Huesos en el jardín. Henning Makell. Tusquets Editores.
2013. 192 páginas.
La edición de Huesos en el jardín, un nuevo libro de
Henning Mankell (Estocolmo, 1948) protagonizado por el inspector Kurt Wallander,
puede constituir una sorpresa para los muchísimos seguidores del más destacado y
conocido de los escritores escandinavos que cultivan la novela negra. Sin
embargo, esta nueva entrega de Mankell no significa en absoluto que el inspector
Wallander haya regresado. Huesos en el
jardín es un breve relato de poco más de cien páginas que el autor sueco
escribió como regalo para los lectores holandeses que compraran otras obras
suyas y que solo se publicó en los Países Bajos en el año 2004. No puede
compararse pues esta novelita corta, deliciosa en cualquier caso, con el resto
de narraciones de la serie protagonizada por Wallander, mucho más largas y
literariamente elaboradas que este casi divertimento del autor.
Huesos
en el jardín transcurre en el año 2002 y se situaría como
la penúltima de las novelas de la saga Wallander, justo por delante de El hombre inquieto, que supuso la que
parece ya irreversible y definitiva despedida del famoso inspector. En Huesos en el jardín, un Wallander, cansado
y algo gruñón, va a visitar una casa de campo a las afueras de Löderup en la
provincia meridional sueca de Escania. Un colega suyo le ha recomendado la
compra de esa vivienda, con la que Wallander tal vez pueda ver cumplido por fin
su sueño de tener una casa fuera de la ciudad. Sin embargo, terminada la visita
y cuando se dispone a volver al coche, el inspector descubre los restos de una
mano humana que sobresale entre la tierra del jardín que rodea al edificio. La
consiguiente excavación saca a la luz un esqueleto humano que parece
corresponder a una mujer que murió ahorcada unos cincuenta años atrás. El
irreprimible oficio policial de Wallander hace que, junto a algunos de sus
colegas, inicie una investigación que, dado el mucho tiempo transcurrido, parece
difícil que alcance resultados satisfactorios.
A pesar de su brevedad, la
novela mantiene hasta el final una intriga bien administrada y nos presenta a
un Wallander que nota el paso de los años y el creciente peso de la soledad. El
inspector, que vive con su hija Linda, también policía y con la que discute con
frecuencia, es consciente de estar llegando al final de su carrera como
investigador: “Me estoy haciendo demasiado viejo, –pensó– demasiado viejo para
mí y para mi profesión”.
Al final de la narración, la
reciente edición de Huesos en el jardín
añade un posfacio –neologismo que yo desconocía– o epílogo en el que el propio
Mankell explica al lector muchas cosas interesantes sobre su personaje Wallander:
cómo nació, en qué obra clásica griega se inspiró al crearlo, cómo surgió su
nombre y hasta qué votó en el referéndum sobre la entrada de Suecia en la Unión
Europea.
Respecto
al futuro del inspector, me limito a transcribir las palabras del final del
libro, escritas por Henning Mankell en mayo de este mismo año: “En todo caso, el
relato sobre Kurt Wallander ha terminado. Wallander no tardará en jubilarse. Y se
dedicará a deambular por esa tierra crepuscular que le pertenece, con Jussi, su
perro de pelo negro. Ignoro
cuánto tiempo seguirán sus pasos horadando la Tierra. Supongo que la decisión
es sólo suya.”
Carlos Bravo Suárez
Como bien dices, el libro es un divertimento. Estupendo para leer en una tarde de domingo como he hecho hoy mismo. Pero después de haber leído El chino, todo lo demás me ha defraudado un poco.
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