domingo, 29 de mayo de 2022

UNA BUENA NOVELA DE COUNTRY NOIR

Se ha dado en llamar “country noir” a una variante de la novela negra que ambienta sus relatos en el medio rural estadounidense. La novela negra ha sido desde sus orígenes un género principalmente urbano, pero de un tiempo a esta parte son numerosos los novelistas norteamericanos que sitúan sus narraciones en ambientes rurales o campestres. El verdadero creador del término “country noir” es Daniel Woodrell, quien lo usó en 1996 para describir su novela “Los huesos del invierno” (Alba), que reseñamos hace tiempo en esta sección.

Aunque podríamos remontarnos a algunos clásicos, como “1280 almas”, de Jim Thomson, son novelas recientes como las magníficas “Bull Mountain” y “Como leones”, de Brian Panowich, “Ángeles en llamas”, de Tawni O’Dell, “El oscuro camino hacia la misericordia”, de Wiley Cash o ‘El caballo negro”, de Craig Johnson, las que han puesto el género de actualidad. Todas ellas han sido publicadas en España por Siruela, sello que también ha editado recientemente las dos novelas de Tom Bouman.

Tom Bouman es un escritor y editor estadounidense residente en Pensilvania que ha publicado dos novelas: “Huesos en el valle” y “Caza al amanecer”. Siruela publicó la primera el año pasado y ahora acaba de editar la segunda, también traducida del inglés por Esther Cruz Sanraella. Me gustó mucho “Huesos en el valle”, pero “Caza al amanecer” aún me ha gustado más. Ambas están protagonizadas por el oficial Henry Farrell, que estuvo con el ejército estadounidense en Somalia, vivió en Wyoming, realizó diferentes oficios y acabó trabajando en Wild Thyme para un sheriff del noreste de Pensilvania, en la demarcación de la ciudad de Fitzmorris, en el condado de Holebrook, en una zona montañosa llamada Endless Mountains, situada en la cordillera de los Apalaches.

También esta novela está narrada en primera persona por Henry Farrell, que es protagonista del relato y a través del cual conocemos los hechos que se cuentan en el libro. Farrell es un personaje muy logrado y en esta novela se profundiza más en su personalidad. Es un hombre común, tan humanamente imperfecto y desorientado como cualquier otro. Viudo antes de llegar a Wild Thyme, sus aficiones son cazar, beber cerveza, conducir sin rumbo fijo por los lagos y los bosques en su vieja camioneta o tocar bluegrass y música irlandesa con el violín con su grupo de amigos. Su zona de trabajo es tranquila, pero últimamente ha aumentado el consumo de heroína y ello ha supuesto un incremento de la delincuencia. Las cosas se complican cuando un joven vecino del condado que vive en una caravana denuncia la desaparición de su novia en extrañas circunstancias. Poco después aparece muerto en el río un joven de los alrededores y tal vez ambos sucesos estén relacionados. Henry Farrell, con otros policías de la zona, inicia una compleja y difícil investigación en la que van apareciendo muchos personajes de la región, con un fondo de intereses económicos ligados a la búsqueda del gas y el fracking y el descubrimiento de mundos sórdidos vinculados a la droga y la prostitución.

“Caza al amanecer” es una magnífica novela negra, con una trama compleja y muy elaborada, con numerosas bifurcaciones y muchos y muy variados personajes. Con el ritmo de los mejores thrillers, pero también con pinceladas de la mejor literatura del género. Además, dibuja una América rural y profunda con un entorno de belleza natural y paisajística, pero con graves problemas de fondo para buena parte de su población y con algunos jóvenes desorientados y absorbidos por el consumo de heroína. No encontramos aquí las “cocinas” de metanfetaminas de las novelas de Daniel Woodrell, ni las sangrientas guerras entre bandas, que han pasado de luchar por el control del contrabando del whisky al del tráfico de drogas, de las narraciones de Brian Panowich. Las novelas de Tom Bouman son más realistas, están más humanizadas y menos mediatizadas por algunos clichés literarios tomados del gansterismo. Hay violencia y muerte como exige un género que se basa en la investigación policial, pero el conjunto del relato es creíble y verosímil, tanto por los argumentos de la trama como por la complejidad y variedad de los personajes.

