sábado, 27 de noviembre de 2021

INÉS PLANA SIGUE DANDO VIDA A SUS PERSONAJES


Tras el éxito de “Morir no es lo que más duele” (2018) y “Antes mueren los que no aman” (2019), Inés Plana (Barbastro, 1959) acaba de publicar su tercera novela, “Lo que no cuentan los muertos”, también editada por el grupo Planeta, en la que la escritora barbastrense, afincada en Madrid, vuelve a construir un sólido relato de misterio e investigación, con unas muy bien administradas dosis de tensión e intriga que mantienen la atención y el interés del lector a lo largo de sus más de quinientas páginas.

Aunque puede leerse de manera independiente respecto a los dos libros anteriores, en “Lo que no cuentan los muertos” volvemos a encontrar como protagonista al teniente Julián Tresser, ahora ya ascendido a capitán. Al frente del grupo de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO), durante el verano de 2012, va a investigar la desaparición de Rita Marí, que en abril del año anterior había sobrevivido a un accidente de aviación en Tailandia, en el que murieron las tres amigas que la acompañaban en un viaje para realizar un retiro budista en aquel país oriental. Ella y el joven militar Eduardo Molaro, con quien desde entonces mantiene una estrecha amistad, fueron los dos únicos supervivientes españoles de aquella tragedia. Rita está casada con Heliodoro Escoza, un rico empresario, propietario de una cadena de lavanderías, y es madre de dos hijos, uno de ellos sacerdote, que rondan los treinta años. Tras el accidente, se había alejado de la familia y vivía sola en su mansión de Alassar, un pequeño municipio costero muy próximo a Valencia de donde ha desaparecido misteriosamente.

Julián Tresser y su equipo se trasladan a Valencia para investigar el caso. Al flamante capitán le acompañan el cabo Guillermo Coira –a punto de promocionarse a sargento– y la guardia Lucía Brancho, que estaba preparando el ascenso a cabo. A ambos los conocemos ya de los libros anteriores. Además de otros guardias, se añade al equipo Amanda Rocha, también capitán de la Guardia Civil, psicóloga y criminóloga especialista en elaborar perfiles criminales, que va a formar un buen tándem con Tresser, con quien coincide en edad, 47 años. Inés Plana profundiza en el análisis de los personajes –los buenos y los malos– y nos muestra la evolución vital de aquellos a quienes ya conocemos de sus obras anteriores. Así reencontramos a Luba, a quien el capitán sacó de la prostitución infantil y adoptó como hija, y a su amiga Fanny, con fuertes conflictos emocionales internos. También reaparece Adelaida, con quien mantuvo una relación sentimental y con la que Tresser se va a reencontrar tras una experiencia traumática entre ambos.

Pero, siendo esencialmente, y posiblemente más que las dos anteriores, una novela negra y policiaca, cuyo núcleo argumental es la investigación de un secuestro, hay en la narración muchos otros temas que amplían la cosmovisión del libro y lo enriquecen literaria y temáticamente. Aparece la crisis económica que sufrió España en 2012 con la pérdida de millones de puestos de trabajo, la corrupción ligada a la construcción tan presente en todo el país y especialmente en la comunidad valenciana, la España vaciada y los numerosos pueblos deshabitados en uno de los cuales se enmarca un momento crucial de la trama, las consecuencias de la prostitución infantil, el tema tabú del suicidio, la dificultad de superar la muerte de un hijo, el sentimiento de culpa, el narcisismo maligno que deshumaniza y cosifica para ejercer la maldad y la crueldad…

Además, hay en la novela elementos frecuentes en los relatos de misterio y de aventuras más clásicos: pasadizos y recovecos subterráneos, necrópolis y tumbas escondidas, huesos de muertos –algunos hasta en el cocido–, lucha por la supervivencia ante la rápida crecida de los ríos como consecuencia de las fuertes tormentas veraniegas en la costa levantina… 

La novela transcurre casi íntegramente en la comunidad valenciana, descrita con rigor y documentación en su aspecto geográfico y social. Como en las novelas anteriores, también en esta hay un guiño a nuestra provincia y algunos momentos del relato transcurren en Alquézar, pueblo muy bien descrito en su pasado histórico y en su trazado medieval con la colegiata y antigua fortaleza musulmana. También aparecen momentáneamente la ciudad de Barbastro, con el Coso, sus árboles y sus veladores, y sus bodegas, y la comarca del Somontano, sus pequeños pueblos y su riqueza en vino, aceite y quesos.

