domingo, 8 de junio de 2014

LA ISLA DE BOWEN

  
La isla de Bowen. César Mallorquí. Edebé. 2012. 510 páginas.

No hay demasiada tradición de novelas de aventuras en la literatura española. Entre los grandes clásicos del género no figuran muchos libros escritos originalmente en nuestra lengua. Sin duda, César Mallorquí (Barcelona, 1953) ha disfrutado con la lectura de algunos de esos clásicos, sobre todo con Julio Verne, Arthur Conan Doyle o H. G. Wells, y ha querido rendirles un homenaje en su última novela La isla de Bowen.

César Mallorquí –hijo de José Mallorquí, creador en los años 40 del popular personaje de El Coyote– es un prolífico escritor cuyas obras suelen inscribirse dentro de la literatura para jóvenes. Con La isla de Bowen, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2013, el autor barcelonés ha escrito una magnífica novela de aventuras, la mejor probablemente de su ya larga carrera literaria.

En el año 1920, el joven fotógrafo Samuel Durango es contratado por el profesor Ulises Zarco, director de la sociedad geográfica SIGMA, como integrante de la expedición del Saint Michel, un barco que se dirige a la isla de Bowen, situada dentro del Círculo Polar Ártico, en busca del aventurero inglés John Faraday, desaparecido en una anterior expedición a la zona. En el Saint Michel, cuyo capitán se llama Gabriel Verne, viajan también la esposa y la hija de Faraday. En las remotas costas noruegas los tripulantes del barco vivirán trepidantes y sorprendentes aventuras, certeramente administradas en el libro con los mejores recursos de las novelas del género.

La isla de Bowen está dirigida especialmente a los jóvenes, pero, como todos los buenos libros, puede ser disfrutada por los lectores de cualquier edad. Los guiños a los clásicos del género son abundantes en una historia que pretende recuperar las esencias de la literatura de aventuras. Desde el nombre del capitán del barco hasta las incorporaciones al relato de personajes reales, como Arthur Conan Doyle o Roadl Admunsen, o  literarios, como Phileas Fogg o el capitán Nemo. Aunque no únicamente, Julio Verne es sin duda el principal modelo literario de La isla de Bowen, que mezcla las aventuras en el mar, la presencia de un antagonista codicioso y perseguidor, el misterio de extrañas civilizaciones y otras culturas, la ciencia-ficción y un par de historias amorosas. Al predominante narrador externo omnisciente en tercera persona se le une ocasionalmente el breve diario personal del joven fotógrafo.

El libro tiene más de quinientas páginas, pero puedo dar fe de que su amenidad y estilo ágil enganchan con fuerza al lector, que queda atrapado por una bien hilvanada y entretenida sucesión de aventuras llenas de intriga y acción. Y, desde luego, si las leyó en su juventud, al lector de cierta edad le llegarán numerosos ecos de algunas de las mejores novelas del gran Julio Verne: La isla misteriosa, Veinte mil leguas de viaje submarino, Viaje al centro de la Tierra, Los hijos del capitán Grant o La vuelta al mundo en ochenta días. Clásicos eternos de la mejor literatura de aventuras.


Carlos Bravo Suárez

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