domingo, 26 de junio de 2022

LENGUAS Y VIOLENCIA EN UNA DESTACABLE NOVELA

“Sin tocar el suelo” es la primera novela escrita originalmente en castellano por Jokin Muñoz (Castejón, Navarra, 1963). Hasta ahora, este autor, licenciado en Filología Vasca y profesor de instituto, había publicado todos sus libros en euskera. Entre 1995 y 2008, además de una crónica de un viaje a pie por Navarra, Muñoz publicó un par de libros de relatos y dos novelas. En 2004 ganó el Premio Euskadi de Literatura y en 2008 el Premio Nacional de la Crítica de narrativa en euskera. Todos sus libros han sido traducidos al castellano. Ahora, tras un largo silencio de casi quince años, ha publicado “Sin tocar el suelo”, escrita directamente en castellano y editada por Galaxia Gutenberg, dentro de una serie de libros dirigida por la prestigiosa escritora, historiadora, filóloga y profesora vizcaína Edurne Portela. Toda una garantía de buen criterio, valentía política  y sensibilidad literaria.

“Sin tocar el suelo” es una novela espléndida, original y diferente. Muy bien escrita y con un contexto social y político abordado con objetividad, realismo y con el acertado revisionismo histórico, tan necesario como en buena medida tardío, de un periodo crucial de la reciente historia vasca como fueron los convulsos años 80 del pasado siglo. Un camino abierto por escritores como Fernando Aramburu o la propia Edurne Portela entre otros. En esta ocasión, y eso le da un cierto valor añadido, un libro escrito por un euskaldún, es decir, un vascohablante, que además ha utilizado originariamente la lengua vasca en su producción literaria anterior. En cualquier caso, el protagonista de la novela, que ama el euskera y el castellano, acabará siendo víctima del fanatismo y la violencia etarra

“Sin tocar el suelo” tiene como protagonista a Luis Areta, que perdió a sus padres en un accidente y vive en casa de unas tías, ambas con amplios pisos en los centros históricos, primero en San Sebastián y luego en Pamplona, a donde va a estudiar Filología Hispánica. La novela se sitúa en dos planos temporales: cuando Luis es joven y estudiante y, cuando ya mayor, vive en Madrid con su pareja Tere, que es abuela de una niña china, llamada Mei, que ha sido adoptada por su hija. Luis tiene una relación especial con la joven Mei, que es una mala estudiante pero que está empezando a cantar en un grupo de rock que luego alcanzará el éxito. En su etapa de estudiante en Pamplona, Luis trabaja en una ikastola y entra en contacto con los jóvenes abertzales de Jarrai, que flirtean o directamente abrazan el terrorismo de ETA. Allí Luis conoce a Leire, de la que se enamora, y a Koldo Gartzia, que fue militante de ETA y ahora, en el plano temporal posterior de la novela, acaba de ser nombrado diputado foral de Cultura. Con él, se encuentra ahora Luis para recordar aquellos tiempos que tuvieron consecuencias tan diferentes en sus vidas.

Para explicar mejor la novela, no me resisto a transcribir algunas de las palabras que escribe Edurne Portela en su brillante prólogo: “Cuando leí el manuscrito de ‘Sin tocar el suelo’, lo primero que pensé es que Jokin Muñoz había escrito una novela que reflejaba la capacidad de la literatura para reconstruirnos cuando la vida nos ha roto. Esta novela llena de belleza, ternura y algo de melancolía es una reflexión sobre el silencio y las secuelas de la violencia, sobre la transmisión -consciente e inconsciente- de la memoria intergeneracional, en este caso entre Luis y su nieta Mei, sobre la dimensión subjetiva de la lengua con la que elegimos comunicarnos, sobre el amor en todas sus acepciones, sobre el arraigo y el desarraigo, la búsqueda y la huida. Y sobre la literatura -particularmente la poesía- como la herramienta capaz de articular todo ello. A través de la vida del joven Luis en San Sebastián y Pamplona, Jokin Muñoz nos traslada a los años de la violencia, una violencia que crecía «invisible» porque no éramos capaces de verla, una violencia que absorbió y destrozó a parte de aquella juventud que en el momento se denominaba «alegre y combativa». La literatura de Jokin Muñoz se caracteriza por su capacidad de crear ambientes cargados de ángulos ciegos y de silencios, por examinar cómo las grandes violencias nos atraviesan y se encarnan en violencias cotidianas y cómo la complicidad también genera daño. Muñoz escribió con extrema lucidez sobre estos temas cuando ETA estaba activa. Ahora, diez años después del fin definitivo de la actividad armada, el autor nos confronta con la memoria de ese dolor y nos hace ver, una vez más, que el daño no acaba por decreto y que sus consecuencias siguen vivas mientras siga viva la memoria del dolor. Y así lo refleja este personaje magnífico que es Luis”.

No puedo extenderme ya mucho más aquí sobre esta destacable novela que, además de la memoria de aquellos años de plomo, es una declaración de amor al euskera y al castellano, a la belleza de la traducción o trasvase de los conceptos poéticos entre una y otra lengua. Y una demostración de la necesidad de despolitizar las lenguas para amarlas exentas del componente tóxico de su uso partidista e ideologizado. Algo que en algunos lugares es aún muy necesario y a lo que pueden contribuir novelas tan hermosas como esta.

“Sin tocar el suelo”. Jokin Muñoz. Galaxia Gutenberg. 2022. 216 páginas.

 

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