miércoles, 30 de marzo de 2022

DE AGUINALÍU A JUSEU, ENTRE SALINAS Y YESERÍAS MUDÉJARES


El pasado lunes, el grupo grausino Tardes al Sol organizó una excursión entre las poblaciones ribagorzanas de Aguinalíu y Juseu en la que participamos 25 personas. Fue un recorrido de ida y vuelta que incluyó una detenida visita a estas dos pintorescas localidades, hoy pertenecientes al municipio de Graus.

Los participantes en la excursión salimos de Graus a las 15.30 horas y nos dirigimos en coche hasta Aguinalíu, situado a unos doce km de la capital ribagorzana. A la entrada del pueblo, aparcamos nuestros vehículos y comenzamos a andar por el GR-18 en dirección a Juseu. Tomamos una pista a la izquierda que enseguida va ascendiendo hasta un collado desde el que ya vimos el viejo salinar de Aguinalíu, con los restos de un edificio y un bosque de juncos junto al llamado barranco Salado. Tras un pequeño descenso, nos apartamos ligeramente de camino por nuestra derecha para ver una de las balsas de piedra de estas salinas que hace años que dejaron de explotarse, pero cuya existencia está ya documentada en el año 987, cuando se dictó una sentencia que atendía el derecho de Juseu a tener parte en la extracción de la sal, que hasta entonces tenía Aguinalíu en exclusiva.

Retornamos al camino y ascendimos, entre campos de almendros, hasta un collado desde el que ya divisamos Juseu, recortado entre las rocas. Allí nos hicimos una foto de grupo y descendimos ligeramente para salirnos luego de la pista y, por nuestra izquierda, ascender hasta Juseu, denominado Chuseu en el habla de la zona. Entramos en su caserío, bien arreglado y cuidado, y llegamos hasta su plaza Mayor, donde se halla su iglesia parroquial dedicada a San Julián. La austeridad exterior de este templo del siglo XVII contrasta con la exuberancia y belleza de las yeserías mudéjares barrocas que decoran primorosamente todo su interior. Tras contemplarlas detenidamente, salimos de la iglesia y subimos hasta la parte alta del pueblo, conocida como Las Rocas, donde estuve el antiguo castillo medieval. Desde allí se divisan vistas magníficas, aunque esta vez la calima reinante nos impidió disfrutarlas con nitidez.

Visitado Juseu, retornamos por el mismo camino hasta Aguinalíu, cuyo topónimo es una deformación de Aguilaníu, es decir, nido de águilas. Antes de dar por concluida nuestra excursión, visitamos también con detenimiento Aguinalíu. Vimos su almazara o molino de aceite y su fuente remozada y ascendimos a lo más alto del pueblo para visitar su también recientemente restaurada iglesia parroquial dedicada a San Martín, una de cuyas capillas laterales también está decorada con yeserías mudéjares. Antes de volver a Graus, aún pudimos ver la pequeña capilla dedicada al Santo Cristo, oratorio particular de la Casa Huguet con yeserías pintadas de azul. Eran más de las ocho de la tarde cuando dimos por terminada la excursión. Solo habíamos recorrido once kilómetros, con 375 m. de desnivel acumulado, en más de cuatro horas. Pero habíamos disfrutado de bellos paisajes y de varias muestras del importante patrimonio cultural y artístico de nuestra comarca ribagorzana

miércoles, 23 de marzo de 2022

EL MAL TIEMPO IMPIDIÓ HOLLAR LA CIMA DEL TORONZUÉ


 

Las adversas condiciones climatológicas impidieron que los dieciocho participantes en la excursión organizada por el Centro Excursionista Ribagorza el pasado domingo pudiéramos llegar a la cima del pico Toronzué, a 2263 m. de altitud, tal como se había programado. A pesar de ello, el grupo hizo parte del recorrido previsto y, desde la boca este del túnel de Cotefablo, ascendió hasta las cimas del pico Gabardós y el Monte Torcedor. En este punto y, ante la persistencia del mal tiempo en forma de nieve, granizo y lluvia y, sobre todo, debido a la densa niebla que cubría la parte alta del recorrido y que nos impedía disfrutar de las vistas del itinerario, el grupo decidió por consenso descender de nuevo al punto de inicio de la excursión.

