sábado, 30 de noviembre de 2024

"LOS EXTRAÑADOS", CUATRO ESCRITORES FUERA DE LUGAR

Jorge Freire (Madrid, 1985) es filósofo y escritor. Ha publicado los ensayos “Agitación. Sobre el mal de la impaciencia” (2020), “Hazte quien eres. Un código de costumbres” (2022) y “La banalidad del bien” (2023), en los que reflexiona sobre temas de actualidad social. Además, es autor de la biografía “Edith Wharton. Una mujer rebelde en la edad de la inocencia” (2015) y “Arthur Koestler. Nuestro hombre en España” (2017), sobre la estancia del escritor, periodista y filósofo judío de origen húngaro y nacionalizado británico en nuestro país durante la Guerra Civil. Freire colabora con frecuencia en medios de comunicación escritos y emisoras de radio y está considerado uno de los filósofos jóvenes con mayor proyección de nuestro país. Ahora, acaba de publicar “Los extrañados”, un brillante ensayo sobre el desarraigo vivido por cuatro conocidos escritores, todos ellos nacidos en el siglo XIX y fallecidos en el pasado siglo XX.

 “Los extrañados” consta de cuatro microbiografías de los escritores P. D. Wodehouse (“Un chiste  fuera  de  lugar”), José Bergamín (“El arte de quedarse solo”), Vicente Blasco Ibáñez (“La  naranja de la suerte”) y Edith Wharton (“Emboscadura”). Los cuatro sufrieron en algún momento de sus vidas algún tipo de extrañamiento o desarraigo, con respecto a sus países de origen o consigo mismos. Se convirtieron así, en mayor o menor medida, y en momentos y por circunstancias diferentes, en personajes ubicados fuera de lugar, como unas rara avis que volaban a contracorriente del viento mayoritario. Todos ellos, a pesar del éxito obtenido como escritores, nunca encontraron del todo su lugar en el mundo. El propio Freire ha explicado que la etimología de “extrañado” viene del latín “extraneare”, que significa “fuera de lugar”, y que él ha buscado profundizar en esa sensación universal. Así lo explica al inicio del libro: “En algún momento de nuestra vida, todos nos hemos sentido repentinamente ajenos y fuera de lugar, a la manera de teselas que no encajaran en un mosaico; como si, de alguna forma, nuestro sitio verdadero estuviera muy lejos”.

Excepto este nexo del extrañamiento, también diferente en cada uno de ellos, hay poco en común entre los cuatro escritores elegidos. P. D. Wodehouse fue un escritor inglés de enorme fama en su país. Sus novelas, de genuino humor inglés, blanco y sin mala intención, se vendían como churros, sobre todo en Inglaterra y Estados Unidos. La invasión alemana de Francia en 1939 cogió al escritor descansando en una mansión de su propiedad en suelo galo. Ensimismado en su mundo literario, Wodehouse parecía ajeno a la gravedad de la situación y, cuando quiso huir, ya era demasiado tarde. Los nazis lo detuvieron por su condición de inglés y lo trasladaron a varias prisiones, primero a Lieja y luego a la Alta Silesia. Embaucado por el ministerio de propaganda nazi, y a cambio de pasar de la prisión a un cómodo hotel, el escritor accedió a participar en algunas emisiones radiofónicas dirigidas al público estadounidense. El objetivo era mostrar que los nazis no trataban tan mal a sus prisioneros y favorecer así la no intervención de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Eso desató en Inglaterra una furibunda campaña de rechazo al escritor, que se fue a Estados Unidos tras la guerra y nunca más volvió a su país.

José Bergamín fue un destacado poeta de la generación del 27 y un excelente aforista. Toda su vida resulta bastante contradictoria. Hijo de una buena familia madrileña, monárquica y católica, Bergamín mantuvo siempre su catolicismo, y su afición a los toros, pero fue acérrimo defensor de la República. En su vuelta definitiva a España tras la muerte de Franco, el poeta renegó de la Transición y la nueva monarquía, que consideraba un neofranquismo sin el dictador. Renunció a integrarse en los círculos intelectuales madrileños y en sus últimos años se fue a vivir al País Vasco y abrazó la causa abertzale. Justo en los años de plomo en que arreciaban los asesinatos de ETA. Allí murió y fue enterrado, pues era su deseo que sus restos no reposaran en suelo español.

