Por si se va la luz. Lara Moreno.
Lumen. 2013. 325 páginas.
Lara Moreno (Sevilla, 1978) es uno de los valores en alza
de la nueva literatura española. Autora de los libros de relatos Casi todas
las tijeras (Quorum, 2004) y Cuatro veces fuego (Tropo, 2008), y de los
poemarios La herida costumbre (Puerta del mar, 2008) y Después de la apnea (Ediciones del 4 de Agosto, 2013), la escritora andaluza ha dado un salto
cualitativo en su carrera literaria al publicar su primera novela, Por si se
va la luz, con la editorial Lumen del importante grupo Random House Mondadori.
Por si se va la luz es una novela de personajes y
mundos interiores, con poca acción y escasa trama. Aunque puede tener un cierto
tono apocalíptico, no es en absoluto un relato de ciencia-ficción. No hay
referencias temporales concretas –aunque es el mundo actual–, ni tampoco
geográficas, salvo la oposición ciudad/mundo rural, como consecuencia de una
decadencia urbana, por causas no demasiado explicadas, que supone una cierta
vuelta, más o menos obligada por las circunstancias y por una enigmática
organización, a la naturaleza y a la vida sencilla del campo.
Nadia
y Martín son dos jóvenes treintañeros que abandonan la ciudad y se refugian en
una vieja casa a las afueras de una pequeña aldea alejada del mundo. Allí se
relacionan con Enrique, un hombre maduro, bebedor y solitario, que regenta un
pequeño bar; aunque en la aldea más que el comercio con dinero se practica el
canje de productos y alimentos básicos. En ese remoto lugar viven también dos
personas mayores: Damián, un viudo que sueña con el mar y cae irremediablemente
enfermo; y Elena, una vieja medio bruja que prepara tisanas y brebajes, convive
con un cerdo, cultiva un huerto y luego cría pollos y gallinas que proveen de
huevos a la pequeña comunidad. Más tarde, regresa de la ciudad Ivana, una mujer
que había dejado la aldea y trae ahora consigo a una hija adoptiva de origen
ruso llamada Zhenia. Estos son los siete personajes que llenan el libro y van
intercalando sus visiones y pensamientos a la largo de sus páginas. Cuatro de
ellos son narradores internos en primera persona; los otros tres aparecen a
través de un narrador externo omnisciente.
Además
de sobrevivir y adaptarse a las nuevas condiciones de vida que excluyen la
mayor parte de las comodidades urbanas, los personajes se ven obligados a
enfrentarse a ellos mismos, a su pasado y su futuro, a sus contradicciones, sus
miedos y sus nuevos deseos. El viaje a esa remota y alejada geografía supone,
por tanto y ante todo, un viaje interior y una vuelta, no del todo idealizada,
a los orígenes elementales de la especie: el huerto, el cerdo y las gallinas,
la caza, el trueque, la supervivencia. Pero también hay literatura y libros en
ese mundo casi primigenio; de Kapuscinski, Anne Sexton o Sylvia Plath, entre
otros. Y unas relaciones humanas complejas que, en general, y con algunas dudas
y vaivenes, se hacen amables, de mutua comprensión y ayuda entre los pocos
habitantes de la pequeña aldea.
No
es Por si se va la luz un mal debut de la escritora sevillana en la novela.
Tal vez se le notan demasiado sus querencias por el relato breve y la poesía;
pero, en cualquier caso, compone una emotiva y hermosa narración intimista, que
coincide con unos momentos de crisis que tal vez nos obligue a reconsiderar las
relaciones humanas modernas y nos empuje, con lo bueno y lo malo que eso puede
suponer, a retornar en cierto modo a formas de vida más elementales y sencillas.
Carlos
Bravo Suárez
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