domingo, 9 de septiembre de 2012

EL CORAZÓN DE ÁFRICA


                                                 
Colinas que arden, lagos de fuego. Javier Reverte. Plaza Janés. 2012. 400 páginas.

Tras sus últimos viajes por el norte del planeta, narrados en sus libros El río de la luz y En mares salvajes  –ambos reseñados en esta sección–,  Javier Reverte nos cuenta en Colinas que arden, lagos de fuego sus nuevas experiencias viajeras por tierras africanas. Como es sabido, el escritor madrileño ha estado en África en numerosas ocasiones y ha contado sus viajes en una famosa y espléndida trilogía, compuesta por los libros El sueño de África, Vagabundo en África y Los caminos perdidos de África. Este último publicado justo ahora hace diez años.

En Colinas que arden, lagos de fuego, Reverte cuenta en realidad dos viajes, realizados a principios del año 2008. El primero transcurre íntegramente por Kenia, en un momento en que en varias zonas del país se habían producido algunos desórdenes tras la celebración de las últimas elecciones presidenciales, y lleva a los viajeros –el escritor y varios amigos y familiares–  desde Nairobi hasta el lago Turkana, pasando por la Reserva Nacional de Samburu. El segundo, ya con menos integrantes, transcurre casi todo por Tanzania, desde la capital Daar-es-Salaam hasta el lago Tanganika, atravesando parte del enorme Parque Natural Selous, para terminar entrando en Zambia y visitar el lugar donde fue enterrado el corazón del famoso explorador y misionero David Livingstone, muerto en 1813 en una pequeña aldea junto al lago Bangweulu.

Javier Reverte narra estos viajes con su estilo ameno y didáctico de siempre, intercalando las aventuras vividas por él y sus compañeros con ricas y precisas referencias geográficas e históricas que ayudan al lector a conocer y contextualizar de una manera más completa los diversos lugares que recorre. El escritor y viajero madrileño se emociona intensamente ante la belleza de los inmensos paisajes y de algunos atardeceres encendidos en los enormes lagos africanos, se conmueve ante algunas situaciones de pobreza y hacinamiento que le toca vivir de cerca en el viejo barco Liemba que recorre el lago Tanganica, y se indigna anta la picaresca y falta de formalidad de algunos de los guías autóctonos que intentan engañar continuamente a él y a sus compañeros de viaje.

Reverte se aleja de cualquier paternalismo eurocéntrico, pero también de las tópicas visiones neoecologistas de algunos etnógrafos y antropólogos modernos que defienden la utopía arcaica del buen salvaje, como si cualquier progreso fuera a romper un supuesto equilibrio natural que confunden muchas veces con el atraso y la pobreza endémicos.

Colinas que arden, lagos de fuego es un libro impregnado de gritos y de olores penetrantes, de los rugidos de las fieras de la selva, de las ventosidades de los camellos en los campamentos, de los disparos de famosos cazadores europeos del pasado, de las sirenas de los viejos barcos y el traqueteo de los trenes y de los autobuses atestados de personas y de mercancías. Un libro con el que Javier Reverte nos transporta de nuevo al genuino corazón de África.

Carlos Bravo Suárez

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