domingo, 30 de junio de 2019

LOS PRIMEROS CUENTOS DE MARISE CONDÉ


No había leído nada hasta ahora de Maryse Condé (Pointe-à-Pitre, Guadalupe, 1937), escritora antillana, nacida en el archipiélago francófono de Guadalupe, que recibió el pasado año el llamado Premio Nobel Alternativo de Literatura, concedido por un centenar de personalidades de la cultura sueca ante la ausencia momentánea del premio oficial que desde 1895 viene otorgando la Academia del país escandinavo.

Maryse Condé tiene una larga trayectoria como escritora y ha recibido numerosos premios literarios. Guadalupeña de nacimiento, estudio en París, ha residido en diversos países de África y trabajado durante décadas como profesora de literatura francófona en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Desde hace unos años, sufre una enfermedad degenerativa que ha hecho que haya fijado su residencia en un pueblo de la Provenza francesa. Es autora de más de una treintena de obras que van desde la novela al relato breve, pasando por las piezas teatrales, el ensayo, las novelas infantiles y la autobiografía. Su obra apenas ha sido editada en España. Ahora, la exquisita editorial Impedimenta acaba de publicar una magnífica colección de cuentos cuya edición original en francés data de 1999 y cuya traducción al español ha corrido a cargo de Martha Asunción Alonso.

“Corazón que ríe, corazón que llora” parece una buena manera de iniciarse en la obra de Maryse Conté. Tal como indica su subtítulo ("Cuentos verdaderos de la infancia"), se trata de un conjunto de 17 relatos breves ambientados en la infancia y primera juventud de la escritora antillana. Siguen, en buena medida, un orden cronológico que permite rastrear el periodo inicial de la biografía de Condé. Sus años de infancia como octava hija de una familia guadalupeña bien situada económicamente, pero muy preocupada por las apariencias y bastante acomplejada porque su raza negra no les permitiera ser considerados como franceses de primera, sobre todo en sus viajes a Francia y a pesar de su impecable utilización de la lengua francesa. Sobre esta situación es magnífico el cuento inicial “Retrato de familia”, en el que la narradora se pregunta si sus padres son unos alienados y esboza esta definición para el caso: “Una persona alienada es una persona que trata de ser lo que no es, porque no le gusta ser lo que es”.

Escritos muchos años después, los relatos de este libro están redactados desde el recuerdo, y ya sabemos que en la memoria se mezcla con frecuencia la realidad con unas inevitables dosis de fabulación subjetiva. Transcurren desde su nacimiento (en plena celebración del Mardi Gras) hasta la época de estudiante de la escritora en la Sorbona y nos dibujan un proceso de crecimiento en que se va forjando su personalidad y la incipiente concienciación de su feminidad, su negritud y su africanismo originario. Dibujan también una sociedad antillana muy clasista y muestran el distinto estatus y reconocimiento social que tiene su familia según estén en la isla en la que viven o en el París que visitan con frecuencia. Los relatos, que se leen con mucho agrado y amenidad, narran deliciosos episodios de amistad (“en el corazón de los niños, la amistad late con la violencia del amor”), descubrimientos iniciales, primeros escarceos amorosos, rebeldías adolescentes, situaciones escolares, académicas y familiares diversas…. Como escribe Martha Asunción Alonso en su estupendo prólogo, “relatados con una ponderada dosis de profundidad e ingenuidad, melancolía y ligereza, se suceden, como si de historias para dormir se tratara, los recuerdos infantiles de la autora en las Antillas de mediado del siglo XX”.

“Corazón que ríe, corazón que llora” es un libro encantador y mágico, escrito con cierta dosis de melancolía y nostalgia, pero no de una infancia perdida y feliz, sino de la inocencia del proceso de quien va descubriendo la vida y va tomando conciencia de su situación y sus orígenes, incluso partiendo de un estatus social y económico de privilegio. El libro termina de manera abrupta cuando una “noche, sin darme cuenta, mi soledad se separó de mí y se despidió”. Desde luego, este libro abre el apetito y las ganas de seguir leyendo a esta magnífica escritora.

“Corazón que ríe, corazón que llora”. Maryse Condé. Impedimenta. 2019. 176 páginas

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