Michel del Castillo (Madrid, 1933) es un magnífico escritor con una larga carrera literaria que incluye un buen número de novelas y algunos ensayos. Hijo de madre española y padre francés, eligió el apellido materno para su nombre de autor. Aunque vivió en España algunos años de su infancia y juventud, posteriormente se instaló definitivamente en Francia, donde reside en la actualidad. Ha escrito en lengua francesa todas sus obras, pero algunos de sus mejores libros han sido traducidos al español. Si bien en Francia es un autor reconocido y galardonado con numerosos e importantes premios, en España no ha tenido el éxito que merece.
Su novela más conocida es, sin duda, “Tanguy” (1957), con la que inició su brillante carrera como escritor. En ella, en tercera persona y con un punto de vista aparentemente externo, narra los terribles años de su infancia en España, Francia y Alemania. Abandonado por sus padres, acabó siendo internado en un orfanato en Barcelona y más tarde en un colegio jesuita en Úbeda. Tras abandonar este último, en un viaje en tren de Madrid a Barcelona, conoció a una mujer que resultó ser la jefa de la Sección Femenina del Movimiento en la ciudad de Huesca. Ella, al verlo tan desvalido y solo, le dio su tarjeta y le ofreció su ayuda si las cosas no le iban bien en Barcelona. Tras trabajar en una fábrica de cemento en Vallcarca, cerca de Sitges, el joven perdió el empleo y recordó aquel ofrecimiento. Viajó a Huesca y encontró a la mujer del tren. Ésta lo envió en un primer momento a Jaca, a una colonia de verano que dirigía un sacerdote. Tras el periodo estival en el Pirineo, el cura lo llevó consigo a su parroquia, en un pueblo de la sierra próximo a Huesca. Finalmente fue acogido en casa de un conocido falangista de la ciudad, uno de los más sanguinarios represores del bando franquista en los terribles días de la Guerra Civil. Con esta familia oscense vivió el joven durante los años 1951 y 1952. Tras abandonar Huesca, Michel del Castillo sólo ha vuelto en alguna ocasión puntual a la capital altoaragonesa.
Huesca dejó sin embargo una huella indeleble en el escritor francés. Desde el punto de vista literario, sus vivencias de aquellos años en la ciudad han resultado bastante productivas. Tres de las principales novelas de Michel del Castillo están ambientadas en la capital altoaragonesa. Se trata de “El tiovivo español”, “La noche del decreto” y “El crimen de los padres”, publicadas en Francia en 1977, 1981 y 1993 respectivamente. De todas ellas existen posteriores ediciones en castellano. (1)
Prácticamente toda la acción de “El tiovivo español” transcurre en la ciudad de Huesca. Sólo en algunos momentos la acción se desplaza a la cercana sierra de Guara o a Madrid. En la novela, Michel del Castillo hace una sátira feroz de la sociedad oscense de los años de posguerra. Sobre todo de la burguesía, el clero y algunas autoridades locales que son objeto de una crítica implacable. Sin embargo, es posible que Huesca tenga en el relato un valor metonímico, como símbolo de la sociedad española en toda su extensión. Los personajes de la sociedad madrileña que aparecen en la narración no son menos ridiculizados que los que residen en la capital oscense.
La novela es en cierta manera coral, sin un protagonista explícito. Excepto Carlos Sánchez, que mezcla bondad extrema y locura, el resto de personajes se mueve por su ambición desmedida y su afán de poder. La atmósfera asfixiante de una sociedad pequeña como lo era entonces la oscense alcanza a todos los personajes. Unas beatas cotillas y alcahuetas siempre pendientes de las vidas de los demás y llevando dimes y diretes de aquí para allá, unos clérigos falsos, ambiciosos e intrigantes, y unos burgueses preocupados hasta el extremo por su dinero, el qué dirán y la posición social componen un fresco de una sociedad presidida por el culto a las apariencias, la hipocresía, la vulgaridad y una absoluta bajeza moral.
Abundan las descripciones de la ciudad y de muchos de sus lugares más conocidos: el parque, el Coso, las calles que suben a la catedral, la estación, algunos bares… Pueden quizás establecerse algunos paralelismos entre la Huesca de “El tiovivo español” y la Vetusta (Oviedo) de “La Regenta” de Clarín. En cuanto a las sociedades descritas y a que en ambas novelas hay un único personaje (Carlos Sánchez y Ana Ozores, respectivamente) que se mantiene exento del egoísmo y la falsedad imperantes. Pero en la novela del autor francés el realismo se mezcla desde el primer momento con el sarcasmo y la sátira, presentes ya desde la misma denominación antroponímica de casi todos los personajes. Probablemente la Huesca descrita en la novela no diferiría demasiado de cualquier otra pequeña ciudad española de provincias en los años de la posguerra.
