domingo, 10 de enero de 2016

LOS DIARIOS DE EMILIO RENZI



“Los diarios de Emilio Renzi”. Ricardio Piglia. Anagrama. 2015. 360 páginas.

Ricardo Piglia (Adrogué, provincia de Buenos Aires, 1941) puede considerarse posiblemente como el más destacado de los escritores argentinos actuales. Autor de cinco novelas (las dos últimas –“Blanco nocturno” y “El viaje de Ida”– han sido reseñadas en esta sección) y numerosos cuentos y ensayos, Piglia ha trabajado como profesor en varias universidades argentinas y estadounidenses y también como crítico literario, editor y guionista de cine y televisión.

Ahora, acaba de publicar la primera parte de sus diarios, que lleva escribiendo desde los 16 años. En ellos vuelve a utilizar el nombre de Emilio Renzi, formado por su segundo nombre y su segundo apellido, y que con mayor o menor protagonismo ha aparecido como alter ego o como personaje en algunas de sus novelas y narraciones. El primer tomo de “Los diarios de Emilio Renzi”, que lleva el subtítulo de “Años de formación”, abarca la década de 1957 a 1967 y ha sido considerado por buena parte de la crítica más exigente como uno de los mejores libros publicados en español en el recién terminado 2015. Para este año 2016 que acaba de comenzar y para el próximo 2017, la editorial Anagrama anuncia la publicación en nuestro país del segundo y el tercer tomo, que completan estos diarios personales y llegan en su recorrido cronológico hasta prácticamente la actualidad.

Hay en estos magníficos cuadernos iniciales, escritos fundamentalmente entre Buenos Aires y La Plata, una diversidad de temas que giran en torno a uno fundamental: la voluntad del autor de ser escritor y su entrega incondicional a la literatura desde su juventud. Ahí están la génesis de sus primeros libros, sus muchas y variadas lecturas (sobre todo de autores argentinos y estadounidenses), sus trabajos como prologuista o en la selección de antologías, o sus ideas esbozadas para futuros cuentos y novelas. Y, además, están sus relaciones humanas más importantes: la estrecha relación con su abuelo, que le paga la carrera a cambio de su ayuda en la ordenación de sus recuerdos personales de la Primera Guerra Mundial en la participó por un motivo que no conocemos hasta el final del libro; su pronta independencia de sus progenitores, enemistado con su padre y distanciado físicamente de su madre; las sucesivas mujeres de las que se enamora y con las que vive; sus numerosas relaciones de amistad sobre todo vinculadas a la literatura, salvo la algo más peligrosa con el simpático ladrón Cacho; su ausencia de domicilio fijo y su precariedad laboral y permanente falta de recursos económicos en estos primeros años de formación y vocación definida. (“¿Hasta cuándo soportaré la incertidumbre de vivir al día?”)

El autor de estos diarios pretende a veces verse como un personaje desde fuera del texto y así Renzi y Piglia se desdoblan en dos voces que dialogan desde la tercera y la primera personas en el papel de narradores (“Me preocupa mi predisposición a hablar de mí como si estuviera escindido y fuera dos personas”). En cuanto al método de escritura de los diarios, así lo explica el propio escritor: “No hay preparación, súbitamente uno se sienta y escribe unas palabras sobre algo que ha sucedido o que recuerda o sobre algo que ha pensado, todo sucede en medio de la vida y de la acción, escribir un diario es establecer una pausa, una temporalidad propia, definida por las anotaciones cronológicas. Escribir al día es el único signo formal que identifica a un diario. Todo lo que se escribe ahí es verdad, es pacto pero, sin embargo, muchas veces uno escribe lo que cree que ha sucedido y la realidad puede desmentirlo”. Hay al final algún sorprendente y largo salto cronológico, pero, como el propio Piglia dice, estos cuadernos son para él como una máquina del tiempo que puede manejar a su antojo.

Y, en esa máquina del tiempo, esperaremos con verdadero deseo el segundo tomo de estos diarios cuya publicación se anuncia para este año que comienza. Según Renzi, “serán los años felices de mi vida, que van de 1968 hasta 1975”. Seguro que con su lectura disfrutaremos tanto como lo hemos hecho recorriendo los años jóvenes y de formación de esta figura descollante de las letras hispanas actuales.

Carlos Bravo Suárez
   

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