miércoles, 29 de diciembre de 2021

EXCURSIÓN CIRCULAR Y CON SOL ENTRE GRAUS Y CAPELLA

El pasado martes, el grupo Tardes al Sol organizó una excursión desde Graus a Capella con un itinerario en buena medida circular. El recorrido de ida fue por el llamado camino de Fabardo, la Torre de Valentín y el Centro de Truficultura y la vuelta, en su tramo final, por el Camino de las Huertas.

Los veinte participantes en la actividad salimos de la Glorieta Joaquín Costa de Graus a las 15 horas. Cruzamos el río Ésera por el llamado puente de Capella y, a la salida del puente, nos desviamos a la izquierda para tomar la calle Serreta y subir hacia el barrio de Coscolla. A la entrada de este barrio, tomamos un camino a la izquierda, encementado hasta el Centro de Inseminación de Cerdos. Allí, seguimos un sendero, conocido como el camino de Fabardo, que discurre en su primer tramo entre bellas paredes de piedra con un bosque de encinas o carrascas a la izquierda y, luego, entre campos de labor hasta llegar a la carretera que conecta la A-1605 con la A-139. 

Cruzamos la carretera y continuamos por camino de tierra. Legamos a un cruce de caminos en el que hay una gran carrasca y una explotación ganadera a la derecha. Desechamos los dos caminos laterales y seguimos de frente por estrecho sendero hasta desembocar en una pista. Seguimos por la derecha y llegamos hasta la Torre de Valentín, antigua casa hoy deshabitada. Allí giramos a la izquierda y seguimos por una pista asfaltada hasta el Centro de Truficultura, que dejamos a nuestra derecha. En este punto, se acaba el asfalto y ya seguimos siempre la pista principal que nos lleva hasta Capella.

Cruzamos la carretera de circunvalación de Capella y entramos en la población. Subimos hasta la magnífica iglesia parroquial románica dedicada a San Martín, bajamos hasta la Plaza Mayor y salimos del pueblo. El primer tramo del camino de vuelta fue por el mismo por el que habíamos ido. Pero, después, tomamos una pista a la izquierda, señalizada con marcas azules y blancas de Marcha Nórdica. Un gran hito de piedra nos desvía de nuevo a la izquierda para adentrarnos en un bello bosque de encinas. Junto a una pilona de la luz, descendemos a la carretera A-1605, que cruzamos con atención. Tras un corto tramo en paralelo a la carretera, salimos de ella por una pista con una gran encina a la izquierda.

La pista desciende hasta las orillas del río Isábena y transita luego por su margen derecha. Dejamos a la izquierda la pasarela de Isábena y el lugar de baño conocido como la Gorga del Chuflé y, entre huertas y casetas, llegamos a Graus a las 18 horas y ya anocheciendo. La tarde había sido de una temperatura muy suave, casi primaveral, y entre el grupo reinó un muy buen ambiente navideño.

El recorrido completo de la excursión fue de 12 Km, con 144 m. de desnivel acumulado. Un agradable paseo en el que invertimos tres horas justas. Aunque el camino que va de Graus a Capella por Portaspana siguiendo el GR-1 es más bonito que el que acabo de describir, nosotros elegimos este por ser más corto y soleado y ajustarse mejor al horario de tarde del que disponíamos.

domingo, 26 de diciembre de 2021

OCHO RELATOS BREVES DE MURAKAMI


“Primera persona del singular” es el esperado nuevo libro de Haruki Murakami (Kioto, 1949), el más conocido e internacional de los escritores japoneses y eterno aspirante al Premio Nobel de Literatura. Murakami, nacido en Kioto pero residente en Tokio desde hace años, ha publicado más de una veintena de libros entre novelas, libros de relatos y ensayos. Es autor de títulos como “Tokio blues”, “Kafka en la orilla”, “1Q84” o “La muerte del comendador”, por citar solamente cuatro de sus novelas más exitosas. Ahora, acaba de publicarse en España, como siempre en la colección Andanzas de Tusquets,  “Primera persona del singular”, su quinto libro de relatos, con traducción del japonés de Juan Francisco González Sánchez. 

“Primera persona del singular” está compuesto por ocho narraciones cortas. Todas ellas escritas en primera persona del singular, aunque es el último de sus relatos el que coincide con el título del libro. El narrador, que en la mayor parte de los casos puede identificarse como el propio Murakami, parte siempre de recuerdos anteriores, generalmente de la época de su juventud, y parece más que probable que muchos de ellos sean de carácter autobiográfico. Pero, a partir de estas rememoraciones, crecen unos relatos en los que se mezclan con habilidad la realidad y la fantasía, el mundo consciente y lo onírico, lo verosímil y lo inverosímil. De tal manera, que el mundo de la ficción desborda casi siempre por completo las vivencias personales y reales, que funcionan como punto de partida para activar el juego de la imaginación literaria. Lo autobiográfico desencadena la fantasía, a veces llevada al extremo del surrealismo.

En “Áspera piedra, fría almohada”, el narrador recuerda un fugaz encuentro sexual de juventud con una chica que en el orgasmo grita el nombre de otro hombre y días después le envía un autoeditado libro de tankas (poemas breves japoneses) en los que ella, de la que él nunca volvió a saber, parece invocar su propia muerte. En “Flor y nata”, encontramos otro recuerdo de juventud en el que aparece un anciano que, de manera misteriosa, y tal vez con elementos de la filosofía zen de fondo, hace referencia a la enigmática existencia de un círculo con muchos centros. “Charlie Parker Plays Bossa Nova” tiene como arranque un artículo juvenil del narrador donde hace la crítica musical de un inexistente disco en el que el mítico músico de jazz toca junto a Antonio Carlos Jobim temas brasileños.  El desencadenante de “Whit the Beatles” es el recuerdo de una bella compañera de instituto paseando por los pasillos con la carpeta de un elepé del cuarteto de Liverpool pegada a su pecho. Este es el único relato no inédito del libro, pues había sido publicado previamente en “The New Yorker”. “Antología poética de los Yakult Swalows de Tokio” es posiblemente para el lector español el menos interesante de los relatos. En él, Murakami rememora su gran afición al béisbol y su condición de seguidor de un equipo de Tokio que habitualmente perdía casi todos sus partidos. “Carnaval” narra la amistad del autor con la que él mismo llama “la mujer más fea que he visto en mi vida”, con la que comparte su pasión por la música clásica de piano y, sobre todo, por Schumann, cuya pieza preferida de ambos da título al relato. “Primera persona del singular” cierra el libro con una narración diferente, con referencia simbolista final a la presencia de la muerte.  

Conocida su condición de melómano, hay también en estos relatos de Murakami bastantes referencias a la música. Al jazz y a la música clásica, por las que siente preferencia, y al pop, con algunas reflexiones sobre la beatlemanía, como fenómeno social que inundó como banda sonora casi permanente la vida de los jóvenes de los sesenta. Pero si algo translucen estos relatos es nostalgia del pasado y de la juventud y la constatación del paso rápido del tiempo que nos lleva a la vejez sin apenas darnos cuenta. Ya en el primer relato queda esto bastante claro: “Resulta enigmático que envejezcamos en lo que dura un parpadeo, que todo parezca tan breve y que no haya marcha atrás, que cada momento sea un paso más hacia la decadencia, la ruina y la extinción”.

Parece evidente que “Primera persona del singular” está muy por debajo de las mejores obras del escritor nipón, pero a mí no me han disgustado estos relatos, que se leen con facilidad, están escritos con una prosa de periodos largos pero siempre elegante y parecen divertimentos literarios construidos a partir de los recuerdos juveniles del autor. Aunque puedan sonar en cierto modo a despedida, o a obligación o compromiso con el exigente mercado editorial, tal vez Murakami aún pueda sorprendernos en el futuro con alguna otra obra de altos vuelos como algunas de las que sobresalen en su dilatada y exitosa carrera como escritor.

viernes, 24 de diciembre de 2021

EL CER CELEBRA SU COTILLÓN NAVIDEÑO EN LA ERMITA DE SAN MARTÍN




El pasado domingo, el Centro Excursionista Ribagorza celebró su habitual cotillón navideño en la ermita de San Martín, en el término municipal de Secastilla. La actividad, con la que el CER despidió oficialmente la temporada 2021, consistió en un almuerzo al aire libre y en una excursión circular desde Graus, con subida por Grustán y descenso por la ermita de San Pedro de Verona. Como en las ediciones anteriores, la comida fue preparada por los prestigiosos cocineros de la Peña La Meliguera de Capella.