“La noche del decreto” es una novela policiaca. Más por ser policías sus dos personajes principales que en el sentido genérico del término. Santiago Laredo, que narra la historia en primera persona, y Avelino Pared son dos agentes que van a coincidir en la Brigada de la Policía Judicial de Huesca en la segunda mitad de la novela. Ésta comienza en Murcia, ciudad en la que trabaja Laredo, quien sin embargo debe incorporarse en breve a su nuevo destino en la capital altoaragonesa. Allí lleva muchos años el mítico policía Avelino Pared, personaje enigmático y ambiguo que dirigió con crueldad la represión franquista en los años de la posguerra en la provincia. Muchos creyeron ver en él al falangista oscense que acogió en su casa al escritor en los primeros años cincuenta. Sin embargo, éste aparecerá de manera explícita, si bien con el nombre literario de Antón Olivar, en “El crimen de los padres”, la posterior novela de Michel del Castillo a la que enseguida me referiré más extensamente.
“La noche del decreto” está ambientada en 1975, año de la muerte de Franco. El fallecimiento del dictador se produce justo en los días previos a la llegada de Laredo a la capital oscense tras su paso anterior por Zaragoza y Sangüesa. La ciudad está bien descrita, tanto física como socialmente, y se muestran algunos de los cambios que ha sufrido desde los difíciles tiempos de la posguerra. Hay bastantes referencias a algunos de sus bares y restaurantes más conocidos, así como a su clima y a la proximidad del Pirineo, que empieza a ser en los nuevos tiempos un importante reclamo turístico. Pero, a diferencia de “El tiovivo español”, aquí el escritor se ha centrado sobre todo en sus dos personajes principales, especialmente en Avelino Pared, cuya presencia se convierte en obsesiva a lo largo de la novela.
“El crimen de los padres” es la más compleja y literariamente más rica de las tres novelas oscenses del escritor francés. Narrada en primera persona y absolutamente autobiográfica, es un ajuste de cuentas del escritor, con intenciones catárticas, con sus años de estancia en Huesca, y en menor medida en Zaragoza, a principios de la década de los cincuenta. Se combinan dos planos cronológicos: la visita a la capital altoaragonesa a principios de los años noventa con motivo de la presentación de la edición española de “El tiovivo español” y los recuerdos de los años pasados en ella desde su encuentro en el tren con la falangista oscense hasta su marcha de España. El personaje más importante del libro, además del propio escritor, es Antón Olivar. La relación entre éste y el autor es intensa y ambigua. Antón parece haber encontrado en el joven Miguel al hijo varón que tanto desea tener y que llegará por fin unos años más tarde. Miguel tal vez vea en Antón al padre ausente que lo abandonó siendo un niño. El propio escritor se pregunta con cierto desasosiego al final de la novela por las causas reales de la calurosa acogida inicial y de la ruptura posterior dos años después. Algunos ven un exceso de ambigüedad en la reacción del escritor francés ante Antón cuando se encuentra con él en su última visita a Huesca y ya conoce la verdad de su sanguinario comportamiento durante la guerra. Creo, sin embargo, que ése es uno de los mayores logros de la novela: esa ambigüedad no es más que la consecuencia de la complejidad que pueden llegar a alcanzar en ocasiones las relaciones humanas, y las diferentes caras que pueden encontrarse incluso en los seres con el pasado más abyecto. La buena literatura recoge con frecuencia estas situaciones. Varios ejemplos de ello encontramos en algunas novelas de Dostoievski, un autor muy citado y querido por Michel del Castillo.
Más allá de la existencia real de los personajes y de su valor autobiográfico, la novela tiene una enorme fuerza literaria. La ciudad de Huesca vuelve a aparecer como marco principal de los acontecimientos narrados. Vemos de nuevo sus lugares más conocidos a los que se añaden ahora algunos interiores más o menos descritos por el autor: el piso de la familia Olivar (“la casa barco del Coso”), la vivienda de Lisa detrás de la iglesia de San Lorenzo, la pensión en la que vive Miguel cuando deja la casa de Antón, la nueva casa de éste en la última visita del escritor a la ciudad, o el piso de Candi, la hija menor de Antón, cuyo papel adquiere gran relevancia al final de la obra.
