domingo, 31 de marzo de 2019

UNA EDUCACIÓN


“Una educación” fue unos de los mayores fenómenos editoriales del pasado año. Supuso el sorprendente debut literario de Tara Westover (Idaho, 1986) con una narración autobiográfica. Unas memorias noveladas, no exentas de alguna polémica, en las que la joven autora norteamericana recuerda su infancia y adolescencia en el seno de una familia mormona y la posterior y traumática ruptura con sus raíces familiares tras su entrada en la Universidad y su titulación como doctora en Cambridge. La novela ha sido publicada en España por Lumen, con traducción de Antonia Martín Martín.

Tara nació en las montañas de Idaho, bajo la icónica cima de Buck’s Peak, en una familia mormona, con un padre fanático y fundamentalista, convencido de la proximidad del fin del mundo, que impide a sus hijos, a los que ni siquiera inscribe oficialmente tras su nacimiento, asistir a la escuela pública o ser atendidos en un hospital en caso de enfermedad. La madre es comadrona y gran conocedora de remedios naturales y el padre tiene un negocio de desguace en el que trabajan todos los hijos. La novela explica las relaciones familiares, sometidas al autoritarismo religioso del padre, y la forma en que Tara, que accede a la Universidad al superar una prueba de ingreso, consigue, no sin un gran desgarro interior, liberarse de ese dominio.

La joven crece en un ambiente rural y natural que cree inmutable: “Creía que mi familia formaba parte de ese modelo inmortal, que en cierto sentido éramos eternos; pero la eternidad pertenecía solo a la montaña”. Tras aprender a leer con la Biblia, el libro de Mormón y los discursos de Joseph Smith y Brigham Young, sólo las aptitudes para el canto y las referencias de algunos hermanos que abandonan el seno familiar le permiten tener acceso y relacionarse con una realidad diferente a la del núcleo familiar. Sin embargo, pese a no haber asistido nunca a la escuela, y con las escasas nociones impartidas por su madre en casa y sus propias lecturas casi clandestinas, logra aprobar el acceso a la Universidad, donde descubre, con inicial sorpresa y posterior vergüenza, que desconocía nociones tan elementales como qué era el Holocausto o quién fue Martin Lutero King.

Además de los padres, que tienen el mayor protagonismo tras la autora, hay otros personajes interesantes en la novela. Destacan los siete hermanos de la narradora y entre ellos Shawn, joven peligroso y violento, que juega un papel determinante en la ruptura de Tara con su familia, pues el padre lo protege y no tolera que sea criticado por ninguno de los hermanos que han sufrido también sus ataques.

Escrita en primera persona con enorme fuerza y sinceridad, la novela es un ajuste de cuentas de la autora con el cerrado mundo familiar del que procede y del que logra escapar gracias al valor que para ella va a tener la educación, que la convertirá en una nueva persona, capaz de tener su propio criterio y elegir su camino personal al margen de los designios predeterminados por el padre.

Tara Westober escribe desde el presente recordando el pasado y admitiendo en ocasiones la fragilidad y dudas de su memoria: “Ahora, con veintinueve años, me siento a escribir, a reconstruir el incidente a partir de los ecos y gritos de una memoria fatigada”. No es muy frecuente contar este tipo de rupturas familiares tan inmediatamente después de haberse producido, cuando los actores del distanciamiento siguen vivos y estas relaciones pueden cambiar en la realidad o en la apreciación de los propios personajes. En cualquier caso, los virajes del futuro tal vez pueden servir de material para nuevas narraciones.

Aunque su autora en diversas entrevistas ha insistido en la veracidad de los hechos contados, si bien a través del filtro subjetivo de su propia memoria y su visión personal de los hechos, no es fácil saber cuánto hay de autobiográfico y absolutamente real en la novela. Es cierto que al leerla hay momentos en que la sucesión de accidentes sufridos y, sobre todo, la personalidad del padre resultan algo exageradas. El fanatismo del personaje paterno puede parecer más decimonónico que actual, pero no sé si entre los mormones de hoy sigue predominando esta mentalidad tan cerrada y anacrónica. En cualquier caso, al final, se hace hincapié en los trastornos psicológicos del personaje y en que su fanatismo religioso es extremo incluso entre los propios mormones.

Sea como fuere, la narración es fluida y ágil y la lectura del libro resulta interesante y amena a pesar de sus casi quinientas páginas de extensión.

“Una educación”. Tara Westover. Lumen. 2018. 472 páginas.

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