Tras la sorprendente, diferente y
magnífica “Te quiero porque me das de comer” (Alrevés, 2014),
que reseñamos aquí hace aproximadamente un par de años,
esperábamos con interés la nueva novela de David Llorente (Madrid,
1973). Y, en buena medida, el escritor madrileño ha respondido a la
expectación generada con la reciente publicación de “Madrid:
frontera”, otra novela original e innovadora con la que logra de
nuevo sorprender al lector.
Además de las dos citadas, David
Llorente, afincado en Praga donde trabaja como profesor de Lengua y
Literatura españolas, es autor de otras cuatro novelas anteriores
-”Kira (1998), “El bufón” (2000), “Ofrezco morir en Praga”
(2008) y “De la mano del hermano muerto” (2011)- y de un buen
número de obras de teatro, algunas de las cuales están recopiladas
en el libro “Los árboles dormidos” (2009).
No es fácil clasificar “Madrid:
frontera”, aunque pueda considerarse con bastante precisión como
una novela negra y social. Así lo certifica el propio autor, al que
en algún lugar he leído confirmar la primera etiqueta, menos
evidente que la segunda, con el irónico argumento de que sólo
habría que preguntar de qué color ve la vida la mayor parte de los
personajes de su novela. Al margen de esa consideración, son obvios
desde su inicio el contenido y la intención sociales de la narración
y es, en el giro que toma en su segunda parte, cuando tal vez acentúa
su condición de relato de género negro en su acepción más
convencional, pese a que la novela tenga bien poco que ver con este
último adjetivo.
“Madrid: frontera” es una
distopía, entendida esta, en la definición de la RAE, como una
“representación ficticia de una sociedad futura de características
negativas causantes de la alienación humana”. Aunque es cierto que
en la novela esta distopía nace de la acentuación casi extrema de
tendencias que se observan ya con claridad en la sociedad actual. El
libro está ambientado en un Madrid futuro en el que la gran mayoría
de sus habitantes vive en la pobreza más absoluta, durmiendo en la
calle protegidos por cartones y comiendo de lo que hurgan en la
basura, de ahí que sean conocidos como los “comebasura”. Un
Madrid en el que siempre llueve y que tiene mar y puerto deportivo,
un mar de aguas negras como la tinta en el que habitan sirenas cuyo
canto -como en “La Odisea”- invita a sumergirse en sus aguas y
abandonarlo todo. Un Madrid sin clase media, con una mayoría de
empobrecidos a la intemperie y unos pocos ricos y poderosos con todos
los privilegios. Con una policía implacable y brutal, dirigida desde
un edifico llamado El Cubo, y con una Universidad de la que se han
suprimido las carreras de Letras (Filosofía, Literatura, Latín,
Música o Historia del Arte) porque “no está muy claro que se
pueda hacer dinero con semejantes conocimientos”. Además, en la
plaza Castilla -en una clara referencia literaria a la novela
“Farenhait 451”- hay un permanente crematorio de libros cuya
columna de humo se eleva sobre la ciudad. Sólo unos pocos
“no-gobernables” resisten a duras penas y luchan por cambiar la
situación. Uno de ellos será el principal personaje de la novela.
La estructura narrativa de “Madrid:
frontera” es también inusual e innovadora. Se utiliza la segunda
persona del singular de un narrador que habla directamente con el
protagonista y, a veces, ambos dialogan a través de preguntas y
respuestas casi siempre breves. [“Te llamas Igi W, Manchester.
Tienes treinta años y tu vida es un interminable día de lluvia. Es
algo que no debes olvidar jamás. La pérdida de identidad (no saber
quién eres) es la madre de todas las desgracias. ¿Entiendes?”].
La novela esta dividida en capítulos cortos cuyo título es un
nombre propio. Las frases son también cortas y la sintaxis sencilla.
El relato está desnudo, sin referencias temporales ni transiciones,
sin descripciones ni nada que distraiga ni pueda resultar superfluo o
prescindible. Y cuando la novela, por repetición, parece rozar el
aburrimiento, un giro narrativo encarrila el final con nuevos bríos
y acelera su ritmo avivando el interés del lector.
“Madrid:
frontera” parte de una realidad ya existente para crear una
historia futura en la que se confirman y se llevan al extremo las
peores tendencias que apuntan en la sociedad actual. Esperemos, por
el bien de todos, que en el futuro no se confirmen esos negros y
pesimistas presagios.
“Madrid:
frontera”. David Llorente. Editorial Alrevés. 2016. 216 páginas.
Carlos
Bravo Suárez
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