Hace setenta años, el 22 de febrero de 1939, murió en Collioure, un pequeño pueblo de la costa mediterránea francesa, el gran poeta español Antonio Machado.
Nacido en Sevilla en 1875, Machado es autor de dos de los mejores libros de la poesía española del siglo XX: Soledades y Campos de Castilla. Su vida y su obra se vieron marcadas, principalmente, por su educación en la Institución Libre de Enseñanza, su juventud algo bohemia, sus viajes a París, su estancia en Soria -donde conoció a su esposa Leonor de la que muy pronto enviudó-, su tardío amor por Pilar Valderrama -la Guiomar de sus poemas- y la tragedia de una guerra civil que precipitó su muerte.
Machado fue un hombre austero y digno, influenciado literariamente por el Modernismo y la Generación del 98, pero con una voz poética diferenciada y propia, que prefería la naturaleza al arte y la sencillez al boato y la apariencia. Nunca apreció el dinero, y murió, como él mismo había profetizado, ligero de equipaje.
Su vida y su obra han sido tratadas ampliamente en una bibliografía extensa, siempre abierta a nuevos estudios. En este año del setenta aniversario de su muerte, quiero recordar en este artículo cómo fueron los últimos días del poeta.
El levantamiento militar de julio del 36 cogió a casi toda la familia Machado en Madrid. Allí se había instalado Antonio tras los años vividos sucesivamente en Soria, Baeza y Segovia. Ante la gravedad de la situación en la capital, asediada por las fuerzas rebeldes, el gobierno de la República prepara la evacuación a Valencia de los intelectuales y científicos que aún permanecen en ella. El 22 de noviembre, la expedición, entre la que se encuentra la familia Machado, se dirige en autobús a la capital del Turia. En la ciudad levantina, los intelectuales son instalados en la Casa de la Cultura. Machado, cansado y deseoso de paz y tranquilidad, solicita hospedarse en otro lugar y es trasladado a Rocafort, a las afueras de Valencia. Allí lo acompañan, además de su madre, su hermano José con su mujer y sus tres hijas.
Ante el avance de los nacionales, el gobierno republicano se traslada a Barcelona a finales de octubre de 1937. A mediados de febrero del 38, Antonio y los suyos viajan a la capital catalana, donde son instalados en el hotel Majestic, en el Paseo de Gracia. Allí, el excesivo trajín se le hace al poeta insoportable. Como había ocurrido en Valencia, las autoridades republicanas le buscan un lugar más adecuado a su actividad literaria. Será la torre Castañer, una vieja y desvencijada mansión situada en el Paseo de San Gervasio.
En Barcelona, Machado siguió colaborando en la revista Hora de España, que se había trasladado a la ciudad condal, y escribió brillantes artículos en La Vanguardia, donde recuperó de manera póstuma a su alter ego Juan de Mairena. Tras la fuerte ofensiva franquista sobre Cataluña y los frecuentes bombardeos aéreos sobre su capital, Machado y los suyos se ven obligados a abandonar Barcelona. En la medianoche del 22 de enero de 1939, salen de la ciudad varios vehículos que transportan a algunas importantes personalidades del mundo de la ciencia y de la cultura. La caravana se dirige a Gerona por carretera. La entrada a la ciudad está colapsada por una multitud de vehículos y de personas que huyen hacia la frontera francesa. Ante la imposibilidad de seguir avanzando, los coches llegan a Cervià de Mar, a diez kilómetros de Gerona. Machado y los demás son instalados en Can Santamaría, masía del pequeño pueblo de Raset. En los días siguientes, llegan al lugar otros intelectuales procedentes de Barcelona, entre los que se encuentran el escritor Corpus Barga, el filólogo Tomás Navarro Tomás y el poeta catalán Carles Riba. En Can Santamaría, el grupo permaneció cuatro días. El día 26, llegó allí la noticia de la caída de Barcelona. Ese mismo día, los refugiados se trasladan al Mas Faixat, entre los pueblos de Orriols y Viladasens, donde pasaron la noche del 26 al 27 de enero. Fue la última noche de Antonio Machado en España.
Al amanecer del día 27 se dirigieron a la frontera. El tiempo empeoró de repente; hacía frío y llovía con fuerza. Los refugiados tuvieron que bajar de los vehículos, que no podían seguir avanzando, y continuar a pie hasta la aduana. La frontera estaba custodiada por guardias senegaleses que no trataban demasiado bien a los españoles. Sin embargo, Machado, al que Corpus Barga presentó al jefe de estación como un gran poeta, es dispensado junto a su madre de pasar el obligado control sanitario.
En la estación de Cèrbere, Machado y los suyos pasan la fría y lluviosa noche en el interior de un vagón vacío. Al parecer, la mañana del 28 de enero, Corpus Barga y Navarro Tomás se desplazan a Perpiñán para realizar algunas gestiones. Consiguen algo de dinero y el compromiso de que la Embajada española en París se hará cargo de los gastos de Machado y su familia. A su vuelta, toman la decisión de ir en tren hasta Coullioure. Probablemente, el estado de salud del poeta, y aún más de su anciana madre, hacía recomendable buscar un lugar donde pudieran descansar cuanto antes.
Los refugiados llegaron a Collioure la tarde del 29 de enero de 1939. Desde la estación tuvieron que andar hasta el pueblo en medio de una fuerte lluvia. Corpus Barga llevaba en brazos a doña Ana que, en su acelerada demencia, preguntaba cuándo llegarían a Sevilla. En Collioure, los Machado fueron acogidos en un pequeño hotel, cuya propietaria, Pauline Quintana, simpatizaba con los republicanos españoles. Antonio y su madre y José y su mujer se alojaron en dos habitaciones contiguas de la primera planta. De la situación de estrechez en que se hallaban da idea el hecho de que, cuando llegaron a Collioure, Antonio y José sólo tenían una camisa cada uno. Cuando lavaban la de uno, el otro debía esperar a que su hermano terminara de comer para ir al comedor.
Por su propio testimonio, sabemos que un ferroviario francés de Collioure, estudioso de la literatura española, prestó a Machado los últimos libros que posiblemente éste leyó antes de morir: El mayorazgo de Labraz y El amor, el dandismo y la intriga, de Pío Baroja, Los vagabundos, de Gorki, y una pequeña biografía de Vicente Blasco Ibáñez.
Antonio Machado, que había sido muy fumador y sufría de asma, ve debilitarse su salud con rapidez. El médico que lo visita certifica la gravedad de su estado. Machado muere la tarde del 22 de febrero de 1939. Su madre, que llevaba varios días en coma, fallece tres días después. Antonio tenía 65 años; doña Ana, 89.
Una amiga de madame Quintana cedió un nicho para que el poeta pudiera ser enterrado en Collioure. Su madre recibió sepultura en una fosa, en la zona del cementerio destinada a los pobres. En 1958 sus cuerpos fueron trasladados a las tumbas que hoy ocupan.
En el bolsillo de su viejo gabán, su hermano José encontró el último verso escrito por Antonio:”Estos días azules y este sol de la infancia”.
Carlos Bravo Suárez
Artículo publicado en Diario del Alto Aragón.
(Fotos: Última imagen tomada de Antonio Machado y tumba del poeta en Collioure)