domingo, 23 de enero de 2022

SEGUNDA CASA


Con la publicación de su trilogía “A contraluz” –compuesta por las novelas “A contraluz” (2016), “Tránsito” (2017) y “Prestigio” (2019)– Rachel Cusk (Canadá, 1967) se convirtió en una de las voces más originales e innovadoras del panorama literario actual. Su posterior libro “Despojos” (2020), en el que cuenta la crónica personal e íntima del periodo posterior a su separación matrimonial, aumentó aún más su aureola de autenticidad y sinceridad literarias.

Raquel Cusk, hija de británicos, nació en Canadá, pasó su infancia en Los Ángeles y estudió Literatura inglesa en Oxford. Como protesta y reacción ante el Brexit, el pasado año abandonó Inglaterra y se trasladó a París, ciudad en la que reside en la actualidad. El pasado otoño, la editorial Libros del Asteroide, que ya había editado sus anteriores libros en nuestro país, publicó su última novela “Segunda casa”, con traducción del inglés de Catalina Martínez Muñoz.

“Segunda casa” está narrada en primera persona por una voz femenina que utiliza la abreviación M. La narradora explica la historia a un tal Jeffers, a quien se dirige con frecuencia y de quien nada sabemos en todo el relato. M. es  una mujer de cincuenta años que vive con su actual pareja, Tony, un hombre bueno y tranquilo, en unas marismas, un lujar bastante remoto y alejado de todo. En su último viaje a París, M. estuvo viendo una exposición de un pintor cuyo nombre también aparece abreviado como L. Impactada por el efecto que han producido en ella sus cuadros, al cabo de un tiempo, M. invita a L., a quien no conoce ni ha visto nunca, a pasar un tiempo en la marisma. En un edificio separado del suyo, que su marido Tony ha construido para invitados y al que ellos llaman la segunda casa. L. acepta la invitación y se presenta en el lugar con una joven atractiva y extrovertida llamada Brett. Con Tony y M. se encuentran también en esos días Justine, hija de M. con su anterior pareja, y su novio Kurt. La llegada del pintor y su amiga va a alterar la convivencia en la casa y, sobre todo, va a generar un verdadero conflicto interior en M.

Desde luego, una de las características de la narrativa de Rachel Cusk es el profundo análisis de la psicología y los conflictos y emociones internas de los personajes. En este caso, podríamos decir que el personaje profundamente “autopsicoanalizado” es M., una mujer con tendencia a hurgar en los recovecos más escondidos de su intimidad y a diseccionar sus sentimientos y emociones. Como muy bien expresa Begoña Méndez en El Cultural, “la obsolescencia de la belleza de las mujeres, la pérdida de su estatuto como objetos de deseo, el amor y el matrimonio, la maternidad y la familia, la feminidad como autoagresión y la masculinidad todopoderosa son, de nuevo, los ejes temáticos de esta novela, que engarza con una lógica admirable con su trilogía “A Contraluz” así como con “Despojos”.

Pero hay otros temas de interés en la novela. Uno, no menor, es el papel del arte y del artista y el contraste que se produce en ocasiones entre el efecto terapéutico o casi religioso del arte como fuente de belleza salvadora que logra aflorar las emociones más profundas y el carácter egocéntrico y destructivo de algunos artistas de personalidad dañina. También Begoña Méndez explica bien esta contradicción: “La novela se adentra sin pudor en la fisura que se abre entre un hombre y su obra: señala sus privilegios y también la herida infectada en que puede convertirse la vida de un creador”. En ese sentido esa segunda casa del título del libro es como el reverso de la otra, en la que Tony encarna la paz y tranquilidad que no parecen suficientes para contrarrestar el deseo que se enciende en M. con la presencia del pintor. En cierto modo, el arte y el artista son en este caso un doctor Jekyll y un Mr. Hyde. Como lo son, en cierto modo, Tony y L. Es, sin embargo, M. la que se debate entre ambos polos.

Hay un párrafo al inicio de la novela que es bastante representativo de lo que luego se cuenta en ella: “¿Por qué vivimos tan dolorosamente en nuestras ficciones? ¿Por qué sufrimos tanto por cosas que nosotros mismos nos hemos inventado? ¿Tú lo entiendes, Jeffers? He querido ser libre toda mi vida y no he sido capaz de liberar ni el dedo meñique del pie”. Como la propia Cusk indica, “Segunda casa” está inspirada en “Lorenzo en Taos”, la crónica que en 1932 escribió Mabel Dodge Luhan sobre la estancia del escritor D. H. Lawrence en su casa de Taos, en Nuevo México.

La novela transcurre en gran medida, como si de una obra de teatro se tratara, en espacios interiores, con solo algún momento de encuentros en el exterior, junto al mar, en la marisma. Priman, en cierto modo, sobre los actos, que son en cualquier caso determinantes, los análisis de los pensamientos y las emociones y reflexiones de la narradora. En ese sentido, la narración es un monólogo interior en forma de confesión al mencionado Jeffers, que podría ser cualquiera de los lectores del libro. “Segunda casa” es una estupenda novela, original y bien construida, pero también es un relato perturbador e inquietante, que obliga a una lectura atenta, reflexiva y profunda.

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