“La frontera lleva su nombre” ha sido una de las sorpresas literarias de este verano. Una hermosa y entrañable novela que relata la vida de cuatro generaciones de mujeres vinculadas al Pirineo. Con la azarosa historia de fondo de un siglo largo de relación fronteriza entre dos países –el español y el francés– que incluye emigraciones económicas y exilios políticos, dos guerras mundiales y una civil y unas traumáticas postguerras, que dejaron una huella indeleble entre quienes sufrieron los peligros y vicisitudes de aquellos tiempos convulsos.
La autora del libro es Elena Moreno Scheredre, nacida en Bilbao en 1953, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y colaboradora en varios medios de comunicación, principalmente en El Correo, donde firma una columna semanal todos los viernes. Ha publicado “El salón de la embajada italiana” (2010), “Dondequiera que estés” (2013) y “Devuélveme la luna” (2018). “La frontera lleva su nombre”, publicada por Grijalbo el pasado mes de mayo, es su última novela.
Las cuatro mujeres protagonistas del libro se llaman Esperanza. Constituyen una saga familiar que tiene sus orígenes en Burgui, un pequeño pueblo navarro del valle del Roncal, a orillas del río Esca. La última de ellas, Esperanza Ayerra, cuenta en primera persona, arrancando desde el día de su boda en 2018, parte de su vida presente y las investigaciones que le han llevado a reconstruir la biografías de su bisabuela, su abuela y su madre, cuyas historias se van narrando en el libro en tercera persona, en capítulos cortos que suelen ir encabezados por el nombre de la protagonista correspondiente y las fechas y lugares en que transcurre el capítulo. La novela se desarrolla sobre todo en poblaciones pirenaicas de ambos lados de la frontera hispano-francesa, con algunos episodios en París y con la presencia de Barcelona y Roma en la narración presente de Esperanza Ayerra.
La primera mujer de la saga es Esperanza Escaín, nacida en 1898, que, al inicio del libro, en octubre de 1913, con 15 años, cruza andando la frontera con Francia desde Burgui para ir a trabajar como alpargatera a la localidad gala de Mauléon. Así se cuenta en la novela: “Las niñas de los pueblos del valle del Roncal partían a Francia a los doce, trece o catorce años. Desde pequeñas echaban una mano en el campo, cuidaban de sus hermanos, aprendían a ser las mujeres que serían cuando su cuerpo alcanzara la madurez suficiente para casarse y tener hijos. En Francia, ese país al otro lado de las montañas, no se les permitía trabajar a esa edad, pero encontraban la manera de hacerlo. Decían que habían crecido poco, que habían perdido los papeles, que se apañaban con cualquier rincón. Los patronos necesitaban manos pequeñas, ágiles y baratas para coser las alpargatas. Algunas iban en familia; primas, hermanas o incluso con el padre al frente”. “Los más viejos decían que aquello se repetía desde 1895”. “Las alpargatas eran el producto más vendido en toda Europa. Los mineros del norte y del este no usaban otro calzado, y Mauléon, una ciudad situada en los Pirineos atlánticos, en la región de la Soule, País Vasco francés, crecía incesante debido a la industria alpargatera”. A estas niñas y mujeres, que pasaban la frontera desde el valle navarro del Roncal y los aragoneses de Hecho y Ansó, los franceses las llamaban “hirondelles”, es decir, golondrinas, porque, como estas aves, emigraban en octubre y volvían a sus pueblos en primavera.
Me he detenido más en la condición de “golondrinas” de la primera Esperanza y otros personajes femeninos del relato porque es, en buena medida, una aportación histórica del libro, pues son casi inexistentes los estudios documentados sobre este poco conocido fenómeno migratorio hispano-francés de las primeras décadas del siglo XX. Pero en la novela hay muchísimo más y todo muy bien contado. A la joven Esperanza le sorprende en Francia la Primera Guerra Mundial y a su hija, también Esperanza pero conocida como Perla, la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. Las historias de ambas son extraordinarias y entrañables, con ingredientes novelescos muy variados y perfectamente desarrollados a lo largo de la narración, que mantiene siempre la intriga y combina con equilibrio episodios sociológicos, bélicos, amistosos, amorosos y sentimentales. Porque, además de las cuatro Esperanzas –la tercera con un papel más discreto–, en la novela aparece un buen número de personajes destacados: Leonora, la patrona de Monléon que trata a la primera Esperanza como a una hija; Pilar, la amiga aragonesa que le enseña a leer y escribir y emigra luego a Argentina; el soldado francés Théodore Elissabide, que será el gran amor de su vida; Louis Bernier, que sobrevive a la guerra como mutilado; Adrien Thibault, pediatra del hospital de Pau, elegante, educado y solidario; el joven Tomás Vallejo, que vive una apasionada relación con Perla…
No puedo extenderme más aquí sobre esta magnífica novela cuya lectura recomiendo vivamente. Una narración larga y sólida, que en ningún momento se hace pesada y que gustará a todo tipo de lectores.
“La frontera lleva su nombre”. Elena Moreno Scheredre. Editorial Grijalbo. 2022. 512 páginas.