Los participantes en la actividad habíamos salido de Graus a las 7 horas para dirigirnos en nuestros vehículos hasta la boca este del túnel de Cotefablo, adonde llegamos a las 8.35 horas, tras algo más de cien kilómetros de carretera. Allí, a 1450 m. de altitud, iniciamos nuestra excursión andando. En el lado derecho de la carretera, comenzamos la ascensión por el PR-HU171, que lleva al Pelopín, Otal y Ainiella y que luego abandonaríamos dejándolo a nuestra izquierda. El sendero transita primero por un bosque de pinos y luego por un terreno más abierto con abundancia de escarpines. Desde el inicio, las condiciones meteorológicas no eran demasiado buenas. Pronto empezó a caer agua-nieve y un granizo fino y las nubes bajas cubrían la sierra a la que ascendíamos. Primero encontramos algo de barro y luego algunos tramos con nieve.

Subimos por el sendero y ascendimos hasta el pico Gabardós, a 1698 m. de altitud. Desde allí, descendimos al collado de Gabardós e iniciamos una nueva subida hacia el Monte Torcedor, caminando un tramo entre postes de alambre para el ganado. En lo alto de este monte, a 1914 m. de altitud, nos reagrupamos para decidir si seguíamos adelante con la excursión. Al comprobar que persistía la lluvia y que la cada vez más espesa niebla nos iba a impedir disfrutar de las excelentes vistas que se divisan desde lo alto del pico Toronzué, el grupo decidió por consenso no seguir adelante y retornar al punto de inicio del recorrido.

Hicimos buena parte del camino de vuelta por una pista de tierra en vez de por el sendero por el que habíamos ascendido que, con la lluvia, estaba más resbaladizo. Poco después de las 12.30 horas, llegamos a la entrada del túnel de Cotefablo donde teníamos los coches y dimos por terminada la excursión. Habíamos recorrido unos 8 km, con unos 500 m. de desnivel acumulado, en algo más de tres horas. No habíamos logrado nuestro objetivo inicial pero habíamos hecho una parte del recorrido previsto y, dadas las adversas condiciones climatológicas del día, creíamos haber tomado la decisión más adecuada. El CER ya había ascendido a esta cima hace unos años y, probablemente, volverá a hacerlo en un futuro en un día más propicio.

domingo, 20 de marzo de 2022

TOKIO AÑO CERO


“Tokio año cero” es la primera novela de la Trilogía de Tokio. Las posteriores “Ciudad ocupada” y “Tokio Redux” completan la gran triada narrativa japonesa del escritor británico David Peace, una de las figuras más destacadas y originales de la novela negra actual. Nacido en 1967 en Osset, en el condado de Yorkshire, David Peace estudió en Manchester, trabajó como profesor de inglés en Estambul y, salvo un breve paréntesis de dos años en que regresó a Inglaterra, lleva viviendo en Japón desde 1994. Actualmente reside en Tokio con su mujer y sus dos hijos.

David Peace se dio a conocer con el Cuarteto de Yorkshire (“1974”, “1977”, “1980” y “1983”), cuatro novelas difíciles, tremendamente impactantes y originales, muy pesimistas y de intriga tortuosa, inspiradas en un famoso asesino en serie que actuó en el condado natal del autor en las décadas de los 70 y los 80 del pasado siglo XX. Posteriormente, publicó “GB 84”, ambientada en la época del gobierno de Margaret Thatcher, y “Maldito United”, basada en la vida de  Brian Clough, un conocido jugador de fútbol y posterior manager, que intenta reflejar la corrupción que reinaba en el fútbol inglés en los años 70. “Tokio año cero” fue publicada en Inglaterra en 2007 y editada por primera vez en castellano en 2013 por Mondadori. El pasado año, la meritoria editorial asturiana Hoja de Lata (hay que recordar que David Peace asistió a la Semana Negra de Gijón de 2021) la reeditó en nuestro idioma en la excelente traducción de Javier Calvo. Hoja de Lata ha publicado también recientemente las otras dos novelas que componen la Trilogía de Tokio.

La narración de “Tokio año cero” comienza el 15 de agosto de 1945, justo el día en que el emperador Hirohito anuncia en una alocución radiofónica la rendición de Japón tras la Segunda Guerra Mundial. Ese mismo día, aparece estrangulada una mujer joven en un parque de Tokio y el inspector detective Minami debe desplazarse al lugar del suceso. Este es el prólogo de la novela que, dividida en dos partes, transcurre un año después, entre el 15 y el 28 de agosto de 1946, a razón de un capítulo por día. En ese tiempo, aparecen en otros lugares de la ciudad varios cadáveres más de chicas muy jóvenes estanguladas.