Tras la lectura de las tres novelas hay algunas descripciones que, por repetidas, quedan especialmente grabados en la memoria del lector. En mi caso, han sido la estación de ferrocarril, alejada en aquellos años de la ciudad y cuyo desolado aspecto recibe a los personajes que llegan a Huesca por primera vez, y, sobre todo, la visión de los mutilados de guerra que dormitan en las escalinatas del edificio del Casino, que muestran al desnudo la crudeza de los tiempos de la posguerra.
Parece que Huesca, como España y lo español en general, suscita en Michel del Castillo una reacción encontrada de amor y de odio. Tal vez sea ésta la causa principal de la fecunda influencia literaria que la capital altoaragonesa ha tenido en la obra literaria del escritor francés.
NOTA:
(1)
De “El tiovivo español” existe una edición en español en Mira Editores (Zaragoza, 1991) con traducción de Nieves Ibeas y Antonio Gaspar. De “La noche del decreto” hay dos ediciones en castellano: una en Grijalbo (Barcelona, 1982) y otra más reciente en la editorial Ikusager (Vitoria 2006). También en Ikusager está editada “El crimen de los padres” (Vitoria, 2005)
Es muy recomendable empezar la lectura de las obras de Michel del Castillo por su primera novela “Tanguy”, su edición más reciente en español es la de Ikusager (Vitoria 1995). En “Tanguy” se narran los años anteriores a la llegada a Huesca del escritor francés.
Sobre la presencia de la capital altoaragonesa en las tres novelas comentadas en este artículo, existe un breve trabajo, que yo he leído en Internet, titulado “Huesca o el embrujo español en Michel del Castillo”, de Juan Manuel Borda Lapébie. En él se defiende, entre otras cosas, el valor metonímico, representativo de la España de la época, que adquiere Huesca en los tres relatos citados.
Carlos Bravo Suárez
Su novela más conocida es, sin duda, “Tanguy” (1957), con la que inició su brillante carrera como escritor. En ella, en tercera persona y con un punto de vista aparentemente externo, narra los terribles años de su infancia en España, Francia y Alemania. Abandonado por sus padres, acabó siendo internado en un orfanato en Barcelona y más tarde en un colegio jesuita en Úbeda. Tras abandonar este último, en un viaje en tren de Madrid a Barcelona, conoció a una mujer que resultó ser la jefa de la Sección Femenina del Movimiento en la ciudad de Huesca. Ella, al verlo tan desvalido y solo, le dio su tarjeta y le ofreció su ayuda si las cosas no le iban bien en Barcelona. Tras trabajar en una fábrica de cemento en Vallcarca, cerca de Sitges, el joven perdió el empleo y recordó aquel ofrecimiento. Viajó a Huesca y encontró a la mujer del tren. Ésta lo envió en un primer momento a Jaca, a una colonia de verano que dirigía un sacerdote. Tras el periodo estival en el Pirineo, el cura lo llevó consigo a su parroquia, en un pueblo de la sierra próximo a Huesca. Finalmente fue acogido en casa de un conocido falangista de la ciudad, uno de los más sanguinarios represores del bando franquista en los terribles días de la Guerra Civil. Con esta familia oscense vivió el joven durante los años 1951 y 1952. Tras abandonar Huesca, Michel del Castillo sólo ha vuelto en alguna ocasión puntual a la capital altoaragonesa.
Huesca dejó sin embargo una huella indeleble en el escritor francés. Desde el punto de vista literario, sus vivencias de aquellos años en la ciudad han resultado bastante productivas. Tres de las principales novelas de Michel del Castillo están ambientadas en la capital altoaragonesa. Se trata de “El tiovivo español”, “La noche del decreto” y “El crimen de los padres”, publicadas en Francia en 1977, 1981 y 1993 respectivamente. De todas ellas existen posteriores ediciones en castellano. (1)
Prácticamente toda la acción de “El tiovivo español” transcurre en la ciudad de Huesca. Sólo en algunos momentos la acción se desplaza a la cercana sierra de Guara o a Madrid. En la novela, Michel del Castillo hace una sátira feroz de la sociedad oscense de los años de posguerra. Sobre todo de la burguesía, el clero y algunas autoridades locales que son objeto de una crítica implacable. Sin embargo, es posible que Huesca tenga en el relato un valor metonímico, como símbolo de la sociedad española en toda su extensión. Los personajes de la sociedad madrileña que aparecen en la narración no son menos ridiculizados que los que residen en la capital oscense.