En la actividad, participamos cuarenta personas, de las que una treintena realizamos la excursión andando desde Graus. Iniciamos el recorrido a las 8.30 horas en la glorieta Joaquín Costa, bien abrigados para combatir el intenso frío matinal. También la niebla acechaba desde el embalse de Barasona y la parte baja del valle. Tomamos el paseo que va en paralelo al río Ésera y, en el camping Regrustán, cruzamos la carretera A-139 y seguimos la pista de tierra por la que discurre el GR-1.

Siguiendo las marcas rojiblancas, fuimos ascendiendo hacia el despoblado Grustán, situado en una amplia elevación rocosa con aspecto de inexpugnable fortaleza natural. No tardamos mucho en disfrutar de un sol magnífico y dejar atrás la niebla, que veíamos debajo de nosotros como un blanquecino mar de nubes. Al cabo de unos cuatro kilómetros y medio, y tras alrededor de hora y media de camino, llegamos a Grustán, lugar en ruinas del que sólo su magnífica iglesia de Santa María se mantiene en pie. Se trata de una construcción románica, de exterior restaurado hace unos años y cuyo interior, más descuidado, pudimos visitar.

Tras una relajante parada, atravesamos el despoblado y descendimos por un sendero que conduce de nuevo a la pista que habíamos abandonado. Aquí, seguimos el nuevo tramo del GR-1 que fue señalizado hace poco más de un año y acorta algo el recorrido anterior. Pasamos por un horno de cal y por bellos parajes de bosques de pinos hasta desembocar de nuevo en la pista, a la altura del Tozal Panchudo. Continuamos por el GR-1 y, al poco rato, lo abandonamos por otra pista a la izquierda, que en unos quince minutos nos llevó a la ermita de San Martín, a 1.116 m. de altitud. Se trata de una construcción religiosa en un recinto cerrado, con patio y caballerizas, y situada en lo alto de la sierra de Torón o de Panillo, que separa los valles del Ésera y el Cinca. Desde el lugar, se disfruta de unas magníficas vistas del Pirineo y de diversos pueblos de Ribagorza y Sobrarbe. Allí, llegamos sobre las 12.15 horas y, en la explanada contigua a la ermita, en diversas mesas dispuestas para la ocasión, disfrutamos de un extraordinario almuerzo con cotillón navideño.

Sobre las 15 horas, treinta excursionistas iniciamos el camino de retorno a Graus, descendiendo hasta la ermita de San Pedro de Verona. Desde allí, por el camino de la Piedra Plana y El Torroc, llegamos a la placeta de San Miguel de Graus alrededor de las 17.30 horas, justo antes de que empezara a oscurecer. En total, entre la mañana y la tarde, quienes hicimos el itinerario completo recorrimos 22,6 km con 750 m. de desnivel acumulado.

jueves, 16 de diciembre de 2021

POR LA RIBAGORZA MÁS DESCONOCIDA


La pasada semana, el grupo grausino Tardes al Sol organizó una excursión matinal desde Castigaleu a Cajigar, dos pequeñas poblaciones que son cabeza de sendos municipios de la Ribagorza oriental menos conocida. Fue un recorrido circular con inicio y final en Castigaleu. Con subida siguiendo el GR-18, y paradas en las casas Llevot y Ramonico, y bajada por camino que pasa por el pìlaret de Santa Waldesca, La Morera, Casa Llenero y la ermita de San Pedro.

En la actividad participamos 18 personas que salimos de Graus para ir por carretera a Castigaleu, a 25 km de la capital ribagorzana. Aparcamos en la plaza de Castigaleu, junto su iglesia de San Martín, y descendimos por unas escaleras laterales, cruzamos la carretera y tomamos un sendero a la izquierda marcado como GR-1 y GR-18, que comparten un tramo en este punto. Poco después del inicio, llegamos a un cruce de caminos en el que el GR-1 se desvía a la derecha en dirección a Montañana. Nosotros seguimos por la izquierda, por el GR-18, mucho peor marcado, en dirección a Cajigar.

Ascendimos suavemente por una pista que, al cabo de un rato, abandonamos por nuestra derecha para descender a una bonita borda y al barranco Ribañé, que cruzamos sin problemas entre piedras. El sendero sube ahora entre paredes laterales de piedra seca y bosques de robles, quejigos o caixigos. Tras pasar bajo un par de grandes rocas, llegamos a Casa Llevot, despoblada y algo en ruina y con una bonita capilla a la entrada. Aquí hicimos una parada para comer protegidos del viento. Tras el breve receso, continuamos hasta la cercana Casa Ramonico, ya perteneciente al municipio de Monesma y Cajiga, y con unas ruinas de una antigua capilla a su salida.

Desde aquí, el camino se desdibuja bastante, aunque ya vemos Cajigar como punto orientativo. Tras cruzar el barranco y después de un ligero ascenso, llegamos al caserío de Cajigar. Un vecino del pueblo nos enseñó su magnífica iglesia parroquial románica dedicada a Santa María. Una verdadera joya cuyo interior pudimos visitar con interesantes explicaciones sobre la misma y la restauración o reconstrucción de la virgen que la preside.

Atravesamos Cajigar y salimos del pueblo por la ermita del Rosario y su merendero anexo. Tomamos la pista que lleva a la casa de La Morera y a un repetidor de telefonía. Dejamos a la izquierda Casa Bonaire y abandonamos la pista para subir al pilaret de Santa Waldesca, donde hay un vértice geodésico. Volvimos a la pista, dejamos a la derecha La Morera, casa bien arreglada, y seguimos por la derecha para pasar junto a la Casa Llenero, gran caserón en ruinas con portada de una iglesia barroca. Antes de regresar a Castigaleu, hicimos una parada en la ermita de San Pedro, construcción popular del siglo XVIII.

Tras seis horas de excursión, contando las paradas, llegamos a la plaza de Castigaleu. Habíamos cerrado el círculo y recorrido 17,5 km con un desnivel de 440 m. El punto más elevado fueron 1160 m. y el más bajo 830.

sábado, 11 de diciembre de 2021

UNA GRAN NOVELA FRANCESA


Sorprendentemente, “Después de la guerra”, una de las más destacadas novelas negras francesas de los últimos años, no había sido publicada todavía en nuestro país. Ahora, Reservoir Books, que ya había editado anteriormente “Perros y lobos” (2018) y “Bajo las llamas” (2020), la acaba de incluir también en su colección Roja & Negra, con traducción de Carlos Mayor Ortega. “Después de la guerra” fue publicada en Francia en 2014 y obtuvo una considerable difusión y numerosos premios literarios. Su autor es Hervé Le Corre (Burdeos, 1955), profesor de Lengua y Literatura que ha publicado cinco novelas y se ha consolidado como uno de los más reputados escritores franceses actuales del género negro y policiaco.

Siendo sobre todo una novela negra, “Después de la guerra” es también, en buena medida, un relato histórico y social, que se inscribe dentro del nuevo enfoque revisionista que desde hace un tiempo se aplica a la historia francesa reciente. Dos son los aspectos históricos en los que la novela entra a fondo: el colaboracionismo francés con los nazis en la deportación de judíos y comunistas durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Argelia que el ejército galo emprendió contra los rebeldes argelinos y en apoyo de los colonos franceses en aquel país norteafricano. En ambos episodios, la actuación francesa sale bastante mal parada en la narración.

Aunque algunos capítulos transcurren en suelo argelino, la mayor parte de la novela sucede en Burdeos, de donde son prácticamente todos los personajes que aparecen en el relato. La ciudad natal de Le Corre, portuaria, industrial y anímicamente deprimida en aquel tiempo, está profusamente descrita en una época especialmente oscura, con la sombra de la guerra, la ocupación nazi, la delación, el colaboracionismo y la impunidad de los recientes verdugos aún muy presente en unos personajes que luchan descarnadamente por la supervivencia en medio de la pobreza, la prostitución, la delincuencia, el alcoholismo, la corrupción y la violencia frecuentes. Una ciudad desolada en la que impera la ley del más fuerte. No con menor crudeza se describe la guerra argelina, con el calor asfixiante, la aridez del paisaje y la ferocidad atroz de los dos bandos contendientes. Y las contradicciones que esa guerra generó en buena parte de la sociedad francesa.

