo de la Estación, causándole la
muerte. Añade Sánchez Vidal que «la víctima está enterrada en el antiguo
cementerio de ‘Las Mártires’ de Huesca, y en la lápida pone: Tomás Félix ‘El
Miñón’. Pepín y Antonio Bello contaban que su padre y Silvio Kossti (el
seudónimo era un homenaje a Costa porque su verdadero nombre era Manuel Bescós
Almudévar) habían fabricado una bicicleta con el diseño de Costa». El experto
en ciclismo Ángel Giner afirma que Huesca es la pionera en la construcción de
bicicletas en España, a raíz del dibujo de Joaquín Costa, y ha precisado que el
mecánico “y herrador” Mariano Catalán, con sus hermanos Nicomedes y José,
reprodujo tres bicicletas “y fueron una gran novedad”.
La
estudiosa María José Calvo Salillas, en su texto ‘El Círculo oscense y el
modernismo. La historia de un siglo’, registra una curiosa anécdota: cita a
Gregorio Barrio Crespo, secretario oficial del ayuntamiento y compañero de
aventuras de Mariano Catalán, y dice que ambos emprendieron una expedición
ciclista “histórica” el 20 de marzo de 1868: “A las cuatro de la madrugada
parten hacia Zaragoza en la primera excursión de un velocípedo registrada. Los
excursionistas llegan hasta la plaza de Santa Engracia, regresando a las cinco
de la tarde».
Aquellos
croquis de Joaquín Costa iban a recorrer kilómetros de realidad y de leyenda.
Eso sí, Huesca contó con el Club Velocipedista Oscense al menos desde 1889,
presidido por Juan Antonio Pla, y en 1896 empezó a editarse la revista “El
pedal”, que publicó la correspondencia de Costa con los ciclistas de Huesca y
Barbastro”.
Me
he extendido un poco en este curioso hecho porque, ahora que este vehículo
vuelve a estar tan de moda y por el que yo siento bastante afición, muestra el
papel pionero que tuvieron la ciudad y la provincia de Huesca en la
introducción y el uso de la bicicleta en España.
Carlos
Bravo Suárez
Artículo publicado hoy en Diario del Alto Aragón.
Imágenes: Recinto y entrada de la Exposición Universal de París de 1867, velocípedo de tres ruedas y cuadro de Ramón Casas en que aparecen el pintor y un amigo pedaleando sobre un tándem.