domingo, 9 de septiembre de 2012

JOAQUÍN COSTA, BREVE BIOGRAFÍA DE JUVENTUD (1)





Tal vez pueda parecer redundante escribir de nuevo sobre Joaquín Costa tras haberse celebrado el pasado año con tanta profusión el primer centenario de su muerte. Sin embargo, al ser sin duda Costa uno de los más importantes personajes que nuestra provincia altoaragonesa ha dado a la historia de España, merece estar siempre en nuestra memoria y ser objeto de nuestra atención y análisis, independientemente de si este recuerdo coincide o no con alguna efemérides que contribuya a realzar y difundir aún más su ilustre figura.

Por otra parte, algunos aspectos del pensamiento y de los principios que presidieron la vida y el comportamiento de Joaquín Costa siguen estando hoy en mi opinión muy de actualidad. Porque aunque sean afortunadamente muchas las diferencias entre la España que él vivió y la España actual, continúan presentes en nuestra sociedad, y en estos últimos años parecen incluso haberse acentuado, algunos defectos atávicos que han hecho que los principales valores que definen a Costa, como son el esfuerzo, la constancia, el estudio, la honradez, la independencia y el mérito como factores necesarios de promoción personal, sigan siendo hoy relegados con demasiada frecuencia a un segundo plano en favor de otros mucho menos dignos y decentes  -en el sentido primero y más general que esta palabra tiene-,  basados, hoy igual que ayer, en criterios económicos, amiguismos u oportunismos políticos de diversa índole, pelaje y condición.

Joaquín Costa fue un hombre íntegro que escribió sobre temas muy diversos, que amó a su país con sinceridad inusual y luchó por regenerarlo y modernizarlo en una época de atraso y de pobreza, de incultura y escasa educación, de caciquismo y corrupción política generalizada, instalada de manera permanente en el sistema. A lo largo de su vida vio frustradas muchas de sus aspiraciones y proyectos, pero nos dejó su ejemplo, su obra y su rico, variado y a veces contradictorio pensamiento, del que muchos han querido apropiarse sin poder conseguirlo, porque Costa es de todos pero no es en exclusiva de ninguna ideología, de ninguno de los diferentes “ismos”, que suelen contaminar de interés y sectarismo casi todo aquello a lo que se acercan con la intención de hacerlo suyo y usarlo en su provecho.

Tal vez porque soy profesor y enseñante, y porque sé que en cierta manera esos valores a los que acabo de referirme se forjan en la persona desde los primeros años, siempre me ha atraído especialmente el Costa joven y sus denodados esfuerzos por estudiar y aprender, superando los obstáculos casi invencibles que suponían la pobreza de su familia y la enfermedad que le aquejaba desde que era casi un niño. Costa es un ejemplo de tesón y lucha, de esfuerzo titánico para sobresalir intelectualmente en un mundo y una sociedad donde el origen social y la cuna determinaban casi siempre el futuro y la vida entera de las personas. Hoy, que los estudiantes tienen tantos medios a su alcance y disponen de todo el tiempo para dedicarse a su formación, creo que aún destaca más la fuerza de voluntad de un hombre que tuvo que realizar sus estudios con muy escasos medios y con casi todos los elementos en su contra.En este aspecto, Joaquín Costa es un ejemplo a imitar, un modelo imperecedero de pundonor, tesón, esfuerzo y afán de superación en el estudio y la cultura.

Me centraré, por tanto, en esta breve biografía, en el Costa joven, en sus primeros años en Monzón y seguidamente en Graus, en su juventud en Huesca y en su época universitaria en Madrid. Para terminar, me referiré a su frustrada experiencia amorosa con una muchacha oscense, en un episodio que pudo haber cambiado el curso de la vida de un hombre que estuvo buena parte de su existencia condenado a la soledad, la enfermedad y los apuros económicos y, en consecuencia, a arrastrar consigo un poso casi permanente de amargura y de tristeza. Condenado a sufrir demasiadas frustraciones humillantes para una persona de su valía, de su inteligencia, integridad y honradez. Pero la vida es a menudo injusta, y con el Costa vivo lo fue mucho más que con el Costa muerto, este que, ahora que ya no puede resultar a nadie incómodo, todos nos afanamos en alabar y recordar, incluso aquellos que están en las antípodas de su ejemplar comportamiento.

Joaquín Costa nació en Monzón el 14 de septiembre de 1846. Su padre, natural de Benavente de Aragón, un pequeño pueblo a pocos kilómetros de Graus, se llamaba Joaquín Costa Larrégola y era conocido con el sobrenombre de El Cid. Fue un pequeño agricultor, trabajador y honrado, gran conocedor del derecho de costumbres y de las tradiciones rurales de la comarca ribagorzana. La madre, María Martínez Gil, había nacido en el mismo Graus y era la segunda mujer del Cid, que había enviudado recientemente. Joaquín y María se casaron en Graus y se fueron a vivir a Monzón, donde el padre de Costa había heredado algunas pequeñas propiedades. Cuando el pequeño Joaquín tenía seis años, sus padres volvieron a Graus para quedarse. Al parecer, porque las cosas tampoco les iban demasiado bien en Monzón y porque doña María no se adaptaba al lugar y añoraba su pueblo natal y a su familia. El matrimonio tuvo once hijos, de los cuales seis murieron al poco de nacer y otro, Juan, lo hizo de viruela cuando sólo tenía diez años. Sobrevivieron finalmente cuatro de estos hijos: dos varones (Joaquín y Tomás) y dos mujeres (Martina y Vicenta).

Tras sus primeros años en Monzón, Joaquín Costa vivió en Graus desde los seis hasta los diecisiete años, entre 1852 y 1863. Al regresar de la capital montisonense, la familia Costa se instaló en una casa alquilada de la placeta de Coreche, en el actual nº 6 que hace esquina con la calle del Prior, que actualmente creo que se conoce como casa Fernandito. Según sus propias confesiones, este fue un periodo bastante desdichado de su existencia. La vida en Graus y su comarca era muy dura para la mayor parte de sus habitantes en aquellos años de la segunda mitad del siglo XIX. El inglés George Cheyne, el hispanista que mejor ha estudiado a Costa, hace una espléndida descripción de las características sociales y económicas del Graus decimonónico, en un capítulo de su interesante biografía “Joaquín Costa, el gran desconocido”, recientemente reeditada. Aunque como importante centro comarcal habría en la villa algunos comerciantes prósperos, buena parte de los grausinos vivía del campo, con pequeñas y poco rentables propiedades agrícolas. El principal cultivo del lugar era entonces la vid. Lo fue hasta que a principios del siglo XX y procedente de Francia llegó la devastadora plaga de la filoxera. Seguían, como cultivos secundarios, el olivo y el trigo y otros cereales.

Carlos Bravo Suárez

Artículo publicado hoy en Diario del Alto Aragón

Imágenes: Joaquín Costa Larrégola “El Cid”, padre de Joaquín Costa; Joaquín Costa en 1870 a los 24 años; casa natal de Costa en Monzón y casa de Graus en la que Costa vivió con sus padres desde los 6 hasta los 17 años

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