En un relato en buena medida coral, con gran número de personajes, tres son los que centran el foco de la acción y protagonizan alternativamente los capítulos del libro. El principal protagonista es Albert Darlac, comisario del Departamento de la Policía Judicial de Burdeos, un policía violento, despiadado y corrupto que, como tantos otros de la novela, colaboró con los nazis y supo nadar a favor de corriente y escapar a la tibia depuración que se produjo en la ciudad tras el conflicto. Otro personaje clave es André Vaillant, identidad falsa de un deportado a un campo de concentración alemán, donde murió su mujer, que vuelve a Burdeos cuando todos lo creen muerto y vaga por la ciudad en busca de venganza. El tercero en discordia es Daniel, hijo del anterior, que trabaja en un taller mecánico y es enviado como recluta a Argelia, donde vivirá la brutalidad y el sinsentido de la guerra colonial.

Además de estos tres personajes principales, hay muchos secundarios que pueblan la novela: policías, delincuentes de los bajos fondos, dueños de bares y burdeles, prostitutas… También el jefe y los compañeros de trabajo de Daniel en el taller o sus amigos en Burdeos o en el infierno argelino. Predominan los personajes masculinos, pero algunas mujeres tienen un rol importante en el relato. Destaca Annete, la esposa del comisario Darlac, y, en menor medida, Élise, su hija adolescente. Además de la joven prostituta Arlette o Roselyne e Irène, madre adoptiva y gran amor de Daniel, respectivamente.

Hay en la novela, que ya en sí misma es muy cinematográfica, muchas referencias al cine, a algunas películas y actores y actrices de la época. Y mucha violencia física y psicológica, un tema muy presente en toda la obra del autor francés. Sobre el que ha dicho recientemente en alguna entrevista que le asusta y hace que se pregunte por qué la gente la ejerce y por qué quienes la sufren muchas veces no intentan salir de la trampa en que se encuentran.

“Después de la guerra” es una extraordinaria novela, brutal y demoledora en muchos aspectos. Con una trama bien construida y llena de tensión y una estructura literaria perfectamente elaborada que combina diversos enfoques y personas narrativas. Además, pone frente al espejo a la sociedad francesa al abordar algunos de los temas más espinosos del pasado reciente de la historia del país vecino. Es, sin duda, una gran noticia literaria que por fin haya sido traducida a nuestro  idioma y publicada en nuestro país.

“Después de la guerra”. Hervé Le Corre. Reservoir Books. 2021. 560 páginas.

jueves, 9 de diciembre de 2021

EL CER LOGRA SUBIR SU BELÉN A LA CIMA DEL TURBÓN


El pasado lunes, Día de la Constitución, el Centro Excursionista Ribagorza subió, por décimo segundo año consecutivo, su belén montañero a la cima del Turbón, la mítica y mágica montaña ribagorzana cuya silueta figura en el anagrama del club. Como en ediciones anteriores, el pequeño y coqueto nacimiento artesanal fue preparado por la Asociación Belenista de Graus, que este mismo fin de semana inauguró su monumental belén ubicado en la capital ribagorzana.

Los 24 participantes en la actividad salimos de Graus a las 7.30 horas para dirigirnos por carretera en nuestros vehículos hasta Las Vilas del Turbón, donde a las 8.15 horas, y desde las puertas del balneario, iniciamos nuestra ascensión andando. La mañana era bastante fría y había nieve ya desde el principio del itinerario. Además, veíamos cómo el viento levantaba la nieve en la parte alta de la montaña, aunque confiábamos en que, como indicaban los pronósticos, amainara en las horas siguientes. Algunos ya nos calzamos las raquetas desde el inicio del recorrido, otros siguieron solo con la bota y algunos llevábamos también crampones en la mochila por si encontrábamos hielo. Era incierto cuál iba a ser el estado de la nieve a lo largo del recorrido.

Seguimos el itinerario clásico, con un primer tramo protegidos del viento. Primero por pista y luego por bosque, con la nieve aún en los árboles, hasta la fuente de Canales. Allí, iniciamos la primera fuerte subida, con la nieve abundante pero blanda, hasta el collado de Pasoturbiello, donde cambiamos de vertiente y entramos en espacio más abierto. Un par de  participantes acusó su cansancio y decidió darse la vuelta.

Tras una breve parada para comer algo, vimos que el viento era fuerte pero solo a rachas y que, en buena medida iba amainando. Continuamos por lo alto del macizo y encontramos zonas con bastante nieve y otras casi limpias de ella por el efecto del viento. Todas estas adversidades hicieron que el ritmo del grupo fuera más lento de lo esperado. Cuando llegamos cerca del Turbonet, hicimos una parada en la que buena parte del grupo –por el frío, el viento, el cansancio o el temor a que se nos hiciera de noche–, manifestó su deseo de no continuar. Tras barajar la posibilidad de dejar el belén en el Turbonet, y en amistoso consenso, un grupo de diez participante decidimos seguir hasta la cima. Pasamos junto a la parte alta de la Canal de San Adrián y emprendimos la última subida hasta la cima, a la que llegamos a las 14 horas.

En la cima, con bastante frío, comimos algo, depositamos el belén en el lugar acostumbrado, bajo el vértice geodésico, e hicimos algunas fotos. A las 14.30 horas iniciamos un rápido descenso en el que ya no paramos hasta regresar a Las Vilas, adonde llegamos entre las 17.30 y las 18 horas, ya oscureciendo y bastante cansados. Habíamos recorrido 17 km, con 1200 m. de desnivel y más de 9 horas de duración. De todas las ascensiones al Turbón, esta había sido la más dura y sufrida, pero teníamos la satisfacción de haber logrado nuestro objetivo. En primavera, como todos los años, volveremos al Turbón a recoger el belén que, cumpliendo la tradición, dejamos depositado en su cima, a 2492 m. de altitud.

https://www.diariodelaltoaragon.es/noticias/deportes/2021/12/09/el-cer-logra-subir-su-belen-a-la-cima-del-turbon-1539201-daa.html

http://descargas.radioribagorza.es/Carlos%20Bravo,%20balance%20instalacion%20belen%20monta%f1ero%20CER%20en%20El%20Turbon,%209%20Diciembre%202021~0.mp3

domingo, 5 de diciembre de 2021

POR EL CAMINO DE GUATARÁN HASTA MURO DE RODA


El grupo grausino Tardes al Sol organizó esta semana una bonita excursión matinal por el valle de La Fueva, en Sobrarbe. Fue un recorrido circular con inicio y final en El Humo de Muro y con paradas en la Cueva de los Novios, el Cerro de Guatarán, el despoblado Ministirio, la fortaleza de Muro de Roda y la ermita de San Cristóbal.

Los participantes en la caminata salimos de Graus en coche a las 8 horas y nos dirigimos por carretera hasta Tierrantona, capital del municipio de La Fueva donde tomamos un café, y El Humo de Muro, pequeña población en la que iniciamos la excursión a pie a las 9 horas. A la salida del Humo, tomamos el GR-1 que lleva a la presa del pantano de Mediano y al congosto del Entremón, pero a los pocos metros, dejamos este camino para tomar un sendero a la derecha en dirección a Guatarán, que está indicado en el cruce con unas tablillas de madera. Con bastante frío y una intensa escarcha, nos adentramos en un bosque de pinos que se convierten luego en encinas o carrascas por un sendero con algunos hitos que asciende lenta y paulatinamente. En la parte más empinada, nos desviamos brevemente a la izquierda donde, a treinta metros, se encuentra la llamada Cueva de los Novios, pequeña oquedad con buenas vistas y el primer y escaso sol del que disfrutamos en toda la mañana.

De vuelta al sendero, llegamos enseguida al collado de Guatarán y al cerro del mismo nombre, donde han instalado un banco de madera desde el que se contemplan preciosas vistas de Samitier, el pantano de Mediano o el cerro de Monclús, entre otros lugares. Continuamos hasta el despoblado y arruinado Ministirio, pasando antes por la fuente-pozo de la localidad y, desde allí, seguimos por un bello sendero con encinas y musgo hasta la impresionante fortaleza medieval de Muro de Roda. Visitamos primero la ermita y antiguo monasterio de San Bartolomé, situada a extramuros de la fortaleza, y después el interior del recinto amurallado, donde entramos en la extraordinaria iglesia de Santa María, con su cripta y su triple ábside, y en la menos atractiva ermita de Santa Bárbara, situada en el extremo meridional de las murallas. Desde Muro de Roda se contemplan impresionantes vistas del valle de La Fueva y del Pirineo, sobre todo, de Peña Montañesa, Cotiella y el Turbón, ya bastante nevados. Tras hacernos una foto de grupo, salimos del recinto y retornamos hacia Humo de Muro, pasando de nuevo por el exterior de las murallas, pero ahora por el lado occidental.

