domingo, 21 de agosto de 2022

LAS GOLONDRINAS DEL PIRINEO

“La frontera lleva su nombre” ha sido una de las sorpresas literarias de este verano. Una hermosa y entrañable novela que relata la vida de cuatro generaciones de mujeres vinculadas al PirineoCon la azarosa historia de fondo de un siglo largo de relación fronteriza entre dos países –el español y el francés– que incluye emigraciones económicas y exilios políticos, dos guerras mundiales y una civil y unas traumáticas postguerras, que dejaron una huella indeleble entre quienes sufrieron los peligros y vicisitudes de aquellos tiempos convulsos.

La autora del libro es Elena Moreno Scheredre, nacida en Bilbao en 1953, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y colaboradora en varios medios de comunicación, principalmente en El Correo, donde  firma una columna semanal todos los viernes. Ha publicado “El salón de la embajada italiana” (2010), “Dondequiera que estés” (2013) y “Devuélveme la luna” (2018). “La frontera lleva su nombre”, publicada por Grijalbo el pasado mes de mayo, es su última novela.

Las cuatro mujeres protagonistas del libro se llaman Esperanza. Constituyen una saga familiar que tiene sus orígenes en Burgui, un pequeño pueblo navarro del valle del Roncal, a orillas del río Esca. La última de ellas, Esperanza Ayerra, cuenta en primera persona, arrancando desde el día de su boda en 2018, parte de su vida presente y las investigaciones que le han llevado a reconstruir la biografías de su bisabuela, su abuela y su madre, cuyas historias se van narrando en el libro en tercera persona, en capítulos cortos que suelen ir encabezados por el nombre de la protagonista correspondiente y las fechas y  lugares en que transcurre el capítulo. La novela se desarrolla sobre todo en poblaciones pirenaicas de ambos lados de la frontera hispano-francesa, con algunos episodios en París y con la presencia de Barcelona y Roma en la narración presente de Esperanza Ayerra.

La primera mujer de la saga es Esperanza Escaín, nacida en 1898, que, al inicio del libro, en octubre de 1913, con 15 años, cruza andando la frontera con Francia desde Burgui para ir a trabajar como alpargatera a la localidad gala de Mauléon. Así se cuenta en la novela: “Las niñas de los pueblos del valle del Roncal partían a Francia a los doce, trece o catorce años. Desde pequeñas echaban una mano en el campo, cuidaban de sus hermanos, aprendían a ser las mujeres que serían cuando su cuerpo alcanzara la madurez suficiente para casarse y tener hijos. En Francia, ese país al otro lado de las montañas, no se les permitía trabajar a esa edad, pero encontraban la manera de hacerlo. Decían que habían crecido poco, que habían perdido los papeles, que se apañaban con cualquier rincón. Los patronos necesitaban manos pequeñas, ágiles y baratas para coser las alpargatas. Algunas iban en familia; primas, hermanas o incluso con el padre al frente”. “Los más viejos decían que aquello se repetía desde 1895”. “Las alpargatas eran el producto más vendido en toda Europa. Los mineros del norte y del este no usaban otro calzado, y Mauléon, una ciudad situada en los Pirineos atlánticos, en la región de la Soule, País Vasco francés, crecía incesante debido a la industria alpargatera”. A estas niñas y mujeres, que pasaban la frontera desde el valle navarro del Roncal y los aragoneses de Hecho y Ansó, los franceses las llamaban “hirondelles”, es decir, golondrinas, porque, como estas aves, emigraban en octubre y volvían a sus pueblos en primavera.

Me he detenido más en la condición de “golondrinas” de la primera Esperanza y otros personajes femeninos del relato porque es, en buena medida, una aportación histórica del libro, pues son casi inexistentes los estudios documentados sobre este poco conocido fenómeno migratorio hispano-francés de las primeras décadas del siglo XX. Pero en la novela hay muchísimo más y todo muy bien contado. A la joven Esperanza le sorprende en Francia la Primera Guerra Mundial y a su hija, también Esperanza pero conocida como Perla, la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. Las historias de ambas son extraordinarias y entrañables, con ingredientes novelescos muy variados y perfectamente desarrollados a lo largo de la narración, que mantiene siempre la intriga y combina con equilibrio episodios sociológicos, bélicos, amistosos, amorosos y sentimentales. Porque, además de las cuatro Esperanzas –la tercera con un papel más discreto–, en la novela aparece un buen número de personajes destacados: Leonora, la patrona de Monléon  que trata  a la primera Esperanza como a una hija; Pilar, la amiga aragonesa que le enseña a leer y escribir y emigra luego a Argentina; el soldado francés Théodore Elissabide, que será el gran amor de su vida; Louis Bernier, que sobrevive a la guerra como mutilado; Adrien Thibault, pediatra del hospital de Pau, elegante, educado y solidario; el joven Tomás Vallejo, que vive una apasionada relación con Perla…

No puedo extenderme más aquí sobre esta magnífica novela cuya lectura recomiendo vivamente. Una narración larga y sólida, que en ningún momento se hace pesada y que gustará a todo tipo de lectores.