Aunque sus dos novela se han editado en España en los dos últimos años, “Huesos en el valle” fue publicada en Estados Unidos en 2014 y “Caza al amanecer” en 2017. Parece que ya hay en inglés una tercera novela protagonizada por Henry Farrell. Esperemos que la más que loable editorial Siruela no tarde demasiado en publicarla en nuestro país.

“Caza al amanecer”. Tom Bouman. Siruela. 2022. 384 páginas.

 

jueves, 26 de mayo de 2022

EXCURSIÓN CIRCULAR DESDE PANILLO POR LA SIERRA Y EL TEMPLO BUDISTA

El pasado lunes, catorce miembros del grupo Tardes al Sol realizamos una excursión circular desde la localidad ribagorzana de Panillo, en el municipio de Graus. Entre otros lugares, pasamos por la ermita de San Martín, el castillo de Panillo, la ermita de la Virgen de la Collada y el templo budista Dag Shang Kagyü. En una tarde algo menos calurosa que los días anteriores.

Los excursionistas salimos de Graus a las 16 horas y nos dirigimos en coche hasta Panillo, a 9 km de la capital ribagorzana. En la plaza del pueblo, junto a su iglesia parroquial y el bar social El Molino, aparcamos los vehículos y comenzamos a andar. Cruzamos la carretera y nos dirigimos al cementerio de la localidad para tomar el PR-HU149, cuyo primer tramo transita por una pista de tierra y luego se convierte en estrecho sendero. Pasamos por los exiguos restos de lo que fue La Puebla de Panillo, en una zona de bonitas encinas o carrascas. La senda comienza a empinarse y, dejando a la derecha un antiguo horno de cal, asciende hacia la Sierra de Torón, en la zona llamada el Tozal Panchudo. Ya en lo alto de la sierra, conectamos con el GR-1, que sube desde Graus y Grustán y se dirige a Pano y Trocedo.

Seguimos por pista de tierra hacia la derecha y abandonamos el GR-1 por nuestra izquierda, por otra pista que entre bosque de pinos nos lleva a la ermita de San Martín. La ermita, que pertenece al municipio de Secastilla, se encuentra en un recinto cerrado junto a algunas antenas de telefonía. A pocos metros, nos asomamos al acantilado desde el que se contemplan espléndidas vistas del pantano de El Grado y del Pirineo, que esa tarde estaba algo cubierto. Tras la merienda, retornamos al GR-1, dejamos a la izquierda el mirador de Malterrero y descendimos hasta los restos del castillo de Panillo. Alli, vimos la ermita castrense de San Engracia y lo que queda del torreón y del lienzo de la muralla medievales.

De vuelta a la pista, continuamos hasta la Collada de Pano, donde entramos a la iglesia de la Virgen de la Collada, pues disponíamos de la llave. Desde allí, tomamos la carretera y enseguida nos desviamos a la izquierda y descendimos por un sendero hasta el templo Dag Shang Kagyü. Nuestro compañero Antonio, que participaba en la excursión y hace labores de guía en el templo, nos ofreció unas interesantes explicaciones sobre la filosofía budista y el lugar. También por sendero, continuamos hasta Panillo, donde cerramos el círculo y terminamos la excursión. Fueron 12 km de recorrido, con 165 m. de desnivel acumulado, que realizamos en cuatro horas y media con las paradas.



jueves, 19 de mayo de 2022

EXCURSIÓN A LA "MURALLA CHINA" DE FINESTRAS


El pasado sábado diecisiete miembros del grupo grausino Tardes al Sol realizamos una excursión a la despoblada localidad de Finestras, en el Montsec, en la zona más oriental de la Ribagorza aragonesa. A las afueras de Finestras, junto a las aguas del pantano de Canelles, se encuentra una singular formación geológica de láminas rocosas, llamada en el lugar “les roques de la Vila”, pero conocida popularmente como “la muralla china”. Entre las dos líneas de rocas que la componen se encajona la ermita románica de San Vicente, objetivo final de nuestra excursión.