Dejamos atrás Muro de Roda y tomamos el camino que lleva al Humo por la ermita de San Cristóbal, pequeña construcción religiosa de corte popular en la que hicimos una breve parada. El sendero continúa en progresivo descenso  hasta El Humo de Muro, adonde llegamos sobre las 15 horas para cerrar así nuestro itinerario circular.

Habíamos recorrido 12 km, con 650 m. de desnivel acumulado. El punto más elevado fueron 1004 m. y el más bajo 566 m. Invertimos seis horas en el itinerario, incluyendo las paradas, con una bastante larga en Muro de Roda.

https://www.diariodelaltoaragon.es/noticias/deportes/2021/12/05/por-el-camino-de-guataran-hasta-muro-de-roda-1538504-daa.html

sábado, 27 de noviembre de 2021

INÉS PLANA SIGUE DANDO VIDA A SUS PERSONAJES


Tras el éxito de “Morir no es lo que más duele” (2018) y “Antes mueren los que no aman” (2019), Inés Plana (Barbastro, 1959) acaba de publicar su tercera novela, “Lo que no cuentan los muertos”, también editada por el grupo Planeta, en la que la escritora barbastrense, afincada en Madrid, vuelve a construir un sólido relato de misterio e investigación, con unas muy bien administradas dosis de tensión e intriga que mantienen la atención y el interés del lector a lo largo de sus más de quinientas páginas.

Aunque puede leerse de manera independiente respecto a los dos libros anteriores, en “Lo que no cuentan los muertos” volvemos a encontrar como protagonista al teniente Julián Tresser, ahora ya ascendido a capitán. Al frente del grupo de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO), durante el verano de 2012, va a investigar la desaparición de Rita Marí, que en abril del año anterior había sobrevivido a un accidente de aviación en Tailandia, en el que murieron las tres amigas que la acompañaban en un viaje para realizar un retiro budista en aquel país oriental. Ella y el joven militar Eduardo Molaro, con quien desde entonces mantiene una estrecha amistad, fueron los dos únicos supervivientes españoles de aquella tragedia. Rita está casada con Heliodoro Escoza, un rico empresario, propietario de una cadena de lavanderías, y es madre de dos hijos, uno de ellos sacerdote, que rondan los treinta años. Tras el accidente, se había alejado de la familia y vivía sola en su mansión de Alassar, un pequeño municipio costero muy próximo a Valencia de donde ha desaparecido misteriosamente.

Julián Tresser y su equipo se trasladan a Valencia para investigar el caso. Al flamante capitán le acompañan el cabo Guillermo Coira –a punto de promocionarse a sargento– y la guardia Lucía Brancho, que estaba preparando el ascenso a cabo. A ambos los conocemos ya de los libros anteriores. Además de otros guardias, se añade al equipo Amanda Rocha, también capitán de la Guardia Civil, psicóloga y criminóloga especialista en elaborar perfiles criminales, que va a formar un buen tándem con Tresser, con quien coincide en edad, 47 años. Inés Plana profundiza en el análisis de los personajes –los buenos y los malos– y nos muestra la evolución vital de aquellos a quienes ya conocemos de sus obras anteriores. Así reencontramos a Luba, a quien el capitán sacó de la prostitución infantil y adoptó como hija, y a su amiga Fanny, con fuertes conflictos emocionales internos. También reaparece Adelaida, con quien mantuvo una relación sentimental y con la que Tresser se va a reencontrar tras una experiencia traumática entre ambos.

Pero, siendo esencialmente, y posiblemente más que las dos anteriores, una novela negra y policiaca, cuyo núcleo argumental es la investigación de un secuestro, hay en la narración muchos otros temas que amplían la cosmovisión del libro y lo enriquecen literaria y temáticamente. Aparece la crisis económica que sufrió España en 2012 con la pérdida de millones de puestos de trabajo, la corrupción ligada a la construcción tan presente en todo el país y especialmente en la comunidad valenciana, la España vaciada y los numerosos pueblos deshabitados en uno de los cuales se enmarca un momento crucial de la trama, las consecuencias de la prostitución infantil, el tema tabú del suicidio, la dificultad de superar la muerte de un hijo, el sentimiento de culpa, el narcisismo maligno que deshumaniza y cosifica para ejercer la maldad y la crueldad…

Además, hay en la novela elementos frecuentes en los relatos de misterio y de aventuras más clásicos: pasadizos y recovecos subterráneos, necrópolis y tumbas escondidas, huesos de muertos –algunos hasta en el cocido–, lucha por la supervivencia ante la rápida crecida de los ríos como consecuencia de las fuertes tormentas veraniegas en la costa levantina… 

La novela transcurre casi íntegramente en la comunidad valenciana, descrita con rigor y documentación en su aspecto geográfico y social. Como en las novelas anteriores, también en esta hay un guiño a nuestra provincia y algunos momentos del relato transcurren en Alquézar, pueblo muy bien descrito en su pasado histórico y en su trazado medieval con la colegiata y antigua fortaleza musulmana. También aparecen momentáneamente la ciudad de Barbastro, con el Coso, sus árboles y sus veladores, y sus bodegas, y la comarca del Somontano, sus pequeños pueblos y su riqueza en vino, aceite y quesos.

Inés Plana escribe en una prosa ágil y eficaz, insufla vida y realismo a sus personajes, los hace crecer y evolucionar con el paso del tiempo, crea y diversifica tramas entretenidas con suspense e interés crecientes, presenta problemas actuales de nuestra sociedad. Además, muestra nuestra tierra en sus novelas y es una magnífica embajadora de nuestra provincia. No se le puede pedir mucho más. Solamente queda esperar que nos siga deleitando con nuevos libros durante mucho tiempo.

“Lo que no cuentan los muertos”. Inés Plana. Espasa. 2021. 512 páginas

jueves, 25 de noviembre de 2021

POR LA ERMITA DE SAN PEDRO MÁRTIR DE SAHÚN


Como el pronóstico meteorológico era algo incierto, el Centro Excursionista Ribagorza organizó el pasado domingo una excursión matinal a la ermita de San Pedro Mártir de Sahún, con comida posterior en un restaurante de Benasque.

En la actividad, participamos 17 miembros del CER que, en su mayor parte, salimos de Graus a las siete de la mañana para dirigirnos por carretera hasta Sahún. Al estar cortada por obras la carretera que va de Campo a Seira, tuvimos que dar un amplio rodeo por el valle del Isábena, Espés y el Coll de Fadas. Una vez concentrados todos en Sahún, iniciamos nuestra caminata subiendo por un sendero recientemente señalizado que se toma junto al monumento al fallero. Dejamos a la derecha el camino que va a Guayente y Eriste y tomamos un estrecho sendero que remonta, con bastante subida, por la margen izquierda del barranco Cambra, del que contemplamos algunas bellas cascadas y saltos de agua.

El sendero asciende por un precioso bosque mixto con presencia de abedules, bojes, robles, avellanos, acebos y gayuba o uva de oso, entre otras especies. A medida que subíamos y la vegetación lo permitía, contemplamos preciosas vistas del Turbón y Baciero, el Aneto y el glaciar de Coronas, el Gallinero, la sierra de Chía y, abajo, el valle del Ésera, con Sahún, el embalse de Linsoles y la casa y el bosque de Conques entre otros lugares. Dejamos a la derecha el desvío que lleva a Pusorriba y, tras un leve descenso, cruzamos el barranco Cambra por una palanca de madera. Ascendimos a un claro de bosque llamado el Cuello y llegamos a un cruce de caminos que indicaba que habíamos ascendido 2,5 km desde Sahún y que había otro tanto hasta esa población por el camino por el que íbamos a bajar. Desde ese cruce, el sendero conduce, en pronunciada aunque corta subida, hasta la ermita de San Pedro Mártir.

Situada a algo más de 1600 m. de altitud, la ermita de San Pedro Mártir es una sencilla construcción popular que data de 1731. Se halla ubicada en un amplio espacio abierto con el pico Cambra de fondo. A este santo, San Pedro de Verona, que también tiene una ermita en Graus, hay dedicadas otras dos ermitas en el valle de Benasque; una en Cerler y otra en Villanova. En unas mesas de madera próximas a la ermita desayunamos, repusimos fuerzas y nos hicimos la foto de grupo.

