domingo, 27 de diciembre de 2015

ACCIDENTE NOCTURNO



    “Accidente nocturno”. Patrick Modiano. Anagrama. 2014. 144 páginas.
            
Aunque hasta esa fecha había publicado en esta sección unas cuantas reseñas de libros suyos, no había vuelto a leer nada de Modiano desde que el año pasado le fuera concedido el Premio Nobel de Literatura. Con motivo de ese importante galardón, se publicaron en nuestro país algunas novelas del escritor francés todavía no traducidas hasta ahora al español. Una de ellas fue “Accidente nocturno”, editada en Francia en 2003.
            
“Accidente nocturno” contiene la mayor parte de los ingredientes del universo literario de Modiano. El suceso que da título al relato, y a partir del cual se construye, es descrito por el propio narrador protagonista al inicio del libro: “Entrada la noche, en un día ya lejano en que estaba a punto de cumplir la mayoría de edad, cruzaba la plaza de Les Pyramides en dirección a la plaza de La Concorde cuando salió un coche de entre las sombras. Primero pensé que me había rozado; luego noté un dolor agudo del tobillo a la rodilla. Había caído desplomado a la acera. Pero conseguí levantarme. El coche dio un bandazo y chocó contra uno de los arcos de los soportales de la plaza con ruido de cristales rotos. Se abrió la puerta y salió tambaleándose una mujer”. El joven es atendido en un hospital y luego enviado a su casa con un sobre con dinero que le entrega, junto a un documento firmado, un enigmático personaje que acompañaba a la conductora.
            
A partir de ese momento, el joven narrador inicia la búsqueda infructuosa de esa mujer que conducía un Fiat de color verde agua. En su mente se mezclan recuerdos confusos de ese accidente reciente con otros momentos anteriores de su vida. Como un detective que investiga hacia fuera y hacía el interior de su propio pasado, el joven va recorriendo los barrios parisinos, convirtiendo otra vez a la capital francesa, entre real y fantasmagórica, en protagonista de esta novela que puede calificarse de completamente modianesca. Con precisión topográfica se citan calles, plazas y bulevares de la capital francesa, siguiendo el peregrinaje del narrador, que todavía lleva su zapato mocasín roto y sus heridas sin curar del accidente a cuestas. El joven deambula por París, desamparado y triste, recordando relaciones pasadas asociadas al presente y con el peso de un padre que, en permanente huida y envuelto en turbios negocios siempre fracasados, lo abandonó hace años en una soledad doliente y aparentemente incurable.
            
Siempre me ha gustado Modiano, su prosa elegante y evocadora, su mundo obsesivo y reiterado, sus novelas casi iguales pero siempre diferentes, su deambular perdido y confuso por la memoria incierta, su tristeza, su ambigüedad, su nostalgia indefinida. Y esta novela, para algunos tal vez menor entre su extensa obra, expresa con belleza melancólica y difusa ese mundo suyo, tan personal, tan incomparable y único.
            
Aunque ya antes del Nobel, Anagrama y otras editoriales habían ido publicando muchas de sus novelas anteriores, la concesión del premio ha incrementado esa labor de difusión de la parte de su obra todavía inédita en nuestro país hasta la fecha. Y esperemos que, además de recuperar novelas pasadas, sigamos también recibiendo nuevas narraciones del escritor francés, para que sus lectores devotos podamos continuar adentrándonos con voracidad en sus envolventes y obsesivas creaciones literarias.


Carlos Bravo Suárez

domingo, 20 de diciembre de 2015

LA HABITACIÓN DE NONA



“La habitación de Nona”. Cristina Fernández Cubas. Tusquets Editores. 2015. 192 páginas.

Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945) es una de las más destacadas escritoras de cuentos de la literatura española actual. En este género, ha publicado “Mi hermana Elba” (1980),Los altillos de Brumal” (1983), “El ángulo del horror” (1990), “Con Ághata en Estambul” (1994) y “Parientes pobres del diablo” (2006). En 2009, recopiló sus relatos en el volumen “Todos los cuentos”, que recibió diversos premios. La escritora barcelonesa ha publicado también un par de novelas (“El año de Gracia”  y “El columpio”), la obra de teatro “Hermanas de sangre” y el libro de memorias “Cosas que ya no existen”. Tras la muerte de su marido, el filósofo y escritor Carlos Trías Sagnier, Fernández Cubas ha estado varios años en un silencio literario que rompió en 2013 cuando publicó, con el pseudónimo de Fernanda Kubbs, la novela “La puerta entreabierta”. Con “La habitación de Nona”, ha vuelto, tras nueve años de ausencia, a su género favorito del relato breve.