La mayor parte de los excursionistas salimos de Graus a las 7.30 horas y nos dirigimos en coche hasta Benabarre, donde habíamos quedado con dos participantes de esta población y otros dos que venían de Barbastro. Desde Benabarre, continuamos por carretera hasta Estopiñán. A la entrada de esta localidad, tomamos una pista a la izquierda, que solo pudimos seguir un breve tramo hasta una granja. A partir de aquí, solo es recomendable para vehículos todoterreno, por lo que aparcamos nuestros coches y continuamos andando.

Enseguida conectamos con el PR-HU45 que proviene de Estaña y Caserras del Castillo. Atravesamos uno de los brazos del pantano de Canelles por el largo puente de Penavera y continuamos largo rato por pista por las desiertas tierras del Montsec. Solo un poco antes de Finestras, abandonamos la pista por un sendero a nuestra derecha que conduce al pueblo pasando por su antigua fuente. Finestras quedó despoblado en los años cincuenta del pasado siglo, tras la construcción del embalse de Canelles, que anegó buena parte de sus tierras de cultivo. Las casas del pueblo, hoy arruinado en su mayor parte, se distribuyen en torno a una amplia plaza, en cuyo lado oriental se hallan las ruinas de la iglesia parroquial de Santa María.

Tras una parada en el pueblo, salimos de él por un sendero que lleva a la ermita de San Marcos, magnífico mirador de la “muralla china”. Junto a la ermita, desayunamos y nos hicimos la foto de grupo. Luego, por un sendero más estrecho y algo más incómodo, primero en bajada y luego en subida, fuimos hasta la ermita de San Vicente, en plena muralla. Un poco antes de llegar a la ermita, debemos superar un pequeño paso con una sirga para agarrar las manos y cuatro escalones de hierro que exigen algo de precaución pero que apenas entrañan peligro. En la pequeña y restaurada ermita medieval hicimos otra parada para disfrutar de este enclave excepcional y pintoresco.

Desde allí, volvimos sobre nuestros pasos y, ya sin pasar por San Marcos, retornamos al pueblo y desanduvimos la pista, ahora con bastante calor y algo más de fatiga. Fueron 21 km de recorrido, en casi siete horas con las paradas, y unos 550 m. de desnivel acumulado.

https://www.diariodelaltoaragon.es/noticias/deportes/2022/05/18/excursion-a-la-muralla-china-de-finestras-1575402-daa.html

martes, 17 de mayo de 2022

EL DOLMEN DE SEIRA






Recientemente, hemos conocido la buena noticia de que el Gobierno de Aragón ha declarado el dolmen de Seira, también denominado dolmen de San Nicolau, como Bien de Interés Cultural. De esta manera, este importante, y no demasiado conocido, monumento megalítico ribagorzano pasa a ser un bien destacado del Patrimonio Cultural de Aragón. El 11 de febrero de 2020, el Ayuntamiento de Seira había solicitado que esta construcción prehistórica fuera catalogada como BIC y gozara, por tanto, de la consiguiente protección y difusión oficiales. A finales del pasado mes de marzo de este 2022, llegó la respuesta afirmativa del gobierno aragonés y el dolmen de Seira se ha incorporado a la lista de los bienes de interés cultural de nuestra comunidad.

Seira es una población ribagorzana dividida en dos núcleos: el Seira nuevo, situado junto a la carretera N-260, y el Seira originario, ubicado en la margen derecha del río Ésera, aproximadamente a un kilómetro del anterior por la carretera HU-V-6411 que lleva a Barbaruens y al macizo de Cotiella. La población situada junto a la carretera nacional, muy encajonada y sinuosa en este tramo, actualmente en obras, es conocida también como La Colonia y data de la época en que la empresa Catalana de Gas y Electricidad construyó en el lugar una importante central hidroeléctrica. Sus obras comenzaron en 1914 y su inauguración se produjo en 1918. De la importancia de esta central da una idea el hecho de que, cuando en el verano de 1929 descargó una fuerte tormenta sobre Seira, se quedaron sin luz algunas instalaciones de la Exposición Universal que se estaba celebrando en aquel año en Barcelona. La construcción de la central supuso un cambio extraordinario para la pequeña localidad ribagorzana, a la que llegaron más de mil personas procedentes de toda España. Junto a la carretera, que se había construido a principios de siglo, se levantaron nuevas viviendas, chalés para los ingenieros, tiendas, fondas y hasta un casino.