El detective inspector Minami, protagonista de la novela y narrador del relato en primera persona, será uno de los policías encargados de la investigación de esas misteriosas muertes. Minami es un policía cumplidor y meticuloso, pero con su exiguo sueldo apenas le llega para mantener a su mujer y sus hijos. Además, tiene una amante a la que conoció durante los bombardeos y un oscuro pasado en la guerra en China. Para sacar algo más de dinero y poder tener acceso a los calmantes que necesita y de los que se ha hecho adicto coquetea con un jefe mafioso de Tokio que lo chantajea.

La novela está, en parte, inspirada en un personaje real: un depredador sexual que había sido soldado del ejército japonés, condecorado durante la guerra, y que violó y estranguló a un buen número de mujeres. Además de este personaje real y del cínico y atormentado Minami, aparecen en el libro un buen número de personajes: muchos policías que trabajan con Minami, el capo mafioso del que depende, su amante, los familiares de las chicas que mueren, un periodista ambiguo y chantajista… La verdad es que el lector debe afinar su atención ante tantos nombres japoneses que no resulta fácil retener.

La novela está ambientada en el Japón inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Un país devastado, derrotado y hundido, con multitud de desaparecidos y de personas sin casa que han perdido a sus familiares y que sobreviven como buenamente pueden. Que asisten humillados a los privilegios de los soldados estadounidenses que han ocupado el país y que depuran responsabilidades por los comportamientos de los soldados y mandos nipones durante el conflicto. Con bandas de mafiosos y emigrantes formosanos y chinos que se disputan violentamente el control de los mercados y los alimentos. Con trenes atestados de gente, con suciedad y piojos, con muchachas que se prestan a todo a cambio de protección y comida. Un retrato desolador de un país derrotado y hundido que, sin embargo, y eso ya no lo vemos en el libro, no tardó mucho en salir de ese estado de pobreza para iniciar su despegue económico.

David Peace escribe con una prosa singular y distinta, cargada de repeticiones machaconas que funcionan como mantras y desvelan a veces las obsesiones personales del personaje narrador. Hay sonidos para indicar el tic-tac del reloj o para mostrar el picor y la necesidad de rascarse. Y muchos términos japoneses que aparecen traducidos en un glosario al final del libro. Peace es un escritor diferente y único, creador de un lenguaje personal  y unas tramas enrevesadas y complejas pero narrativamente fundamentadas y sólidas. Solo comparable con James Ellroy, su reconocido maestro y su influencia más evidente.

“Tokio año cero” no es un libro fácil ni tal vez apto para todo tipo de lectores, pero es, sin duda, una novela descomunal, de esas que dejan una huella imborrable en el lector y permanecen largo tiempo en su memoria.

    “Tokio año cero”. David Peace. Hoja de lata. 2021. 432 páginas.

jueves, 17 de marzo de 2022

EXCURSIÓN DESDE EL VALLE DE LIERP A MERLI Y SU MENHIR





La semana pasada el grupo grausino Tardes al Sol realizó una excursión matinal a la localidad ribagorzana de Merli. Fue un recorrido circular con inicio y final en Sala, un pequeño núcleo del municipio del Valle de Lierp, cuya capital es Egea, o Eixea, situada a los pies del majestuoso Turbón.

Los participantes salimos de Graus a las 8.30 horas y nos dirigimos por carretera a Sala, pasando por Campo y tomando allí la HU-V-9601, desde la que un breve desvío a la derecha nos lleva a Sala, a unos 1100 m. de altitud, un lugar que tenía cuatro casas y cuyas viviendas actuales están completamente modernizadas. Junto a los restos consolidados de la ermita románica de San Vicente, dejamos los coches y empezamos nuestra excursión a pie.

Enseguida pasamos por el núcleo de Pociello, donde hay una gran casa (Casa El Roy) con una pequeña ermita dedicada a Santa Quiteria. Sala y Pociello son conocidas en la zona como Las Casas del Ubago, es decir, del lugar umbrío donde no da mucho el sol. En pocos minutos llegamos al PR-HU48, que seguimos un corto tramo hasta llegar a una bifurcación. Dejamos a la derecha el PR, por el que íbamos a bajar luego, y seguimos por la pista principal que sube hasta la sierra de Chordal. Ya desde el primer momento las vistas del Turbón con la nieve recién caída del día anterior eran extraordinarias. También en algún tramo de la subida encontramos algo de nieve en el camino.

