domingo, 10 de mayo de 2015

AMOR, PEDAGOGÍA Y ESTALINISMO

                                         

“La quinta esquina”. Izraíl Métter. Libros del Asteroide. 2014. 208 páginas.

Izraíl Métter (Járkov, Ucrania, 1909 – San Petersburgo, 1996) es un escritor ucraniano de origen judío bastante desconocido en nuestro país. La editorial Lumen publicó en 2001 su libro de relatos “Genealogías” y, hace ya  veinte años, en 1995, había editado “La quinta esquina”, considerada por todos como su obra cumbre. Ahora, Libros del Asteroide, con traducción de Selma Ancira y posfacio de Mercedes Monmany, recupera esta excepcional novela en buena medida autobiográfica que constituye, además, una desgarradora y directa denuncia de la barbarie estalinista.

“La quinta esquina” es un libro que tuvo un complicado y difícil proceso de gestación y posterior edición. Métter lo terminó de escribir en 1967 y, aunque circuló una edición abreviada expurgada de crítica política, el texto íntegro se mantuvo oculto y celosamente guardado por miedo a las terribles represalias que seguro hubiera ocasionado. Fue en 1989, tras la perestroika, la glásnost, y la caída del muro de Berlín y de la URSS, cuando el libro pudo ser finalmente publicado.

“La quinta esquina” está contada en primera persona por un personaje llamado Boria, claro alter ego del propio autor. De manera cronológicamente desordenada y con un estilo elíptico, conciso y seco, pero enormemente poético, el narrador recuerda desde la vejez distintos episodios y momentos de su vida pasada. En una sociedad que clasificaba a los individuos por su origen social, Boria, como hijo de un comerciante judío, es excluido del acceso a los estudios universitarios. A pesar de ello, y sin la titulación necesaria, se las ingenia para dar clases en diferentes lugares y a diversos colectivos de la sociedad soviética. Como profesor particular conoce a la joven Katia, que será ya para siempre el gran amor de su vida. Un amor trágico y desasosegante, pues aunque nunca se casaron y cada uno lo hizo por separado con otra pareja, mantuvieron siempre una apasionada relación salpicada de continuos encuentros y desencuentros. La pasión amorosa casi wertheriana hacia Katia marca uno de los ejes en que se apoya la narración. El otro es la crítica al estalinismo.

El culto a Stalin está visto desde un prisma casi religioso: “Y, de repente, Dios se encontró junto a nosotros. Apareció en un país que se había vuelto casi completamente antirreligioso. Ese dios era concreto. Llevaba unas botas altas relucientes de puro limpias, una guerrera y una gorra con aspecto semimilitar. Los iconos de su imagen se editaban en tirajes de millones de ejemplares. Y, casi sin darse cuenta, fue surgiendo un régimen cruel y totalitario, donde todos eran sospechosos de heterodoxia y donde la delación se convirtió en un arte y en el pan nuestro de cada día. De ser una ocupación secreta y vergonzosa, la delación pasó a convertirse en un honorable deber cívico”. Después de unas páginas magníficas de denuncia del totalitarismo estalinista y del culto a la personalidad endiosada del líder, el narrador concluye: “Yo fue testigo de eso. Y no puedo entenderlo”.

Resuenan en “La quinta esquina” ecos de los mejores narradores rusos, pero Izraíl Métter tiene una voz personal y única que convierte este libro en una verdadera obra maestra de la literatura del siglo XX. Métter logró sobrevivir al terror estalinista y nos dejó esta imperecedera novela de denuncia de la monstruosidad totalitaria en que se convirtió el sueño de aquellos jóvenes que, como él, querían lo mejor en los años veinte y fueron diezmados, torturados y segados en las décadas siguientes. Algunos como Isaac Babel o Vsévolod Meyerhold, citados en el libro, fueron sacrificados en esa orgía de terror en que Stalin convirtió la revolución soviética. Pero “La quinta esquina” es mucho más que una obra de denuncia; es una gran novela sobre el amor, la soledad o los recuerdos que en aluvión incontrolable se derrumban amontonados al final de un largo y tortuoso camino. 

Carlos Bravo Suárez

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