El dolmen de Seira se conoce también como el dolmen de San Nicolau, por hallarse en una partida de ese nombre, donde al parecer había antiguamente una ermita dedicada a dicho santo. Se encuentra a unos dos kilómetros del núcleo de la población originaria, en una parcela municipal, en la margen derecha del río Ésera, a unos cien metros de la orilla. Desde la carretera que va a Barbaruens, se toma un camino a la izquierda, aproximadamente a la altura del cementerio de Seira, y en un trayecto corto, señalizado como “Ruta al dolmen de Seira y al Puente de Argoné” y que lleva también a la Fuente Labasa, en dirección suroeste, se llega fácilmente hasta el dolmen. El monumento megalítico, cerca del cual encontramos los restos de un antiguo horno de cal, se halla junto a un pequeño bosquecillo en el que predominan los bojes, en un amplio claro, en medio de un cercado de madera junto al que hay un panel explicativo con más información sobre los dólmenes en general y su método de construcción que sobre el que allí se levanta en particular.

Los dólmenes son sepulcros megalíticos prehistóricos utilizados para inhumaciones colectivas que se construyeron principalmente en la vertiente atlántica europea durante el final del Neolítico y el Calcolítico o Edad del Cobre, entre dos y tres mil años antes de Cristo. Los dólmenes encontrados en nuestra provincia se sitúan en la zona pirenaica. Algunos, en los altos valles septentrionales; otros, en las sierras exteriores más meridionales. Su distribución suele coincidir con el itinerario de caminos tradicionales, cabañeras para el ganado o pasos importantes y estratégicos. Esto hace pensar que estas construcciones tal vez tuvieran relación con la vida pastoril y que, además de su carácter funerario, sirvieran también como posible delimitación de territorios. En este sentido, el dolmen de Seira se encontraría en el camino que unía los valles fluviales del Ésera y el Cinca.

La palabra “dolmen” procede etimológicamente del bretón. Los términos “dol” y “men” significan respectivamente “mesa” y “piedra”. El dolmen de Seira, como todos los dólmenes pirenaicos, es de los considerados de construcción sencilla. Tiene una planta prácticamente cuadrangular y consta de dos grandes losas de piedra laterales, llamadas ortostatos, sobre las que se coloca una losa de mayores dimensiones, denominada cubierta. Destaca en éste la gran diferencia entre el aspecto pesado y voluminoso de la losa horizontal y los ortostatos relativamente pequeños que la soportan. La parte posterior del dolmen se cierra con piedras, dejando de esta manera una única cámara que comunica directamente con el exterior. Como suele ser habitual en este tipo de construcciones, esta abertura se orienta en dirección al este. Una singularidad de este dolmen es que, a pesar de estar situado en una zona con predominio de roca caliza, sus piedras son de granito, posiblemente arrastradas desde las cimas más altas, como las Maladetas, Posets o Perdiguero, por el glaciar que cubría el valle de Benasque hace 50.000 años.

En el muy recomendable libro “Cinco rutas con los cinco sentidos por el valle de Benasque y la Ribagorza” (Editorial Barrabés, 2011), de la escritora ribagorzana Carmen Castán Saura, leo que fue en el año 1997 cuando Pablo Perigot, educador y experto en arte, y José Antonio Castán, entonces párroco de Seira, dieron a conocer la existencia de este dolmen. Fueron los arqueólogos José Luis Ona y María Fernanda Blasco quienes reconocieron el monumento megalítico, que posteriormente fue estudiado en mayor profundidad por la doctora Blasco. El dolmen de Seira pasó a ser catalogado como monumento funerario prehistórico y como tal aparece en el libro “Megalitos del Alto Aragón”, editado por Prames en 2007 inaugurando la colección Losa Mora.