Desde el punto más alto del recorrido en la sierra de Chordal, a 1540 m. de altitud, iniciamos el descenso hacia Merli. Pronto conectamos con el PR-HU48, que viene de Roda y que íbamos a seguir a partir de aquí. En dirección al oeste, un poco antes de llegar a Merli, nos encontramos con su famoso menhir, situado en el borde de un campo de labor a la izquierda del camino. Se trata de un monumento megalítico de unos seis metros de altura y que, según los expertos, tiene entre 5000 y 7000 años de antigüedad. Allí hicimos una breve parada y una foto de grupo.

Enseguida llegamos a Merli, pequeña localidad del municipio de Isábena y situada a 1250 m. de altitud en la que aún viven varias familias. Una de ellas es la de la Casa Turmo, cuyo propietario tuvo la amabilidad de enseñarnos parte de su interior. Se trata de una magnífica casa torreada con figuras esculpidas en su exterior y un interior que conserva muchos elementos originales del siglo XVI. Pasamos también por la casa Coma, también torreada, y por la iglesia del pueblo, dedicada a San Antonio de Padua y con una preciosa puerta de estilo mudéjar. Tras atravesar el pueblo y dejar en lo alto los exiguos restos de su viejo castillo, continuamos por el PR-HU48 hasta alcanzar un nuevo collado en la sierra de Chordal. Allí hicimos una breve parada para recuperar fuerzas e iniciamos la bajada por un bello sendero entre bojes, pinos y bastante musgo.

Tras 14,5 km y 670 m. de desnivel acumulado, en los que habíamos invertido unas cinco horas y media con las paradas, llegamos de nuevo a Pociello y Sala y terminamos nuestro recorrido.


miércoles, 9 de marzo de 2022

LA ANDADA POPULAR DE MONTAÑANA CELEBRÓ SU IX EDICIÓN

El pasado sábado se celebró la IX edición de la Andada Popular de Montañana, o Ruta de la Reconquista, en la que participamos noventa personas procedentes de diversos lugares y clubes de toda la geografía aragonesa. El evento fue organizado por el Centro Excursionista Ribagorza y contó con la colaboración del ayuntamiento de Puente de Montañana, la comarca de Ribagorza, la Federación Aragonesa de Montaña, la Coordinadora de Andadas Populares de Aragón y la empresa JUSEGAL.

La actividad consistió en la realización de dos excursiones circulares con inicio y final en Puente de Montañana. Una ruta larga de 21 kilómetros y otra más corta de 15 km. En la primera, participamos 60 personas y en la segunda, 30. Tras la caminata se celebró una comida de hermandad en un restaurante de Puente de Montañana.

Los participantes en la andada nos dimos cita a las 9 horas en Puente de Montañana, donde desayunamos y nos hicimos una foto de grupo antes de iniciar la excursión. Salimos de Puente de Montañana por la margen derecha del río Noguera Ribagorzana, pasamos por debajo de la carretera y nos dirigimos a la izquierda por el carril que lleva al magnífico núcleo medieval de Montañana. Tras pasar su bello puente, ascendimos por sus empedradas calles hasta la impresionante iglesia de Santa María de Baldós. Siempre por el GR-1, continuamos por precioso sendero flanqueado por paredes de piedra seca hasta Mora de Montañana, antigua aldea de dos casas (Massana y Madart), actualmente rehabilitada.

Continuamos por un tramo del GR-1 hasta que dejamos este a nuestra derecha y continuamos por pista hasta Chonchordi, o Chuanchordi, una casa y una pequeña y coqueta ermita dedicada a Santa Valdesca y un amplísimo conjunto de granjas de cerdos. Aquí estaba el primer punto de avituallamiento donde pudimos comer una manzana y coger una botella de agua. También en este punto se separaban las dos rutas: la corta y la larga. Quienes optamos por la ruta larga, seguimos por un tramo de carretera y, luego, por una pista de tierra que nos llevó al núcleo despoblado de Torre Baró, una antigua localidad de ocho casas dispuestas en un cerro con una bonita iglesia románica, situada exenta en la parte baja del lugar y dedicada a la Virgen de Valdeflores.