El valenciano Vicente Blasco Ibáñez empezó siendo furibundo republicano y anticlerical. Se inspiró en el folletín para empezar a escribir novelas y obtuvo un éxito extraordinario en España y fuera de nuestro país. Sobre todo, en Francia y en Estados Unidos. Sus novelas “Sangre y arena” y “Los cuatro jinetes del apocalipsis” vendieron millones de ejemplares y fueron adaptadas al cine en Hollywood. Sin embargo, nunca fue apreciado en los círculos académicos españoles, que consideraban su literatura demasiado descuidada. Se hizo enormemente rico, se sintió envidiado y fijó su residencia definitiva en Francia.

Dice Jorge Freire que Edith Wharton siempre fue un bicho raro. Se casó con un hombre variable y agresivo y se construyó por un tiempo un exilio doméstico en su casa-castillo. Fue la primera mujer que ganó el premio Pulitzer y, aunque odiaba la moral victoriana, rechazó también el mercantilismo que presidia las relaciones humanas en la sociedad estadounidense. Vivió unos años en Paris, pero no se sintió nunca a gusto entre la abundante colonia de escritores estadounidenses que pululaban por la capital francesa en aquel tiempo.

“Los extrañados” es también, y sobre todo, un brillante ejercicio de estilo. Escrito con una prosa elegante, un vocabulario rico y una sintaxis exquisita, Jorge Freire mezcla con maestría biografía y reflexión con el ritmo narrativo de una novela. Una lectura muy amena y recomendable.

“Los extrañados”. Jorge Freire. Libros del Asteroide. 2024. 224 páginas

 

sábado, 16 de noviembre de 2024

AVENTURAS, MAR, AMOR Y GUERRA EN LA ÚLTIMA NOVELA DE ARTURO PÉREZ-REVERTE


Fiel a su costumbre de escribir prácticamente un libro al año, Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) acaba de publicar “La isla de la mujer dormida”, su última novela. Periodista, corresponsal de guerra durante más de veinte años, miembro destacado de la Real Academia Española de la Lengua, navegante, el escritor cartagenero es autor de más de una treintena de novelas y de centenares de artículos periodísticos. Polemista sin pelos en la lengua y libre del corsé de la corrección política imperante, con más de veinte millones de lectores en el mundo y traducido a más de cuarenta idiomas, Pérez-Reverte goza de un enorme éxito literario en nuestro país y de un gran reconocimiento internacional. Tras su brillante homenaje a Sherlock Holmes y a los relatos de misterio en “El problema final”, reseñada en esta sección el pasado año, con “La isla de la mujer dormida” el escritor cartagenero vuelve a la novela de aventuras en el mar. En este caso, con el telón de fondo de la Guerra Civil española, aunque su acción se sitúa lejos de nuestras fronteras.

“La isla de la mujer dormida” transcurre en 1937 en dos planos geográficos distintos: la pequeña isla griega del mar Egeo que da título al libro y la ciudad de Estambul. Durante la Guerra Civil española, la marina del bando nacional pone en marcha una operación encubierta en el mar Egeo para sabotear los envíos de armas desde la Unión Soviética a la Segunda República. Los ataques se realizan desde una lancha torpedera facilitada por los nazis, a cuyo mando se ha puesto a Miguel Jordán Kyriazis, español de madre griega, que ha trabajado como marino mercante y que, tras ser reclutado por el ejército y hacer un cursillo en Alemania, es ascendido directamente a teniente de navío. La tripulación a su cargo es mercenaria y variopinta en sus procedencias: un piloto griego, contrabandista, supersticioso y lobo de mar; un telegrafista inglés, ex alcohólico, irónico e irreverente que cita a Shakespeare con frecuencia; un torpedista holandés, desertor de la marina de su país; y otros tres marinos griegos y uno albanés.