Hay en Ribagorza otras muestras megalíticas de gran interés, como el menhir de Merli, en el municipio de Isábena, y los dólmenes escondidos en los impresionantes bosques de Cornudella de Baliera, en el término de Arén. También en las proximidades de Benabarre se encuentran los dólmenes del Mas de Abad y del Mas de Balón. Varios nuevos dólmenes han sido descubiertos en la zona del Montsec, en la Ribagorza oriental. Y recientemente ha sido catalogado un nuevo dolmen en las proximidades de Ramastué, en la zona del Solano, en el municipio de Castejón de Sos. En los Llanos del Hospital de Benasque y en las laderas del monte Turbón, sendos círculos de piedras han sido considerados asimismo como monumentos megalíticos. El dolmen de Seira se suma ahora, ya como Bien de Interés Cultural, a este creciente repertorio de construcciones prehistóricas ribagorzanas.

(Artículo publicado en la Revista Guayente  Nº 121, Abril, 2022)





domingo, 15 de mayo de 2022

MODIANO EN SU TERRITORIO


“Tinta simpática” es la última novela de Patrick Modiano ((Boulogne-Billancourt, 1945) y la segunda que publica tras la concesión del Premio Nobel de Literatura en 2014. Desde entonces, además de la reedición de algunas de sus mejores narraciones, el escritor francés ha publicado también la obra de teatro “Nuestros comienzos en la vida” y “Discurso en la Academia Sueca”. En una extraordinaria trayectoria literaria, antes del Nobel, y desde sus inicios en 1968, Modiano había publicado una treintena de novelas, de las que hemos reseñado unas cuantas en esta sección. Entre ellas pueden destacarse, “Trilogía de la ocupación”, “Villa Triste”, “Calle de las tiendas oscuras”, “Joyita”, “Accidente nocturno”, “Un pedigrí”, “En el café de la juventud perdida”,La hierba de las noches” o “Para que no te pierdas en el barrio”. Publicada en Francia en 2019, su última entrega narrativa, “Tinta simpática”, acaba de ser editada en España, como siempre por Anagrama y, en este caso, con traducción de María Teresa Gallego Urrutia.

Dos son, a grandes rasgos, los temas predominantes en la narrativa de Modiano: la ocupación nazi y el colaboracionismo francés con los invasores durante la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, el laberinto y la reconstrucción del pasado de sus personajes a través de la memoria. “Tinta simpática” se inscribe en este último tema. “Un aprendiz de detective llamado Jean Eyben recibe el encargo de la agencia Hutte, para la que trabaja, de seguir el rastro de una mujer. La mujer se llama Noëlle Lefebvre, y el joven investigador la persigue infructuosamente. Treinta años después, retoma por su cuenta ese caso y continúa las pesquisas. En esos dos periodos de tiempo, Eyben va en busca de un fantasma. Recorre las calles por las que ella transitó, trata de encontrar alguna carta, localiza una agenda, habla con personas que la conocieron, husmea en su tal vez agitada vida sentimental. Y lo que van aflorando son pistas difusas, ecos del pasado: un Chrysler descapotable, un tal Sancho, un verano, un lago, un aspirante a actor... Sombras, retazos de memoria, recuerdos que el tiempo distorsiona o borra. ¿Quién es Noëlle Lefrebvre, la mujer en fuga, la mujer desvanecida? ¿Y quién es Jean Eyben, el hombre que sigue su huella, el hombre que vive obsesionado por su ausencia?”.

Así se resume perfectamente este nuevo ejercicio de estilo del escritor francés, que se adentra una vez más en ese territorio difuso y confuso de la memoria y sus trampas y acertijos difíciles de resolver. Ese laberinto en el que se suceden las preguntas y se intenta rellenar el pasado con pequeños fragmentos dispersos que resuelven unos enigmas y abren otros nuevos. La reconstrucción del mosaico del pasado a través de pequeñas teselas dispersas y desordenadas en el tiempo y el espacio. Un espacio que, una vez más, y ese sería otro de los temas recurrentes de Modiano, vuelve a ser París, cuyas calles y barrios el escritor recorre una y otra vez en sus novelas. Ese viejo París, entre real y mítico, que es también magistralmente evocado en las páginas de esta novela breve pero llena de elegancia y melancolía. Aquí, además de a la capital francesa, el autor nos lleva a una montañosa región rural de los Alpes y, en el tramo final del relato, a la Roma de la piazza del Popolo y sus aledaños hasta el río Tíber.

