domingo, 7 de octubre de 2012

JOAQUÍN COSTA, BREVE BIOGRAFÍA DE JUVENTUD (3)







Joaquín Costa vivió en Huesca desde 1863 hasta 1867, entre los diecisiete y los veintiún años. El sentimiento de humillación nunca le abandona y considera que tanto la familia de don Hilarión como las visitas de la casa y los mismos criados lo tratan con desdén. Le avergüenza su pobreza y su dependencia de los demás. En la casa, trabaja como criado sin sueldo, por la comida y la cama. Como cae enfermo varias veces y por su dolencia muscular en ocasiones no puede hacer algunas de sus labores de criado, don Hilarión le reduce su apoyo y tiene que buscar trabajo fuera para poder pagar los gastos de la comida.

Trabaja como peón en la reconstrucción del castillo de Montearagón, fabrica jabón de lavar, hace de albañil y prepara planos para diversas edificaciones. No le importa realizar trabajos manuales y siempre se exige a sí mismo realizarlos con la mayor perfección posible. Sin embargo, su máximo deseo sigue siendo cultivar su mente y poder cursar estudios.

Aprueba el examen de ingreso en el Instituto General y Técnico de Huesca y a la vez que estudia se le encarga dar algunas clases de dibujo por enfermedad del profesor titular. También estudia y enseña francés, idioma que le gusta mucho y que empieza a dominar con soltura. Es probable que en el Instituto se sintiera molesto por ser un estudiante de más edad que la mayoría y por ser más pobre que los demás. Sin embargo, destaca en los estudios y gana premios en francés, geometría y trigonometría. El joven Joaquín, con una fuerza de voluntad fuera de lo común, tiene que  estudiar sobre todo de noche, porque durante el día debe realizar diferentes trabajos para ganar algo de dinero, que utiliza casi siempre para comprar algunos de los libros que necesita.

De la estancia en Huesca hay que destacar sobre todo que fue allí donde nació el Costa escritor. Empezó a escribir un tratado de agricultura, materia por la que siempre mostró gran interés, y compuso una gramática y un diccionario de la lengua francesa. Funda con varios amigos el Ateneo Oscense y escribe algunos artículos en el diario “El Alto Aragón”, desde un escrito sobre una máquina de segar hasta varios cuentos literarios.

Con motivo de la Exposición Universal de París de 1867, el gobierno convoca un concurso para seleccionar a doce artesanos como observadores españoles en la citada Exposición. Joaquín Costa se presenta como albañil y, aunque con apuros y suspense hasta el último momento, consigue con el número 11 la anhelada plaza de artesano.

Con veintiún años y prácticamente sin haber salido nunca de la provincia oscense, Costa viaja a París para asistir a la Exposición Universal. Durante nueve meses residió en la capital francesa y el contacto directo con  un país que en aquel tiempo estaba mucho más adelantado que el nuestro le causa un enorme impacto. Este viaje le reveló sin duda la considerable distancia que en riqueza y en cultura separaba a España del país vecino y de buena parte del resto de Europa. Costa constataría sin duda la necesidad urgente de modernización de nuestra patria y, en sus posteriores proyectos regeneracionistas, casi siempre identificó el progreso de España con su necesaria europeización.

Una de las anécdotas más curiosas de la estancia de Costa en París fue su descubrimiento de la bicicleta que entonces, en sus primeras versiones, se denominaba velocípedo. No hace mucho que Antón Castro publicó un interesante artículo titulado Joaquín Costa o el albañil que descubrió la bicicleta en París (Heraldo de Aragón, 2-2-2011), y que por su curiosidad reproduzco aquí en buena parte:

“Quizá uno de sus grandes descubrimientos en su estancia parisina fue que en la Exposición Universal de 1867 vio las nuevas transformaciones de la bicicleta. Buen dibujante, se dice que sacó un papel de fumar y que copió el aparato que había creado Ernest Michaux en 1860, la primera bicicleta a pedales, la “michaulina”. Nada más regresar, en 1868, en la imprenta Arizón, publicó las ‘Ideas apuntadas en la Exposición Universal de 1867 para España y para Huesca’.

Agustín Sánchez Vidal, estudioso de la obra literaria de Costa, dice: «La noticia del diseño del velocípedo (antecedente de la bicicleta), que Costa envió a unos amigos oscenses, la recoge Vicente Cajal, en su libro ‘Un oscense’ (publicado en 1967). Según él, la primera bicicleta de España, con el nombre de ‘velocífero’, la habría construido el mecánico oscense Mariano Catalán, basándose en el diseño que Costa había hecho sobre un papel de fumar, tomándolo del natural en la exposición parisina». En este extremo han coincidido diversos especialistas y estudiosos oscenses: Julio Brioso, Luis Gracia Vicién, Juan Carlos Ara, Bizén d’o Río… El propio José Antonio Llanas, ex alcalde de la ciudad de Huesca y erudito local, escribiría en un artículo publicado en ‘Nueva España’ de Huesca en 1978 que el padre de un costista célebre como ‘Silvio Costi’, llamado Francisco Bescós, manejó uno de esos velocípedos, con el que arrolló a un peatón oscense conocido como ‘El Miñón’, en el Paseo de la Estación, causándole la muerte. Añade Sánchez Vidal que «la víctima está enterrada en el antiguo cementerio de ‘Las Mártires’ de Huesca, y en la lápida pone: Tomás Félix ‘El Miñón’. Pepín y Antonio Bello contaban que su padre y Silvio Kossti (el seudónimo era un homenaje a Costa porque su verdadero nombre era Manuel Bescós Almudévar) habían fabricado una bicicleta con el diseño de Costa». El experto en ciclismo Ángel Giner afirma que Huesca es la pionera en la construcción de bicicletas en España, a raíz del dibujo de Joaquín Costa, y ha precisado que el mecánico “y herrador” Mariano Catalán, con sus hermanos Nicomedes y José, reprodujo tres bicicletas “y fueron una gran novedad”.

La estudiosa María José Calvo Salillas, en su texto ‘El Círculo oscense y el modernismo. La historia de un siglo’, registra una curiosa anécdota: cita a Gregorio Barrio Crespo, secretario oficial del ayuntamiento y compañero de aventuras de Mariano Catalán, y dice que ambos emprendieron una expedición ciclista “histórica” el 20 de marzo de 1868: “A las cuatro de la madrugada parten hacia Zaragoza en la primera excursión de un velocípedo registrada. Los excursionistas llegan hasta la plaza de Santa Engracia, regresando a las cinco de la tarde».

Aquellos croquis de Joaquín Costa iban a recorrer kilómetros de realidad y de leyenda. Eso sí, Huesca contó con el Club Velocipedista Oscense al menos desde 1889, presidido por Juan Antonio Pla, y en 1896 empezó a editarse la revista “El pedal”, que publicó la correspondencia de Costa con los ciclistas de Huesca y Barbastro”.

Me he extendido un poco en este curioso hecho porque, ahora que este vehículo vuelve a estar tan de moda y por el que yo siento bastante afición, muestra el papel pionero que tuvieron la ciudad y la provincia de Huesca en la introducción y el uso de la bicicleta en España.

Carlos Bravo Suárez

Artículo publicado hoy en Diario del Alto Aragón.

Imágenes: Recinto y entrada de la Exposición Universal de París de 1867, velocípedo de tres ruedas y cuadro de Ramón Casas en que aparecen el pintor y un amigo pedaleando sobre un tándem.



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