“La frontera lleva su nombre”. Elena Moreno Scheredre. Editorial Grijalbo. 2022. 512 páginas.

           

domingo, 7 de agosto de 2022

LOS INICIOS DEL COUNTRY NOIR


Daniel Woodrell (Springfield, Misuri, 1953) pasa por ser el creador del término “country noir” para referirse a novelas policiacas o de intriga ambientadas en el mundo rural estadounidense. Utilizó la expresión respecto a “Give Us a Kiss”, publicada en Estados Unidos en 1996. Aunque, posteriormente, el novelista de Springfield ha preferido utilizar la denominación "realismo social" o "ficción criminal" para definir su narrativa, el término “country noir” se consolidó tras la aparición de su novela “Los huesos del invierno” en 2006, su obra más destacada, llevada al cine en 2010 por Debra Granik y ganadora del primer premio del Festival de Sundance. Esta novela de culto entre los amantes del género fue publicada en España en 2013 por Alba Editorial, que también editó en nuestro país “La muerte del pequeño Shug” al año siguiente. Ambas fueron reseñadas en su momento en esta sección.

Ahora, la meritoria Sajalin Editores, siempre atenta a la literatura estadounidense de calidad, acaba de publicar “Bajo la dura luz”, la primera novela de Daniel Woodrell, editada en su país en 1986 y traducida al español por Diego de los Santos. “Bajo la dura la luz” es la primera entrega de la denominada “Trilogía de los pantanos”, cuyas siguientes dos novelas esperamos que Sajalin publique próximamente en España, también en su destacada colección “Al margen”, dedicada a la novela negra y policiaca más genuina.

Aunque sus novelas posteriores están ambientadas en las montañas de Ozark, en el estado de Misuri, de donde Woodrell es originario, el relato de “Bajo la dura luz” transcurre en la zona pantanosa del estado de Louisiana.  Principalmente, en la ficticia ciudad de Saint Bruno, pero también en los rincones más recónditos y cenagosos de los “bayou”. Saint Bruno está repartida en diferentes barrios donde sus habitantes se agrupan por sus orígenes raciales y culturales. Así, aunque a veces mezclados, encontramos a los negros o afroamericanos, los franceses y los irlandeses, cada uno con su particular y singular idiosincrasia. Y los personajes de la novela, de las tres procedencias, se mueven en buena medida por los bajos fondos de la ciudad (billares, tugurios, prostíbulos…), poblados de perdedores, adictos y delincuentes y matones de las pequeñas mafias locales.

El protagonista de la novela es el detective René Shade, una mezcla de irlandés y francés que fue boxeador y a quien todos recuerdan por sus combates finales perdidos pero nunca por los que ganó. Nació en el barrio más populoso de la ciudad y todavía vive encima de local de billar que regenta su madre, a la que el padre de René abandonó años atrás. En la novela, también aparecen sus dos hermanos, uno regenta un tugurio de los bajos fondos de la ciudad y el otro es fiscal del condado, dispuesto a trepar socialmente a cualquier precio. René Shade, con su sarcástico, divertido y descarado compañero How Lanchette, debe investigar la muerte en pocos días de dos afroamericanos en principio no vinculados entre sí: uno es un concejal con importante proyección política en la ciudad y el otro un mafioso que regenta un negocio de cine porno. La condición política del primero hace que el detective Shade reciba presiones desde la alcaldía para orientar de una manera determinada sus investigaciones. Pero el ex boxeador, aunque escéptico e irónico, es un tipo duro y profesionalmente íntegro, decidido a no dejarse presionar por nadie.

