domingo, 21 de diciembre de 2014

RECUERDOS DE FAMILIA


“El balcón en invierno”. Luis Landero. Tusquets Editores. 2014. 248 páginas.

Desde su deslumbrante debut literario con “Juegos del amor tardío” en 1989, Luis Landero (Alburquerque, 1948) se ha consolidado como uno de los narradores más importantes de la literatura española actual. El escritor extremeño afincado en Madrid acaba de publicar “El balcón en invierno”, su octava novela, que sucede a la magnífica “Absolución” que reseñamos aquí hace dos años.

Aunque catalogada y presentada editorialmente como tal, si atendemos a la ausencia de ficción en la obra, “El balcón en invierno” no es propiamente una novela. Se trata de un relato de memorias personales del autor, que evoca algunos momentos de su infancia y juventud y se remonta en lo posible en el pasado de su familia de campesinos extremeños. En el primer capítulo, titulado “No más novelas”, el narrador nos dice que, aunque ha comenzado a escribir una nueva novela cuyo protagonista va a ser un jubilado, se muestra cansado y algo aburrido ante la ficción (“¿Es que no ves que hoy casi nadie lee novelas, o al menos novelas literarias, y que hay placeres y modos de entretenimiento, y ofertas de ocio en general, más fáciles, baratas e instantáneas, y que tú mismo durante estos meses te has entregado gustosamente a ellas, como un niño en una tienda de chuches, feliz quizá sin atreverte a confesarlo?”). Fue al salir al balcón (“ese espacio intermedio entre la calle y el hogar, la escritura y la vida, lo público y lo privado, lo que no está fuera ni dentro, ni a la intemperie, ni a resguardo”) cuando recordó un anochecer de finales de verano de 1964, pocos meses después de la muerte de su padre, y –como si el balcón a la noche madrileña fuera la magdalena prusiana que Landero necesitaba para disparar su memoria– los recuerdos del pasado se precipitan y lo que iba a ser una novela se convierte en un aluvión de episodios del pasado personal y familiar. Los recuerdos de una familia –sus padres, sus tres hermanas mayores y él mismo, único hijo varón del matrimonio– que abandonó el campo extremeño para instalarse en un piso del barrio de la Prosperidad en Madrid, donde las mujeres del grupo familiar van a regentar un taller de confección bajo la mirada vigilante y supervisora del malhumorado padre.

Y así, Landero va recordando sus años juveniles de zascandil y algo golfillo, sus diversos trabajos poco duraderos, sus pinitos como guitarrista con el tío Paco y los, tal vez idealizados, años de la infancia en el campo y el pueblo extremeños, de los que evoca con nostalgia y emoción una cultura antigua y campesina de raíces ancestrales que ha sido aniquilada por los nuevos tiempos. Un mundo perdido para siempre que ya nunca volverá.

Si un personaje adquiere una relevancia especial en el libro, este es el padre del escritor. Un hombre severo y amargado, que vive con la esperanza de que sea su vástago el “hombre de provecho” que él nunca ha podido ser. Sin embargo, la muerte del progenitor le impide a este ver el cambio experimentado más tarde por el hijo, que recibe con cierto retraso la llamada del saber, estudia en academias nocturnas, lee con desordenada avidez y acaba convirtiéndose en profesor y escritor, él, que procedía de una familia de labradores en la que nunca había habido un solo libro.

“El balcón en invierno” es una hermosa narración, evocadora de un mundo rural ya extinguido, con historias, anécdotas y recuerdos entrañables, contados con la prosa rica y el estilo primoroso de uno de los mejores escritores de nuestra lengua.

Carlos Bravo Suárez


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