“La habitación de Nona” contiene seis narraciones cortas y toma su título de la primera de ellas. En todas encontramos las características habituales del universo literario de la autora: ambientes más o menos inquietantes, misterios, sorpresas y terrores en un principio inadvertidos, conductas psicológicas ambiguas o extrañas, personajes solitarios y enigmáticos, espacios cerrados y  a veces angustiosos. Y, sobre todo en este libro, el protagonismo de la infancia y los recuerdos familiares y la presencia del tiempo como un todo en que el hoy y el ayer pueden mezclarse sin solución de continuidad. Dos citas de Einstein, una al inicio del libro y otra en uno de sus cuentos, son reveladoras de la concepción de la realidad y el tiempo dominante en estas narraciones: “”La realidad es simplemente una ilusión, aunque muy persistente” y “Su marido me ha precedido; pero como físico usted sabrá que para mí no existe pasado ni presente”.

Excepto uno de ellos, el más autobiográfico “La nueva vida” cuya protagonista es una mujer madura, en todos los demás los personajes principales son niñas de alrededor de 13 años.  En “La habitación de Nona”, una de estas niñas intenta penetrar en el mudo cerrado de su envidiada hermana, a la que sus padres siempre han considerado como “muy especial” y parecen dar un trato diferente. “Hablar con viejas” tiene estructura de relato clásico y recuerda en cierto modo a “Hansel y Gretel” y otros cuentos de ogros. Tal vez el mejor relato del libro sea “Interno con figura”, inspirado en un cuadro, que sirve de portada a la edición de Tusquets, del pintor decimonónico italiano Adriano Cecioni, cuya reciente exposición en Madrid fue a visitar la autora del libro que aparece aquí también como narradora para explicarnos cómo ha escrito este cuento. “El final de Barbro” narra la venganza final de tres niñas cuyo padre viudo ha sido seducido por una mujer más joven, una atractiva nórdica de ojos azules y melena rubia recogida en una cola de caballo. “La nueva vida” es el más autobiográfico de los relatos del libro y parece impregnado por el recuerdo del marido muerto de la escritora, que funde presente y pasado en un intento de superar la trágica realidad que la ahoga. En “Días entre los Wasi-Wano”, una niña y su hermano van a pasar una temporada a un pueblo con sus tíos, una pareja joven sin hijos, viajera y algo “hippie”, pero con un conflicto oculto a la idealización infantil.

Tal vez algo irregulares, pero en todo momento interesantes y escritos con estilo primoroso y buen ritmo narrativo, estos seis relatos breves devuelven a Cristina Fernández Cubas, tras un largo silencio ocasionado por la dolorosa pérdida de su marido, al género literario que mejor domina. Esperemos que la próxima entrega ya no se haga esperar tanto como la que aquí acabamos de reseñar.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 13 de diciembre de 2015

ADIÓS, HASTA MAÑANA


“Adiós, hasta mañana”. William Maxwell. Libros del Asteroide. 2015. 176 páginas.
           
William Maxwell (Lincoln, Illinois, 1908 – Nueva York, 2000) fue un magnífico escritor y editor estadounidense que todavía no es demasiado conocido en nuestro país. Autor de media docena de novelas, algunos cuentos y relatos y unas memorias personales, Maxwell trabajó durante más de cuarenta años como editor de la revista The New Yorker y conoció y orientó a muchos de los grandes escritores estadounidenses del siglo XX. Entre otros, a Nabokov, Updike, Salinger o Cheever. “Adiós, hasta mañana”, publicada en Estados Unidos en 1980, es unánimemente considerada como su mejor novela y ganó el prestigioso American Book Award de aquel año. En España fue traducida en 1998 en una edición de Siruela y, coincidiendo con el centenario del escritor en 2008, publicada por Libros del Asteroide, que en los años anteriores había editado sus novelas “Vinieron como golondrinas”, de corte autobiográfico, y “La hoja plegada”. Esta misma editorial, con acertado criterio, ha reeditado en nuestro país “Adiós, hasta mañana”, con la misma traducción de Gabriela Bustelo.

“Adiós, hasta mañana” transcurre principalmente en dos granjas de las afueras de la pequeña población de Lincoln, en el estado de Illinois.  En los años 20 del pasado siglo, un granjero es asesinado por su vecino, que se suicida tras cometer el crimen. Se trata de un asunto pasional, pues los protagonistas del suceso, amigos íntimos hasta no hace mucho, se han enemistado porque uno se ha enamorado y mantiene relaciones con la mujer del otro. Este podría ser el arranque de una novela negra o de un relato romántico, pero “Adiós, hasta mañana” no es, en exclusiva, ninguna de ambas cosas. El narrador, en primera persona, es alguien que en el momento del crimen era un niño que acababa de establecer amistad con el hijo del granjero asesino. Y es muchos años después, al recordar que tras el crimen se distanció de su amigo y no estuvo a su lado cuando este más podía necesitarlo, cuando el narrador se pone a intentar escribir la historia de aquel crimen. Es el arrepentimiento y el sentimiento de culpa lo que lo lleva a volver sobre el caso muchos años más tarde e intentar reconstruirlo. Para esa reconstrucción, que constituye la base de la novela, recurre a las hemerotecas y a sus recuerdos, y rellena con ficción verosímil de cosecha propia los vacíos que le faltan. Porque, al fin y al cabo, lo que solemos atribuir a la memoria suele ser una forma de narración que se va desarrollando en la mente y que con frecuencia se transforma y cambia al ser contada. Por eso, cuando hablamos del pasado en realidad mentimos casi siempre en mayor o menor grado.
            
