Jorge Freire (Madrid, 1985) es filósofo y escritor. Ha publicado los ensayos “Agitación. Sobre el mal de la impaciencia” (2020), “Hazte quien eres. Un código de costumbres” (2022) y “La banalidad del bien” (2023), en los que reflexiona sobre temas de actualidad social. Además, es autor de la biografía “Edith Wharton. Una mujer rebelde en la edad de la inocencia” (2015) y “Arthur Koestler. Nuestro hombre en España” (2017), sobre la estancia del escritor, periodista y filósofo judío de origen húngaro y nacionalizado británico en nuestro país durante la Guerra Civil. Freire colabora con frecuencia en medios de comunicación escritos y emisoras de radio y está considerado uno de los filósofos jóvenes con mayor proyección de nuestro país. Ahora, acaba de publicar “Los extrañados”, un brillante ensayo sobre el desarraigo vivido por cuatro conocidos escritores, todos ellos nacidos en el siglo XIX y fallecidos en el pasado siglo XX.
“Los extrañados” consta de cuatro microbiografías de los escritores P. D. Wodehouse (“Un chiste fuera de lugar”), José Bergamín (“El arte de quedarse solo”), Vicente Blasco Ibáñez (“La naranja de la suerte”) y Edith Wharton (“Emboscadura”). Los cuatro sufrieron en algún momento de sus vidas algún tipo de extrañamiento o desarraigo, con respecto a sus países de origen o consigo mismos. Se convirtieron así, en mayor o menor medida, y en momentos y por circunstancias diferentes, en personajes ubicados fuera de lugar, como unas rara avis que volaban a contracorriente del viento mayoritario. Todos ellos, a pesar del éxito obtenido como escritores, nunca encontraron del todo su lugar en el mundo. El propio Freire ha explicado que la etimología de “extrañado” viene del latín “extraneare”, que significa “fuera de lugar”, y que él ha buscado profundizar en esa sensación universal. Así lo explica al inicio del libro: “En algún momento de nuestra vida, todos nos hemos sentido repentinamente ajenos y fuera de lugar, a la manera de teselas que no encajaran en un mosaico; como si, de alguna forma, nuestro sitio verdadero estuviera muy lejos”.
Excepto este nexo del extrañamiento, también diferente en cada uno de ellos, hay poco en común entre los cuatro escritores elegidos. P. D. Wodehouse fue un escritor inglés de enorme fama en su país. Sus novelas, de genuino humor inglés, blanco y sin mala intención, se vendían como churros, sobre todo en Inglaterra y Estados Unidos. La invasión alemana de Francia en 1939 cogió al escritor descansando en una mansión de su propiedad en suelo galo. Ensimismado en su mundo literario, Wodehouse parecía ajeno a la gravedad de la situación y, cuando quiso huir, ya era demasiado tarde. Los nazis lo detuvieron por su condición de inglés y lo trasladaron a varias prisiones, primero a Lieja y luego a la Alta Silesia. Embaucado por el ministerio de propaganda nazi, y a cambio de pasar de la prisión a un cómodo hotel, el escritor accedió a participar en algunas emisiones radiofónicas dirigidas al público estadounidense. El objetivo era mostrar que los nazis no trataban tan mal a sus prisioneros y favorecer así la no intervención de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Eso desató en Inglaterra una furibunda campaña de rechazo al escritor, que se fue a Estados Unidos tras la guerra y nunca más volvió a su país.
José Bergamín fue un destacado poeta de la generación del 27 y un excelente aforista. Toda su vida resulta bastante contradictoria. Hijo de una buena familia madrileña, monárquica y católica, Bergamín mantuvo siempre su catolicismo, y su afición a los toros, pero fue acérrimo defensor de la República. En su vuelta definitiva a España tras la muerte de Franco, el poeta renegó de la Transición y la nueva monarquía, que consideraba un neofranquismo sin el dictador. Renunció a integrarse en los círculos intelectuales madrileños y en sus últimos años se fue a vivir al País Vasco y abrazó la causa abertzale. Justo en los años de plomo en que arreciaban los asesinatos de ETA. Allí murió y fue enterrado, pues era su deseo que sus restos no reposaran en suelo español.
El valenciano Vicente Blasco Ibáñez empezó siendo furibundo republicano y anticlerical. Se inspiró en el folletín para empezar a escribir novelas y obtuvo un éxito extraordinario en España y fuera de nuestro país. Sobre todo, en Francia y en Estados Unidos. Sus novelas “Sangre y arena” y “Los cuatro jinetes del apocalipsis” vendieron millones de ejemplares y fueron adaptadas al cine en Hollywood. Sin embargo, nunca fue apreciado en los círculos académicos españoles, que consideraban su literatura demasiado descuidada. Se hizo enormemente rico, se sintió envidiado y fijó su residencia definitiva en Francia.
Dice Jorge Freire que Edith Wharton siempre fue un bicho raro. Se casó con un hombre variable y agresivo y se construyó por un tiempo un exilio doméstico en su casa-castillo. Fue la primera mujer que ganó el premio Pulitzer y, aunque odiaba la moral victoriana, rechazó también el mercantilismo que presidia las relaciones humanas en la sociedad estadounidense. Vivió unos años en Paris, pero no se sintió nunca a gusto entre la abundante colonia de escritores estadounidenses que pululaban por la capital francesa en aquel tiempo.
“Los extrañados” es también, y sobre todo, un brillante ejercicio de estilo. Escrito con una prosa elegante, un vocabulario rico y una sintaxis exquisita, Jorge Freire mezcla con maestría biografía y reflexión con el ritmo narrativo de una novela. Una lectura muy amena y recomendable.
“Los extrañados”. Jorge Freire. Libros del Asteroide. 2024. 224 páginas