La novela es en cierta manera coral, sin un protagonista explícito. Excepto Carlos Sánchez, que mezcla bondad extrema y locura, el resto de personajes se mueve por su ambición desmedida y su afán de poder. La atmósfera asfixiante de una sociedad pequeña como lo era entonces la oscense alcanza a todos los personajes. Unas beatas cotillas y alcahuetas siempre pendientes de las vidas de los demás y llevando dimes y diretes de aquí para allá, unos clérigos falsos, ambiciosos e intrigantes, y unos burgueses preocupados hasta el extremo por su dinero, el qué dirán y la posición social componen un fresco de una sociedad presidida por el culto a las apariencias, la hipocresía, la vulgaridad y una absoluta bajeza moral.
Abundan las descripciones de la ciudad y de muchos de sus lugares más conocidos: el parque, el Coso, las calles que suben a la catedral, la estación, algunos bares… Pueden quizás establecerse algunos paralelismos entre la Huesca de “El tiovivo español” y la Vetusta (Oviedo) de “La Regenta” de Clarín. En cuanto a las sociedades descritas y a que en ambas novelas hay un único personaje (Carlos Sánchez y Ana Ozores, respectivamente) que se mantiene exento del egoísmo y la falsedad imperantes. Pero en la novela del autor francés el realismo se mezcla desde el primer momento con el sarcasmo y la sátira, presentes ya desde la misma denominación antroponímica de casi todos los personajes. Probablemente la Huesca descrita en la novela no diferiría demasiado de cualquier otra pequeña ciudad española de provincias en los años de la posguerra.
“La noche del decreto” es una novela policiaca. Más por ser policías sus dos personajes principales que en el sentido genérico del término. Santiago Laredo, que narra la historia en primera persona, y Avelino Pared son dos agentes que van a coincidir en la Brigada de la Policía Judicial de Huesca en la segunda mitad de la novela. Ésta comienza en Murcia, ciudad en la que trabaja Laredo, quien sin embargo debe incorporarse en breve a su nuevo destino en la capital altoaragonesa. Allí lleva muchos años el mítico policía Avelino Pared, personaje enigmático y ambiguo que dirigió con crueldad la represión franquista en los años de la posguerra en la provincia. Muchos creyeron ver en él al falangista oscense que acogió en su casa al escritor en los primeros años cincuenta. Sin embargo, éste aparecerá de manera explícita, si bien con el nombre literario de Antón Olivar, en “El crimen de los padres”, la posterior novela de Michel del Castillo a la que enseguida me referiré más extensamente.
“La noche del decreto” está ambientada en 1975, año de la muerte de Franco. El fallecimiento del dictador se produce justo en los días previos a la llegada de Laredo a la capital oscense tras su paso anterior por Zaragoza y Sangüesa. La ciudad está bien descrita, tanto física como socialmente, y se muestran algunos de los cambios que ha sufrido desde los difíciles tiempos de la posguerra. Hay bastantes referencias a algunos de sus bares y restaurantes más conocidos, así como a su clima y a la proximidad del Pirineo, que empieza a ser en los nuevos tiempos un importante reclamo turístico. Pero, a diferencia de “El tiovivo español”, aquí el escritor se ha centrado sobre todo en sus dos personajes principales, especialmente en Avelino Pared, cuya presencia se convierte en obsesiva a lo largo de la novela.
