El lobo es una novela sorprendente y distinta. Se trata de la primera narración de Joseph Smith, joven escritor británico (Londres, 1980) y profesor de Filosofía. La obra ha sido traducida a varios idiomas y está obteniendo un considerable éxito sobre todo entre los jóvenes lectores europeos. Ahora acaba de ser publicada en España.
La novela está narrada en primera persona, pero no por un narrador humano sino por el propio lobo que protagoniza el relato. Joseph Smith se aleja, sin embargo, de otros autores anglosajones que han tratado el mundo de los animales, a veces también humanizándolos, como Kipling o Jack London. Aunque no a la manera tradicional y clásica, hay bastante de fábula moral en una narración de lectura profunda, intensa y conmovedora.
El libro es un único monólogo, el largo soliloquio de un lobo hambriento en un invierno duro y difícil para la supervivencia. Si debe de ser cierto que los animales no piensan, no lo es menos que tienen sensaciones. Aquí el lobo nos describe su hambre terrible, su miedo, su dolor, su enorme sufrimiento. Pero, además, el fiero depredador de la novela nos trasmite sus pensamientos, sus desconfianzas, el placer que siente cuando domina y mata, su orgullo y su vergüenza. Y, como no hay otro parámetro posible, sus pensamientos resultan muy humanos, inquietantemente humanos. Pero la pregunta puede formularse de manera inversa: no cuánto de humano hay en el lobo sino cuánto de lobo hay en el hombre.
El relato es literariamente rico, lleno de símbolos, de imágenes potentes, de metáforas, hasta convertirse en una bella y cautivadora alegoría de la existencia. La novela tiene una arrebatadora fuerza estética, pero también una lectura moral, filosófica, existencial.
En el relato, además del hombre -odiado y temido más que nada por el narrador- aparecen otros animales que mantienen en parte su simbología clásica y tradicional: el astuto zorro y el elegante y bello cisne. Al símbolo de libertad del bosque nevado en que el lobo realiza sus cacerías, se añade en las últimas páginas del libro el de la gruta, sucia charca de aguas fétidas, tal vez trasunto de la clásica caverna de Platón.
Los animales no hablan, pero descubren todo su interior en sus miradas. Simulan, esconden, dominan y, en algún momento, hasta parecen sentir piedad, compasión y clemencia. El relato es minucioso en lo físico y más aún en lo interior y profundo, iba a escribir en lo psicológico. La narración es la historia de una agonía y también, en el sentido etimológico de esta palabra en griego, de una tremenda lucha por la vida.
El lobo es una novela corta pero intensa. Que deja huella en el lector y que probablemente perdure mucho tiempo en su memoria.
El lobo, Joseph Smith, Mondadori, Barcelona, 2009, 121 páginas
Carlos Bravo Suárez
La novela está narrada en primera persona, pero no por un narrador humano sino por el propio lobo que protagoniza el relato. Joseph Smith se aleja, sin embargo, de otros autores anglosajones que han tratado el mundo de los animales, a veces también humanizándolos, como Kipling o Jack London. Aunque no a la manera tradicional y clásica, hay bastante de fábula moral en una narración de lectura profunda, intensa y conmovedora.
El libro es un único monólogo, el largo soliloquio de un lobo hambriento en un invierno duro y difícil para la supervivencia. Si debe de ser cierto que los animales no piensan, no lo es menos que tienen sensaciones. Aquí el lobo nos describe su hambre terrible, su miedo, su dolor, su enorme sufrimiento. Pero, además, el fiero depredador de la novela nos trasmite sus pensamientos, sus desconfianzas, el placer que siente cuando domina y mata, su orgullo y su vergüenza. Y, como no hay otro parámetro posible, sus pensamientos resultan muy humanos, inquietantemente humanos. Pero la pregunta puede formularse de manera inversa: no cuánto de humano hay en el lobo sino cuánto de lobo hay en el hombre.
El relato es literariamente rico, lleno de símbolos, de imágenes potentes, de metáforas, hasta convertirse en una bella y cautivadora alegoría de la existencia. La novela tiene una arrebatadora fuerza estética, pero también una lectura moral, filosófica, existencial.
En el relato, además del hombre -odiado y temido más que nada por el narrador- aparecen otros animales que mantienen en parte su simbología clásica y tradicional: el astuto zorro y el elegante y bello cisne. Al símbolo de libertad del bosque nevado en que el lobo realiza sus cacerías, se añade en las últimas páginas del libro el de la gruta, sucia charca de aguas fétidas, tal vez trasunto de la clásica caverna de Platón.
Los animales no hablan, pero descubren todo su interior en sus miradas. Simulan, esconden, dominan y, en algún momento, hasta parecen sentir piedad, compasión y clemencia. El relato es minucioso en lo físico y más aún en lo interior y profundo, iba a escribir en lo psicológico. La narración es la historia de una agonía y también, en el sentido etimológico de esta palabra en griego, de una tremenda lucha por la vida.
El lobo es una novela corta pero intensa. Que deja huella en el lector y que probablemente perdure mucho tiempo en su memoria.
El lobo, Joseph Smith, Mondadori, Barcelona, 2009, 121 páginas
Carlos Bravo Suárez
Carlos, nos gustan mucho todos tus articulos.
ResponderEliminarUn saludo de Anxela, Mariano y nuestro hijo Aitor
Muchas gracias por vuestro amable comentario. Un saludo con toda mi amistad y afecto. También de María, Mario y Jorge.
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