La isla en la que se esconden es propiedad de un aristócrata griego, que vive en ella con su esposa, una mujer madura, antigua modelo, que aún retiene parte de la deslumbrante belleza que tuvo en su juventud. En los mares próximos a la isla, se desarrollarán los ataques de la torpedera, descritos pormenorizadamente con una prosa vívida y vigorosa y, como no podía ser de otro modo en el autor, un amplísimo despliegue de léxico marinero. Además de guerra y aventuras en el mar, en el reducido espacio isleño asistiremos a las turbias y morbosas relaciones del complejo triángulo amoroso que van a componer el desengañado aristócrata, un hombre culto y bibliófilo; su melancólica y vitalmente derrotada mujer; y el joven, serio, responsable y apuesto, teniente español, con un físico y unos rasgos más propios de un escandinavo.

En trama más breve y paralela, encontramos a dos espías españoles residentes en Estambul. Uno del bando franquista y otro del republicano. Ambos juegan al ajedrez y se sonsacan  mutuamente informaciones para seguir en la ciudad disfrutando de sabrosas comidas, rematadas con el servicio de refinadas prostitutas turcas. El republicano tiene como patronas de su pensión a dos españolas anarquistas, aunque él sea comunista y esté bajo la minuciosa observación de un implacable y ceñudo comisario ruso. Hay, pues, además de aventuras en el mar, otros ingredientes en la novela como el espionaje y el amor. La canción francesa “Parlez-moi d’amour”, de Lucciene Boyer, muy popular en los años treinta, se cita con frecuencia en el libro y lo enmarca en su principio y su final.

“La isla de la mujer dormida” es, ante todo, una emocionante novela de aventuras, de hombres cuya primera patria es el mar, al que pertenecen por encima de ideologías, países y creencias. Desde luego, detrás de la historia contada está la pasión y la experiencia marineras de Pérez­-Reverte y su gran bagaje de lecturas sobre el tema que acumula desde la infancia. Toda la extensa literatura del mar, desde Homero a la numerosa bibliografía de piratas y corsarios de diferentes épocas o de las hazañas bélicas de las guerras en los mares. Especial referencia merece la literatura de Joseph Conrad, nombrado varias veces en el libro, que se inicia con una cita suya, aunque no sea ésta marinera. Hay que decir que, como ha comentado el autor en algunas entrevistas, casi todo en la novela es ficción, desde la isla en que sucede hasta las acciones bélicas que en ella se narran, pues nunca hubo presencia militar española en la zona ni sabotajes organizados contra los barcos soviéticos que surcaban esas aguas con ayuda para la República. Todo lo ha diseñado con encaje, precisión y esmero el propio novelista.

Aventuras, mar, amor, guerra, emoción, intriga, magníficos personajes principal y secundarios, brillantes referencias literarias, trabajada estructura narrativa y… entretenimiento asegurado. Otra magnífica novela del prolífico y siempre exitoso Arturo Pérez-Reverte, que sigue contando historias convincentes y acentuando el adverbio “solo” y los pronombres demostrativos.

“La isla de la mujer dormida”. Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara. 2024. 416 páginas.

domingo, 3 de noviembre de 2024

"ROPA DE CASA", LAS MEMORIAS PERSONALES DE IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN

Tras publicar el pasado año la magnífica novela “Castillos de fuego”, Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) ha sorprendido con “Ropa de casa”, un libro que recoge sus memorias personales y su proceso de formación como escritor. Con una impecable trayectoria, Martínez de Pisón es, sin duda, uno de los escritores más sólidos de la literatura española actual. Desde que hace ya cuarenta años publicara “La ternura del dragón”, el escritor zaragozano, afincado en Barcelona, ha escrito una quincena de novelas, entre las que destacan “Carreteras secundarias”, “Dientes de leche”, “El día de mañana”, “La buena reputación”, “Derecho natural”, “Fin de temporada” o la reciente “Castillos de fuego”. También es autor del ensayo “Enterrar a los muertos”, el libro de relatos “Aeropuerto de Funchal” y la novela de no ficción “Filek, el estafador que engañó a Franco”.