“Tinta simpática” es otro ejemplo del virtuosismo literario del maestro Modiano, con un estilo cada vez más depurado y elegante. Esta es otra novela absorbente, magnética y cautivadora, con una intriga modelada por la memoria y un final sorprendente y conmovedor. Esta tinta simpática con la que Noëlle Lefebvre escribe sus notas en su agenda es una tinta indeleble en la memoria del lector. Como escribe Raphaëlle Leyris en “Le Monde”,  Modiano “aborda de un modo espléndido la relación de la escritura con el olvido, los estratos de la memoria que conforman a un ser humano”. Y envuelta entre esos estratos no falta en esta fascinante novela la presencia algo camuflada del amor de juventud.

Podrá decirse, y él mismo lo hace en ocasiones, que Modiano escribe casi siempre la misma novela, pero quienes desde hace años somos devotos lectores del autor francés nos deleitamos con su reposada cadencia narrativa y con los matices sutiles que introduce en cada uno de sus relatos. Pocos escritores, por no decir ninguno, dejan ese poso melancólico en el lector al terminar de leer sus novelas. Aunque la edad parece espaciar algo más sus nuevas entregas, esperamos poder seguir adentrándonos por mucho tiempo en ese particular universo, único y extraordinario, que sus seguidores hemos venido en denominar el territorio Modiano.

“Tinta simpática”. Patrick Modiano. Anagrama. 2022. 128 páginas.

jueves, 12 de mayo de 2022

EXCURSIÓN DEL CER POR BONANSA Y TRADICIONAL COMIDA EN CAPELLA

Tras dos años de suspensión por la pandemia, el Centro Excursionista Ribagorza recuperó el pasado domingo su tradicional excursión con comida campestre posterior en el merendero de Capella, una de las fechas más destacadas del calendario anual del club. Por la mañana, treinta y seis caminantes recorrimos un itinerario circular desde el Puerto de Bonansa a la Cruz de Bonansa, pasando por el bonito bosque de Pegá y el mirador de la borda de Ansuilo. Acabado el recorrido, los excursionistas nos desplazamos a Capella, donde cuarenta y cuatro comensales disfrutamos de una suculenta comida, preparada por la Peña La Meliguera de esta población ribagorzana próxima a Graus.

De Graus salimos a las 7 horas los participantes en la excursión. Fuimos por carretera hasta el Puerto de Bonansa, a 1380 m. de altitud. Allí aparcamos los vehículos, nos concentrarnos todos los excursionistas y, a las 8 horas, iniciamos nuestra caminata. Tomamos el GR-15 que, en paralelo a la carretera, desciende hacia Bonansa. Sin entrar en esta localidad, cogimos una pista a la derecha que conecta con el GR-18. Lo seguimos durante un rato hasta abandonarlo, también por la derecha, y tomar una pista ascendente que nos lleva a la Cruz de Bonansa. Para llegar a ella, hay que desviarse unos metros hasta llegar al vértice geodésico, situado a 1765 m. de altitud y punto más elevado de la excursión. En la explanada que hay en la cima, paramos para almorzar protegidos del viento, nos hicimos la foto de grupo y disfrutamos de excelentes vistas de la zona.

Retornamos al camino principal e iniciamos el descenso por el bosque de Pegá, un bosque exuberante y variado en el que destaca un precioso hayedo. Tras desembocar en otra pista, nos desviamos a la izquierda para acercarnos al mirador de la Borda de Ansuilo, desde donde contemplamos magníficas vistas del Pirineo, de varias poblaciones de la zona como Laspaúles, Espés Alto y Espés Bajo y, sobre todo, del congosto de Obarra que teníamos bajo nosotros. Por la pista principal, pasamos por el Refugio de Pegá y la fuente de Comas y retornamos al Puerto de Bonansa, donde a las 13.10 horas terminamos la excursión. Fueron 16.5 km, con 610 m. de desnivel acumulado, en los que invertimos poco más de cinco horas con las paradas.

