domingo, 7 de febrero de 2016

EL COMENSAL


“El comensal”. Gabriela Ibarra. Caballo de Troya. 2015. 176 páginas.

“El comensal” es la primera novela de Gabriela Ibarra (Bilbao, 1983). En ella, cuenta dos muertes de familiares distantes en el tiempo: el asesinato de su abuelo por ETA en la primavera de 1977 y la muerte de su madre por un cáncer galopante en 2011. Un año después de esta segunda pérdida, Gabriela Ibarra sintió la necesidad de investigar el asesinato de su abuelo y entrelazó ambos relatos en una novela corta, seca, directa, escrita sin la más mínima afectación ni cursilería, alejada de los tratamientos más habituales sobre la pérdida de seres queridos de algunas novelas editadas en nuestro país recientemente. Estos dos sucesos luctuosos son abordados aquí con absoluta neutralidad y casi con el tono aséptico de una crónica, narrados sin sentimentalismos superfluos ni subjetivismos morales que contaminen el relato desnudo y frío de los hechos.

Como escribe la propia autora en la nota previa, la novela es una reconstrucción libre de la historia de su familia. De la muerte de su madre y del rápido proceso destructivo de la enfermedad que la mató, fue ella testigo directo en primera línea; del asesinato de su abuelo, ocurrido antes de su nacimiento y silenciado ante ella por su familia durante su infancia, fue buscando información en internet y las hemerotecas. Pero no todo es autobiografía y documentación en “El comensal”, porque, así nos lo dice la escritora, “a menudo, imaginar ha sido la única opción que he tenido para intentar comprender”.

El primer episodio narrado en el libro es el secuestro en su propia casa, tortura y posterior asesinato de Javier de Ibarra por un comando de ETA en 1977. Ibarra fue un importante empresario y político vasco durante el franquismo, presidente del periódico El Correo Español–El Pueblo Vasco, presidente de la Diputación de Vizcaya entre 1947 y 1950, alcalde de Bilbao entre 1963 y 1969, miembro de la Real Academia de la Historia y autor de varios libros de temática vasca. La familia Ibarra pertenecía al núcleo principal de la burguesía del País Vaso que vivía en Neguri y era, como se dice en el libro, una de las diez o doce familias que coparon el poder político en Vizcaya hasta finales de los años setenta. La nieta narra la muerte de su abuelo con objetividad y distancia, sin opiniones personales ni digresiones morales de ningún tipo. Es tras la muerte de su madre cuando descubre la condición humana de los asesinos de su abuelo, cuyo asesinato siempre había considerado casi como una historial irreal o de ficción, y se asusta cuando pone cara a quienes lo mataron, descubre dónde viven y cómo cualquier persona en determinadas circunstancias puede llegar a considerar normal, e incluso un deber político, la destrucción del otro sin remordimientos.

El relato de la pérdida de la madre es la crónica del avance inexorable de la enfermedad hasta el desenlace final, que se precipita todavía antes de lo esperado y modifica la percepción de la muerte de la hija. “Antes de la muerte de mi madre yo vivía como si lo normal fuera morirse de viejo. […] Ahora creo que lo más corriente es morirse antes de tiempo, como mi abuelo Javier, o como mi madre. […] La muerte antes de tiempo es siempre violenta, irse joven lo es. Igual que partir de un disparo es siempre antes de tiempo. No importa la edad”.

Hay referencias a Robert Walser y a su libro “El paseo” y una cita del escritor suizo cierra “El comensal”: “Sería hermoso tener en el bosque una tumba pequeña y tranquila. Quizá oyera el canto de los pájaros y el susurrar del bosque sobre mí. Lo desearía”. Gabriela Ibarra ha escrito un bello libro sobre la muerte, para mirarla a la cara, saber que no es puede ser esquivada e intentar quitarle, en la medida de lo posible, dramatismo e importancia.


Carlos Bravo Suárez

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