Hay otros personajes destacables, como el joven Jewel Cobb, un  macarra de pueblo, que pretende ascender en el mundo de la delincuencia, a través de un encargo hecho por un pariente. O las mujeres que aparecen en el libro, sacadas en buena manera de los estereotipos clásicos de la novela y el cine negros. Y es que el relato responde en casi todo a los cánones más clásicos de las mejores novelas y películas policiacas norteamericanas. Como ha escrito con gran acierto José María Sánchez Pardo en su página Totalnoir, “si el retrato del mundo delictivo es apabullante, no le queda a la zaga el de las autoridades policiales o políticas, en las que la estupidez, violencia y corrupción parecen florecer con la misma intensidad que la vegetación del pantano”. “Bajo la dura luz” respira esa atmósfera americana de las grandes novelas del género negro, con una trama sumamente rápida, sin tregua, en la que las descripciones, los personajes y los diálogos te sumergen en un ambiente en el que el autor se maneja con soltura, creando un estilo propio, de carácter sureño, que marcará sus siguientes obras.

Pese a no tener la originalidad ni las elaboradas tramas de las otras dos novelas del autor publicadas en España, esta primera obra de Woodrell se lee con sumo gusto y diversión porque, entre otros ingredientes,rebosa ironía, perspicacia, ritmo rápido, intriga, mordacidad, logrados personajes y afilados y chispeantes diálogos. Además del retrato social y de la crítica a la corrupción política tan evidentes en la novela. Esperemos que dos editoriales tan exquisitas como Alba y Sajalin vayan publicando en nuestro país la obra completa de quien es, sin duda, una de las principales voces de la novela negra actual estadounidense.

“Bajo la dura luz”. Daniel Woodrell. Sajalin Editores. 2022. 222 páginas.

EL CER RECUPERA SU EXCURSIÓN CLÁSICA ENTRE LOS HOSPITALES DE BENASQUE Y LUCHÓN


Tras dos años de parón por la pandemia, el Centro Excursionista Ribagorza recuperó el pasado domingo su excursión anual veraniega conocida como La Clásica. Se trata de un recorrido transfronterizo que une los hospitales de Benasque y Bagnères-de-Luchon, a través del puerto del Portillón. Un total de 20 personas realizamos el itinerario completo y cuatro amigos de Benasque y Anciles nos acompañaron en una parte del recorrido.

A las 6.30 horas salimos de Graus en autobús en dirección a Benasque. Eran poco más de las 8 horas cuando comenzamos nuestra excursión en el aparcamiento del vado del Hospital, a 1.735 m. de altitud. Bordeando el incipiente río Ésera, atravesamos la explanada de Los Llanos. A nuestra derecha quedó el actual Hospital de Benasque, un amplio y confortable hotel de montaña. Poco después, asomaron a nuestra izquierda los restos del hospital construido en el siglo XVI y sepultado por un trágico alud el día de Reyes de 1826. Tras cruzar de nuevo el Ésera por un puente de madera, iniciamos la progresiva ascensión hacia la Peña Blanca. Una vez atravesado el camino tallado en la roca, hicimos una breve parada para reagruparnos y tomar fuerzas para lo que quedaba de subida. Ya por terreno más abierto, llegamos a las ruinas de la cabaña de Cabellud, un antiguo albergue que tuvo su importancia hasta los primeros años del pasado siglo. En este punto, ya muy próximo al Portillón, se contemplan bellas vistas del Aneto y las Maladetas y sus hoy menguados glaciares.

         En lo alto del puerto, nos distribuimos en dos grupos. Uno, minoritario, cruzó la frontera por el Portillón (2.444 m.) y descendió al Hospital de Bagnères-de-Luchon (1385 m.) por los lagos conocidos como Boms du Port. El otro, más numeroso, realizó este mismo itinerario, pero subiendo antes al pico Salvaguardia (2.736 m.). Ambos grupos se encontraron en el Hospice de France al final del recorrido.

       En el descenso desde el Portillón hicimos una parada en refugio de Vénasque (escrito con v en francés), junto a los lagos o Boms du Port, un conjunto lacustre de hermosas aguas azules. Siempre por continuos zigzags (se dice que hay 108 curvas en la bajada), fuimos descendiendo hacia el Hospice de France, hoy también un moderno albergue de montaña. En su terraza, comimos nuestra comida de alforja y tomamos varios refrescos y cafés en un ambiente distendido y agradable.

       Según el GPS, el grupo que subió al Salvaguardia recorrió 15,5 km en unas seis horas, incluyendo las paradas, con un desnivel positivo de 1.050 m y uno negativo de 1.400 m. Quienes cruzamos por el Portillón, sin subir al pico, caminamos unas cinco horas, con las paradas, y recorrimos 11,4 km, con un desnivel de subida de 760 m y uno de bajada de 1.106 m. Tras un agradable paseo por Bagnères-de-Luchon, regresamos en autobús, pasando por el túnel de Viella, y llegando a Graus a las 19 horas.