A partir de aquí, continuamos por sendero hasta divisar Puente de Montañana, descender a esta localidad y así cerrar el círculo y terminar la excursión. Habíamos recorrido 21 km, con 565 m. de desnivel acumulado, en los que invertimos unas cinco horas. El punto más alto fueron 670 m y 535 el más bajo. Terminada la excursión y, tas recibir un pequeño obsequio por parte de la organización, nos dispusimos a disfrutar con apetito de una buena comida que nos habíamos ganado tras el esfuerzo matinal. 

domingo, 6 de marzo de 2022

LA NOSTALGIA DE LA MUJER ANFIBIO

Hace dos años escribí en esta misma sección una reseña de “El niño que comía lana”, el anterior libro de Cristina Sánchez-Andrade (Santiago de Compostela, 1968), un extraordinario conjunto de relatos que en mi opinión figura entre los mejores libros de este género publicados en España en los últimos tiempos. La escritora gallega, que además es crítica literaria, traductora de inglés y coordinadora de talleres de escritura, tiene ya una larga trayectoria literaria, iniciada hace más de veinte años, que incluye poesía, ensayo, traducciones del inglés y, sobre todo, libros de relatos y novelas. Entre estas últimas, destacan, entre otras, “Ya no pisa la tierra tu rey”, con la que en 2004 ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, “Las inviernas” (2014) y “Alguien bajo los párpados” (2017). Todas ellas, publicadas por Anagrama. Este mismo sello acaba de editar “La nostalgia de la Mujer Anfibio”, una espléndida novela que confirma a Cristina Sánchez-Andrade como una de las mejores narradoras actuales de nuestra literatura.

“La nostalgia de la Mujer Anfibio” está de nuevo ambientada en la Galicia rural y hace un recorrido a través de tres generaciones de mujeres, desde 1921 hasta las primeras elecciones democráticas de la Transición en 1977. La novela se inspira en un hecho real que se produce casi al inicio del relato: el naufragio del vapor Santa Isabel en la bocana de la ría de Arousa, frente a la isla de Sálvora, durante la madrugada del 2 de enero de 1921. Mientras los hombres celebraban la llegada del año nuevo, las mujeres se enfrentaban solas al rescate lanzándose al mar con sus pequeñas barcas. Aunque muchos murieron ahogados, lograron salvar a un buen número de náufragos. Fueron consideradas heroínas y se le condecoró por ello, pero posteriormente surgieron rumores sobre comportamientos codiciosos y de rapiña por parte de algunas de ellas. Los pasajeros del barco llevaban muchas joyas y objetos de valor que alguien vio sobre la playa y que luego desaparecieron.

Una de esas mujeres, Lucha Amorodio, es la protagonista del libro. Ese día iba vestida de novia cuando se produjo el naufragio y salió de su casa para participar en la ayuda. En la playa se encontró con un náufrago inglés, desnudo y con un sombreo de copa. Ese encuentro fugaz cambió su vida y planea a lo largo de toda la novela sobre el personaje, que se casó con su novio gallego con el que estaba prometida desde casi niña. Lucha es una mariscadora que coge el pescado en el mar y lo vende luego por las casas. Esa doble vida laboral entre la tierra y el mar explica su condición de mujer anfibia que aparece en el título del libro. Además de Lucha, encontramos, aunque con menor protagonismo, a su hija Purísima Concepción (el nombre es significativo, como el lector podrá comprobar) y a su nieta Cristal. Otros personajes femeninos del pueblo son la mojigata y cotilla Jesusa y la meiga Soliña. Otro personaje destacable es el llamado Ziggy Stardust, al que apodan también El Lagartijo, un hippy embaucador que aparece por el pueblo para activar con música la memoria de sus habitantes. Un personaje que recuerda a otros de la narrativa, sobre todo sureña, y el cine estadounidenses. Uno de los aspectos más destacados del libro es, sin duda, el elenco de personajes memorables que componen el relato.

Como sintetiza a la perfección la promoción del libro: “Una vez más, la autora mezcla con pericia el realismo más crudo con el delirio surreal, convocando certeros aromas del tremendismo de Cela, el realismo mágico de Cunqueiro y el esperpento de Valle-Inclán. El resultado es una novela fascinante: una reflexión sobre la memoria en la que intervienen secretos y celos, la culpa colectiva y el deseo femenino; un desafío al lector, escrito con una destreza técnica y una prosa excepcional, capaz de crear un juego hipnótico que no concluye hasta la última página”. A eso hay que añadir el sentido del humor muy presente también en el texto. Por ejemplo, recuerdo al escribir estas líneas, la visita de Lucha al ginecólogo y su confusión entre las palabras ingles e inglés.