Inés Plana escribe en una prosa ágil y eficaz, insufla vida y realismo a sus personajes, los hace crecer y evolucionar con el paso del tiempo, crea y diversifica tramas entretenidas con suspense e interés crecientes, presenta problemas actuales de nuestra sociedad. Además, muestra nuestra tierra en sus novelas y es una magnífica embajadora de nuestra provincia. No se le puede pedir mucho más. Solamente queda esperar que nos siga deleitando con nuevos libros durante mucho tiempo.

“Lo que no cuentan los muertos”. Inés Plana. Espasa. 2021. 512 páginas

jueves, 25 de noviembre de 2021

POR LA ERMITA DE SAN PEDRO MÁRTIR DE SAHÚN


Como el pronóstico meteorológico era algo incierto, el Centro Excursionista Ribagorza organizó el pasado domingo una excursión matinal a la ermita de San Pedro Mártir de Sahún, con comida posterior en un restaurante de Benasque.

En la actividad, participamos 17 miembros del CER que, en su mayor parte, salimos de Graus a las siete de la mañana para dirigirnos por carretera hasta Sahún. Al estar cortada por obras la carretera que va de Campo a Seira, tuvimos que dar un amplio rodeo por el valle del Isábena, Espés y el Coll de Fadas. Una vez concentrados todos en Sahún, iniciamos nuestra caminata subiendo por un sendero recientemente señalizado que se toma junto al monumento al fallero. Dejamos a la derecha el camino que va a Guayente y Eriste y tomamos un estrecho sendero que remonta, con bastante subida, por la margen izquierda del barranco Cambra, del que contemplamos algunas bellas cascadas y saltos de agua.

El sendero asciende por un precioso bosque mixto con presencia de abedules, bojes, robles, avellanos, acebos y gayuba o uva de oso, entre otras especies. A medida que subíamos y la vegetación lo permitía, contemplamos preciosas vistas del Turbón y Baciero, el Aneto y el glaciar de Coronas, el Gallinero, la sierra de Chía y, abajo, el valle del Ésera, con Sahún, el embalse de Linsoles y la casa y el bosque de Conques entre otros lugares. Dejamos a la derecha el desvío que lleva a Pusorriba y, tras un leve descenso, cruzamos el barranco Cambra por una palanca de madera. Ascendimos a un claro de bosque llamado el Cuello y llegamos a un cruce de caminos que indicaba que habíamos ascendido 2,5 km desde Sahún y que había otro tanto hasta esa población por el camino por el que íbamos a bajar. Desde ese cruce, el sendero conduce, en pronunciada aunque corta subida, hasta la ermita de San Pedro Mártir.

Situada a algo más de 1600 m. de altitud, la ermita de San Pedro Mártir es una sencilla construcción popular que data de 1731. Se halla ubicada en un amplio espacio abierto con el pico Cambra de fondo. A este santo, San Pedro de Verona, que también tiene una ermita en Graus, hay dedicadas otras dos ermitas en el valle de Benasque; una en Cerler y otra en Villanova. En unas mesas de madera próximas a la ermita desayunamos, repusimos fuerzas y nos hicimos la foto de grupo.