Iniciamos el descenso por el mismo camino hasta llegar al citado cruce y, desde allí, continuamos bajando hasta conectar con el PR-HU51 que desciende desde los ibones de Barbarisa y la cascada dels Prats. Este camino es conocido como el camino de la Montaña por las gentes del lugar. Después de visitar junto al sendero los restos de un horno de cal y las ruinas de la ermita románica de San Martín, llegamos de nuevo a Sahún. Tras atravesar la localidad, la mayor parte del grupo continuamos hasta Guayente y Eriste, pueblo en el que dimos por concluida la excursión. Habíamos caminado nueve kilómetros con 690 m. de desnivel positivo y 726 de negativo, en cuatro horas y media con paradas. 

https://www.diariodelaltoaragon.es/noticias/deportes/2021/11/25/en-la-ermita-de-san-pedro-martir-1536188-daa.html  

miércoles, 17 de noviembre de 2021

ASCENSIÓN AL COLL DE VENT Y AL MALLO BROCOLÓ EN LA SIERRA DE SIS


El grupo grausino Tardes al Sol realizó la semana pasada una excursión circular, en este caso matinal, por la Sierra de Sis, con inicio y final en Riguala, uno de los núcleos de Serraduy, en el municipio de Isábena. El recorrido incluyó la ascensión al Coll de Vent y al Brocoló y el Tozal de los Moros, las cimas más emblemáticas de las estribaciones meridionales de la Sierra de Sis.

Los catorce participantes salimos de Graus a las 8 horas para dirigirnos por carretera hasta Serraduy, a 30 km de la capital ribagorzana. Desde el núcleo llamado El Pont o El Puente de Serraduy, tomamos, a la derecha, una estrecha carretera local que lleva a los otros tres núcleos de la localidad: El Barri, La Vileta y Riguala. Riguala es el último y más elevado de todos ellos. Situado a 947 m. de altitud, constaba de varias casas, de las cuales solo una permanece habitada: la Casa Espuña, junto a la cual aparcamos los vehículos y comenzamos a andar.

En Riguala, tomamos el PR-HU46 que asciende por pista de tierra hasta el Coll de Vent, al que llegamos en aproximadamente una hora y donde enlazamos con el GR-18, que viene desde la localidad de Cajigar y es cabañera real para el ganado. En Coll de Vent, a 1260 m. de altitud, hicimos una pequeña parada junto a un refugio de pastores y un cercado para el ganado. Como el lugar hizo honor a su nombre y soplaba allí un viento bastante fresco, continuamos por el GR-18 hacia lo alto de la sierra de Sis y, protegidos por impresionantes paredes de piedra y bajo la mirada atenta de algunos buitres, hicimos un receso para el desayuno.

Tras reponer fuerzas, seguimos bajo los farallones rojizos de la sierra y, girando a la izquierda, fuimos ascendiendo por un camino algo pedregoso pero bien marcado. Después de pasar el tramo conocido como “las escaleras” y alcanzar un pequeño collado, abandonamos el GR y subimos a nuestra izquierda por un sendero empinado (El Grau), que nos llevó al punto culminante de nuestra excursión: las cimas del Mallo Brocoló y del Tozal de los Moros, el punto más alto de las cuales alcanza los 1616 m. Bordeamos toda la cornisa de la sierra, sobre los enormes precipicios que se abren al sur y disfrutamos de unas preciosas y amplísimas panorámicas. Por un lado, los extensos bosques y diversas aldeas de Cornudella, en el municipio de Arén; por el otro, Turbón, Cotiella o Peña Montañesa y, a nuestros pies y a vista de pájaro, todo el término de Serraduy con sus cuatro núcleos y la ermita de la Virgen de la Feixa. Casi extasiados ante tanta belleza, retornamos al collado donde habíamos abandonado el GR-18.

Para descender a Riguala, dejamos de nuevo el GR y tomamos un sendero a la izquierda por una bajada bastante pronunciada y solo marcada por algunos hitos, que nos llevó desde Carraduno al barranco de Puyal, donde conectamos de nuevo con el PR-HU46 que nos devolvió al lugar donde estaban los coches. Habíamos recorrido algo más de 12 km, con 872 m. de desnivel acumulado, en algo más de seis horas incluyendo las paradas.

domingo, 14 de noviembre de 2021

LOS EXTRAÑOS


Jon Bilbao (Ribadesella, 1972), ingeniero de minas, novelista, autor de relatos y de biografías para jóvenes y traductor, es uno de los escritores más destacados del panorama literario español actual. No hace mucho que comentamos aquí su anterior novela “Basilisco” (Impedimenta, 2020), una larga narración que combinaba dos relatos paralelos, uno ambientado en el presente y que tenía al propio autor como protagonista y otro cuyo personaje principal era John Dunbar, un tipo duro del viejo oeste norteamericano al que, por su fuerza física y su mal humor, llaman Basilisco. Una obra híbrida y mestiza, que puede leerse como novela, pero también como libro de relatos.

Y es que Jon Bilbao destaca sobre todo como autor de relatos, género en el que ha publicado “Como una historia de terror” (Salto de Página, 2008), “Bajo el influjo del cometa” (Salto de Página, 2010), “Estrómboli” (Editorial Impedimenta, 2016) o “El silencio y los crujidos” (Editorial Impedimenta, 2018). Ahora, de nuevo en Impedimenta, acaba de publicar “Los extraños”, una novela corta, o “nouvelle”, que vuelve a demostrar que el escritor vasco-asturiano se mueve como pez en el agua en las distancias cortas.

“Los extraños” transcurre íntegramente en la localidad asturiana de Ribadesella, lugar de nacimiento del autor y descrito, con conocimiento de primera mano, con pelos y señales en la novela. Los dos principales personajes del relato, que aparecen en él de principio a fin, son Jon y Katharina, que ya encontramos en “Basilisco” y en otros libros de Jon Bilbao. Ella traduce del alemán y él escribe sobre temas de encargo. Ambos pasan juntos el invierno en la casa familiar de él en Ribadesella y atraviesan un momento rutinario y de aburrimiento en sus relaciones. Ni siquiera el embarazo involuntario de ella los saca del sopor y el aburrimiento. Sin embargo, dos hechos van a alterar la monotonía del lugar y de sus vidas. Por un lado, la aparición de unas luces extrañas en el cielo en una noche, un fenómeno extraño que es interpretado como la presencia de ovnis y que atrae a numerosos ufólogos, periodistas y curiosos al lugar. Por otro, a la mañana siguiente se presenta por sorpresa en la casa un primo lejano de Jon, llamado Markel. Le acompaña Virginia, una joven atractiva, silenciosa y extraña, de la que Markel dice que es su asistente. Poco a poco los recién llegados van apoderándose de una parte de la casa  y generando dudas en Jon y Katharina sobre su verdadera identidad.

Como muy bien explica Ascensión Rivas en El Cultural: “Con ‘Los extraños’, Bilbao publica una novela en la que mezcla la realidad y la fantasía, a lo que añade ciertas dosis de misterio porque el texto abunda en circunstancias que carecen de explicación lógica y porque muchas preguntas sobre el perfil de los personajes y su comportamiento quedan sin respuesta. En este sentido, la obra está construida con historias abiertas, plagada de cabos sueltos y de situaciones inconcretas, tal vez para reflejar lo que sucede en la vida. Es la manera que tiene el escritor asturiano de reflexionar sobre la incomunicación en la pareja, la curiosidad por la vida ajena, la dificultad de tomar decisiones en la vida adulta, la infancia perdida y en parte recobrada, los lazos familiares, lo enigmático y lo inexplicable”.

La novela está escrita en tercera persona, con un narrador externo y con un enfoque objetivo y neutral, dando el mismo tratamiento a los sucesos aparentemente más reales que a aquellos que son más extraordinarios o fantásticos. En este segundo plano, el libro puede contener algunas dosis del género de la ciencia-ficción. El escritor usa su habitual prosa de frases cortas e incisivas y en el relato tiene tanta importancia lo que se cuenta como lo que se calla o solo se sugiere o se intuye. Y el relato se deja abierto a la interpretación y la imaginación del lector, que debe rellenar por sí mismo los voluntarios silencios y huecos del narrador. Entre otras posibles influencias literarias de la novela, es inevitable destacar algunos parecidos de algunos momentos de la narración con el famoso cuento “Casa tomada” del escritor argentino Julio Cortázar.

Después de una novela más larga como “Basilisco”, el propio Jon Bilbao ha comentado que le apetecía escribir “algo más pequeño, una especie de pieza de cámara”. Le ha quedado un sugerente texto de menos de 150 páginas, a caballo entre el relato largo y la novela corta. Lo que ahora, usando el término francés, mucho llaman “nouvelle”. Veremos qué formato elige el autor para su próxima narración, que sus lectores estaremos esperando.