Cristina Sánchez-Andrade mezcla muchos elementos narrativos en esta novela, que algunos inscriben en esa corriente, de ya lejano origen hispanoamericano y tal vez demasiado manida, conocida como realismo mágico. Realismo y crónica veraz del ruralismo gallego de un pequeño pueblo costero de pescadores hay en grandes dosis en la novela. Pero a ello se añaden, es cierto, pinceladas tremendistas y casi surreales que concurren en buena parte de la mejor tradición literaria gallega o de autores nacidos en Galicia. En cualquier caso, aun con todas estas influencias e ingredientes, Cristina Sánchez-Andrade suena con voz propia y personal. Sin duda alguna, y esta novela lo confirma con rotundidad, estamos ante una de las voces más potentes y mejor entonadas de la literatura española de nuestros días.   

“La nostalgia de la Mujer Anfibio”. Cristina Sánchez-Andrade. Anagrama. 2022. 272 páginas.

 

miércoles, 2 de marzo de 2022

DEL ALTO DE SAN ROQUE A OLVENA ENTRE ALMENDROS EN FLOR

El pasado lunes, el grupo grausino Tardes al Sol realizó una excursión circular desde el Alto de San Roque, muy cerca de La Puebla de Castro, en la comarca de Ribagorza, hasta Olvena, localidad ya perteneciente a la comarca de Somontano. Es el tercer año consecutivo que el grupo organiza esta excursión por estas fechas, haciéndola coincidir con el momento de esplendor de la floración del almendro, pues en el itinerario propuesto abundan las plantaciones de este árbol. Por eso, la excursión ha sido denominada como La ruta de los almendros en flor.

En la actividad participamos 17 personas, que salimos de Graus a las 15 horas para dirigirnos por carretera hasta el Alto de San Roque. Junto a la ermita del mismo nombre, en el cruce entre la pista principal a Olvena y la A-2211 que va hacia El Grado, aparcamos nuestros vehículos y un poco antes de las 15.30 horas iniciamos nuestra excursión andando. Tomamos la ancha pista de tierra que sale a la izquierda de la carretera y en bajada fuimos hacia Olvena. La pista desemboca en una pequeña carretera local y, por ella, y tras cruzar un puente, ascendimos hasta esta pequeña población que ya pertenece a la comarca de Somontano, aunque tiene muchos vínculos históricos, culturales y económicos con Ribagorza. Un poco antes de entrar en el pueblo, nos acercamos a un campo de almendros y nos hicimos una foto de grupo con uno de estos árboles floreados como fondo.

Atravesamos Olvena por sus estrechas callejuelas, pasamos junto a su iglesia parroquial y ascendimos, por empinada subida, hasta el mirador que se encuentra en lo alto de un roquedo, donde estaba el antiguo castillo de la localidad. Antes de llegar allí, dejamos a nuestra derecha el cementerio y a la izquierda la antigua ermita castrense dedicada al Santo Cristo y restaurada hace pocos años. En el mirador, donde hay alguna mesa y bancos de madera, hicimos una breve parada para merendar. Desde allí, las vistas son extraordinarias. Sobre todo, las panorámicas aéreas que se divisan del congosto de Olvena por donde discurre encajonado el río Ésera y transita en paralelo la carretera nacional que une Graus y Barbastro.

Descendimos luego al pueblo, pasamos junto a la gran casa Naval y subimos hasta un cerro donde hay una casa de nueva construcción y un depósito de agua. Conectamos con el PR-73, del que casi no quedan marcas en este tramo que va de Olvena a La Puebla de Castro, y, siempre por pista, pasamos junto alguna gran carrasca, algunos olivos y un precioso campo de almendros en flor donde hicimos una pequeña parada. Desde el  camino, vimos la ermita de San Gregorio de Olvena, Castro y la ermita de San Román, Lumbierre e incluso, a lo lejos, Torres del Obispo o Secastilla. Y disfrutamos de preciosas vistas de La Puebla de Castro a medida que nos acercábamos a la ermita de San Roque donde terminamos nuestro itinerario. Fueron poco más de 11 km de recorrido, con 300 m. de desnivel acumulado, en los que invertimos algo más de tres horas con las paradas. Un agradable paseo de tarde entre el esplendor de la belleza de los almendros en flor.