Iniciamos el descenso por el mismo camino hasta llegar al citado cruce y, desde allí, continuamos bajando hasta conectar con el PR-HU51 que desciende desde los ibones de Barbarisa y la cascada dels Prats. Este camino es conocido como el camino de la Montaña por las gentes del lugar. Después de visitar junto al sendero los restos de un horno de cal y las ruinas de la ermita románica de San Martín, llegamos de nuevo a Sahún. Tras atravesar la localidad, la mayor parte del grupo continuamos hasta Guayente y Eriste, pueblo en el que dimos por concluida la excursión. Habíamos caminado nueve kilómetros con 690 m. de desnivel positivo y 726 de negativo, en cuatro horas y media con paradas. 

https://www.diariodelaltoaragon.es/noticias/deportes/2021/11/25/en-la-ermita-de-san-pedro-martir-1536188-daa.html  

miércoles, 17 de noviembre de 2021

ASCENSIÓN AL COLL DE VENT Y AL MALLO BROCOLÓ EN LA SIERRA DE SIS


El grupo grausino Tardes al Sol realizó la semana pasada una excursión circular, en este caso matinal, por la Sierra de Sis, con inicio y final en Riguala, uno de los núcleos de Serraduy, en el municipio de Isábena. El recorrido incluyó la ascensión al Coll de Vent y al Brocoló y el Tozal de los Moros, las cimas más emblemáticas de las estribaciones meridionales de la Sierra de Sis.

Los catorce participantes salimos de Graus a las 8 horas para dirigirnos por carretera hasta Serraduy, a 30 km de la capital ribagorzana. Desde el núcleo llamado El Pont o El Puente de Serraduy, tomamos, a la derecha, una estrecha carretera local que lleva a los otros tres núcleos de la localidad: El Barri, La Vileta y Riguala. Riguala es el último y más elevado de todos ellos. Situado a 947 m. de altitud, constaba de varias casas, de las cuales solo una permanece habitada: la Casa Espuña, junto a la cual aparcamos los vehículos y comenzamos a andar.

En Riguala, tomamos el PR-HU46 que asciende por pista de tierra hasta el Coll de Vent, al que llegamos en aproximadamente una hora y donde enlazamos con el GR-18, que viene desde la localidad de Cajigar y es cabañera real para el ganado. En Coll de Vent, a 1260 m. de altitud, hicimos una pequeña parada junto a un refugio de pastores y un cercado para el ganado. Como el lugar hizo honor a su nombre y soplaba allí un viento bastante fresco, continuamos por el GR-18 hacia lo alto de la sierra de Sis y, protegidos por impresionantes paredes de piedra y bajo la mirada atenta de algunos buitres, hicimos un receso para el desayuno.

Tras reponer fuerzas, seguimos bajo los farallones rojizos de la sierra y, girando a la izquierda, fuimos ascendiendo por un camino algo pedregoso pero bien marcado. Después de pasar el tramo conocido como “las escaleras” y alcanzar un pequeño collado, abandonamos el GR y subimos a nuestra izquierda por un sendero empinado (El Grau), que nos llevó al punto culminante de nuestra excursión: las cimas del Mallo Brocoló y del Tozal de los Moros, el punto más alto de las cuales alcanza los 1616 m. Bordeamos toda la cornisa de la sierra, sobre los enormes precipicios que se abren al sur y disfrutamos de unas preciosas y amplísimas panorámicas. Por un lado, los extensos bosques y diversas aldeas de Cornudella, en el municipio de Arén; por el otro, Turbón, Cotiella o Peña Montañesa y, a nuestros pies y a vista de pájaro, todo el término de Serraduy con sus cuatro núcleos y la ermita de la Virgen de la Feixa. Casi extasiados ante tanta belleza, retornamos al collado donde habíamos abandonado el GR-18.