Con “Ropa de casa”, Martínez de Pisón ha escrito un magnífico libro de memorias de estructura clásica, cronológicamente lineal y con el contexto de los cambios socioeconómicos que llevaron a España de la dictadura franquista a la democracia. En cualquier caso, el escritor se centra fundamentalmente en sus recuerdos familiares y vivencias personales, entre las décadas de los sesenta y los noventa del pasado siglo. Y lo cuenta de manera sencilla y honesta, desde la humildad del hombre común, exenta de cualquier pretenciosidad, y sin cargar las tintas en el contexto social y político, que queda como un mero telón de fondo de su trayectoria vital y su crecimiento como escritor y persona. Una vida exenta de grandes problemas, con una infancia feliz, una juventud de estudiante con inquietudes humanísticas, una vocación de escritor satisfecha muy pronto y la consecución de una vida familiar estable con su novia de toda la vida y la posterior paternidad.

Este es el resumen que hace el propio autor al inicio del capítulo 7 de su libro. “Me pregunto ahora a quien, aparte de mí y mis allegados, pueden interesar estas páginas, que cuentan una vida en la que no han pasado demasiadas cosas. Digamos que, en comparación con otras, la mía ha sido una vida pequeña. Pero, en fin, no solo a los pomelos y a las naranjas se les puede sacar el jugo: también a las mandarinas. He gozado siempre de buena salud, he vivido rodeado de afecto y me he podido dedicar profesionalmente a lo que ha sido mi pasión, la literatura. Supongo que no hace falta mucho más para sentirse un privilegiado. A lo mejor este libro es solo un testimonio de emoción y gratitud hacia la gente que ha hecho que me sienta así, la gente que ha sido importante para mí. Un posible resumen del libro sería: niño en el Logroño de los años sesenta, muchacho en la Zaragoza de los setenta, aprendiz de novelista en la Barcelona de los ochenta. Un resumen aún más escueto diría que este es el relato de la formación de un escritor, porque uno es escritor desde mucho antes de escribir sus primeras líneas: en esa niñez y en esa juventud está la sustancia de la que luego se va a nutrir su mundo literario”.

Pues hay que decir que el libro sí resulta de gran interés para el lector común. Escrito con la prosa precisa y fluida habitual, sin retóricas ni adornos innecesarios, recorremos la vida del escritor desde sus orígenes familiares. Su padre era militar y murió prematuramente cuando Ignacio tenía diez años. Su madre, una mujer valiente y decidida, abrió varias tiendas de ropa y sacó adelante a sus cinco hijos huérfanos, siempre arropados por el cariño del resto de la familia. El abuelo materno era carlista convencido y en su biblioteca descubrió Ignacio algunas de las novelas de Valle-Inclán que lo iniciaron en la buena literatura. Ni con su padre militar ni con su abuelo carlista sufrió el escritor choque generacional alguno, pues ambos murieron antes que Franco.

Su madre zaragozana quiso que todos sus hijos nacieran en Zaragoza, pero la infancia del escritor en los sesenta transcurrió en Logroño, pequeña ciudad provinciana, donde su padre estaba destinado. A principios de los setenta, la familia se trasladó a Zaragoza. Ignacio estudió con los jesuitas y cursó Filología Hispánica en la universidad, con profesores tan sabios y eruditos como Aurora Egido y José Carlos Mainer. En la década de los ochenta se traslada a Barcelona, donde estudia Filología Italiana, inicia su carrera como escritor y consigue publicar muy pronto sus primeros libros en la emblemática editorial Anagrama de Jorge Herralde. A Barcelona se traslada su novia de Zaragoza, profesora de instituto, con quien se casa por lo civil y tiene dos hijos.

Mención especial merece el apartado literario del libro. Martínez de Pisón conoce y trata a muchos de los mejores escritores del momento y a cada uno dedica algunas líneas y, en algunos casos, jugosas anécdotas. Carlos Barral, Vázquez Montalbán, Muñoz Molina, Brice Echenique, Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Cristina Fernández Cubas o Bernardo Atxaga, con quien viajó a Edimburgo, son algunos de ellos. Y los aragoneses José Antonio Labordeta, José Luis Melero, Luis Alegre, Javier Tomeo, Cristina Grande o los prematuramente muertos Félix Romeo y Chusé Izuel.

En resumen, una estupenda autobiografía que se lee con el deleite de una novela. Y que, en mi caso, por ser de la edad del autor, haber estudiado Filología Hispánica y vívido también los años ochenta y noventa en Barcelona, he disfrutado especialmente.

“Ropa de casa”. Ignacio Martínez de Pisón. Seix Barral. 2024. 304 páginas.