Sara Mesa (Madrid, 1976) es una de las escritoras mejor valoradas dentro del panorama literario actual de nuestro país. Nacida en Madrid, pero afincada en Sevilla desde su infancia, periodista y licenciada en Filología Hispánica, ha publicado una decena de novelas, entre las que destacan “Cuatro por cuatro” (2012), “Cicatriz” (2015), “Mala letra” (2016), “Cara de pan” (2018) y “Un amor” (2020), todas editadas por Anagrama y varias de ellas reseñadas en esta sección. La misma editorial ha publicado recientemente “La familia”, su última y muy esperada novela tras el gran éxito de su anterior “Un amor”, cuya adaptación cinematográfica está preparando la directora Isabel Coixet.
Como su título indica, la protagonista de la última novela de Sara Mesa es una familia, constituida por los padres, Damián y Laura, y sus cuatro hijos: Damián, Rosa, Martina y Aquilino, que muy pronto reclama ser llamado Aqui. Aunque Martina es en realidad una sobrina que ha sido adoptada al quedarse huérfana. La familia es denominada por ellos mismos como El Proyecto y es el padre quien marca la pauta de comportamiento familiar y posiblemente el personaje más interesante y complejo del relato. Un hombre en buena medida esclavo de las apariencias. Unas apariencias falsas, pues hace creer a todos que es abogado y en realidad únicamente trabaja de administrativo en un bufete. Es obsesivo admirador de Ghandi y recaudador de dinero para causas nobles, pero, a la vez, autoritario y dogmático, casi siempre ridículamente solemne y hasta en algún caso cruel y violento. A base de fingimientos y ocultamientos, se ha creado un personaje que es en gran parte una mentira. De sus esquemas rígidos y opresivos, defendidos también por su desengañada, pero a la vez comprensiva y cómplice esposa, irán escapando los hijos, cada uno a su manera y enfrentándose a las dificultades de la vida en su recorrido fuera del espacio protegido familiar, con su mayor o menor carga de dolor y soledad.
“La familia” arranca con una página y media en segunda persona y en tiempo presente que, bajo el epígrafe ‘La casa’, recorre como una cámara cinematográfica las diferentes estancias del hogar dormido: “Mírala desde el ojo del sueño. El pasillo como centro geográfico y frontera. Estancias a los lados. Recórrelo sin ser vista, de una punta a otra. O cruza, de una habitación a la de enfrente, mediante un salto limpio. Arriésgate a entrar. Quizá ya hay alguien dentro, no lo sabes. En caso de que sí, calla, recula. En caso contrario, no eches el cerrojo. No hay cerrojo”. El piso se encuentra en un bloque de vecinos de un modesto barrio obrero de las afueras de una ciudad, cuyo nombre nunca se cita. Tampoco hay apenas referencias cronológicas o históricas que permitan situar con precisión el relato en el tiempo, aunque abarca varias décadas y tal vez podría ubicarse, sin que ello tenga excesiva importancia, entre el final del Franquismo y los primeros años de la Transición.
Excepto el preámbulo en segunda persona imperativa, el resto de la novela está escrita en tercera persona y en cada capítulo, casi un pequeño relato en sí mismo, se nos presenta una secuencia temporal, con saltos cronológicos y elipsis narrativas, en que se van narrando vivencias familiares en común y de sus miembros en solitario en su futuro posterior y autónomo. Aparte de algunos vecinos, apenas hay más personajes en la novela que los seis que componen el núcleo familiar. Salvo el tío Óscar, hermano de la madre y contrapunto absoluto a su cuñado, tanto en la forma de ser como de entender la vida. Al tío Óscar se le dedica, en su visita de unos días a su hermana, un estupendo capítulo del libro.
Sara Mesa ha cambiado el artículo indeterminado del título de su anterior novela, “Un amor”, por el determinado de la última, “La familia”. Muchos insisten en la crítica a la institución familiar como objetivo principal de esta novela. No diré que no exista esa intención, y su autora así lo ha dejado entrever en alguna entrevista, pero también ha insistido siempre ella en la condición literaria de sus novelas y en que sus personajes son, ante todo, literarios. En cualquier caso, hay un claro realismo en las narraciones de Sara Mesa y sus historias, incluso con algunas desmesuras, siempre resultan creíbles y absolutamente verosímiles. Y late en ellas un deseo de no ser complaciente con el lector ni con la sociedad, sino más bien de poner a ambos ante el espejo y mostrarles aquello que pueda producirles desasosiego e incomodidad.
Como escribe Domingo Ródenas sobre la escritora, “Sara Mesa viene explorando en su narrativa un territorio moral pantanoso, un reino de la ambigüedad en el que la bondad y lo siniestro, lo aceptable y lo reprobable, la placidez y la amenaza se mezclan y transforman entre sí para inducir en el lector un desasosiego activo”. Y lo complementa así la también crítica literaria Ángeles López: “Me fascina su capacidad para cartografiar la condición humana a través de los perdedores, del abuso de poder, de los lugares opresivos y aislados, de la degradación lenta y continuada. Por eso me interesan sus novelas: porque son siempre ásperas, amargas, sinceras, oscuras, nada complacientes, y lentas como una gota malaya”. Pues eso, que nos gustan tanto las novelas de Sara Mesa que ya estamos esperando con impaciencia la siguiente.
“La familia”. Sara Mesa. Anagrama. 2022. 232 páginas