Para descender a Riguala, dejamos de nuevo el GR y tomamos un sendero a la izquierda por una bajada bastante pronunciada y solo marcada por algunos hitos, que nos llevó desde Carraduno al barranco de Puyal, donde conectamos de nuevo con el PR-HU46 que nos devolvió al lugar donde estaban los coches. Habíamos recorrido algo más de 12 km, con 872 m. de desnivel acumulado, en algo más de seis horas incluyendo las paradas.

domingo, 14 de noviembre de 2021

LOS EXTRAÑOS


Jon Bilbao (Ribadesella, 1972), ingeniero de minas, novelista, autor de relatos y de biografías para jóvenes y traductor, es uno de los escritores más destacados del panorama literario español actual. No hace mucho que comentamos aquí su anterior novela “Basilisco” (Impedimenta, 2020), una larga narración que combinaba dos relatos paralelos, uno ambientado en el presente y que tenía al propio autor como protagonista y otro cuyo personaje principal era John Dunbar, un tipo duro del viejo oeste norteamericano al que, por su fuerza física y su mal humor, llaman Basilisco. Una obra híbrida y mestiza, que puede leerse como novela, pero también como libro de relatos.

Y es que Jon Bilbao destaca sobre todo como autor de relatos, género en el que ha publicado “Como una historia de terror” (Salto de Página, 2008), “Bajo el influjo del cometa” (Salto de Página, 2010), “Estrómboli” (Editorial Impedimenta, 2016) o “El silencio y los crujidos” (Editorial Impedimenta, 2018). Ahora, de nuevo en Impedimenta, acaba de publicar “Los extraños”, una novela corta, o “nouvelle”, que vuelve a demostrar que el escritor vasco-asturiano se mueve como pez en el agua en las distancias cortas.

“Los extraños” transcurre íntegramente en la localidad asturiana de Ribadesella, lugar de nacimiento del autor y descrito, con conocimiento de primera mano, con pelos y señales en la novela. Los dos principales personajes del relato, que aparecen en él de principio a fin, son Jon y Katharina, que ya encontramos en “Basilisco” y en otros libros de Jon Bilbao. Ella traduce del alemán y él escribe sobre temas de encargo. Ambos pasan juntos el invierno en la casa familiar de él en Ribadesella y atraviesan un momento rutinario y de aburrimiento en sus relaciones. Ni siquiera el embarazo involuntario de ella los saca del sopor y el aburrimiento. Sin embargo, dos hechos van a alterar la monotonía del lugar y de sus vidas. Por un lado, la aparición de unas luces extrañas en el cielo en una noche, un fenómeno extraño que es interpretado como la presencia de ovnis y que atrae a numerosos ufólogos, periodistas y curiosos al lugar. Por otro, a la mañana siguiente se presenta por sorpresa en la casa un primo lejano de Jon, llamado Markel. Le acompaña Virginia, una joven atractiva, silenciosa y extraña, de la que Markel dice que es su asistente. Poco a poco los recién llegados van apoderándose de una parte de la casa  y generando dudas en Jon y Katharina sobre su verdadera identidad.

Como muy bien explica Ascensión Rivas en El Cultural: “Con ‘Los extraños’, Bilbao publica una novela en la que mezcla la realidad y la fantasía, a lo que añade ciertas dosis de misterio porque el texto abunda en circunstancias que carecen de explicación lógica y porque muchas preguntas sobre el perfil de los personajes y su comportamiento quedan sin respuesta. En este sentido, la obra está construida con historias abiertas, plagada de cabos sueltos y de situaciones inconcretas, tal vez para reflejar lo que sucede en la vida. Es la manera que tiene el escritor asturiano de reflexionar sobre la incomunicación en la pareja, la curiosidad por la vida ajena, la dificultad de tomar decisiones en la vida adulta, la infancia perdida y en parte recobrada, los lazos familiares, lo enigmático y lo inexplicable”.

