jueves, 8 de diciembre de 2016

EL CER ASCIENDE A LA CIMA DE CERVÍN






Treinta y una personas realizamos el pasado domingo, 4 de diciembre, una magnífica travesía de montaña por la sierra de Cervín, la emblemática y referencial montaña de Campo, población ribagorzana que se sitúa en las faldas meridionales de esta estribación pirenaica que da nombre al colegio de la localidad y a su principal urbanización. La travesía, organizada por el Centro Excursionista Riobagorza, consistió en el ascenso hasta la cima de Cervín por la húmeda y boscosa cara norte y el posterior descenso por la más árida cara sur hasta la pequeña localidad de Beleder, que en el habla ribagorzana de la zona se convierte en Belveder, pronunciado Belvedé, y que dista tan solo un kilómetro y medio de Campo.

Con el pronóstico meteorológico algo incierto, salimos desde Graus en autobús a las ocho de la mañana para, poco antes de las nueve, iniciar el recorrido andando desde la desembocadura del barranco de la Garona, afluente del río Ésera por su margen izquierda. Entre Campo y Seira, junto a la carretera N-260, a 760 m. de altitud, arranca una pista que, siempre por un espeso bosque, remonta primero el citado barranco en dirección al este y luego asciende en fuertes lazadas hasta lo alto del monte Cervín. Tras algo más de dos horas de subida, y con algunos momentos de una fina lluvia que nos obligó a ponernos chubasqueros o abrir paraguas, llegamos a un collado donde nos detuvimos a reagruparnos y desayunar. La pista principal se dirige al oeste, donde se encuentra el Cornochuelo (1627 m.), punto occidental de Cervín en que se levantan unas visibles antenas y hay un puesto de vigilancia contra incendios. Nosotros, sin embargo, nos dirigimos hacia la izquierda, en dirección al este, para ascender en primer lugar al Tozal de Salineretas (1646 m.) y luego a la cima de Cervín, conocida como Tozal de la Rasa (1685 m.), situado en la zona central de la sierra.

Las vistas desde la cima eran magníficas y nítidas hacia el sur, con la localidad de Campo un poco hacia el oeste y el valle de Bardají abriéndose hacia el este. Sin embargo, tanto las cimas del Pirineo al norte, como las de Cotiella y el Turbón entre las que se encuentra la sierra de Cervín, estuvieron siempre cubiertas de nubes bajas. Sólo la alargada silueta meridional de Baciero o Sierra Calva se distinguía con claridad en el norte más inmediato. Tras un rato en la cima y hacer la foto de grupo de rigor, retornamos al collado por el Tozal de Salineretas e iniciamos el descenso por la vertiente sur de Cervín.

El camino de bajada es totalmente distinto del de subida. Apenas marcado, desciende primero entre erizones y algo más tarde entre bojes y carrascas. Pudimos seguirlo gracias a nuestro amigo Alberto Rubio, que la semana anterior había señalizado el sendero con marcas amarillas y algunos hitos de piedras. Pasamos por un antiguo abrevadero del ganado que recogía las escasas aguas de esta vertiente y, bastante más abajo, junto a las ruinas del llamado castillo de Belveder, que más bien parecen piedras reutilizadas para construir alguna vieja paridera, hoy invadida por la vegetación. En el collado del Baile nos reagrupamos y paramos a comer Sin camino marcado, pero con el pueblo ya a la vista, entre las 15.30 y las 16.30 horas, fuimos llegando en estirado grupo a la pequeña localidad de Belveder. Pasamos junto a la ermita de San Vicente y por las tres casas del pueblo, llamadas Pena, Costa y Turmo. Nos dijeron que hubo en tiempos una cuarta, de sorprendente nombre Barbarrosa. Un poco más abajo, junto a una granja donde pudo dar la vuelta, nos esperaba el autobús. Con él bajamos hasta Campo, donde hicimos una parada para tomar algún refresco, pues, si bien el día había empezado algo nublado y lluvioso, mejoró considerablemente durante la bajada, en la que casi llegamos a pasar calor.

Según nuestro GPS, habíamos recorrido 17 km en casi siete horas y media, de las que en prácticamente dos habíamos estado parados. El desnivel de subida superó los 900 m. y los 1100 el de bajada. Estábamos contentos porque habíamos atravesado el Cervín, una de las montañas más emblemáticas de nuestra comarca ribagorzana.

Carlos Bravo Suárez 

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