Tras la excursión, nos desplazamos en coche hasta Capella por la A-1605. Allí, en el bien acondicionado merendero, situado junto al monumental puente medieval de ocho ojos que cruza el río Isábena, los expertos cocineros de la Peña La Meliguera nos habían preparado una magnífica y copiosa comida. Con una temperatura primaveral y en un ambiente festivo de convivencia y camaradería, disfrutamos de un encuentro que volvíamos a celebrar tras dos años de parón por culpa de la pandemia. Ya avanzada la tarde, dimos por concluida una completa jornada de excursionismo y gastronomía.

 

miércoles, 4 de mayo de 2022

DE ARRO A TIERRANTONA EN UNA NUEVA RUTA SENDERISTA DE LA FUEVA


Organizada conjuntamente por la Asociación La Redolada de A Fueva y la Asociación Cultural Castillo de Troncedo, el pasado sábado se celebró una nueva edición de La Ruta Senderista de primeros de mayo que se viene realizando anualmente desde el año 2006 en la comarca sobrarbense de La Fueva. Tras recorrer todo el perímetro del municipio fuevano en sucesivas excursiones, el año 2018 se inició un nuevo formato con itinerarios radiales que siguen antiguas rutas comerciales de la zona con final en Tierrantona. Las dos primeras excursiones tuvieron su inicio en Navarri y Gerbe respectivamente. Tras dos años de parón por la pandemia, el pasado sábado se reanudó este encuentro comarcal con la participación de una cincuentena de personas y un recorrido senderista desde Arro hasta Tierrantona, con posterior comida popular en las piscinas de esta localidad.

Aunque muchos de los participantes, entre los que había familias con niños, se dieron cita en Tierrantona a las 9 horas para ultimar los preparativos previos de la jornada, la excursión andando comenzó en Arro a las 9.30 horas. En esta pequeña población, perteneciente al municipio de Aínsa-Sobrarbe, destaca la Casa Lanao, edificio torreado situado a las afueras de la localidad y declarado Bien de Interés Cultural. Desde Arro iniciamos el recorrido por una pista de tierra que nos llevó hasta el río de la Nata, o Lanata. Su crecido caudal tras las últimas lluvias hizo que tuviéramos que cruzarlo en varios viajes montados en un todoterreno de apoyo o, en algunos pocos casos, con los pies descalzos. Al otro lado del río, nos hicimos la foto de grupo y continuamos por un tramo de pista entre bosque de pinos hasta llegar al barranco conocido como Las Natiellas de Arro.

Durante un rato, continuamos por el cauce del barranco, sorteando sin dificultad su escaso caudal que fluye entre un terreno de margas o terreros. Sobre las 11 horas hicimos una parada para desayunar y luego vimos varios pequeños puentes de troncos de “chinebro” que se han colocado para que los ciclistas puedan salvar algunas zonas arenosas desgastadas. En este punto, iniciamos un tramo de subida por un bonito sendero por bosque que nos llevó a la zona conocida como Cuellospins. Desembocamos en una pista y llegamos a Aluján, pequeña localidad en la que destaca la impresionante Casa Mur. Gracias a la amabilidad de sus propietarios, pudimos ver parte de su interior y subir hasta lo alto de una de sus torres.

Desde Aluján llegamos en pocos minutos a Tierrantona donde, tras tomar un vermut, nos dirigimos a las piscinas municipales. Allí, en un bien acondicionado merendero, asamos carne y longaniza y disfrutamos de una agradable comida culminada con café y postre obsequio de los organizadores. La ruta había sido de poco más de diez kilómetros en los que invertimos unas cuatro horas con las largas paradas, que en algunos casos contaron con las explicaciones pertinentes. En conjunto, fue una estupenda jornada de excursionismo y convivencia.