La novela está escrita en tercera persona, con un narrador externo y con un enfoque objetivo y neutral, dando el mismo tratamiento a los sucesos aparentemente más reales que a aquellos que son más extraordinarios o fantásticos. En este segundo plano, el libro puede contener algunas dosis del género de la ciencia-ficción. El escritor usa su habitual prosa de frases cortas e incisivas y en el relato tiene tanta importancia lo que se cuenta como lo que se calla o solo se sugiere o se intuye. Y el relato se deja abierto a la interpretación y la imaginación del lector, que debe rellenar por sí mismo los voluntarios silencios y huecos del narrador. Entre otras posibles influencias literarias de la novela, es inevitable destacar algunos parecidos de algunos momentos de la narración con el famoso cuento “Casa tomada” del escritor argentino Julio Cortázar.

Después de una novela más larga como “Basilisco”, el propio Jon Bilbao ha comentado que le apetecía escribir “algo más pequeño, una especie de pieza de cámara”. Le ha quedado un sugerente texto de menos de 150 páginas, a caballo entre el relato largo y la novela corta. Lo que ahora, usando el término francés, mucho llaman “nouvelle”. Veremos qué formato elige el autor para su próxima narración, que sus lectores estaremos esperando.

“Los extraños”. Jon Bilbao. Impedimenta. 2021. 144 páginas.

jueves, 11 de noviembre de 2021

ASCENSIÓN AL PEIRO Y A GRATAL CON VIENTO EN LAS CIMAS

Grupo completo en el collado del Peiro
Grupo en la cima de Gratal

El pasado domingo, veintiséis miembros del Centro Excursionista Ribagorza realizamos una excursión circular por la comarca de la Hoya de Huesca en la que ascendimos a los picos Peiro y Gratal, dos montañas emblemáticas de esta zona prepirenaica meridional muy próxima a la capital oscense.

Los excursionistas salimos de Graus a las siete de la mañana y nos dirigirnos por carretera hasta Arguis, desde donde continuamos un par de kilómetros por la carretera de Bentué de Rasal para desviarnos a la izquierda por una pista de tierra, que nos condujo enseguida a un aparcamiento donde dejamos los vehículos e iniciamos nuestra excursión a pie.

Enseguida tomamos un sendero a nuestra derecha que arranca con una fuerte subida entre hayas, tejos y bojes y se suaviza un poco al adentrarse en el precioso hayedo del Peiro, el más meridional de nuestra provincia. Seguimos subiendo hasta un collado y, desde allí, acometimos las últimas rampas hasta la cima del Peiro, a la que llegamos sobre las diez de la mañana tras pasar por una cresta corta pero bastante aérea.

El término Peiro es pronunciado como palabra llana por los habitantes de la zona. Por ese motivo, creo que es más correcto escribir la palabra sin tilde, aunque últimamente es más frecuente verla acentuada, incluso en mapas y paneles. El Peiro, palabra que significa pétreo o de piedra, es una bella montaña de 1579 m. de altitud, que ofrece muy amplias vistas desde su cima. Además de los pueblos de Bentué de Rasal y Rasal, contemplamos buena parte de la cornisa pirenaica oscense, ya con bastante nieve. El viento frío no nos permitió permanecer mucho rato en esta espléndida atalaya. Así que descendimos de nuevo al collado, donde nos reagrupamos y nos hicimos la foto del grupo completo.

Desde allí, por una cornisa rocosa no muy bien señalizada, y entre erizones y bojes, fuimos hasta el collado de Sarramiana, cuyo desvío habíamos dejado antes a nuestra izquierda. Continuamos luego por pista hasta enlazar con la ruta tradicional que lleva a Gratal. Por un camino que transita junto al gaseoducto, descendimos hasta la fuente de Fenés y un amplio llano que atravesamos para iniciar la ascensión final al pico Gratal, cuya pétrea silueta teníamos frente a nosotros. La subida es bastante empinada y el viento soplaba con fuerza a medida que ascendíamos. Por suerte, en la cima, situada a 1567 m. de altitud, amainó algo y pudimos disfrutar de las magníficas vistas que ofrece.

