Las lágrimas de la Maladeta. Marta Iturralde Navarro y Alberto Martínez Embid. Prames. Zaragoza. 2010.
Marta Iturralde y Alberto Martínez Embid son dos conocidos escritores especializados en temas de montaña, autores, cada uno por su lado, de una interesante obra que comprende un buen número de novelas, ensayos y artículos periodísticos. En Las lágrimas de la Maladeta, han sumado esfuerzos literarios y sus amplios conocimientos sobre el mundo de los Pirineos para confeccionar una estupenda novela ambientada en el valle de Benasque y en las tierras fronterizas del Luchonado francés.
La acción de Las lágrimas de la Maladeta se sitúa a caballo entre los siglos XVIII y XIX, entre los años 1784 y 1814. La ambientación histórica de la novela es magnífica y está muy bien documentada. El relato se inicia en las vísperas de la Revolución francesa y transcurre durante la corta Guerra contra la Convención y, sobre todo, en la más larga y feroz Guerra de la Independencia. Conocemos la vida a ambos lados de la frontera, los ritos y costumbres de los cazadores de sarrios, los usos y rutas del contrabando, el inicio del pirineísmo con Ramond de Carbonnières y la incidencia de la guerra en el valle de Benasque y en la villa que le da nombre, cuyo antiguo castillo fue en 1814 el último baluarte francés en la contienda.
La ambientación geográfica es, si cabe, todavía más completa. Son escasos los lugares del alto valle del Ésera y de la vertiente francesa de esa parte del Pirineo que no aparecen en el libro. Sus personajes se mueven por los hospitales (“espitals”) de Benasque (Benàs) y de Banhères (sólo brevemente aparece el de Vielha), los puertos de Gorgutes, la Glera, el Portillón o Toro, los valles de Remuñé o Literola, la Renclusa, los Booms del Portillón, el congosto de Ventamillo, etc. Al haber tenido la suerte de recorrer estos lugares en numerosas excursiones, he disfrutado enormemente con las precisas y exactas descripciones geográficas que de ellos se dan en la novela.
Otro aspecto interesante de Las lágrimas de la Maladeta son las referencias a las leyendas y creencias populares, en pleno apogeo en los años en que se sitúa el relato: las “encantadoras” que habitan en las aguas, las supersticiones, los presagios del paisaje, los amuletos, las alusiones a las brujas. Y también logrados están los personajes: los Barrau, Tres-Dedos, la Verrugona, las hermanas Castán y, principalmente, el protagonista, Pascual o Pascualet, un “chiqué” que se hace hombre en la novela y que pertenece por igual a las dos vertientes de Pirineo, tan estrechamente unidas que ni las terribles guerras ni los odios de aquel tiempo consiguieron separar del todo.
Los autores han vertido en el libro sus muchos conocimientos sobre el valle de Benasque y, a partir de ellos, han logrado construir un relato interesante, que transporta al lector a una época del pasado reciente de uno de los rincones más hermosos de nuestro Pirineo.
Carlos Bravo Suárez
Marta Iturralde y Alberto Martínez Embid son dos conocidos escritores especializados en temas de montaña, autores, cada uno por su lado, de una interesante obra que comprende un buen número de novelas, ensayos y artículos periodísticos. En Las lágrimas de la Maladeta, han sumado esfuerzos literarios y sus amplios conocimientos sobre el mundo de los Pirineos para confeccionar una estupenda novela ambientada en el valle de Benasque y en las tierras fronterizas del Luchonado francés.
La acción de Las lágrimas de la Maladeta se sitúa a caballo entre los siglos XVIII y XIX, entre los años 1784 y 1814. La ambientación histórica de la novela es magnífica y está muy bien documentada. El relato se inicia en las vísperas de la Revolución francesa y transcurre durante la corta Guerra contra la Convención y, sobre todo, en la más larga y feroz Guerra de la Independencia. Conocemos la vida a ambos lados de la frontera, los ritos y costumbres de los cazadores de sarrios, los usos y rutas del contrabando, el inicio del pirineísmo con Ramond de Carbonnières y la incidencia de la guerra en el valle de Benasque y en la villa que le da nombre, cuyo antiguo castillo fue en 1814 el último baluarte francés en la contienda.
La ambientación geográfica es, si cabe, todavía más completa. Son escasos los lugares del alto valle del Ésera y de la vertiente francesa de esa parte del Pirineo que no aparecen en el libro. Sus personajes se mueven por los hospitales (“espitals”) de Benasque (Benàs) y de Banhères (sólo brevemente aparece el de Vielha), los puertos de Gorgutes, la Glera, el Portillón o Toro, los valles de Remuñé o Literola, la Renclusa, los Booms del Portillón, el congosto de Ventamillo, etc. Al haber tenido la suerte de recorrer estos lugares en numerosas excursiones, he disfrutado enormemente con las precisas y exactas descripciones geográficas que de ellos se dan en la novela.
Otro aspecto interesante de Las lágrimas de la Maladeta son las referencias a las leyendas y creencias populares, en pleno apogeo en los años en que se sitúa el relato: las “encantadoras” que habitan en las aguas, las supersticiones, los presagios del paisaje, los amuletos, las alusiones a las brujas. Y también logrados están los personajes: los Barrau, Tres-Dedos, la Verrugona, las hermanas Castán y, principalmente, el protagonista, Pascual o Pascualet, un “chiqué” que se hace hombre en la novela y que pertenece por igual a las dos vertientes de Pirineo, tan estrechamente unidas que ni las terribles guerras ni los odios de aquel tiempo consiguieron separar del todo.
Los autores han vertido en el libro sus muchos conocimientos sobre el valle de Benasque y, a partir de ellos, han logrado construir un relato interesante, que transporta al lector a una época del pasado reciente de uno de los rincones más hermosos de nuestro Pirineo.
Carlos Bravo Suárez