“Los extraños”. Jon Bilbao. Impedimenta. 2021. 144 páginas.

jueves, 11 de noviembre de 2021

ASCENSIÓN AL PEIRO Y A GRATAL CON VIENTO EN LAS CIMAS

Grupo completo en el collado del Peiro
Grupo en la cima de Gratal

El pasado domingo, veintiséis miembros del Centro Excursionista Ribagorza realizamos una excursión circular por la comarca de la Hoya de Huesca en la que ascendimos a los picos Peiro y Gratal, dos montañas emblemáticas de esta zona prepirenaica meridional muy próxima a la capital oscense.

Los excursionistas salimos de Graus a las siete de la mañana y nos dirigirnos por carretera hasta Arguis, desde donde continuamos un par de kilómetros por la carretera de Bentué de Rasal para desviarnos a la izquierda por una pista de tierra, que nos condujo enseguida a un aparcamiento donde dejamos los vehículos e iniciamos nuestra excursión a pie.

Enseguida tomamos un sendero a nuestra derecha que arranca con una fuerte subida entre hayas, tejos y bojes y se suaviza un poco al adentrarse en el precioso hayedo del Peiro, el más meridional de nuestra provincia. Seguimos subiendo hasta un collado y, desde allí, acometimos las últimas rampas hasta la cima del Peiro, a la que llegamos sobre las diez de la mañana tras pasar por una cresta corta pero bastante aérea.

El término Peiro es pronunciado como palabra llana por los habitantes de la zona. Por ese motivo, creo que es más correcto escribir la palabra sin tilde, aunque últimamente es más frecuente verla acentuada, incluso en mapas y paneles. El Peiro, palabra que significa pétreo o de piedra, es una bella montaña de 1579 m. de altitud, que ofrece muy amplias vistas desde su cima. Además de los pueblos de Bentué de Rasal y Rasal, contemplamos buena parte de la cornisa pirenaica oscense, ya con bastante nieve. El viento frío no nos permitió permanecer mucho rato en esta espléndida atalaya. Así que descendimos de nuevo al collado, donde nos reagrupamos y nos hicimos la foto del grupo completo.

Desde allí, por una cornisa rocosa no muy bien señalizada, y entre erizones y bojes, fuimos hasta el collado de Sarramiana, cuyo desvío habíamos dejado antes a nuestra izquierda. Continuamos luego por pista hasta enlazar con la ruta tradicional que lleva a Gratal. Por un camino que transita junto al gaseoducto, descendimos hasta la fuente de Fenés y un amplio llano que atravesamos para iniciar la ascensión final al pico Gratal, cuya pétrea silueta teníamos frente a nosotros. La subida es bastante empinada y el viento soplaba con fuerza a medida que ascendíamos. Por suerte, en la cima, situada a 1567 m. de altitud, amainó algo y pudimos disfrutar de las magníficas vistas que ofrece.

Iniciamos la vuelta por el mismo camino de ida, pero luego nos desviamos por el barranco de Foz de Gabarda para salir al gaseoducto y a la pista que rodea el pantano de Arguis que nos condujo al aparcamiento donde habíamos comenzado la excursión. Fueron 16,5 km de recorrido, con 941 m. de desnivel acumulado. El punto más alto fueron los 1579 m. de la cima del Peiro y el más bajo 1088 m. Invertimos unas siete horas con las paradas. 

https://www.diariodelaltoaragon.es/noticias/deportes/2021/11/11/ascension-al-peiro-y-a-gratal-con-viento-en-las-cimas-1532917-daa.html



jueves, 4 de noviembre de 2021

POR LAS LAGUNAS DE ESTAÑA Y CASERRAS DEL CASTILLO


El grupo excursionista grausino Tardes al Sol realizó hace unos días una agradable excursión por las lagunas de Estaña y la localidad de Caserras del Castillo, en los municipios de Benabarre y Estopiñán, en la parte oriental de la comarca de Ribagorza. En la actividad participamos dieciocho personas, aunque dos de ellas no completaron todo el recorrido.

Los participantes salimos de Graus con nuestros vehículos a las tres de la tarde para dirigirnos por carretera hasta Estaña, que cuenta actualmente con siete habitantes según el último censo. Sin subir al pueblo, comenzamos nuestra excursión andando junto a las llamadas lagunas de Estaña, dos sorprendentes lagos de tipo endorreico, el mayor de los cuales tiene algo más de 16 hectáreas de extensión. Estas son las lagunas de tipo kárstico más importantes de la comunidad aragonesa.

Tras contemplarlas y pasar junto a ellas, tomamos la pista de tierra que lleva a Caserras del Castillo pero, al llegar a un cruce con un panel informativo sobre el citado pueblo, nos desviamos por una pista secundaria a nuestra izquierda. Desde el camino, tuvimos magníficas vistas de Benabarre y de las pequeñas poblaciones de Caladrones, Ciscar y Antenza. Al final de la pista, y solitaria en un campo de labor, se halla la ermita románica de Santa Sofía. Una enigmática construcción religiosa del siglo XIII cuya advocación, más propia de tierras orientales, ha hecho pensar que pudiera haber sido construida por algún caballero cruzado al volver de Tierra Santa.

Después de ver la ermita y hacernos una foto de grupo, tomamos un sendero no muy bien señalizado que nos llevó, en unos minutos, a las llamadas Balsas de Reboll. Se trata de dos lagares, excavados en la roca y comunicados entre sí, que al parecer servían para depositar el vino. Allí, el sendero inicia una pronunciada, aunque corta, subida que, tras pasar por un tramo de paredes de piedra seca, desemboca en una pista, el PR-HU202, que viene de Ciscar y Antenza y que enseguida nos lleva a Caserras del Castillo.

Aunque hay una casa arreglada y dos hermanos acuden al lugar todos los días, Caserras está despoblado desde la década de los años sesenta. Sin embargo, en los años cincuenta, el lugar llegó a tener más de un millar de habitantes. Muchos de ellos eran trabajadores en las obras del cercano pantano de Canelles. Al terminar las obras, los trabajadores se marcharon y la gente del pueblo se sumó a la emigración. En poco tiempo, el pueblo sufrió un rápido deterioro y hoy su arruinado caserío sirve para hacer prácticas de rescate a bomberos y miembros de protección civil. De Caserras eran los gaiteros que amenizaban antiguamente las fiestas de Graus y a quienes aún se va a esperar simbólicamente en el Puente de Abajo cada 12 de setiembre.

Tras merendar junto a la fuente y el lavadero del pueblo, continuamos por la pista que lleva de nuevo a las lagunas de Estaña, donde cerramos el círculo y terminamos la excursión. Fueron diez kilómetros de recorrido con 200 m. de desnivel y tres horas de duración con paradas.

(Artículo publicado hoy en Diario del Alto Aragón)

domingo, 31 de octubre de 2021

LOS VENCEJOS

Tras el enorme éxito obtenido por su anterior novela “Patria” (Tusquets, 2016), Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) ha publicado recientemente “Los vencejos”, una larga novela de más de setecientas páginas que ha sido recibida con gran expectación.

Hay que empezar diciendo que “Los vencejos” nada tiene que ver con “Patria” y que quienes esperaban que el autor guipuzcoano, afincado en Alemania, iba a continuar abordando el conflicto en el País Vasco con la valentía y objetividad con que lo hizo en su anterior narración pueden sentirse tal vez algo decepcionados. “Patria” fue una novela excepcional y vino a llenar un escandaloso vacío en la literatura española en el tratamiento del problema vasco, poniendo el foco en las verdaderas víctimas del fanatismo nacionalista y el terrorismo asesino tan presentes durante décadas en aquella comunidad. “Los vencejos” no tiene nada que ver con todo ello. Aramburu ha dado un giro a su narrativa y ha escrito una novela diferente, con un cambio radical de temática y enfoque. Y sería un error comparar una novela con la otra pues ambas se mueven en parámetros totalmente diferentes.

“Los vencejos”, que transcurre casi íntegramente en Madrid, tiene como protagonista a Toni, un profesor de instituto que imparte la asignatura de Filosofía, cincuentón y desencantado, que vive solo con su perra Pepa y que ha programado su suicido para dentro de un año. Inicia así un diario en el que, a lo largo de 365 textos agrupados en doce capítulos, va contando sus impresiones y sus vivencias presentes y pasadas. Conocemos así su relación con su mujer, Amalia, de la que se separó no muy amistosamente; con su hijo, Nikita, que llega a tatuarse una esvástica en la espalda; con su padre, su madre y su hermano; con sus suegros… Y con su único amigo, al que llama Patachula, que perdió una pierna en el atentado del 11-M y con quien se toma las cervezas y conversa sobre los temas de actualidad política y social de nuestro país. Toma protagonismo en la última parte del libro Águeda, una antigua novia de Toni, a la que el profesor rechazó por su poco atractivo físico pero que se incorpora luego a las tertulias con Patachula. Aunque su ex mujer y los familiares tienen un importante papel en partes del relato, Patachula y Águeda son los dos personajes secundarios más logrados de la novela.