Iniciamos la vuelta por el mismo camino de ida, pero luego nos desviamos por el barranco de Foz de Gabarda para salir al gaseoducto y a la pista que rodea el pantano de Arguis que nos condujo al aparcamiento donde habíamos comenzado la excursión. Fueron 16,5 km de recorrido, con 941 m. de desnivel acumulado. El punto más alto fueron los 1579 m. de la cima del Peiro y el más bajo 1088 m. Invertimos unas siete horas con las paradas. 

https://www.diariodelaltoaragon.es/noticias/deportes/2021/11/11/ascension-al-peiro-y-a-gratal-con-viento-en-las-cimas-1532917-daa.html



jueves, 4 de noviembre de 2021

POR LAS LAGUNAS DE ESTAÑA Y CASERRAS DEL CASTILLO


El grupo excursionista grausino Tardes al Sol realizó hace unos días una agradable excursión por las lagunas de Estaña y la localidad de Caserras del Castillo, en los municipios de Benabarre y Estopiñán, en la parte oriental de la comarca de Ribagorza. En la actividad participamos dieciocho personas, aunque dos de ellas no completaron todo el recorrido.

Los participantes salimos de Graus con nuestros vehículos a las tres de la tarde para dirigirnos por carretera hasta Estaña, que cuenta actualmente con siete habitantes según el último censo. Sin subir al pueblo, comenzamos nuestra excursión andando junto a las llamadas lagunas de Estaña, dos sorprendentes lagos de tipo endorreico, el mayor de los cuales tiene algo más de 16 hectáreas de extensión. Estas son las lagunas de tipo kárstico más importantes de la comunidad aragonesa.

Tras contemplarlas y pasar junto a ellas, tomamos la pista de tierra que lleva a Caserras del Castillo pero, al llegar a un cruce con un panel informativo sobre el citado pueblo, nos desviamos por una pista secundaria a nuestra izquierda. Desde el camino, tuvimos magníficas vistas de Benabarre y de las pequeñas poblaciones de Caladrones, Ciscar y Antenza. Al final de la pista, y solitaria en un campo de labor, se halla la ermita románica de Santa Sofía. Una enigmática construcción religiosa del siglo XIII cuya advocación, más propia de tierras orientales, ha hecho pensar que pudiera haber sido construida por algún caballero cruzado al volver de Tierra Santa.

Después de ver la ermita y hacernos una foto de grupo, tomamos un sendero no muy bien señalizado que nos llevó, en unos minutos, a las llamadas Balsas de Reboll. Se trata de dos lagares, excavados en la roca y comunicados entre sí, que al parecer servían para depositar el vino. Allí, el sendero inicia una pronunciada, aunque corta, subida que, tras pasar por un tramo de paredes de piedra seca, desemboca en una pista, el PR-HU202, que viene de Ciscar y Antenza y que enseguida nos lleva a Caserras del Castillo.

Aunque hay una casa arreglada y dos hermanos acuden al lugar todos los días, Caserras está despoblado desde la década de los años sesenta. Sin embargo, en los años cincuenta, el lugar llegó a tener más de un millar de habitantes. Muchos de ellos eran trabajadores en las obras del cercano pantano de Canelles. Al terminar las obras, los trabajadores se marcharon y la gente del pueblo se sumó a la emigración. En poco tiempo, el pueblo sufrió un rápido deterioro y hoy su arruinado caserío sirve para hacer prácticas de rescate a bomberos y miembros de protección civil. De Caserras eran los gaiteros que amenizaban antiguamente las fiestas de Graus y a quienes aún se va a esperar simbólicamente en el Puente de Abajo cada 12 de setiembre.

Tras merendar junto a la fuente y el lavadero del pueblo, continuamos por la pista que lleva de nuevo a las lagunas de Estaña, donde cerramos el círculo y terminamos la excursión. Fueron diez kilómetros de recorrido con 200 m. de desnivel y tres horas de duración con paradas.

(Artículo publicado hoy en Diario del Alto Aragón)