“El crimen de los padres” es la más compleja y literariamente más rica de las tres novelas oscenses del escritor francés. Narrada en primera persona y absolutamente autobiográfica, es un ajuste de cuentas del escritor, con intenciones catárticas, con sus años de estancia en Huesca, y en menor medida en Zaragoza, a principios de la década de los cincuenta. Se combinan dos planos cronológicos: la visita a la capital altoaragonesa a principios de los años noventa con motivo de la presentación de la edición española de “El tiovivo español” y los recuerdos de los años pasados en ella desde su encuentro en el tren con la falangista oscense hasta su marcha de España. El personaje más importante del libro, además del propio escritor, es Antón Olivar. La relación entre éste y el autor es intensa y ambigua. Antón parece haber encontrado en el joven Miguel al hijo varón que tanto desea tener y que llegará por fin unos años más tarde. Miguel tal vez vea en Antón al padre ausente que lo abandonó siendo un niño. El propio escritor se pregunta con cierto desasosiego al final de la novela por las causas reales de la calurosa acogida inicial y de la ruptura posterior dos años después. Algunos ven un exceso de ambigüedad en la reacción del escritor francés ante Antón cuando se encuentra con él en su última visita a Huesca y ya conoce la verdad de su sanguinario comportamiento durante la guerra. Creo, sin embargo, que ése es uno de los mayores logros de la novela: esa ambigüedad no es más que la consecuencia de la complejidad que pueden llegar a alcanzar en ocasiones las relaciones humanas, y las diferentes caras que pueden encontrarse incluso en los seres con el pasado más abyecto. La buena literatura recoge con frecuencia estas situaciones. Varios ejemplos de ello encontramos en algunas novelas de Dostoievski, un autor muy citado y querido por Michel del Castillo.
Más allá de la existencia real de los personajes y de su valor autobiográfico, la novela tiene una enorme fuerza literaria. La ciudad de Huesca vuelve a aparecer como marco principal de los acontecimientos narrados. Vemos de nuevo sus lugares más conocidos a los que se añaden ahora algunos interiores más o menos descritos por el autor: el piso de la familia Olivar (“la casa barco del Coso”), la vivienda de Lisa detrás de la iglesia de San Lorenzo, la pensión en la que vive Miguel cuando deja la casa de Antón, la nueva casa de éste en la última visita del escritor a la ciudad, o el piso de Candi, la hija menor de Antón, cuyo papel adquiere gran relevancia al final de la obra.
Tras la lectura de las tres novelas hay algunas descripciones que, por repetidas, quedan especialmente grabados en la memoria del lector. En mi caso, han sido la estación de ferrocarril, alejada en aquellos años de la ciudad y cuyo desolado aspecto recibe a los personajes que llegan a Huesca por primera vez, y, sobre todo, la visión de los mutilados de guerra que dormitan en las escalinatas del edificio del Casino, que muestran al desnudo la crudeza de los tiempos de la posguerra.
Parece que Huesca, como España y lo español en general, suscita en Michel del Castillo una reacción encontrada de amor y de odio. Tal vez sea ésta la causa principal de la fecunda influencia literaria que la capital altoaragonesa ha tenido en la obra literaria del escritor francés.
NOTA:
(1)
De “El tiovivo español” existe una edición en español en Mira Editores (Zaragoza, 1991) con traducción de Nieves Ibeas y Antonio Gaspar. De “La noche del decreto” hay dos ediciones en castellano: una en Grijalbo (Barcelona, 1982) y otra más reciente en la editorial Ikusager (Vitoria 2006). También en Ikusager está editada “El crimen de los padres” (Vitoria, 2005)
Es muy recomendable empezar la lectura de las obras de Michel del Castillo por su primera novela “Tanguy”, su edición más reciente en español es la de Ikusager (Vitoria 1995). En “Tanguy” se narran los años anteriores a la llegada a Huesca del escritor francés.
Sobre la presencia de la capital altoaragonesa en las tres novelas comentadas en este artículo, existe un breve trabajo, que yo he leído en Internet, titulado “Huesca o el embrujo español en Michel del Castillo”, de Juan Manuel Borda Lapébie. En él se defiende, entre otras cosas, el valor metonímico, representativo de la España de la época, que adquiere Huesca en los tres relatos citados.
Carlos Bravo Suárez
(Artículo publicado en Diario del Alto Aragón)
4 comentarios:
Tres novelas interesantísimas.Sobre todo para cualquier oscense y más aún para quienes puedan identificar personajes y lugares de la ciudad.
Coincido plenamente con tus afirmaciones.
Gracias por el articulo!! Muy interesante y bien escrito! Yo estoy leiendo "el temps de franco" y me parece tremendo, no entiendo por que nadie lo traduce en español!!?
Es un libro que no puedes dejar de tus manos, muy equilibrado, pero, probablemente, no es "politicly correct" hoy en dia.
Coincido totalmente con Anonimo: no entiendo como no se ha traducido y publicado en España. Es la biografia mas equidistante que he leido sobre Franco, y he leido muchas...Mariano
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