Con elipsis narrativas y saltos en el tiempo, en la novela encontramos magníficamente contadas las historias de los dos granjeros, con la génesis y las causas del conflicto que las enfrentó y las consecuencias que tuvo para sus respectivas familias. A ello se añaden algunas espléndidas páginas dedicadas a la vida del narrador que parecen en buena medida autobiográficas del autor del libro, sobre todo por el hecho de que ambos perdieron a su madre por enfermedad cuando eran niños. La infancia, la memoria, los enamoramientos pasionales y los derrumbes que en este caso propician, o la vida en las granjas de la América rural de las primeras décadas del pasado siglo, son algunos de los temas que aparecen magistralmente pasados por el tamiz literario de un escritor que posiblemente merezca un lugar preeminente en la literatura norteamericana contemporánea.

Carlos Bravo Suárez


domingo, 6 de diciembre de 2015

LA LEY DEL MENOR

                                                 

“La ley del menor”. Ian McEwan. Anagrama. 2015. Traducción de Jaime Zulaika. 216 páginas.
            
Con una larga carrera literaria y numerosos premios en su haber, Ian McEwan (Aldershot, Reino Unido, 1948) es uno de los escritores europeos actuales más destacados y conocidos y posiblemente el mejor de los escritores británicos vivos. En las últimas décadas, Anagrama ha publicado en España sus dos libros de relatos, “Primer amor, últimos ritos” y “Entre las sábanas”, y las novelas “El placer del viajero”, “Niños en el tiempo”, “En las nubes”, “El inocente”, “Los perros negros”, “Amor perdurable”. “Ámsterdam”, “Expiación”. “Sábado”, “Chesil Beach”, “Solar” y “Operación Dulce”. En la misma editorial, y con la buena traducción habitual de Jaime Zulaika, acaba de aparecer en nuestro país su última novela “La ley del menor”.
            
Con los años, Ian McEwan tal vez ha perdido algo de la intención provocadora de sus inicios, pero ha ganado en contención y elegancia. Con un estilo austero que huye de las florituras léxicas, aunque puede detenerse hasta el detalle en algunas descripciones del trabajo en la judicatura o de un concierto musical, el ya casi septuagenario autor británico ha publicado una hermosa novela, llena de concisión y sensibilidad. La protagonista de “La ley del menor” es Fiona Maye, importante jueza del Tribunal Superior británico especializada en derecho de familia, una mujer cercana a los sesenta años totalmente entregada a su trabajo, al que ha sacrificado su maternidad y en los últimos años también su relación de pareja. Ahora, de manera sorprendente e inesperada, su marido acaba de pedirle compatibilizar su matrimonio con una aventura más pasional con una amante más joven. En esa situación de crisis personal, Fiona debe juzgar el caso de Adam Henry, un chico que aún no ha cumplido los 18 años que padece una grave enfermedad. Tanto él como sus padres son testigos de Jehová y rechazan la posibilidad de una transfusión de sangre que los médicos estiman vital para salvar la vida del muchacho. Al ser aún menor de edad, Fiona debe decidir sobre la cuestión, aplicando la ley del menor que aboga por la prioridad de la defensa del bienestar del menor ante cualquier duda o dilema. Además de juzgar su caso, la estricta y encorsetada jueza conocerá a Adam y descubrirá en él a un joven sensible y atractivo, amante de la poesía y de la música, que introducirá en su vida una nueva presencia inquietante e inesperada.
           
“La ley del menor” es una novela de corte clásico. Algún crítico ha dicho que con ella McEwan ha pasado de una estética narrativa del siglo XXI, presente en muchas de sus novelas anteriores, a inspirarse ahora, aunque tal vez con una mayor economía de lenguaje, en la estética narrativa de los grandes novelistas del XIX. A pesar de su aparente simplicidad y de la poca acción física del relato, subyacen en él numerosos conflictos del presente: los nuevos problemas jurídicos que el multiculturalismo y sus diversas religiones plantean en las sociedades europeas modernas, el cansancio y el aburrimiento en las relaciones matrimoniales prolongadas, la frecuente necesidad de nuevas experiencias antes del declive físico y sexual y la diferente manera de afrontarlo en los hombre y las mujeres, el choque entre la necesaria defensa de la vida y los preceptos que defienden algunas religiones, entrte la fe y la legalidad, la diferente valoración social de la diferencia de edad en las relaciones de pareja según los sexos…
            
Todo depende de gustos y preferencias, pero ojalá Ian McEwan siga por la línea narrativa que parece inaugurar con “La ley del menor”. Una novela espléndida que deja en el lector un inmejorable sabor de boca.

Carlos Bravo Suárez