En buena medida, “Los vencejos” pretende ser una crónica social y política de la España de estos últimos años. Son muchos los temas de actualidad que, de una u otra manera, aparecen en el libro: el feminismo, la relación entre hombres y mujeres, el papel del hombre ante el nuevo rol de la mujer, el lesbianismo, el auge del independentismo catalán, la aparición de nuevos partidos más extremos como Vox y Podemos, la situación de la enseñanza o, aunque no tanto como podría parecer, el suicidio. Y, aunque el autor nunca ideologiza su novela, hace opinar a su narrador y a otros personajes sobre estos temas y muestran con frecuencia posiciones contracorriente, alejadas de la ortodoxia y la corrección política imperantes. Obviamente, y algunos críticos parecen no observarlo, aunque el libro esté escrito en primera persona, las opiniones vertidas por el narrador, o por los diferentes personajes, no tienen por qué coincidir con las del autor.

Aunque “Los vencejos”, cuyo título hace una referencia simbólica a la libertad que representan para el narrador estas aves permanentemente aéreas, es una novela de más de setecientas páginas, se lee con mucha facilidad y fluidez. Está escrita en una prosa sencilla, con muchas expresiones coloquiales y mucho diálogo y estructurada en secuencias diarias breves. El libro no se hace largo al lector y eso que solamente hay dos cuestiones que mantienen en lo fundamental la intriga del relato: saber si el narrador cumplirá su promesa de suicidarse en la fecha prevista y descubrir la autoría de las notas anónimas que recibe continuamente en su buzón.

A mí, el Aramburu que más me gusta es el que trata la situación en el País Vasco: las novelas “Patria” y “Los años lentos” y el libro de relatos “Los peces de la amargura”. Pero un novelista necesita cambiar de registros y de temática y Aramburu es un escritor con una ya dilatada obra literaria que incluye novelas, relatos, ensayo, poesía y traducciones. “Los vencejos” engrosa esa larga lista y se lee con facilidad y ganas. No es una obra maestra, pero es una novela más que aceptable.

“Los vencejos”. Fernando Aramburu. Tusquets Editores. 2021.704 páginas.

 

POR LA BELLEZA OTOÑAL DE LOS BOSQUES DE OBARRA

El grupo grausino Tardes al Sol realizó esta semana una preciosa excursión por el congosto de Obarra, uno de los lugares donde mejor se puede contemplar en estas fechas la belleza del colorido de los bosques otoñales.

Los diecinueve participantes en la actividad salimos de Graus a las tres de la tarde y nos dirigimos con nuestros vehículos hasta Obarra y Río Blanco, paraje situado un poco más arriba del monasterio. Para poder hacer un itinerario lineal, combinamos coches en ambos lugares. Iniciamos la excursión andando en la carretera de Espés, reabierta al tráfico desde hace unos días. Aparcamos un poco más arriba del cruce del sendero GR-18.1 con la carretera. Descendimos unos metros por el asfalto y nos adentramos en el sendero a nuestra derecha bajando, perfectamente señalizado en una curva y con las indicaciones en dirección a Ballabriga y Obarra. Este camino se conoce como el de la Croqueta, por el nombre del paso más elevado del recorrido, situado entre unas elevadas peñas y llamado también la Portiella. El itinerario transita por la margen derecha del río Isábena, por encima de la carretera A-1605, que va más próxima al río.

Iniciamos el sendero con una ligera bajada, por una zona conocida como la Ubaga, en el paraje llamado Gabarret. Siempre entre bosque variado,  llegamos a un desvío a la izquierda que lleva a la font o fuente dels Fusters, es decir, de los carpinteros o madereros. Está a solo cien metros y el pequeño manantial surge junto a una gran haya. El camino principal llanea o desciende ligeramente entre paredes de piedra a ambos lados y algún pequeño claro del bosque. Tras pasar el barranco de las Garantas, prácticamente seco, iniciamos un ascenso por un bello camino empedrado hasta el paso de la Croqueta, situado a 1350 m. de altitud.

En este tramo del recorrido, y al ser la excursión por la tarde, disfrutamos de la belleza y variedad de los colores del bosque que veíamos en la ladera de enfrente, plenamente iluminada por el sol. Todo un bosque mixto con hayas, arces, robles, bojes, servales, pinos…Una belleza cromática otoñal en su máximo esplendor. Tras una parada en la Croqueta para merendar, iniciamos el descenso hacia Ballabriga y Obarra. Disfrutamos de algunas bonitas vistas aéreas del monasterio de Obarra, pasamos por la llamada Roca del Castell, donde supuestamente estaba el antiguo castillo de Ripacurtia, y llegamos a Ballabriga, pequeña localidad hoy despoblada pero con varias casa arregladas, donde hicimos una breve parada.

Desde allí, primero por sendero y luego por estrecha carretera, llegamos a la A-1605 y al aparcamiento de Obarra, donde habíamos dejado algunos vehículos, y terminamos la excursión. Habíamos recorrido 8,5 km, con 350 m. de desnivel de subida y 600 de bajada. El punto más alto fueron 1354 m. y 1007 m. el más bajo. Invertimos tres horas y media con paradas. Y disfrutamos del espectáculo del otoño en su máximo apogeo.

https://www.diariodelaltoaragon.es/noticias/deportes/2021/10/28/por-la-belleza-otonal-de-obarra-1529779-daa.html?fbclid=IwAR27_MUjavdHcA0JcfE0uQJVWmNcMPZiFjUbNIse3eUP0o5gySVd2gDdA-Y

jueves, 21 de octubre de 2021

EXCURSIÓN OTOÑAL POR EL BOSQUE DE LA PARDINA DEL SEÑOR


El pasado domingo, el Centro Excursionista Ribagorza organizó una excursión desde Fanlo a Sarvisé, pasando por el famoso bosque de la Pardina del Señor, considerado uno de los bosques más bonitos de nuestra provincia. Excepto el tramo final, entre Buesa y Sarvisé, que transcurrió por el PR-HU118, durante el resto del itinerario, desde Fanlo hasta Buesa, fuimos siempre por el sendero GR-15, que fue inaugurado en octubre de 2015, en una recordada jornada que contó con la asistencia de numerosos clubes de montaña.

Los diecinueve participantes en la actividad salimos de Graus a las 6.30 horas para dirigirnos a Fanlo en autobús. Iniciamos nuestro recorrido andando a poco menos de un kilómetro de Fanlo, en el punto en que el sendero, perfectamente señalizado, cruza la carretera para descender, en pronunciadas lazadas entre pinos, hasta el río Chate. Tras cruzarlo sin problemas, ascendimos por un bello sendero envuelto en un precioso bosque caducifolio y variado. Ahora, además de pinos y bojes y algunos abetos y acebos, encontramos hayas, arces, abedules, avellanos, serbales de los cazadores, tilos, álamos temblones, majuelos, olmos de montaña y fresnos. Y cada vez más presencia de robles, uno de los cuales destaca junto al camino por su monumentalidad y enorme tamaño.

Tras algo menos de hora y media de camino, llegamos a la Pardina del Señor, también llamada Pardina Ballarín. Se conserva buena parte del edificio y unas ruinas de una antigua ermita románica.  Allí hicimos una breve parada y, en una de las fachadas de la pardina, nos hicimos la foto de grupo. Continuamos la senda en descenso para cruzar el barranco A Casa y adentrarnos en un bello hayedo. Un poco más adelante, dejamos el municipio de Fanlo y entramos en el de Broto. Siempre siguiendo las marcas rojiblancas, el camino combina algún tramo de pista con sendero y el bosque se hace menos variado y predominan los robles. Pasamos por la Fuen Cubillata y dejamos a la derecha el conjunto de bordas de San Esteban, con alguna de ellas completamente envuelta en hiedra.

