En 1893, quince años
después del relatado episodio de amor frustrado entre Joaquín Costa y
Concepción Casas, se produjo la muerte de ésta. Sobre un poema que ella le
había mandado en el momento de su ruptura, Costa anota un escueto "Ha
muerto". Y, en la misma carta de ruptura de Concepción, escribe con fecha
de junio del 93: "¡Pobrecilla! Se casó hace dos o tres años con un
magistrado o fiscal, se fue con él a Ultramar, creo que a Puerto Rico, y acabo
de saber que ha muerto, parece que de sobreparto. ¡Pobrecilla!
¡Pobrecilla!...".
Por lo que yo sé, en su
familia se transmitió la idea de que Concepción era una mujer de gran
personalidad y que ella misma y por sí sola decidió la ruptura con Costa, por
sus desavenencias religiosas y, sobre todo, por la preocupación que le producía
el tipo de educación que los futuros hijos de ambos pudieran recibir. Es muy
probable que así fuera, pero aunque hubiera sido ella menos piadosa parece
difícil pensar que una mujer de su edad y en aquellos tiempos pudiera rebelarse
contra la autoridad familiar, que a la postre decidía casi siempre el
matrimonio de las hijas casaderas.
Coincido con Cheyne en la
importancia que este episodio tuvo para el joven Costa. Fue una frustración que
sin duda le marcó y que, sumada a otras sufridas en otros aspectos de su vida,
contribuyó a aumentar su amargura y la percepción de que, por su condición
humilde y por sus ideas, la fatalidad, en un país que no perdonaba ciertas
cosas, le perseguía pese a su reconocido talento.
Costa no vio cumplido ya
nunca su deseo de casarse y formar una familia, aunque de su relación casi
clandestina con Isabel Palacín, viuda de su amigo y protector Teodoro Bergnes,
nació en 1883 una hija. Joaquín quiso que se llamara Antígone, pero el
sacerdote no aceptó ese nombre y se la bautizó como María del Pilar. Costa
tenía 37 años e Isabel Palacín, a la que él siempre llamaba Elisa, había
cumplido ya 36 cuando nació la niña. La pareja, por causas que no se conocen
bien del todo, nunca llegó a casarse y ambos apenas vivieron juntos. El padre
nunca reconoció a la hija y sólo, cuando años más tarde ésta se casó, le dio su
consentimiento pero considerándola como
hija adoptiva.
Joaquín Costa tenía treinta
años cuando vivió el episodio amoroso sin final feliz que acabamos de contar y que
aparece explicado con mucho más detalle en las “Memorias” del polígrafo
altoaragonés editadas recientemente por Juan Carlos Ara en la colección Larumbe.
Este es el límite temporal que he querido marcarme para esta resumida biografía
del joven Costa. El llamado León de Graus aún vivió treinta y cinco años más,
en los que escribió y reflexionó sobre muchos temas, impulsó varios proyectos
políticos que nunca llegaron a fructificar y acabó, bastante desengañado de
todo y cada vez más mortificado por su enfermedad muscular, retirándose con su
soledad a cuestas a su casa familiar de Graus. Allí murió el 8 de febrero de
1911. Dos días después fue enterrado en Zaragoza, donde, en el cementerio de
Torrero, descansan sus restos.
Costa había dejado escrito,
tal vez con intención metafórica, que quería ser enterrado en Las Forcas, las
montañas de Graus que él, en sus últimos años, veía todos los días desde las
ventanas de su casa. Sin embargo, sus seguidores y amigos, sobre todo en
Madrid, insistieron en que debía ser trasladado al Panteón de Hombres Ilustres
de la capital de España y así se decidió finalmente. De Graus a Barbastro, la
gente salía a las orillas de la carretera para rendir tributo y despedir al
fallecido. En Barbastro, su cadáver fue subido al tren para llevarlo a Madrid,
pero al llegar a Zaragoza, una multitud, movilizada en parte por el alcalde
Basilio Paraíso, se plantó en medio de la vía para impedir que el féretro
saliera de Aragón. El gobierno de Madrid, preocupado por posibles incidentes
con los republicanos si el entierro tenía lugar en la capital, dejó que la
gente se saliera con la suya y Costa fue finalmente enterrado en el cementerio
de Torrero de Zaragoza.
Joaquín Costa, sin embargo,
no murió del todo en 1911 y, como comprobamos el pasado año con la celebración
de su centenario, permanece aún muy vivo en nuestro recuerdo. En el monumento
que se levantó en Graus en 1929, aparecen las dos palabras que resumen el
proyecto regenerador que nuestro ilustre paisano tenía para España. Estos
términos son Escuela y Despensa. Es decir, cultura y educación por un lado, y
riqueza que proporcione alimento y bienestar a todos los españoles por el otro.
Progreso cultural y progreso material para un país que carecía de ambos en su
época. Desde entonces hasta hoy la cultura y la despensa han mejorado en la
sociedad española hasta límites que en aquel tiempo nadie podía ni siquiera
imaginar. En la actualidad, corremos el riesgo de que en ambos aspectos España
retroceda por primera vez en muchas décadas. Probablemente, si la mayoría de
los dirigentes políticos y de quienes han tenido responsabilidades en las
principales instituciones del país en los últimos tiempos se hubieran regido
por los principios éticos y los valores humanos que Costa forjó en sus años de
juventud y mantuvo siempre a lo largo de su vida, no habríamos llegado a esta
situación actual tan lamentable. España parece necesitar otra vez una profunda
regeneración moral y ética que, teniendo como base el verdadero amor al país y
la honradez más absoluta, permita superar la crisis en que se halla inmersa por
culpa, en buena medida, de quienes, careciendo de los principios éticos básicos
y muchas veces hasta de la formación adecuada, anteponen su interés particular
al general de todos.
Hombres pundonorosos,
íntegros, cultos y honrados como lo fue Joaquín Costa Martínez son hoy más
necesarios que nunca o, mejor dicho todavía, son hoy tan necesarios como lo
fueron ayer y como lo seguirán siendo siempre.
Carlos Bravo Suárez
Imágenes: Duelo en las calles de Zaragoza tras la muerte de Costa, tumba de Joaquín Costa en el cementerio de Torrero de Zaragoza y monumento a Joaquín Costa en Graus.
Artículo publicado hoy en Diario del Alto Aragón.
Interesante la heptalogía de artículos sobre J.Costa. Como siempre es un placer poder seguirte.
ResponderEliminarUn saludo,
Muchas gracias, Santiago. Ahora mismo acabo de agrupar en un solo bloque las siete entregas para facilitar su lectura. Un saludo y feliz 2013.
ResponderEliminarHa sido una alegría a ver leído cosas que no sabía de Joaquín Costa, gracias a la explicación dada; Según me he enterado de que hay un agrupamiento de varias entregas y quisiera saber como las puedo ver y leer. Gracias por todo y
ResponderEliminarUn saludo.
Si vas buscando en el blog, encontrarás toda la serie. Gracias y un saludo cordial.
ResponderEliminarEntre todos los fracasos de Costa en su vida,el ho haber podido (o no haber querido) formar una familia que le hubiera dado el calor necesario,sin duda es una de las mas poderosas razones para la tristeza y el abatimiento que trasmite su pensamiento
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