domingo, 4 de septiembre de 2016

UN VERANO CHINO



Un verano chino”. Javier Reverte. Plaza & Janés. 2015. 256 páginas.

Javier Reverte (Madrid, 1944) es posiblemente el mejor escritor español actual de literatura de viajes. Son magníficos los relatos de sus recorridos por Centroamérica, África, Grecia, el Amazonas, Alaska, Irlanda o Roma, algunos de los cuales han sido reseñados en esta sección. Su libro más reciente es “Un verano chino” que, con el subtítulo de “Viaje a un país sin pasado”, ha sido publicado como es habitual por Plaza & Janés .

Javier Reverte, que ya había estado en China en dos breves visitas anteriores, en 1978 y 1987, realizó en 2012 un largo viaje de dos de meses que ha recogido ahora en forma de libro. Acompañan al escritor madrileño su amigo catalán Pere Boix y la simpática guía local Xiao, una joven a quien desagrada su país de origen (“Mi país es feo de cojones”) y que dice sentir más atracción sexual por las mujeres que por los hombres, aunque a lo largo del libro se comprobará que eso no parece del todo cierto. El viaje se inicia en Pekín y termina en Shangai, y tiene como objeto principal seguir el curso del río Yangtsé, el cuarto más largo de la Tierra, tras el Amazonas, el Nilo y el Missouri-Mississipi. Como ya vimos antes con el Congo, el Amazonas o el Yukon, Reverte muestra de nuevo su interés particular, casi fijación, por los grandes ríos y, en especial, por sus desembocaduras. “Hay pocos lugares en donde pueda sentirse con tal intensidad la hermosura del mundo y la vehemencia del existir como en el violento encuentro de un gran río con un inmenso océano”.

Si Pekín era en 1978 una urbe pobre, de humildes casas bajas en que la gente se desplazaba andando, en carromatos o en vetustos autobuses de fabricación rusa y en 1987 estaba invadida por millones de bicicletas; en 2012, la capital china es una gran urbe que ronda los veinte millones de habitantes, con enormes rascacielos, puentes, grandes avenidas y abundancia de coches de reciente matriculación, en su mayoría japoneses, y modernos y potentes autobuses. El viajero constata que ahora en el tráfico de las grandes ciudades chinas reina el caos y la ley del más fuerte, con la prioridad de los vehículos más grandes sobre los pequeños. Así, cruzar la calle se convierte en una peligrosa aventura porque la preferencia nunca es del peatón y los policías de tráfico suelen ser meras figuras decorativas. “En China la única policía que se toma en serio su trabajo es la política”.

Burlando los controles policiales, Reverte y sus compañeros penetraron en el Tíbet, casi siempre cerrado al tránsito de los turistas, para acercarse al nacimiento del Yangtsé, casi el único lugar en que el río se libra de la contaminación, una constante creciente en el país, tanto en las aguas de los ríos como en los cielos de las grandes ciudades. Siguiendo el curso del Yangtsé, cuya traducción literal al español sería “río largo”, los viajeros visitan las impresionantes gargantas del Salto del Tigre, con los rápidos más peligrosos del planeta. Después, el río se domestica y su ribera se llena de monstruosas e infernales megalópolis (“Hay ciudades en las que no ves el sol ni cuando sale”) hasta su hermosa desembocadura en el Pacífico.

Tras la lectura del libro, queda claro que la China actual no atrae para nada a Javier Reverte. La sociedad china, salvo alguna cultura minoritaria de aquel inmenso país, parece haberse entregado con desmedida y ciega sumisión al progreso y al desarrollo incontrolados, sin que parezca importarle demasiado el coste que eso pueda tener en el futuro. Eso sí, en China hay ya muchísimos millonarios a quienes gusta exhibir el lujo y tener amantes como corresponde al nuevo estatus. En Pekín y Shangai hay más ferraris que en cualquier capital occidental y no eres nadie si no tienes un iPhone de última generación. Pese a ello, Reverte constata que los chinos carecen de educación, se cuelan por la cara siempre que pueden y siguen escupiendo con descaro y alevosía a cualquier hora por las calles.

Como es habitual, Javier Reverte ilustra su viaje con didácticos pasajes referidos a diversos episodios de la historia reciente del país: la revuelta de los bóxers, la guerra civil entre Mao Tsé Tung y Chiang Kai-shek, la guerra chino-japonesa y las horribles matanzas cometidas por los nipones o la vida de Mao y los años del maoísmo. También siguiendo su costumbre, hay en “Un verano chino” algunas referencias literarias, destacando las del libro que en los años veinte del pasado siglo escribió sobre su estancia en China el escritor estadounidense Somerset Maugham.

En resumen, otro interesante y ameno libro de viaje de Javier Reverte. Aunque esta vez el país visitado, salvo la singular y “menos china” ciudad de Shangai, no ha logrado seducir al escritor y viajero.

Carlos Bravo Suárez


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