Ya pertenecen a la localidad de Buesa, cuyo caserío, con un gran edificio blanco en primer plano y la esbelta torre de su iglesia a continuación, pronto divisamos. Tras dejar en un altozano a nuestra derecha la ermita de Bun, entramos en Buesa. Aquí, dejamos el GR-15 y, junto a la iglesia de Santa Eulalia, tomamos el sendero PR-HU118 que, por el Quejigar, desciende en pronunciada bajada hasta Sarvisé. Tras pasar por la ermita de San Cristóbal, llegamos al pueblo, en uno de cuyos restaurantes, situado a las afueras, comimos al terminar la excursión.

Fueron 17 km de recorrido, con 721 m. de desnivel acumulado de subida y 1133 m. de bajada. La altitud máxima fue de 1374 m. y la mínima de 865 m. El tiempo total invertido, incluidas las paradas, fue de unas cinco horas y media. Habíamos disfrutado de un bonito itinerario por bellos bosques otoñales en un día de temperatura bastante benigna. Después de la comida, y ya avanzada la tarde, nos esperaba un largo camino de vuelta a Graus en autobús.

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domingo, 17 de octubre de 2021

LA PODA

“La poda” es la primera novela de Laura Beatty (Londres, 1963). Fue publicada en Inglaterra en 2008 y obtuvo varios premios literarios importantes. Ahora, tras su éxito internacional, la exquisita editorial Impedimenta la ha publicado en nuestro país, con traducción del inglés a cargo de Ce Santiago. Laura Beatty estudió Filología Inglesa en Oxford y más tarde se especializó en Griego Antiguo. Ha publicado un par de novelas más que no han sido traducidas al español. Ha trabajado como periodista y escrito varios relatos cortos. Durante un tiempo vivió en Salcey, uno de los pocos bosques medievales que quedan en Inglaterra, y actualmente vive entre la ciudad inglesa de Bath y su casa en Grecia.

“La poda” está protagonizada por Anne, una joven inglesa de 15 años, desgarbada y larguirucha, que, cansada de la vida con su caótica familia que la ignora y ningunea, decide irse a vivir al bosque, donde aprenderá a sobrevivir en la naturaleza, convirtiéndose en buena medida en una vagabunda.Poco a poco, aprende a buscar comida y a cazar con sus propias manos; a construir una casa con los materiales que el propio bosque le regala, y a descifrar el hipnotizante coro griego de los árboles. Observa a los zorros y a los ciervos, sobrevive a su primer y terrible invierno, y conoce la amarga y cálida belleza del amor. Pero en el bosque escucha otras voces: la noche y sus rumores, un hombre armado con una pistola, niños que chapotean en las charcas… y pronto el sonido de unas motosierras lejanas, que presagian senderos bajo los árboles y pasarelas bajo el dosel de las ramas. La ciudad que poco a poco empieza a cercarla”.

La idea principal de la novela es tal vez la constatación de que la huida a la naturaleza es hoy en cierta manera imposible, pues esa naturaleza en su estado puro y salvaje ya no existe. Al menos en los países occidentales y modernos, como la Inglaterra actual en que transcurre el relato. Así lo dice la narradora: “Era irrespirable. Por todas partes letreros que tenías que leer. Bicicletas, caballos, corredores. Y en el lado más apartado, una tarde, dos chicos haciendo motocrós, arrasando el sotobosque, ilegal”.  Anne busca la fusión con la naturaleza y aprende a conocerla y a convivir con ella de una manera entre utilitaria y panteísta. En cualquier caso, la presencia de otras personas le resulta necesaria y con ellas vive interesantes experiencias. Así, Steve y su madre, que viven junto al vertedero y con los que Anne traba amistad, o el ambiguo guarda forestal que la protege en cierto modo, pero cuyo comportamiento no siempre se ajusta a las obligaciones de su cargo.

Cristóbal Ruitiña hace un espléndido resumen de la novela en un artículo de “Zenda”: “Siglo y medio después de la publicación del Walden de Thoreau, Walden ya no existe. Esta es la tesis central de esta novela que es, pues, una narración sobre la huida a la naturaleza cuando la naturaleza ya no está. A ella se va Anne, una joven inglesa de 15 años, que ya no soporta más a su familia. No puede vivir rodeada de su indiferencia, su solipsismo y su cacharrería. Se diría, por tanto, que su familia no es sino un trasunto de la civilización urbana. Y Anne, que antes lo ha frecuentado ocasionalmente, un día se escapa al bosque cercano para instalarse definitivamente en él. Es un lugar muy poco virgen ya, asediado por las prácticas agropecuarias, los guardabosques y los turistas y que hasta tiene un punto limpio en los márgenes, un vertedero al que van a parar todas las sobras de la civilización urbana que, por cierto, Anne aprende a aprovechar evidenciado así la utilidad que, en el fondo, les otorga”.

Aunque a veces puede parecer que la novela se decanta por un mensaje ecológico demasiado simplista e ingenuo, lo verdaderamente interesante y nuclear del relato es la lucha por la supervivencia de la protagonista en un medio natural que, junto a su cautivadora belleza idílica, muestra también, y en no poca medida, su lado hostil, duro y adverso.

“La poda” puede enmarcarse en esta tendencia a la vuelta a la naturaleza tan presente en nuestros días, pero lo hace de una manera original y mostrando de forma crítica las dificultades que ello entraña y los aspectos desfavorables que presenta esa misma naturaleza, regida por sus propias leyes, que no tienen como prioridad lo individual sino la lucha descarnada por la supervivencia de sus miembros. Y en esa lucha por sobrevivir en un medio tan armónico como despiadado se va forjando la personalidad en desarrollo de la desgarbada Anne.

 “La poda”. Laura Beatty. Impedimenta. 2021. 320 páginas.

 

jueves, 14 de octubre de 2021

EXCURSIÓN POR LA PUEBLA DE CASTRO Y SU RICO PATRIMONIO


 El pasado lunes, el grupo grausino Tardes al Sol realizó una preciosa excursión circular dentro del término municipal de La Puebla de Castro. Durante el recorrido, pasamos por varias de las joyas del rico patrimonio artístico y cultural que alberga esta acogedora localidad ribagorzana.

Los dieciocho participantes en la actividad salimos de Graus a las 15.15 horas y nos dirigimos en nuestro vehículos hasta la urbanización Lago Barasona, a 6 km de la capital ribagorzana. Allí comenzamos nuestra excursión a pie y, siguiendo las marcas del PR-HU74, en menos de media hora llegamos a los restos de la antigua ciudad romana de Labitolosa, que estuvo poblada entre los siglos I a.C. y II d. C. Allí hicimos una parada para ver la Curia y sus dos conjuntos termales y dejamos, en lo alto del llamado cerro del Calvario, los restos de una importante fortaleza medieval musulmana. 

Desde Labitolosa, continuamos por la pista de tierra hasta conectar con la carretera. Dejamos las marcas del PR y retrocedimos hasta tomar otra pista que nos condujo al viejo lavadero circular con tejado en forma de embudo que ha sido recientemente restaurado. Desde allí, tomamos el nuevo GR-17 que, en menos de dos kilómetros, nos llevó a la plaza principal de La Puebla de Castro. Allí nos esperaba la guía local Eva Altemir, que nos abrió la iglesia de Santa Bárbara y nos explicó la composición del magnífico retablo de San Román, procedente de la iglesia de Castro que íbamos a visitar más tarde.

Pasamos por la otra plaza de La Puebla y descendimos hacía la carretera para tomar, casi frente al Mesón de la localidad, el sendero PR-HU75 en dirección a Castro. Enseguida desembocamos en una pista que en poco más de media hora nos llevó hasta Castro y su extraordinaria iglesia románica dedicada a San Román. Allí nos esperaba, de nuevo, Eva Altemir, que nos enseñó el interior de la iglesia, cuyo alfarje mudéjar está en proceso de restauración. Tras disfrutar de las explicaciones de la guía, subimos al mirador que se halla donde estaba la torre del antiguo castillo medieval. Desde allí, contemplamos extraordinarias vistas del pantano de Barasona, Lumbierre, el congosto de Olvena, el valle del Sarrón, La Puebla de Castro o Secastilla, entre otros lugares.

Retornamos por el camino de ida hasta llegar a un cruce señalizado en el que nos desviamos hacia la derecha, para descender por un sendero de pronunciada bajada hacia la zona del camping Bellavista o Suvenuix. Desde allí, continuamos por el carril bici y, en menos de media hora, y ya oscureciendo, llegamos a la urbanización Lago Barasona, donde teníamos nuestros vehículos para regresar a Graus.

En total, habíamos recorrido 12,5 km con 340 m. de desnivel acumulado. Y habíamos invertido casi cuatro horas y media incluyendo las paradas. Había sido una tarde verdaderamente redonda de paisaje, cultura, arte y patrimonio.