viernes, 4 de marzo de 2011

FRUSTRACIONES Y LOGROS DE UN HOMBRE ÍNTEGRO


Joaquín Costa, el gran desconocido. G. J. G. Cheyne. Ariel. 2011. 287 páginas.

Con motivo del centenario de la muerte de Joaquín Costa se ha reeditado, por fin, la mejor de las biografías del gran polígrafo altoaragonés. Es la que en 1972 publicó, en la misma editorial Ariel en que ahora reaparece, el hispanista inglés George J. G. Cheyne (1915-1990), el más importante de los estudiosos de Costa, cuyo riguroso trabajo supuso un punto de inflexión en el tratamiento de la vida y la obra del “León de Graus”.

Antes de la de Cheyne hubo otras biografías de Costa. Algunas muy breves, como Biografía y bibliografía de Joaquín Costa, escrita el mismo año de la muerte de su maestro por su fiel discípulo grausino Marcelino Gambón Plana, o el curioso librito Quién fue Costa, publicado en 1918 por Pedro Martínez Baselga, primo de Costa por parte materna. Mucho más extensas y completas, pero con defectos en buena medida propios de la época en que se escribieron, son la de Antón del Olmet de 1917 y la de Luis Ciges Aparicio, publicada en 1930 y en cuyo título, Joaquín Costa, el gran fracasado, se inspiró Cheyne, rebatiéndolo, para titular la suya.

Cheyne escribe una biografía breve y amena que se centra en los aspectos más íntimos y humanos que condicionaron la vida de Costa desde su infancia hasta su muerte. Fueron estos factores sobre todo la soledad, la pobreza y la enfermedad. Cheyne nos sitúa en el contexto familiar del biografiado y hace un dibujo, casi un pequeño estudio de costumbres, del medio rural grausino en el que Costa pasó con manifiesta desdicha desde los seis hasta los diecisiete años. Siguen su posterior estancia en Huesca, su visita como albañil a la Exposición Universal de París que le abrió los ojos a otros mundos, su enfermedad progresiva que tanto le hizo sufrir y condicionó su carácter y su vida, su vinculación a la Institución Libre de Enseñanza, su gran capacidad intelectual unida a su tesón y a su desmedido afán de saber que le permitieron licenciarse en poco tiempo en Derecho y en Filosofía y Letras, sus reveses y frustraciones en su aspiración a una cátedra universitaria que merecía más que nadie, su frustrado amor oscense por Conchita Casas, su hija clandestina con la viuda de un amigo a la que sólo reconoció como adoptada antes de contraer ella matrimonio, el abortado proyecto de la Unión Nacional, su efímero paso por el republicanismo político, su retiro en Graus y la tragicomedia de su agonía, muerte y funeral.

Lo que le queda al lector tras la lectura de una biografía que se lee como una novela es la tristeza de ver cómo un hombre de su inteligencia, su honradez y su valía tuvo que pasar tantos apuros y vivir tan humillantes frustraciones. Siendo mucho lo que nos dejó, en otras circunstancias, tal vez en otro país, un hombre como Costa podría haber servido sin duda a su amada, maltrecha y desagradecida patria con mucho más provecho del que aquí le dejaron hacerlo

Carlos Bravo Suárez

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No le parece que muchos políticos que hoy se llenan la boca hablando de Costa, si hoy viviera le harían la vida imposible o lo ignorarían. Algunos de esos políticos han sido incapaces de sacarse el bachillerato con todo a su favor, miestras que Costa estudió varias carreras en las condiciones más adversas. Y esos incultos que no tienen estudios ni se esforzaron en estudiar tienen hoy cargos importantes y pretenden darnos lecciones. ¿No lo estima usted asi, sr. Bravo?

carlos bravo suarez dijo...

Estoy de acuerdo con usted. Ya después del entierro de Costa, salió una viñeta en una publicación satírica en la que una persona preguntaba "por qué levantan tanto ahora a este hombre" y otra respondía "porque está muerto".
En cuanto a lo de los políticos, ya sabemos que para ocupar un cargo no hacen falta estudios, sólo pertenecer al partido y tener buenas conexiones dentro de él.
¡Si Costa levantara la cabeza y viera la de enchufados y nuevos caciques qu ocupan lugares relevantes en nuestro país!

Anónimo dijo...

Mientras muchos nos dedicamos a estudiar con sacrificio, otros hacían carrera política para medrar y colocarse de por vida