domingo, 27 de marzo de 2016

EL ADVERSARIO



El adversario”. Emmanuel Carrère. Anagrama, Panorama de Narrativas (2000) y Anagrama Compactos (2013, 214 y 2015). 176 páginas.

El pasado año reseñé aquí “El Reino”, el último y aclamado libro de Emmanuel Carrère (París, 1957). En él, el escritor francés hacía referencia, entre otras obras suyas anteriores, a “El adversario”, cuya edición original española data del año 2000, pero que Anagrama ha reeditado por tres veces en los años 2013, 2014 y 2015 en su Colección Compactos de bolsillo. De “El adversario” se hizo también en Francia una película, dirigida por Nicole García en 2002. Como, a pesar de su éxito y repercusión, todavía no había leído el libro, lo he hecho recientemente en la última edición compacta de Anagrama, con traducción del francés de Jaime Zulaika, y su lectura me ha resultado de lo más intensa y absorbente. Un libro realmente impactante y, sin duda, y desde todos los puntos de vista, muy recomendable.

Como ocurre en otros libros suyos, “El adversario” no es una obra de ficción y no puede por tanto considerarse estrictamente como una novela. El libro tiene como punto de partida unos terribles y espeluznantes hechos reales. El 9 de enero de 1993, Jean-Claude Romand mató primero a su mujer y a sus dos hijos en su propia casa y, después, a sus padres en la casa de estos. Volvió más tarde a su hogar familiar y, tras permanecer un rato en presencia de los tres cadáveres, prendió fuego al edificio con él en su interior. Aunque sufrió algunas quemaduras de importancia, Romand sobrevivió al incendio, confesó su crimen y fue juzgado y posteriormente condenado a cadena perpetua. Se descubrió que desde su juventud era un mentiroso compulsivo y un impostor. Todos, incluida su mujer y sus padres, lo creían un importante médico de la OMS en su sede de Ginebra. Con argucias, y debido a la confianza y admiración que despertaba entre los suyos, iba consiguiendo el dinero suficiente para poder llevar una vida acorde con el supuesto alto estatus profesional que ostentaba. En los últimos tiempos, tenía una amante a la que colmaba de caros regalos y a la que también engañó, usando en su provecho el dinero que ella le había confiado para lograr un mejor rédito bancario. Cuando todo estaba a punto de descubrirse, no soportó que su familia conociera su impostura y la mató con frialdad y alevosía. Su amante se libró por muy poco de convertirse en otra víctima mortal suya. Tras conocer el caso por los medios de comunicación, el escritor Emmanuel Carrère se interesó por el asunto, contactó con Romand y solicitó y logró entrevistarse con él en la cárcel. De esa experiencia, contradictoria y extrema, nació “El adversario”.

El libro empieza de manera algo engañosa dando protagonismo, tras una breve primera página narrada en primera persona por el propio Carrère, a Luc Ladmiral, uno de los mejores amigos de Jean-Claude Romand. Ladmiral acaba de descubrir las muertes atroces de la familia de Romand y tarda un tiempo en entender y asimilar que su amigo es el responsable de esa incomprensible barbarie. Tras ese corto capítulo íntegramente en tercera persona, el propio escritor Emmanuel Carrère recupera la primera persona y toma el timón de la narración hasta el final del relato.

El adversario” deviene así un libro híbrido entre la investigación de unos hechos monstruosos y el intento de penetración psicológica en la mente del asesino y en las causas que ocasionaron su espantoso crimen. Además, es también una crónica de la relación personal del escritor con el asesino y de la vida que lleva este en la cárcel tras los crímenes cometidos y la completa impostura que supuso su vida anterior. Hay momentos en que la personalidad de Romand parece atraer en exceso a Carrère, que puede dar muestras de caer tal vez en una inquietante ambigüedad. El verdadero motivo que mueve al escritor queda explicado, antes de mostrar hacia él su compasión, en la primera carta que dirige al asesino al inicio del libro: “Me gustaría que comprendiese que no me dirijo a usted movido por una curiosidad malsana o por el gusto del sensacionalismo. Lo que usted ha hecho no es, a mi entender, la obra de un criminal ordinario, ni tampoco la de un loco, sino la de un hombre empujado hasta el fondo por fuerzas que le superan, y son esas fuerzas terribles las que yo desearía mostrar en acción”.

No tengo yo muy claro que esas fuerzas terribles e incontroladas no fueran otras que las de la impostura y el querer vivir por encima de sus posibilidades, aprovechándose de la buena fe que despertaban en los otros sus buenas y cuidadas maneras. Y que el asesinato de sus familiares, antes de que ellos descubrieran su mentira, no fuera otra cosa que una enorme cobardía y una abyecta e imperdonable vileza. Porque no vamos a creer que ese adversario al que se refiere el título del libro fuera una fuerza satánica como en algún momento parece insinuar el autor del libro. En cualquier caso, cada lector extraerá sus propias conclusiones tras la lectura de una historia cuyo contenido resulta, eso sí, absolutamente excepcional y escalofriante.

Carlos Bravo Suárez

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